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Relativos a la AMP - IV Congreso AMP: La práctica lacaniana
Nº3 –20 de Enero de 2003
Hacia la Conversación sobre "Los Principios de la Práctica Analítica"

SUMARIO:

Línea 26
PRESENTACIÓN.
Por Andrés Borderías

Línea 45
ALGUNAS RESPUESTAS.
Por Juan Carlos Tazedjián

Línea 183
respuesta a las preguntas 1 y 2
Por Enrique Rivas

Línea 348
tres respuestas
Por Ricardo Rubio

Línea 465
¿Por qué elegimos a lacan?
Por Claudine Foos

Línea 538
breve comentario
Por Camila Vidal

Línea 590
vigencia de la regla fundamental del análisis
Por Amanda Goya

 
Línea 26
PRESENTACIÓN: ¡LA CONVERSACIÓN YA HA COMENZADO!
Por Andrés Borderías

Los preparativos para la Conversación del próximo día 1 avanzan y en este tercer número de 125 Líneas encontrarán un testimonio de ello. La mayoría de las contribuciones dan cuenta del esfuerzo de nuestros colegas por cifrar su experiencia sobre la aplicación de la regla analítica y sus consecuencias, así como de la relación psicoanálisis aplicado-psicoanálisis puro. Sirva entonces este prólogo a la Conversación como aportación al trabajo que la Escuela realiza para "situar con claridad la importancia y las razones de tomar una posición pública ante las psicoterapias, como nuestra apuesta por el psicoanálisis puro y aplicado". (Leonardo Gorostiza, Papers, Diciembre 2002).

NOTA: En un próximo número de 125 Líneas publicaremos los casos que se van a trabajar la tarde de la Conversación.

Envíen sus textos sin errores mecanográficos u ortográficos. Podrán publicarlos ulteriormente en papel.

El Editor de 125 Líneas, Andrés Borderías.

 
Línea 45
Algunas Respuestas
Por Juan Carlos Tazedjián

1- La regla fundamental...

La investigación etimológica de Esthela Solano, nos permite extraer lo más rico de la "regla fundamental"- así la llamó Freud (1): "Lo que diferencia la regla de los principios- dice Esthela - es que los principios se refieren a los fundamentos" (2) . He aquí que con el nombre de "regla" tenemos un principio. Y esto nos permite establecer una diferencia más IPA- Lacan. La IPA hace del principio una regla y Lacan hace de la regla un principio. Más allá de Witz freudiano de haberla llamado de "libre asociación", este principio no es una autorización al analizante a decir "lo que quiera". Al contrario, es el deber decir todo lo que se le ocurra, ¡aunque no quiera! De allí su dimensión ética. De este modo, por la enunciación o los enunciados- siempre modulados, por supuesto -este principio debe ser formulado. Y si algún analizante dice que no se le ha transmitido en su análisis, es porque no se acuerda cómo fue hecho, de lo contrario, no podría haber habido análisis. La regla fundamental es condición necesaria de la transferencia. En mi experiencia, una rectificación sobre este punto, ha permitido salir del estado de estancamiento a sujetos que no podían llegar a la puerta de entrada del análisis.

Hay en este principio, tres momentos a tener en cuenta:

La contingencia del "lo que se le ocurra". Es el momento de la "libertad", no del sujeto, sino del devenir de las asociaciones, ellas "le ocurren" al sujeto.

El "diga", es un mandato, al tiempo que una prohibición: "no calle" nada de lo que se le ocurra, dígalo aunque no quiera. Esto restringe la libertad del momento anterior. Aquí sí hay una implicación de la responsabilidad subjetiva.

El "todo". La implicación subjetiva llega al punto de lo imposible: "dígalo todo".

2- ...y el corte de la sesión.

La regla fundamental, condición necesaria, pero no suficiente. Para que el malentendido del SsS pueda seguir operando, es necesario que se sostenga del principal operador de la cura, el deseo del analista. Operador que, paradójicamente, sirve de apoyo el SsS, al tiempo que va en su contra impidiéndole eternizarse. Decirle a alguien "diga todo lo que se le ocurra, hasta que el reloj nos avise que ya vale" es un atentado contra la suposición de saber, que el analista ipeísta compensa con la proliferación de interpretaciones que lo colocan en el lugar del sujeto que expone el saber. Consecuencia de esto, son los "duelos de fin de semana" del analizante- que pueblan las páginas de los textos IPA- en los que se manifiesta un síndrome de abstinencia del saber- lo- todo, y el amor de darlo en forma de abundantes palabras. En ese sentido, podemos decir que el analista IPA ama: da el saber que no tiene ( aunque crea tenerlo). Una especie de amor griego de "nunca en domingo".

