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Curso del miércoles 15 de noviembre de 2006

El inconciente real

1. El traumatismo Freud
Dicencia lacaniana
Hoy les aportaré una perspectiva, a partir de un après-coup[*]. Inopinadamente, cosa que no quiere decir de manera inoportuna, aunque eso les haya importunado, el año pasado me encontré marcando tres veces y no de manera fingida, la distancia que yo tomaba o, más bien, que se tomaba, entre ese yo (je) que les habla y la dicencia lacaniana [1].

distancia & dicencia

Hablo de la dicencia que no es un término que yo he forjado sino un término introducido por Damourette y Pichon en su "Essai de Grammaire de la langue française" [2], de donde Lacan lo tomó. De hecho, Lacan tuvo una relación personal con Edouard Pichon que era, además de gramático, psicoanalista, y que acogió favorablemente al joven Lacan en el medio, consagrándole un artículo donde, sin embargo, ya ahí deploraba su carácter incomprensible [3].

La dicencia es "la lengua tal como es hablada por la gente de un oficio dado". Nuestros autores señalan con buen sentido que existen usos profesionales: "Los términos técnicos que designan los actos, los instrumentos, los productos de un modo de la actividad humana, a menudo son ignorados por la mayor parte de la nación"[4].

Digo dicencia lacaniana porque esta lengua me parece hoy lo suficientemente extendida como para que le ahorremos el calificativo de jerga, más peyorativo. Una jerga es la lengua hablada por uno de esos "medios que recurren, por interés o por fantasía, o en razón de tradiciones particulares, a circunloquios o vocablos incomprensibles para los no iniciados"[5].

La distancia en la que me encontré, en un momento dado, de la dicencia lacaniana, se suturó el año pasado puesto que - ustedes fueron testigos - retomé mi tran tran, que nos llevó hasta final de año a través del Seminario De un Otro al otro[6]. Si recuerdo esta distancia de la dicencia donde estuve es porque, en definitiva, me es imprescindible, y es sobre ella sobre la que querría ahora fijar mi posición de este año.

De hecho, me dije, quizás he estado en esta distancia de la dicencia sin saberlo desde siempre, y ese es el secreto de lo que se ha llamado –lo recibo del exterior- mi claridad, que se sostendría en definitiva, en el hecho de esforzarme en no dejarme llevar por la dicencia de los psicoanalistas y, también, en que, a distancia de la dicencia, dejo a Lacan la responsabilidad de su decir, el rasgo singular de su decir, que está siempre amortiguado en la dicencia.

Reacción y respuesta
Lacan formuló y asumió su singularidad de una manera evidentemente enigmática, cuando decía en su Seminario El Sinthome: "Es en la medida en que Freud hizo verdaderamente un descubrimiento – suponiendo que este descubrimiento sea verdadero – que podemos decir que lo real" – la categoría de lo real de la que trata el Seminario – "es mi respuesta sintomática"[7]. El descubrimiento supuestamente verdadero del que se trata es el inconsciente. Dice también: "Digamos que es en la medida en que Freud articuló el inconsciente que yo reacciono a ello"[8]. Lo real sería entonces una reacción de uno, de uno solo, a la articulación freudiana del inconsciente.

Las dos palabras están dichas: reacción y respuesta. La respuesta es evidentemente de un orden más complejo que el de la reacción, pero quizás sea éste el término menos significativo del hecho de que Lacan esta ahí, se supone estar, en un traumatismo.

¿Cómo entenderlo? De esta manera, que es simple: el descubrimiento de Freud hace agujero en el discurso universal. Esta es al menos la perspectiva que Lacan ha adoptado de entrada respecto a Freud.

Lo que llamamos por convención la enseñanza de Lacan constituye, en su conjunto, una respuesta a ese agujero. De diferentes maneras, Lacan demuestra incesantemente que este descubrimiento no encuentra la manera de alojarse en ningún discurso que le haya precedido. Es ese agujero en el discurso universal, que es la perspectiva que Lacan tomó sobre Freud, lo que le precipitó en la elaboración múltiple del discurso analítico, suplementario, para asentar el descubrimiento de Freud.

