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Relativos a la AMP - IV Congreso AMP: La práctica lacaniana
Papersdel Comité de Acción de la Escuel@ Un@ | Nº 7 - Julio de 2003
Dirección: papers@elistas.net
Moderación: Oscar Ventura
Co-moderación: Marta Davidovich
 
Nota
Les limites de l’interprétation, por Esthela Solan-Suarez
El principio de imprevisibilidad, por Graciela Brodsky
 

Nota

Con este Nº 7 y coincidiendo con las vacaciones de verano en el hemisferio norte Papers hace un receso. El comité de Acción de la Escuela Una reanudará la dialéctica con toda la comunidad de la AMP a partir del mes de Setiembre. Las traducciones de este número se editarán en todas las lenguas de la AMP antes de la aparción del Nº 8.

Felices vacaciones para unos y buen trabajo para otros.

Marta Davidovich
Oscar Ventura

Papers-Moderación

 
Los límites de la interpretación

Esthela Solano-Suarez

El campo de la interpretación no es inherente al psicoanálisis. El psicoanálisis toma prestado este término de otros campos, tales como de la religión, del oráculo y del fuera de discurso de la psicosis, [1] los cuales, como lo señala Lacan no esperaron el psicoanálisis para existir.

Sin embargo, el dominio de la interpretación lejos de ser extranjera a la experiencia analítica, le es de alguna manera constitutiva. En efecto, por la interpretación de los sueños Freud piensa haber encontrado "la vía regia" hacia el inconsciente. En este sentido, un sueño se muestra susceptible de ser interpretado en la medida en que puede ser descifrado. Ahora bien, si hay posibilidad de descifrarlo es porque el sueño es un cifrado. La operación de cifrado corresponde a la actividad del inconsciente, el que cifra no a fines de comunicación, sino para satisfacer fines de goce. En efecto, como Lacan lo despeja de su lectura de Freud, por el cifrado "se gana algo que es lo esencial del proceso primario, a saber un Lustgewinn. [2]

En lo que concierne a la interpretación de los sueños, Lacan se detiene, en el curso de la lección del 20 de noviembre de 1973, en un texto de Freud cuya publicación ha sido tardía: "Die Grenzen der Deutbarkeit" [3], traducido por Lacan como "Los límites de la interpretación". En este texto entonces, Freud caracteriza el sueño como una actividad al servicio de una ganancia de Lust, cuya función fundamental es la de evitar la interrupción del dormir. De manera que los sueños que cumplen eficazmente esta función, serían aquellos que olvidamos, mientras que los sueños que recordamos, serían aquellos cuyos elementos reprimidos, al hacer irrupción, transgreden la función del sueño como protector del dormir. Este tipo de sueños son los más interesantes según Freud, porque una vez interpretados aportan una información insospechada respecto a las tendencias reprimidas en el inconsciente. Ahora bien, una vez que la interpretación del sueño ha sido encontrada, señala Freud, no es fácil decidir si ella es "completa" o no. Podemos detenernos en el sentido de un sueño, sin que por esto comporte que no haya otros sentidos posibles, incluso interpretables, y por este hecho hay que admitirlo, concluye Freud, los sueños ofrecen significaciones múltiples. Podemos considerar que esta conclusión freudiana implica que la polifonía semántica de los sueños, abre siempre a otros sentidos posibles, viene a hacer límite a la interpretación, en tanto susceptible de ser demostrada. Freud toca acá, por el sesgo del límite de la interpretación a la inconsistencia y a la incompletud del Otro, que de valor de verdad a una interpretación lógicamente indecidible.

Lacan invierte esta perspectiva de una manera radical y encuentra una solución lógica a lo indecidible de la interpretación. En efecto, él parte de la hipótesis de que el goce consiste en el cifrado, y en este sentido conviene que el cifrado del sueño no esté abierto al infinito. Por este hecho los límites de la interpretación no se encuentran del lado de la incompletud del sentido, incluso de la fuga de sentido, sino más bien del lado del sentido que, producido por el cifrado, emerge poniendo allí un límite.

Este límite se hace presente en el momento en que el sueño se detiene para poner el dormir al abrigo del goce. En este momento el sueño "alcanza el sentido" [4]. Cúal es el sentido del sueño? Lacan agrega: "No hay treinta y seis sentidos que se descubre en la repetición de un trozo (bi-du-bout) del inconsciente: es el sentido sexual. Es decir precisamente el ‘sentido sin sentido’" [5]. Y agrega que se trata allí del "sentido donde eso fracasa", que emerge en el momento en que se cesa de soñar para que el dormir quede al abrigo del goce.