Hacerse cargo de la regla fundamental que permitió la instalación de la transferencia, implica necesariamente, como recuerda Manuel Fernández Blanco (3): "introducir el tiempo en la temporalidad de la repetición". Pero no cualquier tiempo. El tiempo simbólico sigue su camino aunque no se lleve reloj, y cada uno sabe, más o menos, de su tiempo vivido. Pero la irrupción del tiempo real que produce el corte, no puede menos que producir efectos, siempre, hasta cuando el analista no tiene ni idea de por qué lo ha hecho. Y esos efectos están ligados a la transferencia y su disolución o a la pregunta por el deseo del analista. Efectos anulados por el "es la hora" ipeísta.

3- La sesión escasa.

"Sesión corta" no quiere decir nada, no significa nada, si no ponemos el término en relación con, si no decimos "más corta que" o "más larga que" o "tan corta como". Es una cuestión de la lengua. El diccionario de la RAE dice de corto: del latín, cortus (adj.).: l. Dícese de las cosas que no tienen la extensión que les corresponde, y de las que son pequeñas en relación con otras de la misma especie. 2. De poca duración, estimación o entidad. 3. Escaso o defectuoso. 4. Que no alcanza al punto de su destino ( bola o bala corta). Todas las acepciones, tanto espaciales como temporales, remiten a cierto déficit, cierta negatividad que determina un "en menos".

Cuando Paul Lemoine le pregunta a Lacan el porqué de las sesiones "más cortas" (4), se entiende que es con relación a las anteriores, que serían más largas. Cuando se habla de las sesiones cortas de los lacanianos, se dice que son "más cortas" que las de los ipeístas. En estos, y muchos otros casos, se está hablando de la duración. Lo dice la lengua: corto, de poca duración. Pero si no es de duración de lo que se trata en la innovación lacaniana, podemos pasar a la tercera acepción del diccionario de la RAE. "Escaso", no es algo que resulte ajeno a nuestra práctica. Es frecuente que las personas que vienen a nuestra consulta después de haber pasado por la de ipeístas y/o psicoterapeutas, se quejen de la "escasez", tanto de tiempo como de palabras. Y otra vez, esta escasez es relativa, en este caso, a la abundancia de palabras del analista IPA o del psicoterapeuta.

En mi experiencia como analizante, he padecido los efectos de sesiones IPA, standard, de 50 rigurosos minutos, standard de "lacanismo pionero argentino" (45 minutos), innovadora de IPA en camino de lacanización (90 minutos, dos en una) y final y afortunadamente, lo que todos conocemos como sesión corta. Esta experiencia me permite decir que una vez establecida, comprobada, corroborada... la importancia del "tiempo lógico" y sus valiosísimas consecuencias para la cura, si no nos gusta llamarle "duración", pongámosle otro nombre. Pero corta o escasa, o breve, o de pocos minutos, mucho menos que los de la IPA... Lacan, como siempre, no pudo haber encontrado un término mejor para nombrarla: es sólida. Incluso cuando se ha perdido el apremio por ese final que siempre acecha como inminente, cuando parece que uno se ha "acostumbrado" a esa brevedad, la función de la prisa transforma el inconsciente del sujeto, en un inconsciente lacaniano que no tiene que ver con el pasado sino con el futuro. Lo importante, siempre, es la próxima sesión. De allí que la actual sea tan sólida, tanto como la piedra que había en medio del camino de Carlos Drumond de Andrade, y en la que J.A.Miller vio el hueso de un análisis(5). La solidez de la sesión es la de la piedra que hay que sortear, con la que hay que tropezar para llegar a la próxima.

Entonces ¿cuánto de corta? Un analizante A, que me fue remitido por el analizante B, me decía que su amigo le había dicho que se diera prisa a hablar porque las sesiones eran muy cortas. "¡Vaya broma!", me dice, "aquí hay tiempo para casi todo". Me divirtieron esas palabras, ya que- aunque las de ambos eran sesiones cortas- las de A, eran de larga duración y las de B, de muy pocos minutos. Por eso que la pregunta tiene una sola respuesta: "lo más corta posible". Y ese "posible" que introduce la contingencia de cada encuentro, está dado por lo que F. Leguil llama "el tacto" (6).

El acto del analista, incide sobre los 3 momentos de la regla fundamental. El silencio del analista tiene, entre sus múltiples funciones, la de permitir la contingencia de la ocurrencia. Las puntuaciones y los cortes de sesión, apuntan al "diga y no calle"- si bien ciertos cortes suscitan el: "si sigue hablando, no podrá decir". La cita para la próxima sesión, es el paradigma del "encore", del más todavía, del "siga diciendo", hasta el borde de la imposibilidad.

 
NOTAS
1- Freud, S.,: "Sobre la iniciación del tratamiento", 1913.
2- Solano, E.,: "Seguir un hilo". Papers nº3.
3- Fernández Blanco, M.,: "Fundamentos de la sesión corta". 125 líneas, nº2.
4- Leguil, F.,: "De la nature du consentement des analysants aux séances courtes". La Cause Freudiene, nº46.
5- Miller, J-A.,: "El hueso de un análisis". Tres Haches. Buenos Aires, 1998.
6- Leguil, F.,: op. Cit.
 
