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Curso del miércoles 11 de marzo de 2009

Jacques-Alain Miller: Cosas de finura en psicoanálisis XI

Me planteo la pregunta: ¿de qué está hecho el psicoanálisis? Está hecho de una experiencia y de una teoría, en todo caso es la respuesta que me vino y que he aceptado.

La experiencia primeramente, la que hago todos los días en tanto que analista. La experiencia tiene una cierta objetividad. Ocurren cosas en ese campo, en el campo abierto por el hecho de recibir como analista a gente que quiere hacer un análisis, o que creen querer hacerlo -no lo creen del mismo modo cuando llegan y cuando permanecen allí-, pero en fin para ellos ese campo existe y para mí también. Se presentan, sin que reflexionemos mucho en el término, lo que llamamos fenómenos. Es otro modo de decir ocurre algo, que aparece, que aparece en el momento, que aparece más tarde, o que es dicho después que aparece en la vida de esas personas, por otra parte, de un modo general, es más bien dicho más tarde.

En términos de fenómenos, el fenómeno esencial es el que llamamos la transferencia. Si hablo de la experiencia sin querer hacer teoría, ¿qué digo a propósito del fenómeno de la transferencia? Ven ustedes, ensayo una fenomenología elemental. Y digo que es un fenómeno de apego (attachemen), tomando prestado, desviando el término de Bowlby.

El paciente, como decimos, se apega al analista. Sí, eso no quiere decir que lo ame: amarlo es posible pero no es aquello de lo que se trata.

Digamos más bien que el paciente se apega al analista, a lo que hace allí, e incluso si lo que hace comporta una parte de lo que él no hace allí, de lo que no hace allí conforme a las expectativas -si las hay- del analista. Y por estar en análisis estamos obligados a suponer que extrae una cierta satisfacción, la satisfacción del analizante, que puede muy bien expresarse con términos negativos del tipo: "no sé lo que hago aquí", "pierdo mi tiempo", "le hago perder el suyo" -para los que son compasivos (risas)-, pero no podemos no suponer que opera allí una satisfacción.

Podemos decir que se apega al inconciente. En ciertos casos es totalmente palpable, el gusto por descifrarse, y hay algunos que se mantienen en análisis por ese gusto, pero no todos.

Quizá podamos decir que se apegan al hecho de hablar en análisis, al hecho de hablar a pura pérdida, fuera del utilitarismo que preside la vida social, o en caída libre. Es una satisfacción que un cierto número de analizante obtiene fastidiando a sus amigos, teniendo conversaciones infinitas, en fin, cuando hablan con sus amigos, se trata de hacer pinta y luego en general hay que escuchar a los amigos hacer lo mismo (risas), pero hay una relación de satisfacción. Llegado el caso, por otra parte, uno le habla a los amigos de su análisis, pero no es aconsejable (risas). Freud insistía en el hecho que había que guardar para sí lo que se dice en análisis, y por mi parte, no dudo en repetir este consejo de no rebajar lo que tiene lugar en el análisis haciendo de ello un tema de conversación, pero hay que decir que esto tiene relación.

Se apegan también a hablar sin tener respuesta, a hablar de algún modo completamente solos, como yo, allí (risas), y por otra parte es un poco lo que hago hoy, asociación libre, apenas preparada, a hablar solo delante de alguien. Es muy especial y equívoco, porque está de todos modos el completamente solo y está también el alguno.

Entonces, invisiblemente, nos vemos conducidos a preguntarnos lo que ese alguno representa. Representa la humanidad, si queremos. Representa el discurso universal. Representa el lugar del Otro -con una O mayúscula-. Podríamos decir, puesto que hablaba de fenomenología, que representa la conciencia reflexiva.

Mientras que la palabra en análisis es una palabra que debe obligarse a ser irreflexiva: es lo que llamamos la asociación libre.

En definitiva, esta palabra irreflexiva, es lo que llamamos el inconciente. Hay una relación estrecha entre lo que es la asociación libre y lo que es el inconciente puesto que se hace de la asociación libre el modo electivo de acceso al inconciente. Pero es demasiado simple porque en el análisis, y a través de lo que el análisis modula, escande, subraya, hay un llamado a reflexionar sobre la palabra irreflexiva.

La atención está implicada.

