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El amor por la policía

Desde París, la noche del lunes 12 al martes 13 de enero de 2015

Sin duda, nunca los policías fueron festejados en París como lo fueron ayer por la tarde. Tres de entre ellos caídos en el ejercicio del deber, mientras protegían a los agitadores de Charlie así como a sus dibujos y bromas. Se les agradecía su espíritu de sacrificio. Nadie pensaba imputarles las fallas del dispositivo, y los diecisiete muertos que resultaron. Se agradecía por el contrario a la institución policial, en sentido amplio, no solo a "los canas", sino también a los gendarmes, a los CRS, a todos los agentes de los servicios de información y de seguridad. Sobre todo, contaban con ellos para garantizarnos por las exacciones por venir. Expertos de todo pelaje anunciaban con forzada razón que los atentados que vendrán serán imparables. El sentido común asentía. Cada uno, valentón o miedoso, se sabía, se sentía, un blanco potencial, los judíos más que los otros. Cuatro fueron asesinados el viernes mientras hacían sus compras. Eran practicantes o al menos respetaban todo o una parte del antiguo código alimentario, algunas de cuyas prescripciones sin duda precedieron la Revelación hecha a Moisés.

En resumen, se aprovisionaban en una fiambrería kosher. Lo cierto es que los tweets #JesuisFlic, #Respect pour la police (Yo soy cana, Respeto por la polícia), parecía repercutir al infinito en la red social como por una gigantesca cámara de eco.

Llevada por el mismo impulso, la generación llamada del sesenta y ocho, la mía, la que había gritado "¡CRS SS!" en las calles de la capital hace ya medio siglo, se había dado vuelta por completo. Ya no se reconocía. Se diría que experimentaba una despersonalización, pero no grave: ligera, agradable. Un "estrañamiento", para retomar el termino de Gide. "Me sorprendí, leíamos esta tarde en el comentario de Libèration, deseándoles buenas noches a los CRS que estacionan en su furgón y que vigilan el edificio de Libé. Y estuve lejos de considerar ridículos a aquellos que, en la marcha, que sigo llamando la 'manif', aplaudían a las fuerzas del orden que no podían creer que se los festeje de ese modo y se entusiasmaban con bonhomía". (Luc Le Vaillan) Afluían testimonios de esa conversión al orden público.

Pienso en El entierro del conde de Orgaz, del Greco, esa "obra maestra, decía Barres, con un sentimiento árabe y catolico a la vez". Lo resume así: "Es una composición en dos partes: abajo, el entierro del señor de Orgaz; arriba, su recepción en la Corte celestial". Sí, podría creerse que la masacre en las oficinas de Charlie había sido duplicada, de algún modo, con la masacre metafórica, mística, de los "contestatarios" de 1968. Por así decirlo, los kalashnikovs de los hermanos Kouachi les habían "metido plomo en el cerebro". No hizo falta nada más que el asesinato sin rodeos de los "hasta el final" de Charlie para que esta clase de la era llamada de los baby-boomers, tan privilegiada, termine por entrever lo que su confort o simplemente su supervivencia, le debía cada día a la existencia y a la devoción de las fuerzas de policía que habían abucheado en su juventud. Muchos de esos atolondrados esperaron llegar a viejos para conocer algo de los arcanos del mundo: cómo se mantienen las Ciudades, los Imperios, los Estados, el precio que se vincula al orden, "las revueltas lógicas", su carácter efímero, etc., etc., resumiendo, todo lo que Lacan subsume con el nombre, "discurso del amo".

A decir verdad, los ex contestatarios se habían percatado hace tiempo, y la Revolución a la que le encontraron su razón de ser durante un tiempo, no era incluso ya para ellos más que un sueño. A veces, a lo sumo, una procuración, una hipótesis. Pero su universo mental no siempre estaba a la hora de su vida cotidiana. Acaban de ser obligados a un aggiornamento sin delicadeza. En su descargo, hay que decir que la policía con la cual tuvieron que vérselas en sus tiempos mozos estaba fechada antes del "suicidio francés". Para retomar la terminología de M. Zemmour, era una policía "viril", que se entrenó durante la guerra de Argelia. Ella misma perpetró en París una masacre memorable el 17 de octubre de 1961, antes de provocar el año siguiente, el 8 de febrero, la muerte de nueve manifestantes franceses, comunistas, en la estación de subterráneo Charonne. Si se acepta recordar que fueron los policías franceses los que vinieron a buscar judíos (extranjeros, como lo señaló M. Zemmour) para conducirlos al Velódromo de invierno, serían más indulgentes con la juventud de 1968, que asimilaba un poco rápidamente las Compañías republicanas de seguridad, creadas por el socialista Jules Moch, a las tropas de Heinrich Himmler.

Está lejos, el tiempo ha pasado. El control social sigue ahora vías más discretas, oblicuas. Salvo en la juventud pobre de origen árabe o africano, el resentimiento con la policía no es lo que era. Queda que el favor, el fervor, que la policía encontró en la población parisina el domingo último, es un fenómeno inédito. Del orden de lo nunca visto, sin duda, en la Historia de Francia. Lo que se encuentra, en momentos privilegiados –dicho sea sin caer en una mitología romántica a la que un De Gaulle jamás cedió– es la osmosis de una población con el ejército nacional destinado a protegerla de las agresiones exteriores. ¿Pero el amor del pueblo por las fuerzas de la represión interior? No veo ningún ejemplo. Incluso en tiempos de Ravachol y de los anarquistas. Habrá que buscar. A la espera, no veo más que una explicación, es que el islamismo guerrero es considerado por la población como un verdadero enemigo interior. La policía tiene como misión combatirlo como el ejército combate o previene las amenazas exteriores. Por otra parte, ¿no dicen que la protección de los edificios judíos será próximamente confiada a los militares? A partir de lo cual, si concibo lo que puede tener de chocante y de peligrosa la expresión enemigo interior que fue utilizada por el Primer ministro, no parece infundada.

