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Número 7
 
¿Qué hay de nuevo viejo?

Por Cristina Nocera

¿Qué son las Terapias cognitivo-comportamentales?

Básicamente es la confluencia de dos corrientes que aunque distintas entre sí, y de orígenes independientes, presentan una aparente unidad homogénea. Así vemos, como salido del ‘túnel del tiempo’, desempolvar viejas y perimidas teorías basadas en el condicionamiento, fruto de la investigación en laboratorio, cuyos exponentes más relevantes son Pavlov y Skinner. Las técnicas derivadas proponen un cambio comportamental basado lisa y llanamente en el modelo de estímulo-respuesta, lo cual se logra a través de una manipulación sistemática y planificada, tal como la técnica de exposición en vivo para el tratamiento de la agorafobia, o la desensibilización sistemática, para mencionar sólo algunas.

El otro aporte que toman es el de la terapia cognitiva, que surge a mediados de la década de 1960, cuyas figuras más influyentes fueron A. Ellis y A. Beck. Ambos autores comparten la visión de que todas las perturbaciones psicológicas tienen en común una distorsión del pensamiento. Proponen que el remedio para tales desórdenes consiste en la corrección de los procesos cognitivos defectuosos y en el reemplazo de las ideas incorrectas y disfuncionales por otras más realistas, adaptativas y funcionales. Se trata de un proceso de reestructuración cognitiva, la metáfora subyacente es la del procesamiento de la información.

En rigor de verdad, no tienen una unidad teórica, de excesivo empirismo, encuentran su consistencia en una pretendida aspiración científica, que a diferencia de los orígenes ahora cuentan con todo un aparataje técnico, lo cual no es para quedarse tranquilo, ya que en nombre de la eficacia, como bien supremo, cualquier recurso está justificado.

Apuntan deliberadamente al levantamiento del síntoma, aquí evaluado más como pensamientos distorsionados, falsas creencias, o conductas disfuncionales.

Plantean una alta eficacia, en breve tiempo, fórmula indisoluble de su éxito, ya que ahí mismo reside su trampa, son eficaces a condición de no leer las recaídas como retorno del síntoma sino como un problema nuevo que se presenta.

Se dirigen a las masas, como dice E. Laurent en Las terapias virtuales[1], y saben hacerlo, lo hacen en términos de trastornos ampliamente divulgados por los medios. Sólo parecen buscar difundir sus logros y convencer a sus seguidores de que su técnica es la más perfecta. Así proliferan, a modo de propaganda, modelos de aplicación de la TCC por ej. a la fobia a rendir exámen (clasificada como un tipo de fobia específica según el DSM IV); o recomendaciones útiles de auto aplicación para reducir el estrés; estrategias conductuales para modificar el hábito de postergar; técnicas para el manejo de la ansiedad, mediante la relajación muscular profunda y respiración abdominal.

Si usted tiene un trastorno así, que seguro en alguno se reconocerá, ya que cada vez se engrosa más la lista a lo que se aplican sus técnicas, sepa usted que simplemente se trata de un error, un mal procesamiento de información, un aprendizaje disfuncional, o por ignorancia, ya que no dispone de esquemas mejores o actualizados. Lo cual es fácilmente subsanable con una operación de corrección y reemplazo de un pensamiento distorsionado por otro más conveniente que no deja resto, no hay imposibilidad, ni límites. Cobrando toda su vigencia la sentencia de Lacan "se trata de la noción de conducta aplicada de manera unitaria para descomponer hasta la tontería todo el dramatismo de la vida humana"[2].

Estando así las cosas, el psicoanálisis seguirá teniendo un lugar para aquellos que después de haber hecho las ‘tareas para el hogar’, después de haber confeccionado las largas listas de pensamientos que por más que sean erróneos igual insisten, para aquellos que a pesar de haber practicado las técnicas de relajación profunda siguen angustiados, que a pesar de comprobar racionalmente la falta de asidero en la realidad de sus pensamientos igual dudan, en definitiva el psicoanálisis subsistirá, "al fin de cuentas, toda nuestra experiencia procede del malestar que Freud observa en alguna parte, del malestar en la cultura". Siguiendo con La Tercera, Lacan pregunta ¿Qué nos procura la ciencia, a fin de cuentas? Algo para distraer el hambre en lugar de aquella falta fundamental que califico de no relación sexual. Nos procura en su lugar algo que se reduce a gadgets: la televisión, el viaje a la luna. ¿Cuál será el porvenir del psicoanálisis? A éste se le pide que nos libre de lo real y del síntoma, a la par. Si eso ocurre, si tiene éxito con esta demanda, se extinguirá hasta no ser más que un síntoma olvidado. Luego, todo depende de que lo real insista. Tenemos que reconocer que va por buen camino... Pero de todos modos desconfíen. Acaso sea mi mensaje en forma invertida [3].

 
 
Notas
1- Laurent, E. Las terapias virtuales, Agencia Lacaniana de Prensa n°64.
2- Lacan, J. Discurso a los católicos.
3- Lacan, J. La Tercera, en Intervenciones y Textos 2.