La asociación libre se asocia a la atención, a la atención provocada, la atención es una función que es evocada, si ustedes lo recuerdan, por Lacan en su muy último escrito de la recopilación de los Otros escritos. Decimos asociación libre, se los invita a ello, pero se los invita también a prestar atención a lo que les viene a causa de la asociación libre.

Hay por lo tanto como un embrollo entre lo reflexivo y lo irreflexivo.

Es muy evidente en el análisis de aquellos a los que llamamos obsesivos, que experimentan una gran dificultad en entregarse a lo irreflexivo que viven su palabra, la que entregan en el análisis, como un modo de reflexión. He tenido un paciente que en su análisis no me hablaba más que de su análisis, es decir que su análisis estaba hecho de consideraciones sobre su análisis, es así como le venía su asociación libre, le venía bajo la forma de una reflexión sobre su análisis -y era su análisis-. Están también aquellos que durante un tiempo piensan que no tienen acceso a la asociación libre a causa de su modo de hablar: "¿estoy asociando libremente, Señor?", esto traduce lo que experimentan como una obligación a reflexionar, a pensar en diferido. Y hay algunos para quienes en efecto la palabra viene naturalmente en parágrafos (risas), eso no le quita nada a la experiencia, algunos se lamentan de ello pero hay que esperar el tiempo que hace falta para que los parágrafos comiencen a deshacerse y que los sujetos terminen por no saber ya lo que dicen.

No es un problema que se plantee en la cura de aquellos a los que llamamos histéricos, donde lo irreflexivo está a flor de piel, a flor de labios, si puedo decirlo. Lo irreflexivo se manifiesta llegado el caso en el acto o al menos en el actuar: el análisis de un sujeto histérico es escandido por sus actuaciones, que hay que tomar por otra parte como chillidos, si puedo decir y sólo después puede abrirse una pausa para reflexionar en lo que el sujeto hizo o a lo que llegó.

Entonces, tiene una idea que preside al ejercicio -viene del momento actual del discurso universal, podemos hacer su genealogía sociológica-, la idea no es clara, es lo que se dice de todos modos, y que -un paso más- lo que se dice en análisis quiere decir otra cosa. Es lo que constituye la atmósfera del análisis. Es decir que hay que vérselas con una opacidad -la palabra no hace sino traducir el eso no es claro-, y la opacidad se presenta bajo diferentes modos: puede ser la neblina, avanzar a tientas en tanto que las formas se diluyen, puede ser la oscuridad, puede ser el laberinto de contradicciones, puede tener una nota de perplejidad. Esta opacidad está siempre allí en la palabra analizante, la constituye en tanto que al punto de que si esta opacidad no aparece como fenómeno bajo una forma u otra, no podemos decir que se está en análisis -todo esto se puede reunir con la fórmula: yo no sé-.

Lo que llamamos el sujeto del inconciente emerge a la conciencia, o al menos emerge en el dicho, bajo formas que se dejan reunir en la rúbrica yo-no-sé.

Es sin duda demasiado simple todo esto pero es de todos modos a lo que apunto: ese al ras del fenómeno, constato que hasta el presente este año no me he apoyado en referencias, no las aporto, no tomo más referencias que aquellas que tengo en la punta de los dedos y asocio libremente o casi: no apunto a construir sino más bien a describir, a acercarme a lo que es, a lo que hay.

Cualquiera sea el carácter solamente esbozado de lo que me vino como respuesta, esta fenomenología de la experiencia, de todos modos le da sentido a esto que con este punto de partida se producen transformaciones en el sujeto en análisis. Su discurso, la articulación de sus dichos -lo que llamamos discurso-, se transforma. Lo que se le aparece como revelaciones se suceden. Y en su vida -designamos con esto todo lo que hay fuera de la sesión analítica-, tenemos el eco de todos modos -lo constatamos por sus dichos, por su testimonio, lo que esto cambia-.

Lo que se repite llegado el caso se interrumpe. Lo que se repite es del orden de la necesidad para un sujeto: para decirlo en los términos de Lacan, la necesidad es lo que no cesa de escribirse -referencia a la escritura como soporte de un programa- y constatamos que hay movimientos, que emerge de la necesidad la posibilidad, es decir que eso no cesa de escribirse y que de este modo se abre en la vida del sujeto un vacío donde eso no está ya escrito.