Lacan habló del acontecimiento Freud, señalando con este término el corte que Freud introducía. Esto es lo que ha podido expandirse, pero yo hablaría más bien del traumatismo Freud. El acontecimiento Freud – Lacan va y vuelve sobre él en cada uno de sus rodeos- fue de entrada desconocido, taponado, hasta el punto de que Lacan pudo decir que la famosa peste se había revelado "anodina ahí donde Freud creía haberla llevado" – los Estados Unidos de América – y "el público se las arregló con ella"[9].

Lo que nos queda como enseñanza de Lacan es lo que proviene de alguien que no se las arregló con ella. La ambición de esta enseñanza, presente aquí entre nosotros, es la de hacer repercutir el traumatismo-Freud. En esta perspectiva, lo que podemos tomar en las redes de una dialéctica es, en definitiva, las repercusiones de un traumatismo. Lacan lo dijo, a propósito del enunciado de lo real, bajo la forma de una escritura, de los nudos: el enunciado de lo real bajo esta forma "tiene el valor de un traumatismo". Lacan lo atempera o lo explica hablando del "forjamiento de una nueva escritura"[10].

2. Inconsciente transferencial
Inconsciente // interpretación
He aquí lo que da a nuestros sabios estudios un dramatismo en el que no pienso instalarles, prefiriendo instalarles en la dificultad; señalando, mientras que lo pueda localizar – respecto a mí, bien entendido -, lo que no pasó a la dicencia.

Para instalarles, instalarnos, en la dificultad, tomaré el último texto, tan breve, de los Autres ecrits [11], que está escrito inmediatamente después del Sinthome. Está fechado el 17 de mayo de 1976, mientras que el Seminario se cierra el 11 de mayo. Merece ser leído de cerca. Voy a suministrárselo cuidadosamente. Abreviaré cuando haga falta. Así resuena la primera frase de este texto; está hecho para acortar e ir al centro de la cuestión: "Cuando [...] el espacio de un lapsus no tiene ya ningún sentido (o interpretación), sólo entonces se está seguro de que se está en el inconsciente"[12].

Podemos creer que esto ya lo conocemos, puesto que el valor del sin sentido ha sido subrayado y puesto en función por Lacan desde siempre. Sin embargo, lo que esta frase tan sorprendente si se la mira de cerca comporta, es la disyunción entre el inconsciente y la interpretación, una exclusión entre estas dos funciones.

Digo función con respecto al inconsciente, puesto que en el mismo texto Lacan habla de la "función inconsciente" [13]. Esto es de una naturaleza que hace vacilar lo que creemos saber acerca de la articulación del inconsciente, pues es el reverso, por ejemplo, de la tesis desarrollada en el Seminario VI, El deseo y su interpretación, según la cual "el deseo, inconsciente, es su interpretación".

Por el contrario, aquí tenemos que colocar una doble barra que indica el corte, la desconexión, entre el significante del lapsus y el significante de la interpretación.

Significante del lapsus //significante de la interpretación

Nos encontramos aquí accediendo en su juntura al lazo entre el famoso S1 y el famoso S2, que son de nuestra dicencia –significante primero, significante segundo - lo mínimo que se puede inscribir de la cadena significante y que comporta, cuando S1 embraga sobre S2, que el significante 1 representa al sujeto para el otro significante, el S2. Ahora bien, quizás imperceptible por estar en la apertura – en la apertura de este texto, pero en el cierre del Seminario sobre Joyce – esta frase comporta, si la leemos como yo lo hago aquí, que S1 no representa nada, que no es un significante representativo. Esto ataca lo que es para nosotros el principio mismo de la operación psicoanalítica, siendo que el psicoanálisis tiene su punto de partida en el establecimiento mínimo, S1-S2, de la transferencia.

Una transferencia-causa
S1-S2 encuentra aquí otra escritura, homóloga, que Lacan introduce en su "Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela"[14]. S1 es, para que no nos equivoquemos, el significante de la transferencia en su lazo con S2, significante cualquiera. Para fijarlo Lacan escribe una pequeña letrita q minúscula. Esto es traducir en términos de significante la relación que se establece, que condiciona, la operación analítica. De este lado surge como producto, en posición de significado, bajo la barra colocada debajo del significante de la transferencia, el famoso sujeto supuesto saber.