Línea 183
respuesta a las preguntas 1 y 2
Por Enrique Rivas

Respuesta a la 1º Pregunta.

El texto de Lacan en la Dirección de la cura es definitivo. No hay lugar para el equívoco. Es en los matices e inflexiones de la voz en la enunciación de la regla fundamental donde se impone el comienzo de la cura analítica. No en el contenido del enunciado que puede pervertirse de múltiples maneras. Es en el deseo decidido de un analista transmitido en su palabra, en su silencio o en su presencia donde se manifiesta el imperativo que desencadena el discurso del sujeto. Es por la oferta inequívoca de la escucha de aquello real que se espera en el advenimiento de los significantes y del amor en la transferencia, el amor al saber como un pacto necesario entre analizante y analista, donde se inicia la cura.

Conminar al sujeto de la demanda a que hable, con la promesa eventual de alcanzar el sentido de su síntoma, aunque sin contrapartida concreta, es convocarle a que desanude las ligaduras lingüísticas (simbólico-imaginarias) de lo reprimido. Es decir, si uno habla de sí mismo a otro que supuestamente sabe y que encarna la instancia del saber inconsciente habrá apertura a la posibilidad del desciframiento. A ese lugar de la enunciación vendrá un saber desconocido por la conciencia del sujeto, pero que se articulará en la cadena del discurso y que no es más que el retorno de lo reprimido.

Veamos un ejemplo de abordaje psicoanalítico de un caso en la institución, en la perspectiva del psicoanálisis aplicado: un paciente se queja de angustia, apatía, tristeza e insomnio que atribuye a determinadas condiciones de su existencia, sean factores familiares o laborales. Si se atiende al nivel superficial de la queja y de la petición de neutralización del malestar, el sujeto es expulsado de su propio inconsciente. El profesional será el que hable e imponga las condiciones del silencio del síntoma y la anosognosia o desconocimiento del ser del sujeto. Es decir, se aliará con el paciente en una encubierta pasión por la ignorancia. El sujeto quedará intacto y el síntoma oscilará entre la falsa ocultación y la aparición esporádica para el tormento del paciente o del sujeto de la conciencia.

Sin embargo, si el analista depone el saber al que apunta la demanda y le dice al sujeto: "¡Hábleme!": "No sabemos la causa o factores que determinaron su malestar, su angustia, su inhibición, su apatía, desgana o desinterés; pero hábleme e iremos desvelando la causa de sus síntomas". Habrá un primer momento de perplejidad del sujeto ante el viraje de la demanda, ya que esperando la palabra y el saber del analista se encuentra con el imperativo a que sea él quien se enfrente a su palabra y a su saber. Ahí se establece un principio de discurso analítico si el sujeto consiente al deseo de saber y a la invitación del analista a que hable.

Hay en este momento dos riesgos: uno del analista, que es la posibilidad del desistimiento; ya que en función de factores imaginarios (identificación al saber profesional, resistencia a la posibilidad del trabajo del inconsciente en las instituciones, la renuncia de su deseo que le llevará al malestar y la culpa, etc.) un analista puede sabotear el proceso de la cura analítica. De parte del sujeto de la demanda, esta maniobra puede llevarle a sellar definitivamente su palabra y su deseo, aquellos que traman o sustentan la estructura de su síntoma. Quedando expuesto simplemente a la manipulación del otro y a la cristalización de la defensa.

En el caso de que se tratara de un psicótico, ya nos podemos imaginar los efectos de esta maniobra de desistimiento en la que el profesional opera desde el saber amordazando al sujeto de la palabra. Los efectos no serían más que confirmarle en su posición de objeto de goce del Otro, reenviándole a su certeza de que el Otro sabe de él, predica sobre su ser y consecuentemente lo percibe como implicado en las redes de sus perseguidores o amantes.

Respuesta a la 2º pregunta.

Si de lo que se trata en el llamado psicoanálisis aplicado es que siga siendo psicoanálisis, el psicoanálisis puro y el aplicado irán necesariamente convergiendo de forma asintótica hasta perder sus rasgos diferenciales sobre todo conceptualmente.

En la práctica, el psicoanálisis aplicado a la terapéutica es la forma de extender el psicoanálisis a todos aquellos lugares donde un analista pueda recibir o escuchar la demanda de curación de un sujeto que encubra un deseo de saber latente. Deseo anidado en la demanda que se anudaría al deseo del analista, puesto en juego en el dispositivo que hará virar la demanda al deseo que ésta encubre y llevará o conducirá al sujeto a llevar el saber al lugar de la verdad, como dijera Lacan.

