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AGENDA
28 de Septiembre de 2020 | 20:00 hs.

“Vida de la Escuela”
Transferencia y affectio societatis.
NOCHES CONSEJO
28 de Septiembre de 2020
20:00 hs.

Invitados: Carlos Rossi, Diana Paulozky y Eugenia Serrano
Coordina: Luis Tudanca

Actividad para miembros, adherentes, asociados y participantes de las secciones.

Vida de la Escuela
Diana Paulozky

Quería trasmitirles mi entusiasmo de estar hoy aquí, porque, como le respondí a Luis cuando recibí la invitación, la entiendo como un efecto a mi intervención de la última Noche del Consejo.

Eso muestra que se abre un espacio de conversación a sostener y muestra también y lo celebro, que la Escuela está viva.

Mi intervención apuntó 1) al concepto de transferencia, en oposición a la solidaridad, palabra del imaginario colectivo que está saturada de sentido.2) A la responsabilidad como analistas y a la implicación que cada uno tiene y 3) también me referí al lugar de J.A. Miller, porque la referencia en relación a su lugar, la escuché en una especie de nebulosa, de forma algo dispersa y confusa para mí.

Lo retomo como líneas para conversar, a lo que agrego dos preguntas que me gustaría sostener, una en relación a la otra.

¿Qué Escuela queremos y qué Escuela hacemos?

La primera responde a un ideal, orientador sin duda, pero la segunda, remite a nuestro lugar, nuestra acción, ¿Lacaniana? Entonces, qué hacemos con nuestro decir, y nuestra práctica, en suma, nuestro hacer, adentro y afuera de ese borde.

¿Cómo habitamos la Escuela, cómo nos ubicamos en ella?

Voy a comenzar por el título porque es notable. “Vida de la Escuela”. ¡Qué buen título!!! (No dice vida de la Escuela hoy, en pandemia...No!!!!)

“Vida de la Escuela”, tiene una equivocidad que me gusta. Es como Vida de Lacan, de J.A. Miller.

Miller no escribe una biografía, ni siquiera una semblanza. Escribe un pequeño libro para tomar algunos rasgos de Lacan, captar su deseo, su pasión.

Hacerlo vivir, darle vida.

Entonces me pregunto: ¿la Escuela, tiene vida propia?

Diría que no. Tiene historia, su propia historia, que anudamos sin duda, con la nuestra. Pero vida...no la tiene. Se la damos.

Cada uno de nosotros, cada quien a su manera, somos responsables de eso, de darle vida.

¿Podría acaso no tenerla, no tener vida? Pienso que si, si nos gana la burocracia, si los lugares son ocupados por una justicia distributiva, en lugar de hacer valer los conceptos fundamentales, y hacer en ese borde, orientados por ellos...

No basta con citar, incluso a veces, citar, es una manera de matar, lo vivo...

Lacan tenía una especial aversión por la justicia distributiva (lo dice en “Televisión”) y actuaba en consecuencia. Así cuando un grupo de analistas judíos de Strasburgo le pide un analista para controlar sus casos, Lacan pone en juego el concepto de ‘Extimidad’ y les indica a Moustafa Safuan. Al conjunto homogéneo de analistas todos judíos, lo descompleta con un árabe!!! Si el concepto que cada analista tenga de inconsciente, determina la dirección de una cura, el concepto de Extimidad, que él mismo inventó, rige, con la misma lógica, su puesta en acto.

Lacan hacía consecuentemente como decía.

Me gusta pensar la Escuela como un vacío. Pero un vacío con paredes de cristal que construimos cada vez, manteniéndonos en los bordes. Vacío no es nebulosa, es un concepto cuyos bordes, insisto, dibujamos con lápiz firme. No es sólo una figura poética. Así, es en nuestra práctica. Trabajamos en los bordes con interpretaciones que dividen al sujeto, a contrapelo del sentido, cuidamos ese borde que construimos con palabras, con silencios, con gestos y actos. Cuidar ese borde, es cuidar al psicoanálisis! Nosotros, estamos aquí por transferencia; al psicoanálisis sin duda, a Lacan por elección y a Miller, que nos fundó con el nombre de su seminario de orientación lacaniana, haciendo nuestra su orientación.

Ese borde marca un adentro y un afuera que debemos sostener.

Lo que nos mueve es el concepto fundamental de transferencia! No nos organizamos por identificaciones, sino por el lazo que nos anuda en una transferencia que nos pone al trabajo de analizar nuestra posición, o sea, analizar ese mismo lazo al psicoanálisis, a Lacan y a Miller. Ponerla al trabajo, limando los narcisismos, respetando las distintas subjetividades...