Tenemos también el eco que los imposibles pueden ceder, los obstáculos: lo imposible en los términos de Lacan, es lo que no cesa de no escribirse, y allí observamos franqueamientos, es decir un pasaje a la contingencia, al régimen de lo que cesa de no escribirse. Y nos encontramos haciendo la prueba de su capacidad de hacer lo que les parecía antes fuera de cuestión.

Estos son los fenómenos, fenómenos de movimiento y fenómenos de franqueamiento. Una vacuidad que aparece, una trasgresión que se efectúa.

El resorte de estas transformaciones, que son discretas o que son espectaculares, que el sujeto celebra o llegado el caso desconoce -porque incluso no se acuerda ya dónde estaba, y es el análisis lo que está allí, la memoria-, el resorte que llega a aislarse, es simplemente que se ha puesto a dicho paciente en la posición de yo-no-sé. Tiene la sensación de que llegó a esos movimientos a esos franqueamientos así sin más. En definitiva, podríamos decir que ser analista es lograr poner a la gente que los solicita en tanto que tal, en la posición del yo-no-se.

Entonces sí podemos decir que alguien que viene a ver a un psi, llega así, llega ya como no sabiendo lo que le ocurre, y llegado el caso los médicos tampoco.

Pero justamente la psicoterapia, como distinta del psicoanálisis que creemos pariente cercana del psicoanálisis, la psicoterapia, si puedo decirlo, independiente del psicoanálisis, consiste en volver a poner al sujeto en la posición de yo-sé. Es muy claro, aunque más no fuera por el hecho que se hace un contrato con él, contrato terapéut6ico. Se conviene con él, en general, el tiempo que va a durar -pero eso no es lo esencial-, se confía en el beneficiario para describir su síntoma, se ponen de acuerdo en que van a hacer desaparecer aquello de lo que se quejan, haciendo esto o aquello, llegado el caso… completar el tratamiento, en fin, esto constituye parte integrante de la psicoterapia; que piense en ello también fuera de los encuentros y que marque con una cruz los casilleros como es debido. Y por lo tanto, en psicoterapia el paciente de entrada está afectado por el índice él-sabe y súbitamente el terapeuta -aquel que enseña los trucos que hay que hacer- está también en posición de yo-sé. Entonces el síntoma ¡no tiene más que mantenerse! inmovilizado entre los dos yo-sé ligados contractualmente.

Mientras que en el psicoanálisis lo que prevalece es verdaderamente un yo-no-sé: se recibe el yo-no-sé y luego se provoca el yo-no-sé allí donde no está constituido.

No hay que creer por causa de esta fórmula del sujeto supuesto saber, que el analista esté en lo más mínimo afectado por el índice yo-sé. Lacan dice muy bien que el analista como el analizante están del mismo lado en relación con el inconciente: reclamando que la puerta se abra.

Lo que llamamos el inconciente es el lugar del saber, es el lugar del eso sabe. No es de ningún modo lo que constituye la posición del analista, más que cuando se desliza a estar identificado o identificarse a ese lugar: lo que sostiene, en total oposición con el psicoterapeuta, es el trabajo del yo-no-sé.

Esto es decir que si consideramos la experiencia, su resorte, su resorte esencial, el resorte de los fenómenos que se producen allí, es la actitud analítica.

No digo incluso posición, lo que supone que los términos en relación con los cuales uno se coloca, sean definidos, referidos; tomo esto fuera de estas coordenadas. Digo actitud en el sentido en que Bertrand Russell hablaba de actitud proposicional. Las actitudes proposicionales russellianas, son en el fondo las diferentes modalidades en que una proposición puede ser afectada: "yo creo que", "yo pienso que", "yo sueño que", son actitudes. Hay una cierta actitud del analista que concierne a lo que articula el analizante y esta actitud pone al analizante en un lugar en que se puede decirle: tú eres yo-no-sé, tú eres un yo-no-sé, lo que tú dices no tiene su verdad en sí mismo.

Cualesquiera sean la altivez, la arrogancia, la suficiencia, la infatuación del analista, el resorte de la experiencia no equivale a un yo-sé, no equivale en absoluto al yo-sé que encontramos en el ejercicio de la psicoterapia.

Como máximo podemos decir que el analista está un poquito adelante de la curva -por un solo paso- y que hace cuentas. Es la memoria y es el cálculo.