S--------à Sq
_____________
s (S1,S2,…Sn)

Schéma de Lacan, « Proposition sur le psychanalyste de l’Ecole », Autres écrits, p. 248

Lo que resulta es un sujeto. Es el sujeto que resulta por el hecho de que la conexión se establezca. Bajo ese modo que yo decía de significado, se encuentra irremediablemente "presente" el saber supuesto, el conjunto haciendo saber "significantes en el inconsciente" [15]. Hace falta que se establezca este embrague entre un significante y el otro para que resulte un efecto de sentido especial, que diga algo ahí, de repente, a todo el mundo, y que no es una expresión especializada. Todo el mundo puede llegar, más o menos, a dar un sentido a eso sin pasar por la dicencia lacaniana. Entonces, los significantes del inconsciente se movilizarán, como decimos nosotros.

En el curso del análisis, el estatuto del inconsciente toma su estatuto de esta posición supuesta. Sabemos que Freud conservó hasta el final el estatuto de hipótesis para el inconsciente, en todo caso no verificable con los medios a los que pensaba acudir, las ciencias de la naturaleza. Por eso el estatuto que le reconocemos a partir de ahí al inconsciente, es un estatuto transferencial. Esto es lo que me condujo a hablar, previamente, de inconsciente transferencial [16]. La transferencia, lejos de ser efecto del inconsciente toma, por el contrario, en todo lo que ha pasado de Lacan a la dicencia, más bien un lugar de causa. Por medio de la transferencia hacemos presente, movilizamos y ligamos al inconsciente.

Cuando Lacan articula la transferencia a partir del sujeto supuesto saber, la liga muy estrechamente al inconsciente, puesto que le vemos escribir en "Televisión" que "una manifestación sintomática del inconsciente es como tal relación al sujeto supuesto saber" [17]. Bajo esta óptica, esto permite decir que el inconsciente freudiano es el inconsciente transferencial y que supone el lazo entre S1 y S2. De ahí la distinción que podemos hacer para saber en qué estamos, entre el sujeto que consiste en el saber de los significantes y el sujeto supuesto a ese saber. En el estado de consistencia, tenemos, retomando un término sartriano, un "en sí", y podríamos imaginar que por el hecho de que el sujeto viene a ser supuesto de ese saber, tiene el estatuto de "para sí".

Saber del por sí solo
Vamos a volver a encontrar ese por sí mismo y precisamente porque la pequeña frase del inicio niega el inconsciente transferencial: se está seguro de que se está en el inconsciente cuando el espacio de un lapsus no tiene ya ningún sentido o interpretación. Esto quiere decir: se está seguro de que se está en el inconsciente cuando no opera esa conexión transferencial. Por eso Lacan añade a su apertura – ¡esto parece muy poco lacaniano! Puede permitírselo, pero hace falta aún un forzamiento para conseguir incluirlo – un trozo de frase que dice "se está seguro": "Se sabe, por sí mismo "[18].

¿Qué es ese por sí mismo? Ese por sí mismo que sabe que eso no tiene ni pies ni cabeza, ni sentido ni interpretación. Tenemos aquí un se que no es el del inconsciente, como Lacan pudo tratarlo en otras ocasiones, sino un se que es por sí mismo.

Rescato de esos pequeños trozos de frases de Lacan, lo que es un saber que uno tiene por sí sólo. Esto no ocurre en el famoso registro de la intersubjetividad, ni tampoco en el de la intersignificancia entre S1-S2, sino que instala desde el inicio ese extraño ser cortado que está sólo. Cosa que se verifica en la continuación del texto y permite incluso vislumbrar lo que Lacan formula a su manera entre líneas: "Pero es suficiente que se preste atención para que salgamos de ahí"[19].

No tenemos aquí el je o el yo (moi) como sujetos del verbo sino un "se preste atención", que atención se preste, para que se salga, del inconsciente. La atención, que nos parecería una propiedad psicológica, toma aquí un valor opuesto al del inconsciente, en el cual estamos seguros de estar. Lo que se sabe, por sí mismo, uno solo.

