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Curso del miércoles 21 de enero de 2009

Jacques-Alain Miller: Cosas de finura en psicoanálisis VIII

La última vez terminé con el último escrito de Lacan, al menos el último que he recopilado en el volumen que titulé los Otros escritos. Este texto fue compuesto para servir de prefacio a la edición inglesa del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Ya lo he comentado más de una vez y vuelvo a él para interrogarlo sobre lo que es un analista en la perspectiva del sinthoma.

A decir verdad, es un texto que está muy a distancia del Seminario XI, aunque se presente como su prefacio: no habla de él explícitamente, lo he interrogado para saber si hablaba implícitamente y esto no apareció. Considerándolo en su conjunto, se trata más bien de un retorno sobre el fin del análisis y precisamente sobre lo que Lacan llamaba el pase. El último escrito de Lacan – dejo aparte algunos parágrafos que compuso para el volumen consagrado a la defensa del centro universitario de Vincennes donde figura la proposición Todo el mundo está loco -, el último escrito propiamente dicho constituye un retorno sobre el pase, y tan breve como sea - tres páginas apenas -, da fe de ello.

La invención del pase por Lacan, que anunció en su escrito « Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela » que ustedes encuentran en este volumen de los Otros escritos, vectoriza una gran parte de su enseñanza.

Cuando seguimos su Seminario en el orden cronológico nos damos cuenta de la insistencia creciente, de la urgencia que tiene para dar una doctrina del fin del análisis: se la reclaman, y él la promete. El enuncia explícitamente en el Seminario X que el objeto a minúscula – tal como él lo nombró – debe permitir ir más allá de las conclusiones de Freud en su texto « Análisis finito, y análisis infinito ». En el Seminario XI, de 1964, analiza, al menos esboza el análisis del deseo de Freud como siendo lo que puso trabas a la potencia de la operación analítica: el deseo de Freud de salvar al padre es lo que impidió al análisis tomar su justo lugar. Tres años más tarde, da el paso de formular el fin del análisis en los términos que suponen permitir una verificación, sino científica, al menos suficientemente lógica para poder reunir los votos de una comunidad – la doctrina que propone es indisociable del procedimiento que propone para hacerlo pasar a la efectividad. El primer resultado por otra parte que obtiene, fue una escisión entre sus discípulos, un cierto número de ellos rechazaron el procedimiento así definido. Por lo tanto, el primer resultado fue dar un brillo especial a esta novedad, hacerlo aparecer como una escansión esencial, precedida de un Seminario sobre la lógica del fantasma y seguida del Seminario sobre el acto analítico. Todo este aparato, dos Seminarios, el texto mismo de la "Proposición », los escritos producidos a continuación, en ocasión de un viaje de conferencias en Italia, todo esto forma un conjunto considerable en relación con lo cual las tres pequeñas páginas del último escrito parecen bien poco. Sin embargo, las tomo en serio y las mido con la  enorme  masa de la doctrina clásica del pase.

No voy ahora a rearticular allí la doctrina que yo llamaba clásica. Solamente voy a subrayar algunos trazos, que dejarán ver el desplazamiento operado por el último escrito.

Primeramente este. En la doctrina clásica del pase, lo que aparecía como el pivote de un análisis y de su fin, es el deseo del psicoanalista.

Durante numerosos Seminarios en efecto, la función del deseo del analista fue deslizada por Lacan como una encrucijada esencial a la que había que llegar. Este deseo del analista – como tuve la ocasión de mostrarlo hace algún tiempo – era su respuesta a lo que se ponía de moda en los medios de la Asociación internacional de Psicoanálisis como la contratransferencia. Era su manera de decir que el analista mismo era solicitado por la experiencia que él gobernaba, y que era solicitado a nivel de su inconciente –un modo de decir que no podía descontarse de la operación. En este lugar Lacan inscribía el deseo del analista, pero dándole un valor completamente distinto de aquel de la contratransferencia, entendía como deseo del analista una función simbólica que se encarnaba en el analista, pero sin movilizar en él su inconciente.