Ahora bien, es necesario señalar que Lacan invierte aquí la perspectiva de los límites de la interpretación cuando anticipa que "el sentido sexual no se define sino por no poder escribirse". Esta imposibilidad de escritura del sentido sexual, caracteriza la dimensión de lo real, incluso de lo imposible inherente a lo sexual, y es de allí que proviene el límite, no solo del descifrado, sino del cifrado.

Una vez que haya puesto el acento sobre el límite del cifrado que el sueño realiza, Lacan formaliza este límite, lo identifica al límite de una función [6] en el sentido matemático. En este sentido, utiliza la distinción que prevalece entre variable y función, subraya que la variable puede aumentar de valor tanto como se quiera, la función por el contrario, no sobrepasará ciertos límites. De esta manera Lacan explicita el límite lógico inherente al lenguaje porque "por más lejos que ustedes empujen el cifrado, (el lenguaje) no llegará jamás a largar lo que hay de sentido, porque está allí en este lugar. Y lo que hace que la relación sexual no pueda escribirse es justamente este agujero que tapa todo el lenguaje en tanto tal…"[7]

La consecuencia de esta rectificación introducida por Lacan es capital. Comporta que habría una solidaridad de estructura entre la elucubración del lenguaje y el funcionamiento del inconsciente, hacedor de sueños, cuya producción de sentido sexual, viene a recubrir lo imposible de la relación sexual, que no se escribe. Por este artificio el funcionamiento del inconsciente introduce la hipótesis de un sentido sexual reprimido, solidario de un goce interdicto.

Ahora bien, si la interpretación analítica es acorde a esta hipótesis, entonces, se hace tributaria del funcionamiento del inconsciente. En este caso las interpretaciones no harán sino aumentar el valor de la variable, abriendo a la fuga del sentido que por este hecho no encontrará jamás el límite. En estas condiciones el límite que se impone es el de la impotencia, la cual se hace solidaria, a veces, del abandono de la partida a causa del desgaste. Sobre este vector camina "el inconsciente intérprete", según la justa expresión de Jacques-Alain Miller, cuando al asegurar la copulación de los significantes entre ellos, el inconsciente se desgañita en cubrir con sus formaciones diversas, la hiancia de lo imposible.

En cambio, cuando Lacan desplaza la problemática del inconsciente hacia lo real, da una orientación a la fuga de sentido a partir de la función del límite. El límite acá no es límite que prohibe, el límite no es barrera que limita el acceso a una zona de goce prohibido. El límite de lo real es el que ex-siste al cifrado del inconsciente a causa del imposible cifrado de la relación sexual.

Con relación a esto Jacques- Alain Miller despeja la operación de Lacan sobre Freud: ella consiste en el pasaje operado del goce prohibido hacia lo imposible [8], y ella indica "el sentido de retomar el proyecto freudiano al revés". El retomarlo de este modo comporta algo radical, como lo nota Jacques-Alain Miller, cuando Lacan separa el inconsciente y el psicoanálisis a través de dos discursos diferentes.[9]

Con esta distinción Lacan hace pasar el inconsciente del lado del discurso del amo especificando que "este discurso del inconsciente, responde a algo que sostiene la institución del discurso del amo…", y ordena en cambio el campo del psicoanálisis a partir del discurso del analista. De este modo, lo que Lacan llama el reverso del psicoanálisis, es el discurso del amo. [10]

El funcionamiento del discurso del amo destaca que la articulación del significante S1, significante amo, con el otro significante S2, es responsable de los efectos de significación, incluso de los efectos de verdad. Por esto el sujeto barrado, que encuentra su inscripción en el discurso del amo en el lugar de la verdad, resulta de esta puesta en relación de dos significantes, en tanto un significante representa el sujeto para otro significante. Es en la medida que "el sujeto está dividido entre S1 y S2 que él se soporta". [11]

Sin embargo, el discurso del amo destaca, por la inscripción del objeto pequeño a en el lugar del producto, que además de los efectos de sentido y de verdad inherentes de la articulación significante, hay un efecto de goce. Es en el plus de gozar que consiste el Lustgewinn producto del cifrado significante.