¿Cómo entiendo cuidar ese frágil borde? Separando el discurso psicoanalítico de otros, del amo, por ejemplo.

Cuando Lacan separa el inconsciente freudiano del nuestro, nos deja una responsabilidad, que no es sólo separarnos de IPA.

Tomo como ejemplo un trazo de la última noche. Se dijo que el inconsciente es la política. Primero hay que separarlo de cualquier politización, que implicaría salirnos de ese borde.

Diferenciar ‘el inconsciente es la política’, de su inverso, ‘la política es el inconsciente’, es abonar la diferencia del inconsciente freudiano y el nuestro, con el que Lacan funda su Escuela. ‘La política es el inconsciente’ remite a Freud, al Padre, a las identificaciones, y a términos como censura, represión, prohibición. Decir que el inconsciente es la política, en cambio, es decir que es la política del síntoma, trabajando el inconsciente como transindividual.

Otra frase: El analista se hace cargo de la subjetividad de la época. De acuerdo, pero ¿cómo? ¿Con qué concepto de inconsciente trabajamos, para no deslizarnos en ninguna barandilla ajena? ¿Para sostenernos en ese borde, con qué tensión manejamos el adentro-fuera?

Esa tensión estuvo siempre y hubo épocas en que se abrieron puertas y otras que se levantaron muros, en aras de resguardar el discurso analítico. Recuerdo incluso un Congreso en el Plaza, en 2008, en el que Miller habló de aggiornamiento a los nuevos tiempos, y manifestó su entusiasmo por que los psicoanalistas estén en hospitales, universidades y demás, para después advertir que sería esperable que también estén en sus consultorios.

¿Y hoy? ¿Cuáles son los resortes para abrir el grifo?

Lo que es seguro para mí, es que ese borde deberá ser reforzado, cuando significantes foráneos, quieran doblegar o compitan con nuestros conceptos. Por mi parte, pienso que la flecha va del adentro al afuera y no al revés, porque entiendo que tenemos mucho que decir, y por supuesto escuchar a los especialistas. Pero nosotros tenemos otra perspectiva de abordaje y por lo tanto otra especificidad que, pienso, debemos hacer escuchar.

Una palabra en relación al affectio societatis respecto al cómo habitar la Escuela. La confianza, el respeto, la creencia en el otro, hablan de ese lazo fundamental que es la transferencia!!!!

¿Nos sorprendemos acaso, cuando en el trabajo de Escuela, elegimos a un amigo? De ningún modo. El amiguísimo, en cambio, es lo opuesto. Implica un interés en relación al poder y allí nos ubicamos fuera, no sólo de una posible Escuela, sino fuera del discurso analítico!!

Respecto a J.A.Miller, escuchemoslo: “ me siento responsable, no sólo por lo que hago y digo, sino también por lo que en el psicoanálisis hacen quienes dan crédito a lo que digo. Es abrumador! Insiste en Causa y Consentimiento.

Se dijo también que Miller no está. Miller no está???!!!! ¿Cómo entendemos el concepto de presencia del analista? y en todo caso, si está en silencio, no es para todos. Y aún así él mismo lo dijo hace unos años en Vida de Lacan: “ Hay lo que es preciso hacer oír, sin decirlo, porque decirlo sería provocar la ira y la persecución del Otro. Y así pues, se habla entre líneas, de modo que sólo sea oído por aquellos que deben oír. Y cuando nadie debe oír nada, no se dice nada”.

Decir psicoanalista lacaniano, es decir “No hay clínica sin ética”, sintagma, que trajo Miller en 1982, cuando vino a Bs. As con “Síntoma y fantasma”, repitiéndola hasta el cansancio por una razón, con la cual Lacan funda sus bases: El estatuto del inconsciente es ético.

Cada uno de nosotros tenemos varios nombres, marcas de nuestro ser. Los míos: mujer, madre, judía, argentina, nombres que pueden conjugarse con cualquier significante, de izquierda, de derecha, o con cualquier ‘ismo’, socialismo, radicalismo, peronismo, feminismo...pero hay uno que va solo, impar!!!, incompatible con cualquier otro: Psicoanalista.

Y si la Escuela se tiñe de algún ‘ismo’, ese nombre con el que me nombro, así, psicoanalista, quedará diluido, difuso, opacado, perdido...

Ese nombre, que construimos cada vez, que nos lleva a dar cuenta de nuestro hacer, ese nombre, psicoanalista, hay que encontrarlo.