Cuando hacemos teoría se ubica al analista como un cierto tipo de objeto: un objeto que faltaría al sujeto que habla. Es decir que para tratar de captar la raíz del apego del que hablaba nos vemos conducidos a suponer que el analista representa un objeto que completa una falta presente en el sujeto que habla. Y por ello se lo hace el lugarteniente de lo que sería el objeto perdido. Podemos decir: el objeto perdido de todo ser que habla, en la medida en que ponemos en juego el hecho de hablar -más bien que mostrar- el hecho de desvanecer la referencia -como dice Lacan de manera romántica, la palabra es la muerte de la cosa-, y por lo tanto por este hecho todo ser que habla carece profundamente de la referencia. Pero, más precisamente, es el objeto perdido del neurótico, en la medida en que por el contrario, este objeto no falta en el psicótico que como decía Lacan, tiene el objeto a minúscula en el bolsillo.

Sin entrar en la teoría que trato de reconstituir al ras de la experiencia, cómo puede nacer para dar cuenta de lo que yo llamaba el apego, damos cuenta de este apego hablando de complementación, suponiendo que el sujeto tiene una falta que el analista colma o que su relación de palabra con el analista colma, pero sin entrar más allá en la teoría, para permanecer en esta fenomenología elemental que yo mencionaba, la experiencia parece indicar -en todo caso es válido para esta experiencia- que el pensamiento no tiene su autonomía, que el pensamiento está siempre en dependencias de la pérdida: en la dependencia de la pérdida del objeto.

Esta proposición se prestaría a muchos desarrollos porque por ejemplo cuestiona la actitud filosófica. Publiqué hace tiempo las respuestas de Lacan a los estudiantes de filosofía -texto que ustedes encuentran en la recopilación de los Otros escritos-, Lacan señala allí que hay un error al comienzo de la filosofía, pero no dice cuál. Por lo tanto he buscado durante mucho tiempo -sobre todo en la época, no diré en que era filósofo, pero estaba en la escuela de los filósofos-, entonces busqué durante mucho tiempo cuál era ese error. Creo que es este, creo que es un error que se refiere a la autonomía del pensamiento y que el psicoanálisis conduce por el contrario a poner el pensamiento en la dependencia de una pérdida. Porque es de alguna manera lo que está representado en la experiencia misma. Voy a dar quizás su desarrollo en otro momento a esta proposición.

Entonces decía que la experiencia depende de la actitud analítica: en ello la experiencia es el producto de una práctica. Decía, ser analista es quizá primeramente poder, saber tomar la actitud analítica: es una actitud que es la condición del acto analítico; es la condición para que la experiencia pueda ser dicha psicoanalítica.

¡No hay nada más que la actitud!, ¡ustedes no hacen más que tomar actitudes!, ustedes hablan, ustedes hacen lo que llamamos interpretación. Pero primeramente la interpretación apunta en el sujeto a su yo-no-sé -en todo caso es lo más inmediato-. Cuando sabe, no hay que interpretarlo. No se interpreta un teorema de matemáticas o se lo interpreta en el sentido matemático, cuando se lo lleva a otra dimensión o cuando se hacen variar sus términos. Cuando hay yo-sé no hay lugar para la interpretación, es el yo-no-sé el que le da su lugar a la interpretación.

Entonces, ¿la interpretación hace suponer el saber de aquel que la da? Una interpetación está allí para hacer ver, para permitir al sujeto de eso-ver (ça-voir) [*], y podría incluso decir -pero eso sería teoría muy avanzada- para permitirle ver el ello (voir le ça). El saber del que se trata es ver el ello, en el sentido en que Lacan dice que la interpretación apunta al objeto a minúscula -pero esto no está al nivel de lo inmediato de lo que aparece-. Lo que aparece es que apuntamos el yo-no-sé. Por debajo en efecto, apunta al ello.

Ahora la teoría.

En esto me he basado en la experiencia tratando de atraparla como un ingenuo -¡es duro hacerse el ingenuo!-, luego de tantos años de análisis y tantos años de práctica del análisis. Me ocurre querer hacerme el ingenuo, evidentemente no lo logro -en fin no demasiado aún-.