Para ser breve, digamos que el deseo del analista, es la pregunta: ¿Qué quiere decir todo esto? Todo esto que digo, yo el analizante, ¿qué quiere decir verdaderamente todo esto?  Esta pregunta es transpuesta en términos de voluntad: es la pregunta de la significación, pero donde el quiere – ¿qué quiere decir? se destaca respecto del decir, donde el querer se destaca respecto del decir, y deviene un: ¿Que quiere el analista? Como  lo he presentado aquí, este desplazamiento indica bien hasta qué punto el sentido es dependiente del destinatario del discurso. Lo que hay por debajo es que eso quiere decir lo que quiere. La interpretación está en este lugar, donde el analista indica, lo que quiere que eso quiera decir. Simplemente, no es por ello más claro, es decir que eso se refleja como una pregunta: ¿Que quiere él? Y se invierte, como retorno, sobre el sujeto – el analizante-, en un ¿Que quieres tu?

Entonces, se obtienen todos esos bellos efectos a condición que el deseo del analista permanezca velado, críptico. En este sentido, el deseo del analista, es el ¿Qué es lo que quiere decir? llevado a la incandescencia, es el enigma intrínseco a toda articulación significante, es decir que un significante remite a otro significante. De este modo, captado como tal, el deseo del analista es una x, que está en el lugar de la significación última.

El fin del análisis, sería la solución de esta x. En su texto titulado "Proposición » Lacan propone dos versiones equivalentes, un cierto Hay y un cierto No hay – una solución negativa y una solución positiva.

La solución negativa, es una nada: no hay nada en ese lugar, en el lugar de la significación última, no hay más que el vacío, la vanidad del deseo. En los términos freudianos con los que Lacan hizo matema, escribe esta solución menos fi , alusión a la castración de la cual Freud mismo, en su texto sobre el fin del análisis hacía el nec plus ultra del análisis; lo que debe revelarse al final del análisis es la significación de la castración. Pero tenemos allí, bajo el nombre de castración, solamente un episodio de esta letanía de términos negativos que Lacan elaboró como la respuesta última que consagra el fin del análisis. Más tempranamente en su elaboración, pudo inscribir, en este lugar, en este lugar negativo, la muerte, y desarrolló el fin del análisis como subjetivación de la muerte. En su "Proposición », digamos que se trata de subjetivación de la castración. Y más tarde, será la subjetivación de la relación sexual en tanto que no existe.

La solución positiva, sería el aislamiento de la función a minúscula

En su "Proposición", se contenta con indicar que podemos acercarnos a esta función  por medio de lo que llamamos en psicoanálisis, el objeto pregenital, aquel que no fue falicizado, que no entró en la significación fálica, es decir la significación de la castración, y que obtura el lugar negativo del menos fi, lo que podemos escribir bajo esta forma metafórica Lacan dará más tarde a este objeto a minúscula el nombre de plus de gozar

Pero lo que podemos señalar, a la luz de su última elaboración, es el lugar subordinado que, en esta doctrina del pase, le da al goce, puesto que en su construcción depende de la solución aportada a la pregunta del deseo del analista.

Sin embargo, ya en esta "Proposición", página 253 de los Otros escritos, encontramos la mención de la dimensión de espejismo donde se asienta la posición del psicoanalista, y Lacan evoca un porvenir donde esta dimensión de espejismo tendrá que ser reducida por una crítica científica. El término espejismo, en su último escrito, figura también y con un mayor lugar.

Acceder a ese momento de solución pasa, para Lacan en 1967, por una transformación de la función del sujeto supuesto saber.

Es una expresión, que fue exitosa porque se comprende por sí misma, y designa aquí una función subordinada a la cadena significante: lo que Lacan llama sujeto supuesto saber, es un cierto efecto de significación, que obtura la solución del deseo del analista. Para simplificar, es la suposición del inconciente, la noción, la nube según la cual lo que se dice en análisis quiere decir otra cosa

Esta suposición se demuestra necesaria para recopilar lo que aparece como palabras, las expresiones, los significantes que determinan al sujeto, de tal suerte que el saber, que está al comienzo solamente supuesto, solamente una significación, progresivamente, en el curso del análisis, se efectúa, y  se acumulan los significantes articulados que constituyen un saber que el sujeto deviene: el sujeto que es, al comienzo un saber solamente supuesto deviene, por la experiencia, un saber efectivo.