Si la demanda de curación, de "terapéutica", se extiende por las redes sociales e institucionales que los poderes públicos ponen a disposición del sufrimiento, el deseo de los analistas, uno por uno, tendrá múltiples posibilidades de instaurar en dichas redes el dispositivo analítico. Y el dispositivo analítico no es más que el artificio donde se materializa el discurso del psicoanálisis. Es decir, donde se despliega por el acto de un analista la realidad sexual del inconsciente.

Así, el psicoanálisis aplicado, dispuesto a encontrarse con la demanda del ser sufriente que pide la curación, tendrá la posibilidad de implantar la experiencia analítica en las redes de recursos públicos por donde circula el mayor porcentaje de las demandas. Será tarea y compromiso ético del analista crear las condiciones para invertir la demanda de curación en deseo de saber sobre la causa, en aquellos casos, claro está que el sujeto consienta al trabajo de desplegar su discurso haciendo del analista su destinatario. Ya se verá en el desarrollo de la experiencia misma a dónde lleva la cura, si al desciframiento del deseo y el goce subyacente en el síntoma o si en el horizonte de la cura pudiera emerger el deseo de testimoniar de lo que implicó la experiencia analítica para el sujeto.

En otras palabras, el psicoanálisis aplicado es el psicoanálisis comprometido con la escucha de cualquier demanda y la eventual inclusión del sujeto en el dispositivo analítico, sea en la institución que sea, pública o privada. Posteriormente en el despliegue de la cura se establecerán o no, las condiciones para que de la misma surja el deseo de analista en el sujeto, es decir, el pase de analizante a analista y consecuentemente su interés por testimoniar de lo que alcanzó en su análisis. Si de allí emergiera la posibilidad de un analista dispuesto a dar cuenta de las vicisitudes de su relación a su deseo y a sus condiciones de goce, ese psicoanálisis cumpliría las características y condiciones de la impureza del deseo. Es decir de la pureza de ese análisis.

En cuanto a lo indispensable y accesorio en el dispositivo analítico, es necesario que se discriminen tales caracteres de los recursos e instrumentos del psicoanálisis llamado aplicado y en general del psicoanálisis. Planteemos esquemáticamente la valoración de algunos elementos básicos de la operación analítica.

La transferencia es el instrumento fundamental e indispensable de un análisis. La transferencia como la esclareciera y estableciera Jacques Lacan; como la instauración del sujeto supuesto al saber, así como de la dimensión analítica del síntoma y la génesis en el sujeto del deseo del saber sobre la causa y el desocultamiento de lo real que se aloja en el síntoma.

La interpretación en todas sus dimensiones es la pareja inexcusable de la transferencia en el aparato analítico. La interpretación es la operación princeps de un análisis que establece la condición hermenéutica de la operación de abordaje de lo real por lo simbólico. En consecuencia, estos dos elementos, transferencia e interpretación o a la inversa, constituyen la base indispensable del discurso analítico.

Otros aspectos, como el manejo del tiempo y del dinero, el manejo de las transferencias imaginarias a la institución, el trabajo en el diván versus el trabajo cara a cara, etc., podemos considerarlos como accesorios a la hora de adaptar o aplicar el dispositivo analítico a la cura, tanto en las instituciones públicas como privadas, pero especialmente en el trabajo de un analista en los recursos de salud mental o en cualquier recurso de asistencia pública.

No obstante, respecto a la cuestión del tiempo que exigiría un amplio desarrollo en respuesta a la tercera pregunta, debemos dilucidar las distintas dimensiones en las que el tiempo determina y modula el procedimiento de la cura analítica, como son: la duración de las sesiones, la duración de la cura, el tiempo imaginario, simbólico y real, el tiempo lógico versus tiempo cronológico, etc. Es decir que habrá que atenerse al tiempo del encuentro del sujeto con aquellos significantes que acoten o modifiquen la relación del sujeto con lo real. El tiempo impregna la escena analítica en sus tres dimensiones y compromete tanto al analizante como al analista, por lo que es una dimensión de la cura con la que el analista tendrá que operar de forma creativa y flexible, evitando la ritualización esclerotizante.

Respecto al no pago de las sesiones que fue siempre un argumento de la comunidad analítica para desautorizar el psicoanálisis en las instituciones, habría que relativizar dichos argumentos. Si el dinero es una forma simbólica de pagar la deuda por el trabajo del inconsciente, si es el instrumento por el que se introduce el reconocimiento del falo que circula, si por otra parte es un representante del objeto del que el sujeto tendrá que desprenderse, parte del goce a ceder; habrá entonces que inteligir un otro objeto sustitutivo del goce a ceder por el sujeto en la institución pública. Y este no puede ser otro que la palabra misma, el compromiso del sujeto con el trabajo de la cura que se sustenta en la enunciación de su discurso. De tal manera que se podría pensar, que si en la cura en régimen privado el sujeto paga por hablar, en la cura analítica en las instituciones el sujeto tendrá que hablar para pagar.