Hablé mas arriba de las conversiones de los ex contestatarios al orden público. La palabra conversión pertenece estos días a Houellebecq, que la toma de Huysmans. El ha captado la tendencia, para implicar allí al islam. Solamente, atención, este islam es totalmente opuesto al islamismo. Tal como lo pone en escena en su sátira, se trata de un discurso que asegura la paz civil, la seguridad de los bienes y de las personas, el empleo. Y bien, aquello a lo que asistimos en efecto, y que deja estupefacto por su amplitud, es a una conversión de seguridad tan masiva como súbita de la población francesa. Francia experimenta, podemos decir, un verdadero flechazo por su policía.

¿Este enamoramiento durara? Aquí es necesario remitirse a la estructura del "tiempo lógico", tal como la desarrolla Lacan. La forma instantánea aparece primero. Es el shock inicial, el insight, se dice en inglés, la epifanía, en el sentido secular popularizado por Joyce: "el instante de ver". Luego la duración retoma sus derechos: el sujeto piensa, machaca, evalúa, carbura, elabora, no se sabe cuánto tiempo le será necesario, por qué arrepentimientos, qué tormentos, qué dialéctica tendrá que pasar. Es el "tiempo para comprender".

Estamos allí. Los franceses piensan, se hablan, escriben, el país balbucea, está recorrido por una intensa actividad intelectual. Imagino que ocurre lo mismo con los otros países de Europa, pero menos. Nosotros somos una gran potencia, y además nos agarraron del cuello. Eso concentra maravillosamente la atención. Todos, tantos como somos, estamos en libertad condicional. Vivimos con el régimen del imperfecto del lingüista Guillaume: "Un instante más y la bomba explotaba". ¿Sí? ¿No? imposible saberlo. En cuanto al tercer tiempo, "el momento de concluir", queda para más adelante.

Si se admite, a título de hipótesis, que el fenómeno social al que asistimos, y del que participamos, tiene la estructura del enamoramiento, no es difícil precisar a qué tipo responde el objeto de amor aquí en juego. Confiemos en las indicaciones de Freud en su obra titulada "Introducción al narcisismo" (1914). La policía como objeto de amor parece estar elegida con el modelo primero de "la mujer que da los cuidados (al niño)": la madre, el gran Otro materno, que procura ayuda y protección. El terror, el sentimiento de desamparo que atenazó a cada uno después de la masacre de Charlie, tiene como efecto precipitarlo en los brazos de este Otro. Este toma para los judíos la figura de Israel. Por hipótesis, la sujeción colectiva se teje así hilo por hilo, a partir de la relación de cada sujeto con el Otro. Es la lección de Freud en su psicología de los grupos.

No es todo. ¿Cómo no suponer que las masacres de estos últimos días indujeron conversiones islamistas? Estas masacres se hacen en parte para eso, para reclutar. Ciertamente, esas conversiones permanecen invisibles para nosotros, no se revelarán sino retroactivamente, pero ya podemos saber que la elección del objeto de amor aquí es de otro tipo. Es el tipo llamado narcisista. El sujeto se ama a sí mismo como lo que querría ser, el soldado de lo Absoluto, Rambo del Ideal, armado hasta los dientes, impenetrable a la duda, dispuesto a dar su vida por la Causa, mientras que, en la vertiente precedente, domina el Primum vivere.

Para terminar, porque ha sido largo, señalaría que el recurrir a Freud no nos impide reconocer que la masa movilizada el domingo último no tenía mucho que ver con esas "multitudes" del siglo XX descritas por Gustave le Bon, de la cual analiza la estructura en su Massenpsychologie.

No fue incluso una manifestación, solamente una "marcha", para no decir una errancia. Ni un discurso, ni una palabra, nada. Todo el mundo mudo. Como slogan, el famoso "Je suis Charlie", que no tenía nada de "significante amo" homogeneizando a los sujetos. Era más bien una suerte de "significante compañero", que daba a la gran concentración su aire de variada fauna. Es el signo de un individualismo muy avanzado que caracteriza a nuestras sociedades occidentales, señalaba el historiador Pascal Ory en Le Monde. Podemos decirlo así. Susana, una amiga de Tel-Aviv, analista, lo dice de otro modo. Siguiendo el espectáculo por televisión, me escribió la misma noche: "Ver la primera línea de los líderes, marchando, era para llorar. Enlazando los brazos, unidos en la falta de metas. Creo que no solo perdieron la esperanza sino que peor: perdieron la desesperación".

Sin embargo, desde Beirut, L'Orient le jour escribe: "Ayer Francia volvió a tomar la Bastilla". Hum…

Todos se ponen de acuerdo para decir que la imagen que permanecerá de ese momento histórico es François Hollande llorando abrazando al médico Patrice Pelloux. Le acaricia el cabello, el rostro. Lo mece.

Al mismo tiempo, los sobrevivientes de Charlie tienen un ataque de risa: una paloma acaba de arrojar su excremento, manchando la espalda del presidente.

Continuará

 

PS 1: la anécdota de la paloma está en Le Monde, Le Figaro, etc.; existe un video.
PS 2: El Sr. Roland Rouzeau me recuerda por mail que el delito de blasfemia existe todavía en Alsacia y en Mosela. Tomo nota.

Publicado el 13/01/2015 a las 11 :37 en lepoint.fr
Traducción Silvia Baudini