Verdad mentirosa
¿Qué es la atención puesta sobre el lapsus, más allá del saber como inmediato que no tiene sentido ni interpretación? Sólo veo una manera de captar de qué se trata en esta atención. La atención condiciona la asociación. Se asocia, si llega el caso, por conminación del analista. ¿Pero dónde está él aquí? No lo encontramos. Sólo lo encontramos cuando nos ponemos a prestar atención. En ese momento, en efecto, hay sentido y hay interpretación.

Lo que hemos intentado captar en el espacio de un lapsus es lo que está antes, antes de que la máquina de la atención, que funciona sobre el pivote del sujeto supuesto saber, se ponga en marcha. "Quedaría, añade Lacan, que yo diga una verdad. No es el caso: fracaso" [20]. Esta palabra fracaso, de la cual en otro momento [21] me ocupé, designa aquí lo que se obtiene con la asociación, o sea, con la famosa intervención interpretativa del analista. Pero, todo eso, ¡fracaso!

Pues deja de lado lo que había surgido, el espacio de un lapsus. Para marcar bien cuan delgado es el margen –la delgadez absoluta, lo fugitivo, lo evasivo -, Lacan trunca la expresión "el espacio de un lapsus", diciendo "el esp de un laps" - una asonancia y una mutilación que sólo son posibles en francés - para marcar cuan delgado es a lo que él se acoge y para decir que ahí estamos seguros de estar en el inconsciente. Y añade algo que está ahí como una reedición que fija las cosas, una exposición como tesis: "no hay verdad que al pasar por la atención no mienta" [22]. Si ustedes siguen el hilo que yo devano a través de estos pequeños fragmentos verán estigmatizada o interrogada la verdad mentirosa de la asociación libre. Estamos aquí en una perspectiva donde la asociación libre, lejos de ser la llave de la verdad, procura una verdad hija de la atención y por ahí una verdad fracasada.

El pivote es que aquí estamos considerando al Uno-solo. Al menos dos alusiones de Lacan en este texto pueden ordenarse a partir de este "solo". Dice: "ahí no existe ninguna amistad que el inconsciente soporte" [23]. Ninguna amistad que sea el soporte del inconsciente.

¿Qué viene a hacer aquí la palabra amistad? Es el nombre genérico con el que podríamos designar el lazo entre el uno y el otro. Después de todo, escandir el espacio de un lapsus, solicitar la atención, esto podría pasar por un movimiento amistoso, de ayuda a la asociación libre.

Ahí es cuando la amistad es expulsada por Lacan. De la misma manera, un poco más lejos en el texto, Uds. verán a Lacan mofarse, como es bien conocido –esto toma aquí otro valor-, regodearse sobre el amor al prójimo, que es otra figura del lazo del uno con el otro.

Del solitario a la pareja
Estas dos indicaciones de Lacan muestran que hay que convocar aquí la ficción del Uno-solo. Decimos ficción porque estamos en la dicencia lacaniana o psicoanalítica. Sin embargo, la situación analítica no nos parece ficticia. De una manera especialmente atrevida, al mismo tiempo que velada por la anécdota, Lacan hace venir la palabra solitario para calificar la operación freudiana. "Señalemos que el psicoanálisis ha cambiado desde que existe" [24]. Esto es bien conocido.

Hemos seguido en Freud las remodelaciones de su teoría, la primera y la segunda tópica, y sabemos que en Lacan las remodelaciones son constantes –pero no se trata de esto-, y que la presión misma de la profesión, su nombre, su inscripción social, han cambiado el análisis. A lo que se apunta aquí –hay que tener la cara de escribirlo-, es al psicoanálisis "inventado por un solitario"[25].