Escuchen, cuando uno practica el análisis todos los días ¿uno se mantiene al corriente de la teoría? No hay tiempo. Y además ¿donde se hace la teoría? Yo me mantengo al corriente de la teoría que yo hago (risas), ¡ya es bello! No logro siempre estar al corriente yo mismo (risas en la voz de JAM). Por lo tanto, hay que decir, a partir de un cierto momento para los analistas que practican la teoría es pasado. Tienen una ternura por esto, ¡es su juventud! Es cuando no saben cómo hacer. Pero después se recula -porque llegaron a su manera de obtener la actitud analítica-. Y en el fondo, una vez que están allí, hay una satisfacción. Lacan habla de la satisfacción que marca el sostener esta práctica, es una satisfacción que arrasa con todo, es una satisfacción que hace de la teoría la enfermedad infantil del psicoanálisis. Lacan dijo muchas cosas sobre la cuestión que yo he leído, y ahora con el retroceso, con el tiempo pasado, lo veo, constato su justeza. Dejo esto de lado, es el capítulo: "Sátira de los psicoanalistas".

La teoría en el psicoanálisis es esencialmente un comentario de la experiencia.

Freud tiene sin duda un lugar aparte porque podemos decir que en él la teoría es lo que dio nacimiento a la experiencia, en efecto, fue necesaria esta formalización, la suya, para que el campo de esta experiencia fuera delimitado. A mí me parece que cuando miramos de cerca, vemos que primero existió la experiencia y luego, después, su teoría. Freud cambió mucho su laboratorio, su cultivo de gérmenes y luego se produjeron un cierto número de cosas de la cuales trató de dar su razón. El descubrimiento del psicoanálisis por Freud es un poco como el descubrimiento de la penicilina por Fleming -ustedes lo saben- Fleming tenía su cultivo cerca de la ventana, el viento trajo gérmenes suplementarios, miró lo que pasaba, y luego ¡ya está! El psicoanálisis asimismo está marcado al comienzo por un cierto número de encuentros que Freud pudo hacer. Efectivamente era necesario que él mismo sea ya un buen cultivo, pero en fin se podría defender también la primacía de la experiencia en su invención y tiene un lugar aparte puesto que a partir de las experiencias contingentes que pudo hacer, de sus buenos encuentros con histéricas vienesas, puso esto en forma, formalizó la teoría.

Pero solo hay una teoría, la suya. Se pudo decir -fue el compañero de Bertrand Russell, Whiterhead- que toda la filosofía eran comentarios al margen de Platón. Podemos decir que toda la teoría psicoanalítica son comentarios al margen de Freud. Lacan jamás pretendió otra cosa. Tan lejos como él haya llegado en la topología, en los nudos, continúan siendo comentarios de Freud. Llegado el caso es también cómo hacer callar a Freud, cómo no dejarse sugestionar por Freud, cómo no dejar a la teoría de Freud interferir demasiado con lo que ocurre en la experiencia. Pero la esencia del asunto de todos modos me parece, son los comentarios.

Esto me sirve de ocasión para decir una palabra sobre cómo veo el punto en que estoy en relación con Lacan.

Evidentemente, como todo el mundo, estuve ocupado durante mucho tiempo en captarlo simplemente por trozos. Yo fui bastante exigente, es decir captarlo por Seminario, captarlo por texto, captarlo por parágrafo, captarlo por frase -¡hay muchas frases en Lacan! (risas)- por lo tanto eso me ocupó un largo tiempo. Captarlo por trozos, por pequeños trozos y captarlo en su conjunto. Lo que me permitió operar un cierto número de simplificaciones, de reducciones, hacer trabajar algunas partes posteriores de su obra sobre partes anteriores: por ello se engendraron muchos fenómenos. Pero señalo, en mí, una cierta distancia que he obtenido a fuerza de masticar esto y que me dio quizás ahora más libertad para captar la lógica de esta enseñanza y lo que fue su dinámica. No es una distancia en relación con esta enseñanza: es medir la distancia de esta enseñanza en relación con la experiencia y su esfuerzo para reducir esta distancia. Es lo que trato de reconstituir este año.

¿Como decirlo del modo más simple?

Lacan llegó a la teoría de Freud con un invitado que introdujo allí por la fuerza: la lingüística.