 
Línea 348
tres respuestas
Por Ricardo Rubio

Con respecto a la primera pregunta.
Quizás no se trate tanto de que diga todo, como de que diga cualquier cosa, en tanto cualquier palabra está mas cerca del inconsciente que la palabra elaborada en un discurso, en tanto el discurso y su intención son defensa de lo reprimido.

Decir cualquier cosa puede apuntar a un mas allá de la falta histérica o del exceso obsesivo. En ese vacío de sentido, de valor, de consistencia una palabra traerá la perplejidad, el corte, a ese sujeto entretejido y entretejiendo los avatares de su edipo.

"Usted pedirá por mí", decía un analista a un sujeto empeñado en construir una compacta lista de lo que tenía. Una lógica sin agujeros.

Es también cualquier cosa, lo que como interpretación puede sorprender y dejar en suspenso de sentido al sujeto agazapado en la continua justificación de lo que es su conciencia.

Cualquier cosa que apunte a la otra cosa. A lo que no es conciencia. Vacío de sentidos. Palabra poética. Hacer que el sujeto experimente las emergencias de su inconsciente. Sería la buena manera de aplicar la regla.

Respuesta a la segunda.
Un psicoanalista es fruto de su propio análisis y es desde ahí, desde ese punto de limite, desde donde puntuará su escucha. En tanto el deseo del analista se sostiene en ese saber de limite de la propia experiencia de castración. Si planteamos la clínica como una política de Escuela, es desde ella, desde la clínica de los analizantes que se podrá poner en juego un saber expuesto que haga arrancar la teoría analítica, construida desde sus inicios con los pequeños saberes arrancados a las experiencias de inconsciente, que los sujetos arrancan en su recorrido como analizantes. Incluida la Escuela como sujeto de la experiencia. Cuatro arrancamientos pues. Escuela con sus significantes propios, éxtimos a cada uno de los sujetos que la conforman. Escuela que podrá operar para cada sujeto que ha atravesado la experiencia de su Otro inconsistente, un Otro necesario para la continuidad de la experiencia.

La tercera.
Lo que nombramos como sesión breve, quizás tome excesiva consistencia frente a la sesión larga del standard. Se trataría en realidad de una sesión atemporal, sin ritmo fijo en el tiempo, en tanto su construcción está pensada en un atravesamiento del tiempo cronológico, para ubicarla en un tiempo lógico. Tiempo lógico del sujeto del inconsciente. Esta atemporalidad, nos permite plantear el manejo de la sesión como atendiendo simplemente al surgimiento, en sus distintas modalidades, de las formaciones del inconsciente, de su modo de goce.

Esto haría la brevedad, brevedad que tiene que ver con abreviar, solidificar, cernir y acotar lo que se escucha detrás de lo que dice el sujeto. Y si se trata de una experiencia de inconsciente, esa enfermedad mental como la llama Lacan. Es la emergencia de algo del mismo, lo que da por sí mismo el acotamiento. El corte de la sesión. Breve pues, no frente a lo largo, más bien condensada, en tanto se circunscribe al inconsciente. Breve en tanto hay un cambio sustancial y no contable del concepto de tiempo. Breve en tanto se orienta en desde donde y no en lo que se dice.

 
Línea 465
¿Por qué elegimos a lacan?
Por Claudine Foos

En la invitación a responder las tres preguntas sobre "Los principios de la práctica analítica" hay una « Presentación » de Vicente Palomera a modo de introducción a las mismas. Es en ella donde puntualiza a través de un ejemplo (Heinz Kohut) el malestar de este mundo contemporáneo caracterizado por "una nueva forma de escepticismo". Me interesa subrayar allí la pregunta que Vicente Palomera lanza como contrapartida a esa verificación: "¿ en este mundo, ¿ qué significa la orientación lacaniana? y ¿ por qué elegimos a Lacan?. Anticipa una respuesta.

Más allá de las propias que estas preguntas en sí abren para mí, quiero transmitir un recuerdo próximo en el tiempo: Szpilka, en su visita a la Sede de Madrid, acotó algo que le llamaba la atención y que reconoció como una virtud: " los lacanianos siempre están preguntándose, incluso cuando dan una Conferencia la pregunta está presente". Y estableció de inmediato la comparación con la APM: " es impensable que un analista de la IPA pueda preguntarse algo en público: sería como reconocer que no sabe" (cito de memoria). Un párrafo de la Presentación de Vicente Palomera puede responder a esta verificación de Szpilka: "Pensar los principios de la práctica analítica supone interrogarse por qué Lacan pensó que es imposible ser analista sin la Escuela de psicoanálisis, porque la Escuela de psicoanálisis es lo que nos obliga a volver a interrogar constantemente la posición del analista de modo que éste no tendrá nunca la seguridad de poder afirmar: "esto lo sé".