Todo el mundo sabe hoy que Freud hizo todo por su transferencia con Fliess. Lacan aporta aquí una perspectiva que borra al bueno de Fliess [26]. A título de ello lo llama "teórico incontestable del inconsciente" [27]. Bien entendido, esto es una perspectiva. Freud prestaba atención ¡y cuánto! en esos pequeños espacios del lapsus, pero esto hay que convocarlo en otro momento. Primero hay que dejarse capturar por esta nueva figura de Freud que surge de un Freud él solo. De hecho, Lacan aparta a sus discípulos que sólo lo eran "por el hecho de que él no supo lo que hacía" [28]. Inconsciente, si se quiere. Entonces, incluso los discípulos son expulsados para dejar al solitario en su relación con el inconsciente, del cual estamos seguros cuando no tiene sentido. De la misma manera, Lacan puede decir que lo real, quizás, sería su respuesta sintomática al descubrimiento de Freud [29]. Esto vale sólo para él. Y hasta tal punto que no está seguro de conseguir comunicarlo. Aunque planteado en su Seminario desde hace años, ahora distribuido en forma de libros, aún no está seguro de que haya sido desplegado.

Que este psicoanálisis "inventado por un solitario […] se practique ahora en pareja" es como una novedad [30]. He aquí lo que desmonta, lo que nos hace salir de lo que hay de rodado en la práctica. Puesto que parece como un hecho número 2 que nos pongamos a dos para operar. Lacan le da un lugar a esto diciendo: "seamos exactos, el solitario dio el ejemplo"[31].

Aquí está el cambio: de la relación solitaria y desatenta al inconsciente al psicoanálisis en pareja, operando a partir del sujeto supuesto saber; y también, el cambio respecto a la conexión mínima significante que aquí queda desecha. Es a esto, no lo olvidemos, a lo que Lacan se abandona al final de su laborioso Seminario del Sinthoma. Esto da su valor a la elección que Lacan hace aquí, entre paréntesis, cuando habla de Freud teórico incontestable del inconsciente: "(que no es lo que se cree, digo: que el inconsciente sea real, sólo si me creen)" [32]. Esto nos puede dar una pequeña luz sobre lo que está en cuestión. El inconsciente que está aquí dibujado en filigrana es el inconsciente como real, y no el inconsciente como transferencial. Lo que imana Lacan al final de su Seminario es otro modo, otra perspectiva sobre el inconsciente, que hace del inconsciente un real. Es de alguna manera el inconsciente en tanto que exterior al sujeto supuesto saber, exterior a la máquina significante que produce sentido cuando uno quiere, por poco que se la deje girar, según creamos que estamos obligados a hacerlo.

Este inconsciente como real es análogo, homólogo a lo que evocábamos al principio del traumatismo. En cualquier caso, es ciertamente un inconsciente no transferencial, planteado como un límite. Sin embargo, es ese real el que Lacan toma como lo que es más propio de él en la acogida que le hace al descubrimiento de Freud.

Si queremos recoger los trozos que estoy dispersando aquí, vemos que en la "Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela" [33], donde se introduce el pivote del sujeto supuesto saber como condición del psicoanálisis, Lacan se cuida de señalar que el sujeto supuesto saber no es real. Es ahí donde podemos jugar con el inconsciente como real y la operación que lo muda, que le diluye también, que es la del sujeto supuesto saber.

3. Urgencia
El final de este texto, tan breve, no es cualquiera, sino que llama la atención sobre una palabra que tiene su peso cotidiano, teórico aquí: la urgencia. "Señalo que como siempre los casos de urgencia me apremiaban mientras que yo escribía esto" [34]. Esto, si se quiere, es como un testimonio.

¿De qué se trata aquí, si no es de un punto de partida que es como anterior al establecimiento del significante de la transferencia en su relación con el significante cualquiera? Lacan llama urgencia a la modalidad temporal que responde al advenimiento o a la inserción de un traumatismo. Deja de lado que la situación analítica esté hecha de un encuentro y designa a lo que llamamos la demanda del analizante en potencia como el requerimiento de una urgencia. Para Lacan la palabra urgencia es como el nombre de lo que aparece, de lo que pone en movimiento el requerimiento del analizante en potencia.