Es así como el analizante está situado, al término del análisis, como sabiendo. Es un sabio, en el sentido propio. El análisis produce un sabio. Es esencialmente el sabio de su deseo: sabe lo que causa su deseo. Sabe la falta donde se enraíza su deseo y sabe el plus de gozar que viene a obturar esta falta.

En el final del análisis, tenemos un sujeto que sabe, y es en este contexto como toma su valor el pase, donde el sujeto tiene que decir lo que sabe. Es decir de qué modo se llenó el lugar vacío del sujeto supuesto saber, de que manera se efectuó para él ese saber, cómo, de la suposición se pasó a la selección de lo que aparece como un significante clave, y luego otro, que no son forzosamente compatibles. Por lo tanto, tuvieron lugar transformaciones, no son elementos independientes unos de los otros, la llegada de un elemento nuevo modifica el valor de los elementos acumulados, pero precisamente es una articulación que se realiza continuamente por retroacción. Y el final del análisis marcaría el cierre de la experiencia, es decir el acceso a una retroacción definitiva.

Luego de numerosas idas y vueltas, vacilaciones, oscilaciones, se obtendría un sujeto nuevo: a medida que desaparece el sujeto que ignoraba la causa de su deseo emerge el sujeto sabio. Y es este saber lo que el pase intenta extraerle, obligarlo, con su consentimiento, a compartir con una comunidad reunida en una Escuela, y con el público, puesto que Lacan indica que él desea que se publique.

Y bien, es una perspectiva muy diferente con la que nos topamos en el último escrito de Lacan. Y primeramente porque es el concepto mismo de saber lo que está cuestionado – al punto que la palabra no figura más allí.

Cuando Lacan construía su concepto de sujeto supuesto saber, explicaba que era una formación que se inscribía en el lugar de la verdad, y se entendía que luego, el saber tomara consistencia. Percibimos que al final de su enseñanza -¿cómo decirlo?- ya no cree más en eso: no designa más el saber como una formación consistente, solo habla de verdad. Es notable que al final, trata el saber como una elucubración. Es la palabra que figura ya en el Seminario XX a propósito del lenguaje, una elucubración de saber sobre la lengua – y allí hay que entender que para él, el saber es una elucubración.. La expresión que surge en este último escrito, la de verdad mentirosa, que no es especialmente elegante, que no fue destacada hasta que yo no me puse a darle vueltas, verdad mentirosa designa, tan exactamente como es posible, el estatuto del saber como elucubración. No se trata del sujeto supuesto saber inscribiéndose en el lugar de la verdad para efectuarse, se trata de la verdad con los colores de la mentira. Hasta tal punto cae el saber.

El pasante de la doctrina clásica es supuesto testimoniar de un saber, mientras que aquel que Lacan nos trae al final de su enseñanza, en tanto que está preparando, elucubrando el concepto del sinthoma, es decir de enfrentarse sin mediación al estatuto del goce, ese pasante no puede testimoniar mas que de una verdad mentirosa.

Espero que simplificando los términos del problema les haya vuelto perceptible la distancia prodigiosa que hay entre esos momentos de elaboración. Podemos ver también lo que liga una a la otra.

Decía que este último escrito es un retorno sobre el pase: es un retorno discreto, que no se anuncia como tal y que no anuncia la rectificación que opera.

Este texto se presenta incluso bajo la forma de una serie de proposiciones que pueden parecer deshilvanadas o al menos con una organización bastante laxa. Y situarlo como un retorno sobre el pase, es ya una puntuación, es ya una proposición de lectura que hago, en tanto que – y es muy notable – no tenemos en este texto sino la mitad del asunto del pase. El pase, es dos cosas: es un acontecimiento y es un procedimiento. Es un acontecimiento supuesto intervenir en el curso del análisis y es un procedimiento, a continuación, ofrecido a aquel que piensa haber sido el sujeto de este acontecimiento, con el fin que pueda comunicar algo de eso a una comunidad analítica. Ahora, en este último texto de Lacan, no tenemos nada sobre el acontecimiento, ni una palabra. El pase aparece esencialmente como un procedimiento inventado para – ¿verificar el fin del análisis? La palabra verificar no está incluso allí -, para someter a la prueba de decir el final del análisis.