Digo entonces, que esa búsqueda que mueve a cada quien, a cada uno de nosotros, la búsqueda de un psicoanalista que se sostenga en ese borde, esa pregunta, esa búsqueda, y no otra, es lo que da vida a ésta, nuestra Escuela.


Una escuela de rechazados [1]
Eugenia Serrano

“Lacan invita al analista a situar su propia posición como la de aquel a quien puede llamarse un rechazado. Y bien que lo sabemos, cuando con la Escuela brindamos una amplia acogida, un refugio, a los rechazados.”[2]

¿Por qué elegir la EOL de entre una multiplicidad de instituciones psicoanalíticas lacanianas argentinas? Tal fue la pregunta que se me presentó después de un rato de haber aceptado el convite del Consejo, o más precisamente ¿Por qué elegí yo a la EOL de entre dicha multiplicidad?

Aproximar una respuesta, situar el punto en el que una serie de contingencias se volvieron necesarias[3] requiere que despliegue un entramado de acontecimientos que se sucedieron entre los años 2004 y 2008 para luego detenerme en el 2020.

No lacaniana

A inicios del 2004 abandonaba un análisis que decía querer dejar desde que se inició. Me llevó casi diez años. Durante diez años le había pedido a una analista de APdeBA de diferentes formas, más o menos originales, que sea lacaniana solo para mí. Puedo decir hoy que lo más digno de esa experiencia es que -de maneras más o menos originales- ella no cedió a mi pedido. No, no sería lacaniana, ni siquiera para mí.

El mismo día de la última sesión marcaba el número de un analista de quien tenía la certeza de que sí sería lacaniano, aunque seguramente no solo para mí. No tenía ni la menor idea de que era miembro de esta Escuela.

Niño Loco - Niño Analizante

Meses más tarde iniciaba una anhelada residencia. Sin embargo, el encuentro con lo más crudo de la clínica en la infancia, en un contexto institucional difícil arruinó esa alegría. Hubiera salido corriendo si no fuera por un encuentro -o una serie de ellos- que me indicó una salida distinta a la de la huida.

En ese momento una residencia de un hospital de Buenos Aires era un buen lugar para toparse con la multiplicidad mencionada más arriba. Era como contar al alcance de la mano con el muestrario de la forma en la que las enseñanzas de Lacan se habían institucionalizado en la Argentina. Los residentes circulábamos por los consultorios de analistas miembros de distintas instituciones un poco sin ton ni son, ajenos a las contradicciones, diferencias, disputas más o menos apasionadas entre unos y otros.

Sin embargo rápidamente se recortó para mí de entre esa variedad una forma de pensar el síntoma en la infancia radicalmente distinta. Una forma que, tal y como señala Lacan no convierte a la clínica con niños en pedagogía ni a la clínica de la psicosis en ayuda samarita[4]. R. Vargas, M. Recalde, M. Manzotti, G. Camaly, N. Soria -por nombrar solo las primeras, se sumarían muchos otros- aportaron, me aportaron, una clave decisiva e inolvidable que resumiré así:

“Se puede hacer de un niño -de uno loco también- un analizante decidido.”

No escuche a ningún analista que no sea de la EOL durante esos años con una posición tan clara y explícita con respecto a la responsabilidad de un sujeto niño sobre su goce y sobre su síntoma.

El alivio fue enorme.

Coliseo

Me encontré por primera vez con Jacques-Alain Miller en abril del 2008. Con Miller, con Ricardo Seldes y conmigo había unas 1699 personas más. Pero para mí estuvimos ahí, solo nosotros tres.

Volví a escuchar la Conferencia completa en estos días, sin embargo me referiré a lo que recordaba sin ninguna necesidad de volver a verla: la forma decidida con la que Miller se había negado a dar un título para la Conferencia y la incómoda conmoción que esa negativa me había producido. No nombro a Ricardo Seldes sólo como un mero presentador. Como les decía, en ese especie de acto -performático dirá Miller durante la Conferencia- estábamos los tres. Esa performance tuvo valor de causa y selló mi lazo con la orientación lacaniana.

Hacia el final de la enseñanza de Lacan las referencias a la transferencia comienzan a ralear pero las que aparecen se corporizan, como ocurre con otros conceptos, por ejemplo el de interpretación. Una de ellas es la idea de la transferencia como “co vibración semiótica”[5] en la última clase del “Seminario 21”. Es una referencia compleja, resulta difícil decidirse si se trata o no de una ironía, ese “co” efectivamente desorienta, así como el ejemplo clínico de donde parte y la referencia a un supuesto “conocimiento analítico” en el párrafo siguiente.