Entonces, explicó por supuesto que ya estaba preformada en Freud, pero la lingüística, su aparato conceptual, no está presente en Freud -no más que la lógica matemática de la que sin embargo un Wittgenstein, de manera contemporánea, pudo hacerla soporte de sus elucubraciones-. Llegó con la lingüística en el surco de Lévi-Strauss, de un Lévi-Strauss, que había utilizado a Jakobson -frecuentandolo en New York durante la guerra- para poner en forma y renovar la antropología, y detrás de Jakobson, referencia a Saussure. Lacan emprendió la tarea de hacer lo mismo. Entonces, podemos decir también -lo he dicho- que estaba preformado en Lacan que él esperaba una teoría del sentido, que apeló a ello desde su tesis de psiquiatría.

Pero en el momento en que su enseñanza comienza, trae la lingüística. Por lo tanto aporta la estructura de lenguaje -él mismo la simplifica para sus fines, la formaliza-, S mayúscula sobre s minúscula, que figura en "La instancia de la letra…", aporta la estructura de lenguaje elaborada por la lingüística estructural y dice: el inconciente tiene esa estructura.

Entonces, no se reduce a eso, porque en esta ocasión recicla un saber que él mismo había adquirido antes de la guerra con Kojève y asocia la estructura de lenguaje heredada de la lingüística estructural a una noción de la palabra que él elabora a partir de Hegel. Cuando titula su gran texto inicial "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", es en el fondo el casamiento de Saussure y de Hegel.

Completa por lo tanto la estructura de lenguaje con una estructura de la palabra que está construida sobre el concepto hegeliano-kojeviano de reconocimiento. Y llega a hilvanar las piezas traídas en una estructura única, a la cual da la forma de un grafo cuya base es esta (JAM dibuja el primer piso del grafo con sus dos vectores básicos, el transversal derecho y la curva de retorno). Es allí que une, que acopla estas dos estructuras.

Las acopla bajo el signo -no mencionado por otra parte- de Heidegger, porque este esquema refleja la noción, que figura en El Ser y el tiempo, de la prevalencia del futuro en la temporalidad. Si tenemos aquí el vector cronológico (JAM engrosa el vector transversal), es a partir de un punto situado en el futuro (JAM engrosa el punto de cruzamiento a la salida de ese vector), en relación con el instante presente (JAM engrosa el punto de cruzamiento en el origen de ese vector), que el vector significativo toma su punto de partida (JAM engrosa la parte curva de retorno).

Por lo tanto, aquí considero que este esquema heideggeriano de la temporalidad, que fue utilizado por Lacan pero que singularmente cuando se lo simplificó recubre exactamente el esquema que fue elaborado en esa época como el del homeostato. Además una vez que se elaboró así vemos que la noción freudiana de la retroacción que figura en "El hombre de los lobos", se deja representar también de este modo. Por lo tanto, sobre el mismo esquema vienen a converger estos tres vectores. Heidegger, los robots inteligentes puestos a punto en los años 1950 y luego la retroacción freudiana.

Sobre este esquema Lacan va a realizar la hazaña de situar a la vez, la estructura de lenguaje que ubica aquí en A mayúscula (JAM rodea el punto del futuro y escribe allí A), y al mismo tiempo, el esquema del intercambio de palabra, con el sujeto (JAM escribe $ en el punto del presente) y su interlocutor, etcétera, llega aquí a representar, de un modo unitario, múltiples funciones. Es la hazaña que se realiza en sus Seminarios 5 y 6.

No voy a entrar en el detalle genealógico. Me conformo con decir, desde este punto de partida palabra y lenguaje, que cuando hace operar esta pareja de conceptos sobre la teoría de Freud, resulta de ello un corte (JAM traza un gran barra vertical a la derecha del grafo), que podemos decir que está presente en Freud mismo, pero este corte se vuelve allí patente: es decir que lo que es del orden de la pulsión -el registro del ello, la Befriedigung, la satisfacción, la libido-, es otra cosa.