Es una constatación para cualquiera de nosotros, y es tal vez, una característica peculiar que viene a dar cuenta de algo, sin duda. Entiendo que ese "algo", uno por uno, es lo que en estas tres preguntas se trata de cernir a partir de la inaugural: "¿ por qué elegimos a Lacan?".

Respuestas a las preguntas 1, 2 y 3.
El psicoanálisis aplicado con niños. Una viñeta clínica: El encuentro de una niña con el analista.

"la modificación del ritual que Lacan operó, que se conoce bajo el nombre de "sesión corta" toma en cuenta los resultados del análisis de psicóticos y de niños….".(1)

Contando cinco años, la niña fue llevada por la madre a consulta con una analista. El encuentro se produjo en la sala de espera. A pesar de la resistencia de la niña, la analista invitó a la madre a dejarlas solas. En este escenario – poblado de dibujos y pinturas de personajes conocidos de historietas infantiles- la analista se limitó a acompañar en silencio a la niña el tiempo que le llevara condescender a ese encuentro inédito. No lo hizo de cualquier manera: un semblante amable desmarcado de cualquier intento de convencimiento o seducción por la vía de la palabra fue develando las coordenadas de un ritual desconocido cuyo elemento sorprendente era el silencio del otro. Nadie había explicitado nada, fue sólo la presencia de la analista la que abría esa dimensión de la escucha. Una niña "muda" empecinada en no entregar su palabra como único medio de resistencia pasiva: en efecto, algo había comprendido de inmediato: se trataba de "no decir", esto es, de "decir". Se trataba de hablar, de entregar lo que no tenía. Esa espera inauguraba para la niña una relación con el otro adulto donde la demanda no estaba vehiculizada por la palabra y reformulaba la dimensión de una espera donde el tiempo lejos de ser un tiempo muerto, desalojado de sentido adquiría el denominador común de una pregunta: ¿qué quería esa mujer?. Finalmente, un comentario al pasar sobre un dibujo de los expuestos rompió el silencio de la niña. La analista la invitó entonces a pasar a la consulta.

Esta mujer de pocas palabras, permitió la instalación de la transferencia merced a un saber hacer con el tiempo en su "función lógica" (2) dando lo que no tenía, como prueba de amor: "ese dar tiempo debe entenderse como una prueba de amor: el analista da lo que no tiene , pues ese tiempo no lo da en el sentido del discurso capitalista, sino como tiempo del deseo supuesto en la queja". (3)

Este bien hacer de la analista permitió a la niña no sólo un año de trabajo analítico sino también y a partir de ello un esbozo de saber sobre el Inconsciente que se reveló años más tarde en una elección.

Dos puntuaciones:
Si bien en el análisis con niños la elección del analista es por la vía parental (no siempre basada en la transferencia y habitualmente regida por la "recomendación"), el niño, puede aceptar o no a ese otro encarnado en la elección de los padres. Esta viñeta pone de relieve como un analista puede promover la elección o, aún más, colocarse en el lugar de ser elegido. El manejo del tiempo y el semblante fueron decisivos en este caso en la instauración de la transferencia. Las estrategias desplegadas por el analista atravesaron el límite de la aceptación y situaron al niño en la posición de definir una elección que será central para el devenir del tratamiento.

Respecto del silencio del analista, entiendo que es un tema poco trabajado de la clínica, en particular con niños. En este caso, el uso del mismo por parte de la analista estuvo del lado de lo que daría en llamar un "silencio vivo" o "silencio habitado". En efecto, hay silencios y silencios. Respecto del análisis con niños, resulta más difícil de implementar, al punto que con frecuencia se apela a un uso abusivo de la palabra cuyo efecto indeseable es la infravaloración del niño como "sujeto de pleno derecho".

Con relación a lo indispensable:
Sin duda, que haya un analista, entendiendo a éste como a aquel que ha atravesado la experiencia de un análisis o bien se encuentre en el transcurso del mismo. El control también está concernido en lo anterior. Es evidente que las respuestas respecto de las directivas de la cura analítica así como de la regla analítica se desprenden de lo expresado: en efecto, como todos, las estudié en Freud y más tarde, en Lacan, pero sólo la experiencia del análisis las puso en acto. Esto es también princeps en el corte de las sesiones, el manejo del tiempo, la interpretación misma y hasta la dinámica de las citas a los pacientes. Pienso con Gustavo Dessal que en consulta se trata del "caso por caso", en todo sentido, desde el tratamiento del "Ud." hasta el tuteo, desde el uso del diván a su descarte puntual. Ese manejo de la transferencia, el analista lo aprende y lo aprehende desde su propia experiencia como analizante como así también en el control.