Esta palabra urgencia viene también cuando Lacan evoca la cuestión de la formación analítica en términos que datan de antes de su "Proposición", en "Del sujeto por fin en cuestión" [35]. No tomemos como un azar que volvamos a encontrar la evocación de la urgencia al final de este texto consagrado a la noción del psicoanálisis didáctico como condición de la formación. Lacan está aquí operando remodelaciones sobre su concepción: "Al menos ahora podemos contentarnos con que una huella quedará a raíz de lo que nosotros hemos instaurado" –es el momento en el que cierra sus Escritos-, "habrá el psicoanalista que responderá a ciertas urgencias subjetivas, si calificarles con el artículo definido fuera demasiado decir, o bien, desear demasiado" [36]. Dejo este punto, que no diga psicoanalistas sino psicoanalista, de lado, para acentuar que la palabra urgencia, en el texto urgencias subjetivas, viene como colofón de este texto para validar que se trata de la función psicoanalítica y que ésta tiene una relación esencial, antes del inicio del análisis, con la urgencia, es decir, con la emergencia de lo que hace agujero como traumatismo.

Esta urgencia es también celebrada por Lacan en su Informe de Roma que nos da el relieve que tiene este término para Lacan y que no hay que perderlo. No dejamos que se pierda puesto que hoy día hemos creado dispositivos muy insertos en la sociedad, incluso mínimamente, para tratar la urgencia. Estos centros de urgencia hay que tomarlos con la dignidad que Lacan da a este término [37]. Lacan resalta este término en su Informe de Roma: "no se crea nada que no aparezca en la urgencia, no hay nada en la urgencia que no engendre su superación con la palabra" [38]. Aquí tenemos la ilustración de esto, puesto que esta urgencia, con la cual hay que ir a la par, es precisamente la que solicita la superación en la palabra del que requiere, del que hace el requerimiento, en él, para él. Esa superación de la palabra que es también, en la perspectiva desarrollada aquí, el fracaso de la verdad mentirosa.

Está también este pequeño añadido de Lacan: "Pero tampoco hay nada que no devenga contingente" [39]. He aquí un término más técnico que tendremos que articular un poco, a lo largo de nuestros encuentros. Pero marcamos ya cómo Lacan se empleó aquí de una manera lógica para señalar lo que hay de ineliminable en la función de la prisa, siendo ya la urgencia, de alguna manera, la versión terapéutica de la prisa. En todo lo que toca a la verdad, hay siempre una precipitación lógica y es suficiente añadir que es la precipitación también en la mentira, la que puede vehicular la verdad a la cual tuvimos que estar atentos. Esto pide ciertamente una estrategia de la verdad que es, como lo evoca Lacan en De un Otro al otro, "la esencia de la terapéutica" [40] y, desde el punto a donde Lacan nos conduce, sólo pide añadir que debe hacer lugar a la mentira que ella comporta.

Para sacudir un poco más la cosa, para mostrarla palpitante, les voy a lanzar en la relación que querría establecer y reenviarles al comentario de la alucinación del Hombre de los lobos, tal como él la sitúa al principio de su enseñanza, en conexión con lo que he dibujado del lugar de lo real, a partir de una lectura minuciosa. A menudo leemos este texto en relación con "La cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" [41]; este texto que apunta a lo que, encontrándose cortado de toda manifestación simbólica, reaparece "erráticamente" [42], dice cuidadosamente Lacan. Estas manifestaciones erráticas de lo que está cortado de la simbolización, y que serán, en "el espacio de un lapsus" [43] puestas en valor en la psicosis –un texto que viene al final del Seminario sobre Joyce-, son ya la figuración de lo que Lacan ha llamado lo real sin ley, es decir, un real disjunto de lo simbólico y que lo supera.

Como es explícito en este último texto de Lacan, estas consideraciones desembocan en el desplazamiento que hace padecer a esa prueba crucial que es llamada el pase. Hay un malestar en el pase y en las instituciones que han querido ser las primeras en poner en marcha esta prueba. Es desde el Sinthome de Lacan, a partir de lo real, desde donde este malestar en el pase puede ser a la vez situado y superado.

 

Texto y notas establecidas por Catherine Bonningue de la primera lección de La Orientación lacaniana III, 9 (2006-007)
Traducción: Carmen Cuñat, con la colaboración de Oscar Caneda.