Desde ese momento se concibe que la hipótesis de Lacan, según la cual es en el cifrado que está el goce, comporta por una parte, que el significante introduce en el cuerpo una pérdida de goce, inscribe una pérdida, afecta el cuerpo de un menos, y por otra parte que el significante es productor de goce, bajo la forma de un plus de gozar.

En esta perspectiva Lacan desnuda la "fábula freudiana" según la cual el padre muerto es responsable del goce prohibido. Jacques-Alain Miller destaca que Lacan pone en evidencia que el padre freudiano no es sino una vestimenta, una máscara, un semblante que viene a velar la pérdida de goce, la que sería efecto de que el lenguaje toma el cuerpo. En consecuencia el goce al no surgir del régimen de la prohibición y de la transgresión, debe contentarse con "pequeños medios" [12], lo que comporta la recuperación de un plus de gozar que es la consecuencia lógica de la pérdida misma.

De este modo, el retomar al revés el proyecto freudiano consiste en Lacan en separar el significante S1, el significante amo, y el padre. Si el S1 es responsable de la castración, en tanto pérdida de goce, el padre es una consecuencia de ello a título de semblante. La función de semblante, como función del lenguaje, es la que se inscribe en el lugar de la falta de escritura que caracteriza lo real.

Ahora bien, si Lacan pretende "instaurar el psicoanálisis como discurso" [13], a través de la formalización de un discurso que permitiría despejar un vector que vaya más lejos que el discurso del amo, incluso "más lejos que el inconsciente" [14], es para encontrar el medio de operar en la experiencia analítica a través de un "semblante más verosímil" que el del padre, para tener una incidencia en lo real.

Habiendo llegado a este punto, vamos a intentar despejar las coordenadas de esta apuesta fundamental para la experiencia analítica y para el psicoanálisis que ocupará la elaboración de Lacan desde El reverso del psicoanálisis, y de manera más radical, en el curso de su última enseñanza.

Como lo pone en evidencia Jacques-Alain Miller [15], la categoría del hablante ser viene a introducir una nueva definición del inconsciente en Lacan, por la inclusión del cuerpo. De este modo el inconsciente resulta "de la copulación del lenguaje con nuestro cuerpo" [16]. Esta nueva perspectiva comporta según Jacques-Alain Miller, el tomar en cuenta los efectos del significante, no solamente como los efectos de significación responsables del efecto sujeto, sino también en tanto efectos de goce que afectan el cuerpo. El goce que necesita el soporte de un cuerpo es calificado por Lacan en términos de sustancia, mientras que el sujeto al no ser una sustancia, surge de una suposición.

El inconsciente reposa en una suposición. Por esto solo es una hipótesis. Ahora bien Lacan indica que "la hipótesis del inconsciente es algo que no puede sostenerse sino al suponer el Nombre del Padre" [17]. Esta afirmación vuelve solidarias, incluso equivalentes el sujeto supuesto saber y el Nombre del Padre, al punto que Lacan agrega "Suponer el Nombre del Padre, por cierto, es Dios" [18]

Conocemos, por otra parte, la formulación de Lacan al respecto: "El sujeto supuesto saber, Dios mismo para llamarlo por el nombre que le da Pascal, cuando precisa al contrario: no el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, sino el Dios de los filósofos…"

Desde entonces se concibe la necesidad para el psicoanálisis de abrir una vía que sea otra que la de quedar prisionero en la adherencia religiosa al padre.

En efecto, la operación de Lacan sobre Freud comporta despejar el psicoanálisis de esta "extraña supervivencia" de la religión que, en el corazón del proyecto freudiano, consiste en al preservación del padre. [19]

Esto se hace presente en los mitos freudianos, el de Edipo y el de Tótem y Tabú. Podemos notar acá una suerte de solidaridad entre el sueño y el mito. En efecto, Lacan caracterizó el Edipo como un sueño de Freud, y señala por otra parte que "el mito del asesinato del padre es en principio encontrado por Freud en la interpretación de los sueños" [20]. De este modo, sería cuestión de preguntarse si la hipótesis del inconsciente no comporta en sí creer en "la idea de un padre todo amor" [21], el que nos protegería de lo real. Es quizás la implicación lógica de la hipótesis del inconsciente, fundada en la suposición de un sujeto al saber. Es sobre esta suposición que reposa la función de la interpretación.

Sobre estas bases, recordemos acá que para Lacan el inconsciente es "la hipótesis de que no soñamos sólo cuando dormimos" [22]. En este sentido el inconsciente como el sueño, serviría para proteger el dormir, evitar el despertar, el que proviene de lo real, por estar excluido del sentido.