Y por lo tanto, mientras que en el momento en que inventa el pase, lo esencial está para Lacan consagrado al acontecimiento pase, en este último texto, en lugar del acontecimiento pase, no hay nada más que esta indicación – bien pequeña – que en el final del análisis hay satisfacción. El único término del análisis, es – lo cito – la satisfacción que marca el final del análisis. Esto es todo lo que tenemos para poner frente a la construcción compleja del pase que Lacan había podido hacer en los años 1966-1967-1968 y que pasaba especialmente por la teoría de los grupos. Frente a toda esta prodigiosa elucubración tenemos: El pase, el fin de análisis, es sentir satisfacción, y digamos, decirla. En efecto, es como una extraordinaria deflación.

La palabra satisfacción es visiblemente clave aquí para Lacan, puesto que ocurre que para él, lo que es cuestión de satisfacción es el análisis en cuanto tal. Escribe: Dar esta satisfacción es la urgencia a la cual preside el análisis. Sería necesario entender que lo que llama aquí satisfacción vectoriza, orienta todo el curso de un análisis, y por lo tanto un análisis se despliega esencialmente en el malestar – término freudiano, en el mal estar, en la incomodidad y que podemos aislar y acreditar lo que surge como testimonio de satisfacción

Habla de urgencia a la cual preside el análisis. Si consultamos los diccionarios urgencia viene del latín bajo, urgens, que quiere decir que no sufre retraso, y que proviene del latín clásico urgere que quiere decir empujar, apurar. En francés, se comenzó a decir – es divertido que haya sido acreditado después del año 1789-, se comenzó a decir de urgencia en esa fecha, donde en efecto estaban bastante apurados (risas) para revolucionar las cosas, y en la expresión casos de urgencia. Y luego, se da – admiro la precisión – como de 1792 el uso de la palabra urgencia con una significación especializada en la medicina. Y Lacan retoma el término, hacia el final de su texto, hablando de casos de urgencia: Como siempre, dice, los casos de urgencia me enredaban.

Entonces, en la palabra urgencia, está evidentemente la noción que hay que hacer rápido. Sin duda, se presentan al análisis casos, casos de urgencia, donde no hay que rezagarse. Pero Lacan extrae el término de urgencia del comienzo del análisis para extenderlo a todo el curso del mismo, diciendo que la urgencia preside al análisis como tal. Lo tomo como un recordatorio, útil, serio, que en el análisis siempre hay urgencia, que vale en el análisis lo que en francés expresamos diciendo: urge, eso urge – esto está testificado desde 1903 (risas) muy precisamente, esto solo se dice después de esa fecha.

Hay algo que empuja.

Pueden percibir aquí que le doy mi confianza, para orientarme, al más pequeño término de Lacan. Se podría decir: urgencia, de acuerdo para el comienzo, para el origen, luego estamos en otra cosa diferente de la urgencia, nos damos tiempo, el sujeto difiere. Prefiero explotar esta palabra urgencia, su referencia a algo que empuja. Porque esto nos separa de la idea de volver a causa de la transferencia. Me parece que, allí el acento especial que pone Lacan sobre la urgencia tiene el valor de disipar el espejismo de la transferencia e indica una causalidad que opera a un nivel, si puedo decirlo, mas profundo que la transferencia, al nivel que Lacan llama la satisfacción en tanto que es la urgencia y que el análisis es el medio de esta satisfacción urgente.

Hay aun otro acento que daré a esta urgencia, esta urgencia que hace ir rápido: Lacan evoca en este texto que: la verdad, corremos detrás, y esto me parece estar en relación con la urgencia.

Corremos detrás de la verdad, en la medida que – como lo recordaba la última vez – la atención instaura una separación. Desde el momento en que prestamos atención a la verdad – como hay que entenderlo -, salimos de allí, nos deslizamos en la mentira. Es lo que Lacan formula en estos términos: No hay verdad que al pasar por la atención no mienta. Lo indiqué la última vez, es cuestionar allí el sentido de la operación psicoanalítica misma, en la medida en que ella consiste precisamente en poner atención a las emergencias de verdad, aquellas que salen a la luz en lo que llamamos las formaciones del inconciente: la operación analítica consiste en insertar estas emergencias en una articulación y en hacer un discurso con ellas por el sesgo de la asociación libre.