Dos palabras sobre la sesión breve:
La verdadera dificultad del psicoanálisis aplicado la ubico en este punto. No veo que éste sea problemático en la vertiente del psicoanálisis puro, creo, el ejemplo de Vicente Palomera es ilustrativo al respecto: en efecto, se trata de un analista. En este sentido, pienso que cae del lado de la maniobra de la transferencia el poder implementar la sesión breve dentro del tiempo de comprender del sujeto que demanda: se trata del tiempo necesario para que el paciente comprenda el mecanismo donde está implicado (por supuesto, no me refiero al tiempo cronológico) y dentro del mismo, el corte de la sesión como algo que forma parte del dispositivo . Esto es extensivo al silencio de aquel que expresa su dificultad para hablar: muchas veces es necesario enseñar el camino con alguna pregunta puntual.

 
NOTAS
1- Fdez. Blanco, M., cita en 125 Líneas nº 2 a Laurent, E., ("Lacan clásico" en "Concepciones de la cura en psicoanálisis").
2- Fdez. Blanco, M., - 125 Líneas nº 2
3- Vicens, A., 125 Líneas nº 2
 
Línea 538
breve comentario
Por Camila Vidal

Quiero transmitir a mis colegas una pequeña reflexión sobre el efecto que han tenido, para mí, tanto las preguntas como las primeras respuestas que he podido leer con relación a la preparación de la Conversación sobre La Práctica Analítica.

Las preguntas me sorprendieron por su sencillez; cualquiera puede contestarlas atendiendo a lo que le permita su práctica del psicoanálisis, e incluso alguna simplemente con su experiencia como analizante y sin embargo su respuesta no me pareció en absoluto sencilla, ni por supuesto carente de interés. Pero la verdadera sorpresa, o quizás para ser más exacta, el efecto de agrado de la misma, se produjo cuando pude leer las primeras respuestas. En ellas se abordan cuestiones "técnicas", que ponen de manifiesto, a mi entender, la diferencia que existe, en algunas ocasiones, entre lo que transmitimos en el ámbito conceptual y lo que realmente hacemos en el quehacer de la consulta, diferencia que en nada autoriza ni la teoría ni la práctica del psicoanálisis, y de la cual la consecuencia menos penosa que he podido constar es la pérdida de tiempo (y de pacientes) que supone para los aspirantes principiantes, antes de que puedan concluir que no se es más o menos lacaniano según se hable más o menos en las sesiones, ni que la "ausencia de sentido" de la que habla Lacan tiene nada que ver con la introducción del absurdo en la marcha de las sesiones, cuando el saber necesario del analista no está allí para dar cuenta de su posición. Otra consecuencia mucho más penosa es el desprestigio de toda una práctica a causa del empecinamiento que mostramos en numerosas ocasiones, en no sentir la necesidad de explicar los fundamentos que sustentan dicha práctica. Me refiero sin duda a esos fracasos e interrupciones de muchos comienzos de análisis de los que nos habla, por ejemplo, Gustavo Dessal. Me refiero también, a ese desprecio por el beneficio terapéutico que se desprende de un determinado tipo de enseñanza, en donde prima, como muy bien nos lo expresa Rosa López, el sentimiento de culpabilidad ("fíjate que curioso, justo ahora hace un cáncer") en nombre de la pureza de un psicoanálisis en donde la realidad no tendría cabida.

En definitiva, se trata de una confusión entre lo incalculable que la interpretación introduce y la ausencia del cálculo necesario en la dirección de la cura, en la cual, como el mismo Lacan señalaba, nunca hemos de destapar algo si no estamos bien seguros de lo que nos vamos a encontrar debajo. Por supuesto que algunos de estos efectos indeseables suelen remitir a medida que el practicante avanza en su formación, y su deseo de conservar a sus pacientes le impulsa a "transgredir" determinadas "reglas", otros, como la ausencia de cálculo en la dirección de la cura, pueden no llegar siquiera a plantearse como tales dificultades.

Considero, por lo tanto, de un enorme interés el debate que se ha establecido y la manera tan clara en que se lo ha planteado y quiero agradecer a los colegas el esfuerzo, sin duda realizado, para conseguir este resultado de sorpresa y agudeza clínica.

 
Línea 590
vigencia de la regla fundamental del análisis
Por Amanda Goya

La tesis esbozada por Jesús Santiago en el párrafo final de su segunda contribución a Papers, merece ser destacada y examinada atentamente. En mí produjo un impacto y el deseo de hacer un recorrido por derroteros diferentes de los seguidos por autor de este excelente trabajo, buscando comprobar si podía llegar a la misma conclusión en otra cadena argumentativa.

Jesús Santiago tiene el mérito de haber extraído, a partir de su análisis sobre la dimensión temporal de la experiencia analítica, una consecuencia que incide, nada menos que sobre el principio que instituye la experiencia misma del análisis: la regla fundamental de la asociación libre.