En estas condiciones, es crucial preguntarse como puede operar la interpretación analítica a fin de servir a otra cosa que a proteger el dormir. Es allí que surge la objeción de Lacan a La interpretación de los sueños, en la medida en que Freud, "sobre el sueño, por la asociación libre, sobre el sueño, él sueña". [23]

Después de haber enunciado esta objeción, Lacan plantea una vez más la cuestión de los límites de la interpretación en estos términos: ¿"Cómo saber donde detenerse en la interpretación de los sueños?". Es acá que toma toda su importancia lo que Lacan retoma de l’upokeimenon de Aristóteles en tanto suposición lógica y de l’ousia en tanto sustancia. Como lo indica Jacques-Alain Miller [24] el concepto de hablante ser en Lacan comporta la unión del sujeto y de la sustancia, del significante y del cuerpo.

Referir el inconsciente al cuerpo implica para Lacan poder distinguir "la función de lo real". En efecto, si la operación analítica apunta a la sustancia de goce en relación con el cuerpo, toma su orientación no a partir del padre, sino a partir del sinthome, el que se traduce como acontecimiento de cuerpo, incluso traza dejada por lo simbólico en el cuerpo, cifrando el goce en el lugar de la relación sexual cuyo cifrado es imposible.

Aislar el nudo del sinthome comporta que la interpretación encuentra su orientación a partir de lo real, como excluido del sentido. Es en esto que la misma no encuentra otro límite que el que proviene de lo real como punto de tope lógico.

En esta perspectiva la operación analítica se sirve de una suposición, a título de hipótesis, para dar acceso a una demostración de lo imposible. Es en este sentido que se puede concebir que "el psicoanálisis de triunfar, prueba que del Nombre del Padre se puede muy bien prescindir, a condición de servirse de él" [25].

 

Traducción: María Inés Negri

Notas
1- Jacques Lacan, Autres Ecrits, p. 490.
2- Jacques Lacan, Clase del 20 de noviembre de 1973, inédita.
3- Publicado en el tomo III, des Gesammelte Schriften, en 1925.
4- Jacques Lacan, clase del 20 de noviembre de 1973.
5- Ibid.
6- Frege Gottlob, Qu’est-ce qu’une fonction?, in Ecrits logiques et philosophiques, le Seuil, Paris, 1971.
7- Jacques Lacan, clase del 20 de noviembre de 1973.
8- Jacques-Alain Miller, La orientación lacaniana, curso del 4 de junio de 2003.
9- Ibid.
10- Jacques Lacan, Le Seminaire, Livre XVII, p. 99. Comentado por Jacques-Alain Miller, "La psychanalyse mise à nue par son célibataire", 1992, Bordeaux.
11- Jacques Lacan, Le moment de conclure, clase del 15 de noviembre de 1977.
12- Jacques Lacan, Le Seminaire, Livre XVII, p.76.
13- Jacques Lacan, Joyce Le Sinthome, clase del 9 de marzo de 1976.
14- Jacques Lacan, L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre, clase del 16 de noviembre de 1976.
15- Jacques-Alain Miller, La orientación lacaniana, curso del 17 de marzo de 1999.
16- Jacques Lacan, clase del 9 de marzo 1976.
17- Ibid.
18- Ibid.
19- Leer con relación a esto el Curso de Jacques-Alain Miller del 4 de junio de 2003.
20- Jacques Lacan, L´envers de la psychanalyse, p. 141.
21- Jacques Lacan, L’envers de la psychanalyse, p.114.
22- Jacques Lacan, Le moment de conclure, clase del 15 de noviembre de 1977.
23- Jacques Lacan, Le moment de conclure, clase del 11 de abril de 1978.
24- Jacques-Alain Miller, Eléments de biologie lacanienne, La Cause freudienne n° 44.
25- Jacques Lacan, clase del 9 de marzo de 1976.

 
El principio de imprevisibilidad [1]

Graciela Brodsky

Así como la conferencia anterior sobre al disimetría se refería fundamentalmente a la transferencia, la que tengo preparada para hoy sobre la imprevisibilidad se refiere más bien al tiempo y a la interpretación.

Mi hipótesis sobre la imprevisibilidad en psicoanálisis puede considerarse en realidad como un caso particular de una de las leyes de Murphy, que dice "nada sucederá como está previsto". En el contexto de las leyes de Murphy, este principio no es mas que un corolario de la ley numero uno, que dice que "si algo puede salir mal, saldrá mal".