Entonces, evidentemente, se piensa que la asociación libre es hablar sin prestar atención: No preste atención a lo que usted dice, ¡hable! Pero, prácticamente, la asociación libre está en la dependencia de un significante inicial al cual se le presta atención – y, si no se le presta atención, está la interpretación para ir a ese lugar. Se despliega la asociación libre a partir de un sueño, de un acto fallido, de un lapsus, o de una palabra, o de un pensamiento que retiene vuestra atención. Se le da valor de verdad, y es porque se le da valor de verdad, de emergencia de verdad que se pone en marcha entonces la asociación libre que, como por milagro, se muestra – si se es suficientemente astuto, si se reciben también algunos empujoncitos del analista -, se muestra totalmente capaz de ordenarse en discurso. Dicho de otro modo, por el sesgo de la asociación libre, de las emergencias de verdad, se las transforma en discurso articulado. Es la maravilla con la que Freud sabe deslumbrarnos: a partir de una palabra que resta del naufragio de un sueño, tenemos toda una fábula que se despliega y que maravilla. Y Lacan fue en la dirección del descubrimiento de Freud cuando decía al comienzo de su enseñanza: Ese discurso, es el inconciente mismo. Es lo que él llamaba el discurso del Otro, es decir que concebía al inconciente como un discurso, y cuando lo rebajó continúo definiendo el inconciente como un saber, una articulación.

Esta última emergencia de la enseñanza de Lacan está hecha para negar esto. Al menos para sacudirlo. Para ayudarnos a situar de otro modo lo que ocurre en la experiencia analítica.

Porque nosotros lo sabemos. ¿En qué reconocemos a las formaciones del inconciente? En que ellas engañan la atención, precisamente. Irrumpen por sorpresa – es por ello que hablamos de emergencia. Y cuando emergen, no tienen sentido: se las dirá absurdas o insensatas o inverosímiles.

En relación con esto somos fieles a esos instantes fugaces, la operación analítica se nos aparece como jugando contra el inconciente, como ocupándose en restituir sentido a lo que, en  primera instancia no lo tiene. Y por eso se inscribe allí lo que Lacan desliza solo en un paréntesis – pero que da fe – que si limpiamos el inconciente de la atención que circula a su alrededor, el inconciente es real. Se trata del inconciente tomado al ras de las formaciones del inconciente.

Cuando Lacan dice que el inconciente es real, agrega: si ustedes me creen. Si le creíamos – al Lacan de 1953 – diríamos que el inconciente es simbólico. Al final de su enseñanza, lo que cambió, es la definición misma del inconciente: El inconciente es real, quiere decir: El inconciente no es simbólico. O incluso: Cuando se vuelve simbólico, se vuelve otro.

Es por esto que podemos decir de la operación analítica que hace pasar el inconciente de lo real a lo simbólico, que hace pasar el inconciente de la verdad a la mentira.

Lacan podía decir que el psicoanálisis hacía vacilar todos los semblantes. Y dábamos el ejemplo de Sócrates paseando por la ciudad para inquietar a los poderosos, a los profesionales y a aquellos que creen saber hacer allí. ¡Y bien! Aquí, es el psicoanálisis – es lo que está esbozado por Lacan tal como lo leo -, es el psicoanálisis haciendo vacilar los semblantes del psicoanálisis. Es el socratismo, pero aplicado a los psicoanalistas mismos.

Es el despertar del psicoanalista.

Es alertarlo sobre el hecho que la operación analítica esta tejida de semblantes. Es lo que admitimos con el nombre de construcción. Cuando decimos construcción del fantasma eso no hace vibrar. Pero si decimos que la operación analítica esta tejida de semblantes, que depende, en efecto de la puntuación, que puede ser esta, o aquella, entonces es otra cosa, entonces es la operación analítica tal como se desarrolla bajo la égida del acto analítico, esta operación misma es la que está en cada momento cuestionada.

¿Cuál es la primera mentira, el proton pseudos del psicoanálisis? Lacan nos lo indica diciéndonos: es la atención – desde el momento en que se presta atención se sale del inconciente real. El proton pseudos, es el analista mismo. Es la inserción de otro sujeto en la relación que ustedes mantienen con el inconciente real.