Después de haber definido al tiempo lógico como la estrecha conexión de lo real con la contingencia, dirá que la temporalidad lógica del saber característica de la práctica lacaniana, promueve el acceso a lo real por la vía de la contingencia, y concluye con estas palabras: "En el fondo, se puede preguntar si la revolución lacaniana de la clínica de la contingencia, no terminó por repercutir en las propias reglas constitutivas de la experiencia analítica. Me parece evidente que la adopción del tiempo lógico para el tratamiento analítico desplaza la llamada regla fundamental hacia el tiempo de saber".

Retrotraigámonos por un momento. La invención de la regla es isomorfa a la hipótesis del inconsciente. Se trata de una exigencia planteada al sujeto a la hora de iniciar la partida, que tiene carácter de principio, de condición necesaria para que la exploración del inconsciente sea posible. Y aunque Freud la postula inicialmente como regla técnica, ésta revela inmediatamente su dimensión ética, que el analista formula en términos de un pacto, de un compromiso, como lo dice en el Compendio de Psicoanálisis: "...plena sinceridad contra estricta discreción. Este trato impresiona como si solo quisiéramos oficiar de confesores laicos, pero la diferencia es muy grande, pues no deseamos averiguar solamente lo que el enfermo sabe y oculta a los demás, sino que también ha de contarnos lo que él mismo no sabe.".

Pero lo más llamativo de esta regla que conmina a decir rompiendo con toda relación de cortesía, que exige hablar sin crítica ni selección algunas, en definitiva, que licencia al sujeto -como dirá Lacan en el Seminario XVI -, lo más llamativo es que se trata de un imperativo que pide lo imposible, algo que Freud pone de manifiesto casi cada vez que a ella se refiere, es decir que en su misma formulación está contenido su fracaso. "El primer resultado que obtenemos al formular esta regla fundamental de nuestra técnica -dice en el capítulo sobre la resistencia y la represión que figura en las Lecciones introductorias al psicoanálisis- es el de despertar contra ella la resistencia del enfermo, el cual intentará sustraerse a sus mandamientos por todos los medios posibles".

Así pues, la palabra y su límite habitan indisolubles en el corazón del principio que instaura la práctica misma del psicoanálisis, lo que conduce a ese gran capítulo sobre las resistencias, que no es sino el nombre freudiano que busca cernir lo real de la clínica.

Numerosos son los pasajes en el Seminario y en los Escritos donde Lacan retoma las implicaciones de este principio de la práctica analítica, acentuando lo que comporta de valorización del significante como vehículo para el querer del sujeto. Pero leamos como habla de él una vez que en su enseñanza ha producido el concepto de objeto a. Dice en el capítulo tercero de Lógica del fantasma: "... cuando hemos comenzado a explorar el campo del inconsciente, lo hacemos todos los días a partir de un principio que se llama asociación libre, y hasta el presente, aunque es un término aproximado, inexacto para designar al discurso analítico, la mira de la asociación libre sigue siendo válida, porque guarda su valor orientador para la exploración del campo del inconsciente". Con estas palabras Lacan ya se anticipa a su teoría de los cuatro discursos, donde la regla asociativa no se aloja bajo la égida del discurso analítico sino más bien queda adscripta al funcionamiento del discurso histérico.

Un año después del Seminario XVII donde culmina su teoría de los discursos, en: De un discurso que no fuese semblante, leemos: "Es por la palabra que se abre la vía a lo escrito. (...)...la regla analítica es: hablen, apuesten, sean ricos en palabras, he aquí la caja de donde salen todos los dones del lenguaje, caja de Pandora. (...) La cuestión de hoy es la situación con relación a la verdad que resulta de eso que se llama la libre asociación, dicho de otra manera: el libre empleo de la palabra. Siempre hablé de ella con ironía (el subrayado es mío). No hay asociación libre así como no se podría decir que es libre una variable ligada en una función matemática, y la función definida por el discurso analítico no es evidentemente libre, está ligada, ligada por condiciones."

Cuando la práctica lacaniana se define por su orientación hacia lo real, el principio de la regla aloja al sujeto como agente de un discurso que instituye por estructura la función del Sujeto-supuesto-Saber, condición necesaria para la puesta en marcha del proceso. Pero el discurso histérico solo prepara las condiciones para la emergencia del discurso analítico donde el semblante de lo real comanda. Y la emergencia del discurso analítico nunca habría sido posible sin una concepción del inconsciente como sujeto y como sujetado a una pulsación temporal ritmada por las escansiones lógicas del tiempo. El tiempo lógico subtiende, en definitiva, la operación del discurso analítico.

Volvemos a la conclusión de Jesús Santiago: "...la adopción del tiempo lógico para el tratamiento analítico desplaza la llamada regla fundamental hacia el tiempo del saber". Agregamos: el tiempo para que un saber se aloje en el lugar de la verdad, le savoir-vérité, como lo califica Jacques Alain Miller, que comanda secretamente la operación del discurso analítico.

 
Responsable de la Edición: Andrés Borderías.