Por el contrario, mi interés es indicar que a menudo si en el psicoanálisis nada sucede como estaba previsto, es que las cosas andan bien.

Comenzaré haciendo algunas precisiones terminológicas.

La previsión es una operación sobre el tiempo, en especial sobre el futuro. Es una anticipación del futuro en el presente. Hay un cuento de Macedonio Fernández sobre la imprevisibilidad que me gusta especialmente. Se llama "Cirugía psíquica de extirpación". Allí, a través de las desventuras del herrero Cósimo Schmitz, Macedonio ironiza sobre la terapéutica, encarnada en el especialista Jonatan Demetrius, que logra cambiar el pasado a gusto del consumidor, y el doctor Desfuturante, que consigue borrar la anticipación del futuro.

Leeré algunos párrafos, para entrar en clima:

Se ve a un hombre haciendo su vida cotidiana de la mañana en un recinto cerrado. Es el herrero Cósimo Schmitz, aquel a quien en celebre sesión quirúrgica ante inmenso publico le fue extirpado el sentido de la futuridad, dejándosele prudentemente, es cierto [...] un resto de perceptividad del futuro para una anticipación de ocho minutos. Ocho minutos marcan el alcance máximo de previsibilidad, de su miedo o esperanza de los acontecimientos. Ocho minutos antes de que se desencadene el ciclón percibe el significado de los fenómenos de la atmósfera que lo anuncian, pues aunque posea la percepción externa e interna, carece del sentido del futuro, es decir de la correlación de los hechos. Siente, pero no prevé.

Contémplenlo, levantarse con agrado, lavarse, preparar el mate: luego se distrae con un diario, mas tarde se sirve el desayuno, arregla una cortina, endereza una llave, escucha un momento la radio, lee unos apuntes en una libreta, altera ciertas disposiciones dentro de la habitación, escribe algo, alimenta a un pájaro, se queda un momento aparentemente adormilado en un sillón; luego arregla la cama y la tiende; llega el mediodía, ha terminado su mañana.

Sacuden fuertemente su puerta y la abren con ruido de fuertes llaves y se le aparecen tres carceleros o guardias que se apoderan violentamente de el, pero sin resistencia. (Comprenderéis, que la mañana cotidiana que estaba pasando transcurre en un calabozo).

Nada hacia preverlo, es el efecto sorpresa, el efecto inesperado que Macedonio Fernández introduce para hacernos participar de la imprevisibilidad que padecía el pobre Cósimo Schmitz.

Continúo:

Se queda muy asombrado y sigue donde ellos lo llevan; pero al punto de entrar en un gran salón se presenta en su espíritu la representación detallada de una sala con jueces, un sacerdote, un médico y parientes, y a un costado la máquina de electrocución. En ese lapso de los ocho minutos de futuro previsible, recuerda y prevé que se le había notificado la sentencia de muerte el día antes y que aquella máquina lo esperaba para ajusticiarlo.

Recuerda también que tiempo atrás, cierta tarde recurrió a un famoso profesor de psicología para que le extirpara el recuerdo de ciertos actos y más que todo, el pensamiento de las consecuencias previsibles de esos actos: había asesinado a su familia y quería olvidar el posible castigo. ¿Qué ganaría con huir si el temor lo turbaba incesantemente?

El famoso especialista no había logrado producir el olvido, pero si reducir el futuro a un casi presente. Y Cósimo andaba por el mundo sin sentido de la esperanza pero sin sentido del temor.

El futuro no existe, no vive para Cósimo Schmitz, el herrero. Ausente el futuro, el pasado también palidece, porque la memoria apenas sirve; pero ¡qué intenso, total, eterno el presente, no distraído en visiones ni imágenes de lo que ha de venir ni en el pensamiento de que enseguida todo habrá pasado [...]

Agotados los ocho minutos de previsión, percibe la actualidad de que están atándolo a la máquina, pero no prevé el minuto siguiente en que será fulminado [...]

Como el terror vive de lo que ha de suceder, agotado el turno de ocho minutos de previsión, se queda sonriente, tranquilo, sentado en la silla eléctrica y en ese estado es fulminado.

[...]