 
Notas
* No creemos que exista en castellano la palabra dicencia. Sin embargo, sí que existe dicente, "el que dice", según el diccionario de la RAE
1- Jacques-Alain Miller hace aquí alusión al hecho de que no dio su curso en tres ocasiones, en Noviembre y Diciembre de 2005. Pero sin embargo acudió a la cita, Sala Paul Painlevé en el CNAM, explicando que prefería callarse y no pasar por encima de "ese defecto", esa dificultad de hablar lacaniano, queriendo más bien confrontarse a ello; no era el material lo que le faltaba, añadía él, sino más bien "su escansión", así como "el punto de capitón" que lo haría legible.
2- Damourette Jacques & Pichon Edouard, Des mots à la pensée. Essai de grammaire de la langue française (1911-1940), París, Edition d’Arthey, 1968, T.I., p. 45-55.
3- Pichon E., "La famille devant M. Lacan" (1939), Revue française de Psychanalyse, 11, nº 1-2, Paris, 1939, p. 107-135.
4- Damourette J. & Pichon E., Essai de grammaire de la langue française, op. cit., p. 45.
5- Ibid., p. 46.
6- Cf. Miller J.-A., "Introduction à la lecture du Séminaire D’un Autre à l’autre" (2005-06), La Cause freudienne nº 64, Paris, Seuil/Navarin, 2006, pp. 137-169, et nº 65 & 66 (que aparecerá en 2007).
7- Lacan J., Le Séminaire, livre XXIII, Le Sinthome (1975-76), Paris, Seuil, 2005, p. 132.
8- Ibid.
9- Cf. Lacan J., "Préface à l’édition anglaise du Séminaire XI" (1972), Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 571.
10- Cf. Lacan, Le Séminaire Le sinthome, op. cit., p. 130-131.
11- Lacan J., "Préface à l’édition anglaise du Séminaire XI", op. cit. p. 571-573.
12- Ibid., p. 571.
13- Ibid., p. 572.
14- Lacan J., "Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l’École" (1967), Autres écrits, op. cit., p. 248.
15- Ibid.
16- Miller J.-A., "Notre sujet supposé savoir. Présentation du thème des Journées d’études 2007" (2006), La lettre mensuelle nº 254, janvier 2007.
17- Lacan J., "Télévision" (1974), Autres écrits, op. cit., p. 543.
18- Lacan J., "Préface á l’édition anglaise á l’édition du Séminaire XI", op. cit., p. 571.
19- Ibid.
20- Ibid.
21- Cf. Miller J.-A., L’orientation lacanienne III, 1 (1998-99).
22- Ibid.
23- Ibid.
24- Ibid.
25- Ibid.
26- J.-A. Miller reenvía aquí a la reciente publicación en francés de las Lettres á Wilhelm Fliess (edición completa) de Sigmund Freud, Paris, PUF, 2006; precisa que "eso viene muy bien para el recuerdo que hace aquí Lacan de Freud como solitario".
27- Lacan J., "Préface á l’édition anglaise du Séminaire XI", op. cit., p. 571.
28- Ibid.
29- Cf. Lacan J., Le Séminaire, livrer XXIII, Le sinthome, Paris, Seuil, 2005, p. 132.
30- Ibid.
31- Ibid.
32- Ibid.
33- Cf. Lacan J., "Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l’École" op. cit.
34- Lacan J., "Préface á l’édition anglaise du Séminaire XI", op. cit., p. 573.
35- Lacan J., "Du sujet enfin en question" (1966), Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 229-236.
36- Ibid. p. 236.
37- J.-A. Miller habla de los CPCT creados por la ECF y otras Escuelas de la AMP.
38- Lacan J., "Fonction et champ de la parole et du langage" (1953), Écrits, op. cit., p. 241.
39- Ibid.
40- Lacan J., D’un Autre á l’autre, op. cit., p. 19.
41- Lacan J., "Question préliminaire à tout trataiment possible de la psychose" (1958), Écrits, op. cit., 531-533.
42- Cf. Lacan J., "Réponse au commentaire de Jean Hyppolite sur la "Verneinung" de Freud" (1956), Écrits, op. cit., p. 385 y siguientes.
43- J.-A. Miller a partir de ahora y durante el primer trimestre de su curso 2006-07 llamará a la "La préface à l’édition anglaise du Séminaire XI": "El espacio de un lapsus" o "El esp de un laps".