De este modo me explico que Lacan pueda subrayar en este escrito que el psicoanálisis fue inventado por un solitario. Por Uno-completamente-solo. En fin, él construye, por supuesto, esta perspectiva según la cual Freud se dio cuenta completamente solo de la ex – sistencia en él del inconciente real, es decir de emergencias de verdad que engañan la atención. ¡Es enorme! lo que Lacan indica allí, en tanto que él mismo había subrayado que Freud había inventado el psicoanálisis prestando atención a las histéricas; abundó mucho en el tema, que fue retomando con abundancia. Pero lo que el trata aquí de indicar comporta que el auto análisis de Freud fue primero – y es incluso mucho decir, decir auto análisis -, lo que fue primero es el hecho del inconciente real en él, que la asociación libre en este sentido es segunda, que la asociación libre es ya la novela de la verdad.

Es también por lo ello que Lacan puede decir que Freud no sabía lo que hacía. No sabía lo que hacia – inventando este instrumento de la asociación libre, es decir que recurría al sentido para resolver la opacidad de lo que emerge en las formaciones del inconciente.

Retomé el término de Lacan, las formaciones del inconciente. Es una expresión que, en la dimensión en que estamos, no es adecuada: hablamos de formaciones del inconciente una vez que las emergencias de verdad han sido formalizadas, la formación es ya un estado segundo. Empleé el término emergencia, para calificar lo que hay primero.

Entonces, Freud hizo un libro con ello. ¡No podemos decirlo mejor! Puso todo esto en forma y se dirigió al público. A partir de allí él hubiera podido decir a la gente: ¡Hagan lo mismo! Estén atentos a las emergencias de verdad en ustedes, relátense, asocien sin prestar atención – tanto como sea posible -, y luego a partir de allí usted contarán historias, contarán cómo es atinente a toda vuestra historia. Hubiéramos tenido entonces una forma de literatura que se hubiera extendido.

Pero no es la vía que fue históricamente seguida. Como dice Lacan: El psicoanálisis se practica en pareja. Es decir, más bien que hacer eso completamente solo, y bien se dirigen al público en la persona de alguno y se espera que edite en efecto vuestro texto.

Entonces, estas bromas, de dudoso gusto (risas), están allí de cualquier modo para marcar que en el punto en que estamos con Lacan – y entiendo en la dimensión en que nos acercamos y que es la del sinthoma y del final del análisis en relación con el sínthoma -, el psicoanálisis no está definido por el analista. El analista no aparece mas que como el medio para hacer pasar el inconciente de lo real a lo simbólico.

Del mismo modo, es así como lo entiendo, es así como me cuento una historia a propósito del hecho que la palabra trasferencia misma no figura en ese texto – la transferencia de la que se hace el pivote de la cura. La transferencia deja de aparecer en primer plano y está por el contrario incluida, a este nivel, en el concepto de la histeria – una palabra que vuelve en este último abordaje de Lacan -, es decir el sujeto histérico entendido como el sujeto que responde al deseo del otro, que está enganchado en el deseo del otro.

En esa ocasión, en el análisis, es el deseo que el sujeto preste atención, que el sujeto diga la verdad, y de este modo, mienta, que cuente una historia. Es el valor del neologismo de escritura que Lacan produce escribiendo: hystoria – con la y griega de histeria (hystérie) (JAM escribe la palabra hystoria en el pizarrón). Es una historia que responde al deseo del otro.

La transferencia está incluida en lo que se llama aquí histeria. He presentado aquí como una ruptura, pero en el fondo es la consecuencia de lo que Lacan había formulado ya años antes – ¡y que se repìte! -, que la experiencia analítica comienza por la histerización del sujeto. ¡Y bien! No hace más que decir: continúa también con la histerización del sujeto, y en la transferencia, es decir que relata para ustedes, teje una hystoria para ustedes.

Por esto mismo es una elucubración. Construye un saber que es una elucubración, y que es del registro de la verdad en tanto que la verdad tiene estructura de ficción.