Yace Cósimo Schmitz muerto, y quince días después el Tribunal hace la declaración rehabilitante siguiente:

Un conjunto de fatalidades sutilísimas que ha obnubilado la mente de este tribunal lo ha hecho caer en un tremendo error. El infeliz Cósimo Schmitz era un espíritu inquietísimo y afanoso de probar toda novedad mecánica, química, terapéutica, psicológica que se da en el mundo. Y así fue que un día se hizo tratar, hace quince años, por el aventurero y un tiempo celebrado sabio Jonatan Demetrius, que a pesar de su cinismo en efecto había hecho un gran descubrimiento en histología y fisiología cerebral y lograba realmente por una operación de su creación, cambiar el pasado de las personas que estuvieran disconformes con el propio.

A su consultorio cayó el ávido Cósimo Schmitz, ¡infeliz! Protestó por su pasado vacío y rogó a Dimitrius que le diera un pasado de filibustero de lo mas audaz y siniestro, pues durante cuarenta años se había levantado todos los días a la misma hora en la misma casa, había hecho todos los días lo mismo y se había acostado todas las noches a igual hora. Estaba, pues, enfermo de monotonía total del pasado.

De allí salió con la conciencia de haber sido el asesino de toda su familia, lo que lo divirtió un tiempo pero después se le tornó atormentador.

Es así como llegó a ver al Doctor Desfuturante.

Confiesa pues el tribunal que si Cósimo Schmitz fue un total equivocado en sus aventuras quirúrgicas, mas lo ha sido el tribunal en la investigación y sentencia del terrible e inexistente delito"

Pobre Cósimo Schmitz, pobre Tribunal.

Vivir en el recuerdo lo que no se vivió nunca en emoción ni en visión, tener un pasado que no fue un presente. Oh! Aquel día, con qué pavor y delicia apretó el arma. ¡Toda su familia! Hasta los cuarenta años un pasado, ahora otro, la memoria de otro ser bajo las mismas formas del cuerpo.

Jonatan Demetrius, enamorado de toda felicidad, plástico de las dichas, de dar recuerdos amorosos a los que fueron presentes de lágrima, con suave ciencia y dulce ternura se ingeniaba en la adivinación de cada alma

-Que es lo que usted desea? Y le leía a Cósimo la paginas mas terribles del filibustero Drake, de Morgan, o del amante de la Recamier.

-Yo preferiría haber sido...

-Lo será.

Pobre Cósimo Schmitz ¿no habrá una tercera cirugía, después de dos tan siniestras, que lo resucite?

Ah, no –exclama Terapéutica-, nuestro oficio es de infalibilidad, no nos incumbe disimular las fallas de los tribunales de justicia.

[...]

Murió con una sonrisa; su mucho presente, su ningún futuro, su doble pasado no le quitaron en la hora desierta la alegría de haber vivido.

La imprevisibilidad, el que nada salga como tiene que salir a pesar de las buenas intenciones de la Terapéutica, esta en un sentido vinculado a la sorpresa, y en otro a la contingencia.

Bajo su aspecto de sorpresa, lo imprevisible esta mas bien del lado de una erótica del tiempo, para retomar las referencias de Miller hace unos años en Río. La sorpresa toca el cuerpo, para los pelos, agita el corazón, apura el paso.

La sorpresa se ubica en el cruce de dos repeticiones, la repetición significante del lado del analizante y la repetición de la serie de las sesiones del lado del analista. De todos modos, este cruce de dos repeticiones obedece a políticas distintas. Mientras la repetición del analizante persigue el goce, la serie de sesiones prepara el terreno para "sorprender ese algo cuya incidencia original fue marcada como traumatismo"

La sorpresa, tan cara a la fenomenología, no es un tema de actualidad. La proliferación tecnológica va en dirección contraria, y el ideal de la civilización es que eso ande sin sorpresas y sea calculable (la confección del mapa del genoma humano, por ejemplo, va en este sentido). Del mismo modo, la globalización del consumo empuja a la marginación lo mismo que para el positivismo del siglo XIX portaba la marca del exotismo.

El psicoanálisis no es indiferente a esta declinación de la sorpresa. Si las interpretaciones de Freud, aun las más explicativas, tenían eficacia, era, precisamente, porque no habían sido escuchadas antes.

Freud no sabia que el inconsciente se acostumbra al psicoanálisis y desconfiaba de las sorpresas que podían provenir del analista: "la intervención analítica presupone un largo contacto con el enfermo, y toda tentativa de sorprenderlo en la primera consulta con la comunicación brusca de sus secretos adivinados por el medico es técnicamente condenable y atrae al medico la cordial enemistad del enfermo"

Freud desaconsejaba la sorpresa como recurso... ¡porque toda su practica era sorprendente! Prefería, mas bien, la sorpresa del analista: "Obtenemos los mejores resultados terapéuticos en aquellos casos en los que actuamos como si no persiguiésemos fin ninguno determinado, dejándonos sorprender por cada nueva orientación y actuando libremente sin prejuicio alguno".

