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El cuaderno de navegación

N°6 - Noviembre 5 de 2006
Entre la identificación y el "atravesamiento de la angustia"
Gabriela Camaly
 

1- Nota sobre la identificación
Es por la imposibilidad de que el sujeto se fije en una identidad, que se impone la identificación como una necesidad estructural del ser hablante. Siguiendo a Freud y su elaboración en Psicología de las masas y análisis del yo, Lacan reduce la cuestión de la identificación freudiana a la identificación al rasgo significante del Otro, rasgo unario con el que el sujeto se representa en el Otro, lazo fundante anterior a toda relación de objeto.

A esta dimensión de la identificación, Lacan agrega la vertiente del goce: lugar del objeto -que le "hace falta" al Otro- al que el sujeto se identifica en el fantasma; lugar de objeto con el que el sujeto se hace un ser. El objeto a, a nivel del fantasma, es lo que le da consistencia imaginaria a lo que no tiene nombre.

Ambas dimensiones de la identificación, no constituyen sino el derecho y el revés del un mismo movimiento. En ambos casos, se trata de una operación de sutura: el rasgo significante, que luego Lacan llamó S1 -y también enjambre-sutura la falta en ser del sujeto por medio de la identificación simbólica; el sujeto ubicado en el lugar del objeto a, en su consistencia fantasmática, se hace un ser -se hace ser-, suturando en ese mismo movimiento la falta en el Otro.

2- De la identificación a la angustia
En 1951, Lacan define a la transferencia como la manifestación de los modos permanentes según los cuales el sujeto constituye sus objetos[1], lo cual ya implica ubicar la transferencia no tanto en relación al amor cuanto al modo de satisfacción pulsional, haciendo entrar a la pulsión en la dimensión dialéctica. Interpretar la transferencia consiste en "llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto". En el lugar preciso del punto muerto, Laurent ubica al fantasma[2], en tanto es la matriz del modo permanente de constitución de los objetos. Desde esta primera perspectiva, se trata de "llenar con un engaño el vacío de ese punto muerto", es decir, aportar un semblante adecuado al punto inercial del fantasma para que ese punto muerto entre en la dialéctica de la transferencia.

En el ’64[3] Lacan anuda transferencia y pulsión, definiendo a la transferencia en términos de "puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente". Para eso fue necesario que se produjera, para Lacan, la "subversión del sujeto", y el pasaje de "la transferencia" -seminario 8- a "la angustia" -seminario10-, pasando por "la identificación" y sus paradojas en el seminario 9. Es en la Subversión…que Lacan localiza con rigor lógico aquello que escapa a la dimensión del deseo y de la mortificación significante, y lo llama Goce. El goce es el significante de la lengua que dice que hay "un significante que falta en el mar de los nombres propios" para decir el ser del sujeto. La pulsión pasa a ser el "tesoro de los significantes"[4] en la medida en la que, en la dimensión diacrónica de su pulsación, hace inconsistente al Otro para nombrar el ser del que se trata. La "subversión" consiste entonces en que la pulsión y su goce dividen al sujeto; y el significante que falta divide al Otro y lo torna inconsistente. El neurótico es, para Lacan, "un sin nombre"[5]. A esta altura de su elaboración, el recorrido y el final del análisis se orientan en encontrar una solución al goce por medio de la dialéctica fálica del ser y del tener.

Es en el seminario 10, La angustia, donde Lacan opera la separación entre el Edipo y la castración[6]. Que la castración opere ya no depende de la amenaza de castración proclamada por el agente del Edipo. El objeto en juego ya no será el objeto de la falta fálica, sino el objeto anterior a la ley y su articulación con el deseo, un objeto que se recorta del cuerpo por la separación. La angustia, que Miller llama "lacaniana", se separa de la angustia de castración y se convierte en la vía de acceso al objeto a, es decir, vía de acceso a aquello que no es ni simbolizable ni imaginarizable, aquello que se recorta como resto del decir en su anudamiento al cuerpo vivo. De esta manera, dejándose orientar por la angustia, Lacan elabora la función del objeto a, lo cual lo conduce a ubicar el goce más singular del ser hablante más allá de la operación mortificante y universalizante del padre. Miller dice que son justamente los objetos pequeños a los que "dan cuerpo al goce", cuerpos de goce que no son significantes. Por eso, "el objeto a es la demostración del fracaso de la metáfora paterna", y Lacan se ve conducido, al año siguiente en su seminario, a pluralizar también al N del P porque, en la medida en que el objeto a no tiene nombre, pone en cuestión al NP, tal como subraya Miller.

