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El perdón de las ofensas

Desde Paris, sábado 17 de enero de 2015; 10 hs.

Victoria me regaló ayer por la mañana el número recién salido, que no pude procurarme. Esperaba decepcionarme. Y bien, no lo estoy. Nada trascendente, pero se trata de una proeza en vista de las circunstancias. La tapa es exacta. Sobre el papel brillante, el verde queda muy bien. El sentido es otra cosa. En Causeur, al que me abono decididamente, Elisabeth Levy rezonga contra el tema del perdón.

Los Judíos tienen el rito del "Perdón", pero se les reprocha una larga, muy larga, demasiado larga memoria. A Mitterrand eso lo exasperaba. Acosado por el famoso "lobby judío" que exigía disculpas por Vichy,  dejó escapar que estaría en eso "también tal vez  aún en 100 años". Ese movimiento humorístico del ex miembro de la Cagoule [1] o amigo de los miembros de la Cagoule, por lo común muy dueño de sus emociones, estalló durante una entrevista que puede volver a verse. Explica allí sin reírse que, siendo funcionario de Vichy,  ignoraba todo acerca del estado de los judíos.

En el psicoanálisis en todos los casos, no se perdona. "El error de buena fe, escribe Lacan, es de todos el mas imperdonable". El porqué, lo expliqué en mi curso. En los Escritos también dice: "De nuestra posición de sujeto, somos siempre responsables. Que eso se llame terrorismo donde se quiera". ¡Ay! Es una palabra que en los tiempos que corren se presta a confusión.  Esto quiere decir: si largas la verdad en un lapsus, no lo puedes borrar; lo dicho, dicho está. "¿Te disculpas con tu inconsciente? ¿No soy yo es él?" Precisamente, Freud enseña que tu inconsciente también eres tú, tu más verdaderamente. No hay excusa que valga. Nada te será perdonado. Es lo que dice también el Eterno Retorno de Nietzsche. Y parece que también en estos días el islam tampoco perdona, o al menos difícilmente perdona las ofensas hechas al Profeta. Un Rushdie, por ejemplo, no perdió tiempo esperando.

En vista de las raíces cristianas de Francia, no se adapta. No perder jamás la esperanza en el hombre es nuestro bello principio. Siempre se busca el sesgo por donde tocar el corazón del Faraón. La historia de Moisés muestra sin embargo que hay circunstancias en que las cosquillitas son inoperantes. Hay que poner toda la carne en el asador: diez plagas, ni una menos. Hiroshima, en suma. Siempre pensé que fue la profunda cultura del puritanismo americano la que produjo la buena conciencia del presidente Truman en el momento decisivo. Si recuerdo bien su biografía hecha por David McCullough, la noche siguiente durmió el sueño de los justos. ¿Qué diría hoy la Corte penal internacional? ¿Proporcionado? ¿Desproporcionado?

¡Ah! Lo olvidaba. Si firmaron el Estatuto de Roma que creaba la Corte, los Estados Unidos no lo ratificaron. ¡La Biblia, la Biblia, les digo! Y Rusia hizo lo mismo. Pero ni China ni India firmaron tampoco el Estatuto. Por lo tanto, la Biblia no es la única culpable. Pero finalmente, si la ONU hubiera existido en los tiempos bíblicos, la historia santa hubiera tenido muchas dificultades en arrancar. Esto me hace pensar en la frase de Renan extraída por Lacan –decididamente, lo encontramos todo en los Escritos: "Felicitémonos que Jesús no haya encontrado ninguna ley que castigue el ultraje a una clase de ciudadanos. Los Fariseos hubieran sido inviolables". Sí, con nuestras leyes Jesús hubiera sido arrestado, como Dieudonnè.

Hoy tengo mucho peor humor. Es el efecto Charlie. O más bien estoy en la vena sarcástica, que chirria, "ahumana", del lacanismo. Pero después de todo, el Dios del pueblo judío también él era "ahumano". ¿No es lo mínimo para un Dios que es uno? "Porque el Faraón estaba endurecido, y no queriendo dejarnos ir, el señor mató en Egipto a todos los recién nacidos desde los recién nacidos de los hombres hasta los recién nacido de las bestias ". ¿Por qué las bestias? Diría Houellebecq. Imaginen a Jehovah delante de la Corte Penal Internacional, no darían mucho por su libertad, se la arrebatarían por la eternidad. François Regnault, mi querido amigo, podría seguramente escribir esto, entre el Tribunal de los flagrantes delitos y el