A medida que el saber que produce la experiencia analítica -y que por una curiosa inversión temporal parece preceder a la experiencia misma- se acumula, se hace evidente que el saber solo da cabida a la sorpresa cuando falla; de ahí la afinidad de la sorpresa con la verdad.

Decía que la repetición prepara el terreno para la sorpresa. Esta es doble.

Del lado del analizante, se produce en la falla de la repetición. En efecto, cuando tropieza el inconsciente produce extrañas formaciones: sueños, lapsus, actos fallidos. También síntomas, pero estos solo sorprenden cuando irrumpen estruendosamente, como en el desencadenamiento de la psicosis. Normalmente, el síntoma se repite lo suficiente como para no sorprender. Su lema es: ¡Otra vez! O quizás: Otra vez... Los signos agregados no logran disimular lo que no cesa. En cambio, si hubiera que encontrar la modalidad lógica que le va bien a la sorpresa, habría que hacerlo por fuera de cualquier no cesa. Ni necesaria ni imposible, la sorpresa es mas bien, contingente.

Del lado del analista, la sorpresa proviene de la interpretación: responder como conviene en el momento justo y saber concluir a tiempo.

Como se ve, la disimetría de la que hable ayer insiste sea cual sea el ángulo que se tome para abordar la experiencia analítica.

Hablé antes de preparar el terreno para que el acontecimiento imprevisto, la sorpresa, surja. Creo haber indicado que era la serie de sesiones la que preparaba el terreno donde se alojaría, por un lado, la irrupción del inconsciente, la irrupción de la verdad en la falla del saber para nombrarlo como lo hizo Lacan en su momento, y por otro, la interpretación o el corte, es decir la sorpresa que proviene del analista.

Quisiera detenerme ahora un momento en la serie de las sesiones, e indicar que una serie es tal porque entre un suceso y otro media el intervalo.

Es decir que preparar el terreno supone la serie, pero la serie supone el intervalo, o sea, la espera.

No es, por cierto, la espera del "mientras tanto", sino la que describe ese fenómeno que Freud la llamó Erwartung: la espera activa. Por ejemplo, el apronte angustioso de algunos pacientes el día de su sesión, la extraña inquietud que tal otro va experimentando a medida que se aproxima la hora, o mientras sube por el ascensor, etc. Es esa anticipación de que algo desconocido va a pasar y que Freud describe entre los correlatos de la angustia

En verdad, no creo que se pueda entender la lógica de nuestra serie de sesiones cortas si no se incluye esta dimensión de la espera, este no saber qué sucederá sobre el fondo de la espera, de que algo está por ocurrir.

Dar cuenta de la articulación entre la prisa y la espera permite comprender, por ejemplo, que la sala de espera sea parte de la sesión misma: la espera hasta que se abre la puerta, la vacilación, como la de los prisioneros, en el momento de pararse, y luego la prisa de la propia sesión. En la sala de espera, el analista es el "huésped", el desconocido que aparece de manera imprevista, un poco unheimlich, pero solo un poco, porque el analizante llegó hasta ahí, y esperó, alerta, lo que solo se revela inesperado sobre el fondo de esa espera.

En el Seminario 12, Lacan describe ese momento culminante (toma el ejemplo del zen), ese momento singular donde ubica la brusquedad que sigue a la espera, y que se realiza por una palabra, una frase, una jaculatoria, incluso una grosería, un pito catalán, una patada en el trasero.

Es solo en la articulación de la prisa con la espera que entiendo que Lacan pueda decir que la temporalidad del análisis es la angustia, y que es porque el deseo del analista suscita esa dimensión de la espera que el sujeto es tomado en la eficacia del análisis.

Pienso que podría hacerse todo una clínica de la espera: la espera en la obsesión, en la fobia, la espera en la escena sado-masoquista, la espera en la vida cotidiana: la espera de la llamada telefónica, la espera de la carta, la del invitado.

Se percibe, creo, de que manera la sorpresa y la espera forman parte de una erótica en la medida en que afectan al cuerpo.