Pero lo que me interesa resaltar es que la angustia de la que habla Lacan a partir de este momento de su enseñanza, es una angustia de la que es necesario "servirse" ya que es por medio de la angustia que se produce el objeto a en la experiencia del análisis. Es decir, el pasaje por la angustia "produce al objeto" pero no en términos de falta fálica sino en tanto objeto parcial que se extrae del cuerpo y que es necesario ceder; es la "libra de carne" con la que hay que pagar. Miller dice que la angustia lacaniana es "productora del objeto a" y lo produce como imposible; en este sentido, es una "angustia constituyente". Contrariamente a lo que tendemos a pensar, no existe primero el objeto y luego su pérdida, sino que el objeto se produce como perdido, "se constituye como tal en su pérdida misma"[7], liberando el deseo.

3- Atravesar la angustia
Estamos en la época de las angustias, las nuevas formas de la angustia de las que hablamos y debatimos. Sujetos tomados, a veces arrasados, por las angustias de la época actual, ligadas también a los nuevos síntomas. A esta dimensión de la angustia sin límite Miller llama "angustia constituida"[8]. En algunos casos se corresponde con la toma del objeto en el fantasma produciendo lo que Freud llamó "desarrollo de angustia". Otras veces, es la angustia del desasimiento casi total del Otro. Estos modos de presentación de la angustia son los que conviene dosificar y apaciguar.

En contraposición, Miller distingue la angustia lacaniana, aquella que en la experiencia del análisis debe ser producida porque es la que conduce la cura. Es la angustia la que conduce la cura; el analista se orienta por ella, se orienta por lo real. Esa angustia, la lacaniana, no se trata de curarla; al contrario, "se trata de atravesarla"[9], nos indica Miller.

"Atravesar la angustia"[10] es también una expresión que utiliza E. Laurent cuando convoca a los analistas de nuestra época. Para hacer subsistir al psicoanálisis, para no dejarlo caer, hay que interpretar las nuevas formas de la angustia, hay que atravesar la angustia de la época que, nos dice, es también la nuestra. No ceder ante la angustia sino orientarse por ella, porque es lo que no engaña respecto de lo real.

A partir de aquí, la nueva perspectiva del objeto pequeño a implica que, más allá de la identificación al rasgo significante tomado del Otro, más allá de las vicisitudes y las paradojas que para un sujeto comportan las contingencias en las que se produjeron los encuentros con esos significantes a los que se ha identificado, de lo que se trata en la experiencia del síntoma bajo transferencia es de la producción y del atravesamiento de la angustia, para que se produzca el objeto a como resto, vacío de sentido, puro semblante. Sólo por esta vía, cuando la modalidad sinthomática de goce se haya liberado del sentido al que estaba abrochado, y se haya desprendido de la consistencia del objeto, entonces, siguiendo a Miller[11], se podrá hacer -con lo que reste- algún otro uso, un uso que nos ligue a la vida y al Otro.

 
 
Notas
1- J. Lacan, Intervención sobre la transferencia, Escritos 1, Paidós, Bs. As.
2- E. Laurent, Entre transferencia y repetición, Atuel-Anáfora, Bs. As. 1994.
3- J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, El seminario, Libro 11, Paidós, Bs. As.
4- J. Lacan, Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano, en Escritos 2, Paidós, Bs. As., p.796.
5- Ibíd. anterior, p.806.
6- J. A. Miller, me oriento aquí por el desarrollo que Miller hace en Introduction à la lecture du Séminaire de L’angoisse de J. Lacan, La Cause freudienne nº 58, 2005.
7- J. A. Miller, extracto de la intervención en las Jornadas de Otoño de la ECF, del 2005.
8- Ibíd. anterior.
9- J A Miller, La orientación lacaniana, curso del 28 de abril de 2004, inédito.
10- E. Laurent, La nueva clínica de las angustias, sus fundamentos y consecuencias para el psicoanálisis, en Nuevos síntomas, nuevas angustias, EOL, Grama ediciones, Buenos, Aires, 2005.
11- J. A. Miller, La orientación lacaniana, curso Piéces detachées, 2004-2005, inédito.