Allí, en efecto, reunir estas proposiciones hace vacilar los semblantes del psicoanálisis tal como Lacan va a consagrarse a ello en su muy última enseñanza.

Entonces, yo decía que estas tres pequeñas páginas últimas equilibran la enorme masa de la doctrina clásica del pase. Pero yo diría también que responden al texto fundador de la enseñanza de Lacan: "Función y campo de la palabra y del lenguaje" de 1953.

Si ustedes van a ver en la página 257, Lacan define allí los medios del psicoanálisis como aquellos de la palabra en tanto que da un sentido y define allí la operación analítica como la de la historia en tanto que constituye la emergencia de la verdad en lo real. Y bien, este texto último, es la repuesta. Es la respuesta de la pastora al pastor, es decir que la pastora dice lo contrario, cantando la misma canción. ¡Pero sí! la operación analítica da un sentido y es en lo cual es mentirosa en relación a la emergencia primera y sin duda procede por la constitución de una historia pero la verdad no puede entrar en lo real y no puede digamos medirse con lo real mas que haciéndose mentirosa. En las consideraciones que Lacan entrega sobre la historia en 1953, pone el acento en el hecho que el discurso permite dar sentido a las contingencias y ordenarlas en función del porvenir, y que esto permite también restablecer una continuidad del discurso, quebrado por el inconciente. Y bien, todo lo que Lacan celebra al comienzo de su enseñanza como la potencia propia del psicoanálisis, se presta también a ser descrito como los procedimientos de mentiras del psicoanálisis, la falsedad de la que se nutre y de la cual es su aplicación metódica. Todo esto, que Lacan al comienzo de su enseñanza alababa, celebraba, bascula al registro de la verdad mentirosa.

La verdad mentirosa, es el saber en tanto que elucubración, y es la ficción cuya estructura es la de la verdad.

Son aportados aquí comillas o paréntesis a las construcciones psicoanalíticas. Son tomadas en el paréntesis de la verdad mentirosa, la cuestión es entonces saber si esta verdad se equilibra, y no se juzga más que por la satisfacción que este equilibrio de la verdad y de la mentira puede aportar.

Por ello la palabra satisfacción viene allí. Es que no se trata solamente que esté bien contado. El criterio de este bien decir, frente a lo real, es en definitiva saber lo que eso satisface. Entonces, es eso – y es también mas complicado.

Un psicoanálisis es sin duda una experiencia que consiste en construir una ficción. Y ya la introducción del sujeto supuesto saber puede aquí encontrar su sentido. Pero al mismo tiempo, o luego, es una experiencia que consiste en deshacer esta ficción. Es decir que el psicoanálisis, no es el triunfo de la ficción: la ficción es allí mas bien puesta a prueba en relación con su impotencia para resolver la opacidad de lo real.

Entonces, ¿quién sería analista? diría en corto circuito y para terminar aquí.

Sería alguien para quien su análisis le hubiera permitido demostrar la imposibilidad de la hystorización, es decir que habría podido con validez concluir en una imposibilidad de hystorización, y que por lo tanto podría dar testimonio de la verdad mentirosa bajo al forma de ceñir el salto entre verdad y real.

Si hubiera que buscar un criterio del pase entendido de este modo, daría aquel que no permite a nadie imitarlo: este criterio, sería engañar cualquier parecido. Hay en el pase algo de inverosímil, es decir que pasa la semblanza de lo verdadero. Y también engañar todo parecido. Es lo que Lacan recuerda, que solo se nombra –entre comillas -  analista, solo se designa como analista sujetos que no tiene predicado común, es decir que no puede reunirlos ninguna semejanza.

Un analista, sería alguien que sabría medir la distancia entre verdad y real, y de este modo, sabría instituir la experiencia analítica, es decir la histerización del discurso.

Simplemente – y para anunciar aquello con lo que trataré de continuar -, no es más el pase del sujeto del saber, es el pase del parlêtre. Y el pase del parlêtre, no es el testimonio de un éxito, es el testimonio de un cierto modo de fracaso.

Hasta la semana próxima (aplausos durante los cuales Amed le habla a JAM) Ah me dicen que la vez próxima es el 11 de febrero


(cuadro que recapitula lo que JAM escribió en el pizarrón)

 
Traducción: Silvia Baudini