Si se toma ahora la imprevisbiliad desde el ángulo de la contingencia, no desembocamos en un erótica sino en una lógica, en una lógica modal donde lo contingente es una de las posibilidades junto a lo necesario, lo posible y lo imposible.

Respecto de lo imprevisible y sus doble faz, erótica y lógica, se dividen las aguas de la política del psicoanálisis.

Lo imprevisible es ineliminable de la practica analítica. Eso no se discute. Lo que esta en discusión es si se lo favorece o se lo considera una variable interviniente que hay que controlar. En este punto, la posición de la IPA y la practica lacaniana divergen. Tómese por ejemplo la definición del setting que de la British Society

Los aspectos físicos del encuadre psicoanalítico no cambiaron mucho desde los tiempos de Freud. El paciente viene a sesiones diarias en horarios convenidos con anticipación y se recuesta en el diván mientras el analista se sienta en una silla justo detrás del diván. El analista no toma notas en presencia del paciente porque esto puede interferir en la capacidad del analista para prestar atención adecuada a lo que el paciente esta transmitiendo. A veces las notas se escriben después de la sesión. Es responsabilidad del analista proveer una consultorio que sea confortable, tranquilo, y tan libre como sea posible de interrupciones. Cada sesión es del al menos 50 minutos y el analista las comienza y las termina en hora. El establecimiento de este encuadre seguro junto con la confiable y predecible adhesión a él por parte del psicoanalista es muy importante en la medida en que provee una estructura de contención dentro de la cual el paciente y el analista pueden explorar y pensar sobre las dificultades del paciente.

Como supondrán, el párrafo que llama mi atención es el que se refiere a la predictibilidad. El paciente puede ser imprevisible, el síntoma puede ser imprevisisble, o el acting, o el pasaje al acto.

Como bien lo indica desde muy temprano Freud, cuando trataba de entender los fracasos del método hipnótico, "todas las influencias anímicas que han demostrado ser eficaces para suprimir enfermedades llevan adherido algo de imprevisible. Afectos, aplicación de la voluntad, distracción de la atención, expectativa confiada: todos estos poderes que en ocasiones suprimen la enfermedad no lo consiguen en otros casos, sin que pueda imputarse a la naturaleza de esta tales variaciones en el resultado. La autonomía de personalidades tan diversas en lo anímico es, evidentemente, lo que impide la regularidad del resultado terapéutico."

Pero el analista debe ser predecible. Supongo, porque no es una formula clásica del setting, que fue escrita teniendo en la mira a Lacan, quien hizo de la imprevisibilidad un principio valido tanto para la duración de la sesión como para la interpretación (de la que dice en el resumen de su seminario Problemas cruciales que una interpretación cuyos efectos se comprenden no es una interpretación analítica), como para el analista mismo, que esta destinado a encarnar lo real como imposible en la propia sesión, lo que puede convertirlo a veces en un intratable.

No lo había pensado antes, pero concebir al analista como lo que encarna la presencia de lo real en la experiencia es lo opuesto a considerarlo neutro, o garante de un pacto simbólico. Es una veta para pensar la neutralidad analítica desde la perspectiva de Lacan.

No se si ustedes saben que la imprevisibilidad, que propongo como principio de la practica lacaniana, es un principio con una larga historia, que se remonta al derecho romano. No puede decirse que haya inventado nada! En el derecho internacional, y en los contratos privados, rige la cláusula rebus sic stantibus que indica que un cambio excepcional de las circunstancias afecta la validez de los tratados. Es lo que se conoce como la cláusula de imprevisibilidad. Los colegas de la British Society lo desconocen, al igual que la Argentina, que formuló una reserva precisando que no admitiría que un cambio fundamental de las circunstancias pueda ser invocada como motivo para dar un tratado por concluido. Pienso que este setting a la inglesa del derecho argentino no debe ser indiferente a al hora de entender porque muchos piensan que allí un contrato no obliga a nada. Es el reverso del celebre "si Dios esta muerto ya nada esta permitido"

Se entiende que en el derecho el principio se imprevisibilidad es aplicable si circunstancias excepcionales lo requieren. Pero yo pienso que todo análisis es una situación excepcional, que cada sesión tiene algo de fuera de lo común que merece la aplicación del principio de imprevisibilidad. Y que como para Cósimo Schmitz, ocho minutos de previsibilidad pueden ser mas que suficientes.

 

Notas
1- La conferencia retoma parte de una contribución presentada en el Encuentro del Campo Freudiano sobre La sesion analítica. Bs. As, julio 2000

 
 

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