Pero la idea de la transferencia como vibración resulta atractiva. Quizás un poco más aún en la virtualidad que nos aqueja. Efectivamente es ese el fenómeno que intento aislar: la experiencia de una especie de electricidad, vibración, resonancia que requirió de la presencia de Ricardo Seldes para que pasara.

Lo que intento sostener es la hipótesis de que los colegas de la Escuela tienen en ocasiones esa función. Hacen de conductores eléctricos, cajas resonadoras de la causa analítica y sus principios.

El afecto entre perdedores

Entre la invitación del Consejo y ésta reunión ocurrió la cancelación del XII Congreso de la AMP. La vida en la escuela -como las otras- ha sido este último tiempo una vida un poco plagada de perdidas. Jacques-Alain Miller nos indica que uno de los puntos claves de la formación analítica se articula a la experiencia de aprender a perder la partida[6].

Había podido vivir ya ese “amor por los colegas cuando se los ve trabajar por la causa”[7] en múltiples ocasiones sin embargo nunca los había visto desarmar un Congreso. De a ratos me asalta la idea de que debería existir una especie de empresa mudadora a la que encargarle esta tarea, como se la contrata para desarmar una casa que uno habitó por un tiempo, en donde amó, odió, se divirtió, se inquietó, soñó y tuvo noches de insomnio. Hacerlo nosotros mismos, conmueve. Sin embargo, en eso estamos, acompañados.

Hace algún tiempo vi un documental delicioso titulado “Beautiful Losers” sobre una serie de artistas del under norteamericano que finalmente alcanzaban algún prestigio.

No es esa la propuesta para el practicante del psicoanálisis. No creo que se trate de adjetivar al perdedor: lúcidos, viejos, nuevos, jóvenes, trabajadores. Entiendo que la experiencia de Escuela se sostiene en un ejercicio de desapego que en todo caso hace pasar ese adjetivo, del perdedor a sus efectos: memorables, analíticos, resistenciales, terapéuticos, transferenciales...

Una especie de viaje -junto con otros- “de la agalma a la palea.”[8]

NOTAS

  1. Miller, Jacques-Alain, “Modalidades de Rechazo”, en Introducción a la clínica lacaniana, Conferencias en España, Editorial Gredos, Barcelona, p. 274.
  2. Ibid., p. 274.
  3. Lacan, Jacques, El Seminario, Libro 20, Aun, Editorial Paidós, Buenos Aires, p. 175.
  4. Lacan, Jacques, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, en Escritos 1, Editorial Paidós, Buenos Aires, p. 234
  5. Lacan, Jacques, “Seminario 21, Los incautos no yerran (Los nombres del padre)”, Clase del 11 de junio de 1974, Inédito.
  6. Miller, Jacques-Alain, Teoria del partenaire, en la Revista Lacaniana 19, Editorial Grama, p. 40-43
  7. Bernardino Horne
  8. Op. Cit, p. 43.

Variaciones sobre el concepto de Escuela (para esperar el reencuentro)
Carlos Rossi

La Escuela mujer, sujeto, del cartel, síntoma, saber, nudo, causa, refugio, Work in Progress, del Pase, los predicados se multiplican constituyendo un laberinto suficientemente Borgeano y que invita a perderse en eso que hábilmente Lacan llamó un conjunto disperso descabalado. Cada uno de esos términos - la lista es incompleta - conforman una lengua incómoda de habitar pero que es necesaria aprender y hablar. En esa maniobra, entiendo, se esconde el espíritu de la conversación.

A tal efecto trataré de ubicar algunas coordenadas que nos permitan pensar lo vivo, la transferencia y el affectio societatits.

Jacques Lacan, en su “Nota Italiana” de 1973 habla del entusiasmo como condición de posibilidad para el analista. Lo traigo ya que lo considero un texto fundamental a la hora de pensar la Escuela. Se lee ahí lo que espera para la Escuela italiana que vendrá. Es decir propone una suerte de plan para la transferencia de trabajo por venir. Lo resumo. El primer lugar, diferencia la felicidad del entusiasmo. La felicidad es una condición per-se del sujeto tal como lo ha definido en 1974 en “ Televisión”. Luego vincula el final de la experiencia analítica y un más allá del horror al saber como posibilidad para el entusiasmo: Dice “Desde entonces, (Se refiere al final del análisis) él sabrá ser un desecho. Es lo que el analista ha debido al menos hacerle sentir. Si él no lo ha llevado al entusiasmo bien puede haber habido análisis, pero analista, ninguna posibilidad” [1]

Por si pasó de largo lo subrayo, dice: “Es lo que el analista ha debido al menos hacerle sentir.” Entonces, primer punto, se trata de un entusiasmo que nace - por lo menos - incómodo.

No hay vida sin deseo, ni deseo sin entusiasmo que no debe confundirse con la ingenuidad de la esperanza. Mauricio Tarrab, en su presentación en las Jornadas de Carteles realizadas en Carlos Paz en 2017, describe cómo la EOL tuvo que esperar cinco años para poner en marcha el dispositivo “para que el pase se pudiera sostener como una realidad efectiva debía ser algo más que un ideal y debía encarnarse en una comunidad de experiencia y en un affectio societatits y un clima de confianza lúcida sin lo cual eso no funciona”.
Segundo punto: para que eso vivo pasara, hubo que saber hacer con la espera.

Entusiasmo.

El término es complejo pero interesante. Entusiasmo, dice el diccionario, es una exaltación del ánimo por algo que lo cautiva. Digo complejo ya que es su raíz griega es una palabra compuesta de tres: «en», «theou» y «asthma», que significan juntas «soplo interior de Dios». Podríamos zanjar el problema del argumento teológico si recordamos la relación Dios-ICC y recuperamos del término entusiasmo, un más allá del mirarse el ombligo del sueño - aunque sea por un rato - y lo anudamos a la transferencia de trabajo que hace a esto que estoy tratando de definir.

Digo dejar de mirarse el ombligo del sueño y los remito a la página 371 del Curso de Jacques-Alain Miller El Lugar y el Lazo tratando de aclarar el modo en el que plantea esta transformación: lo llama una irrealización del ICC haciendo resonar el término Real que pulsa en el medio de la palabra.

Digamos que la experiencia de ese real permite - autoriza dice Lacan - una nueva dirección de aquello que cautiva la exaltación del ánimo.

No tengo dudas que a esta altura de mi presentación Cesar Aira se vería tentado de jugar con las resonancias Echeverrianas del término “Cautiva” y lo opondría al Matadero.

Ya saben, no logro despegar el psicoanálisis de la literatura sin temor a dejar de pisar tierra firme.

Sostengo que: o bien nos cautiva la causa, o nos tienta el matadero.

Es lo bello de la vida.

Variaciones

La Escuela Mujer ubica el no-todo al tiempo que por lo menos intenta saber vestirse con el semblante que conviene a cada acontecimiento y es condición de posibilidad del analista.

La Escuela Sujeto, Miller lo ha desarrollado en su “Teoría de Turin”, porque llama a la interpretación.

La Escuela Cartel, bueno, por ahí fue mi entrada a la cartografía del laberinto y la posibilidad de pensar más allá de Ancón. Se lo debo, y en este acto se lo reconozco, a Luis Tudanca quien me empujó a pensar la Escuela en términos de topología.

La Escuela Síntoma, porque no cesa de ser un poco trauma, un poco solución.

La Escuela Saber, S2, no tengo la más mínima duda. Es más, cuando alguien la crítica - con o sin fundamento - no puedo dejar de pensar en lo que se pierde el crítico, en cuanto al volumen de la elaboración colectiva que la EOL produjo desde su fundación.

La Escuela Nudo que en la permutación habilita el enganche y desenganche que sostiene el laberinto. Lo cual, a su vez, es la insondable decisión de cada Miembro, adherente, asociado o participante.

La Escuela Causa, porque de otra manera no estaríamos hablando de esto en semejante desajuste del mundo.

La Escuela Refugio, justamente frente a ese desajuste.

La Escuela Work in Progress, la Escuela Joyceana: un enorme artificio hecho de lenguaje y goce para ser escuchado al modo de una partitura inconclusa.

La Escuela del Pase, lo dejo para el final. Dejar el Pase para el final parece es un chiste Lacaniano. El Pase siempre está al final. La contingencia se encargó de enseñarme que quiere decir Lacan en su “Seminario sobre la Carta Robada” con respecto la letra en souffrance. Sólo voy a decir que la función del AE - eso es lo captado en la contingencia - no se agota en el Testimonio. La prisa es siempre un problema a dilucidar. O por lo menos para mí lo fue.

Hay que saber esperar el momento.

NOTAS

  1. Otro Escritos, “Nota Italiana”, página 329