Antes de Lacan ya habían señalado la diferencia entre la primera y la segunda tópica, habían notado que Freud fue llevado a modificar sus concepciones iniciales presentando otra configuración esencial de su teoría, por lo tanto era una evolución y el cuerpo de psicoanalistas había elegido la segunda tópica, había elegido considerar que representaba un progreso que justificaba dejar de lado la primera. Por lo tanto, ya antes de Lacan se tenía la idea de un clivaje en la teoría de Freud. En cierto modo, Lacan avanzó eligiendo de manera inversa a todos los demás, al menos la elección inversa a la mayoría de la comunidad psicoanalítica internacional, pues por privilegiar palabra y lenguaje, privilegió la primera tópica en detrimento de la segunda. Salvo que lo que dio la dinámica de su enseñanza, durante todo el tiempo que duró, es tratar -digámoslo en los términos que he empleado- de retraducir la segunda tópica en los términos de la primera, de no sacrificar la primera tópica en beneficio de la segunda, de no sacrificar la segunda en beneficio de la primera sino de repensar la segunda a partir de la primera, es decir de repensar la teoría de las pulsiones a partir del desciframiento del inconciente.

En su Seminario vemos a Lacan luchando con una cuestión que toma cada semana una forma diferente pero que es profundamente la misma: la que consiste en dar cuenta, en términos de palabra y lenguaje de lo que se desprende -digamos la palabra que él mismo eligió- del goce. Lo he dicho, si los seis primeros Seminarios son la base de su enseñanza es porque llega a una solución que consiste en decir: la pulsión es una cadena significante. La pulsión es una cadena significante, sólo los significantes son tomados prestados al cuerpo -para hacerlo simple-, son significantes orgánicos.

Es tan así que él dio a su grafo un segundo piso, que es el piso de la pulsión (JAM dibuja el segundo piso del grafo y rodea con un pequeño círculo el lugar de la pulsión), escribe la pulsión aquí como una cierta modalidad de la relación del sujeto con la demanda (JAM escribe $ losange D mayúscula a nivel del pequeño círculo), con una demanda enunciada -el sujeto, en lugar de desaparecer en la demanda, figura allí-, y trae un término que me perforaba la cabeza hace tiempo, dice: esto inscribe la pulsión como tesoro de los significantes, lo que en la continuación del texto verdaderamente no se comprende. No se comprende más que si captamos que bajo esta sigla bizarra (JAM pone entre paréntesis la fórmula de la pulsión), trata de escribir al O mayúscula de la pulsión (JAM escribe A pulsión debajo de la fórmula de la pulsión). Porque en efecto llamaba al Otro mayúscula el tesoro de los significantes ¿no es cierto? El llamaba el tesoro de los significantes al Otro mayúscula, y sitúa también el equivalente de ese Otro mayúscula a nivel de la pulsión escribiéndolo bajo esta forma, como si existiera el equivalente de este Otro mayúscula a nivel de la pulsión. De algún modo es su escritura del ello, la que figura allí: el ello freudiano figura allí en su esquema (JAM escribe A pulsión equivalente ello).

La verdad es que hay un primer nivel que es la cadena significante, la cadena significante de la palabra fundada en el Otro del lenguaje (JAM traza un vector horizontal a la derecha de la barra y a la altura del primer vector transversal), y hay otro orden, el del goce, que Lacan concibe como pulsión -cadena significante (JAM traza un segundo vector horizontal a la derecha de la barra y a la altura de la fórmula de la pulsión)-. Construye por lo tanto esto en homología, y este clivaje es el que da -yo decía- su dinámica a toda su enseñanza.

En la época en que redacta su texto, 1962, ustedes podrán constatar que da un lugar distinguido a lo que llama el fantasma: da al fantasma un lugar intermediario entre estos dos niveles y hace de él, de alguna manera, el enganche de esos dos niveles (JAM escribe fantasma entre los dos vectores de derecha y marca un punto de enganche entre esos dos niveles).

Si el fantasma tomará un lugar determinante en la enseñanza de Lacan, hasta ser, en sus Seminarios 14 y 15 la clave de lo que el llama el pase -elabora el fin de análisis como el pase a partir de lo que llama la lógica del fantasma- es porque seleccionó en Freud el concepto del fantasma como el lugar de elección donde se cruzan el lenguaje y el goce.

Podría tomar prestado de su texto "Kant con Sade" el bello adjetivo que figura allí con otro propósito, para decir: el fantasma es un amboceptivo. Escribo este término en el pizarrón porque no es de uso corriente: amboceptivo, tiene la misma raíz que ustedes tienen en ambivalente -digamos para los dos- está enganchado, capta los dos lados.

Ya en Freud el fantasma expone una conexión completamente especial entre el lenguaje y la satisfacción. Por lo tanto, muy rápidamente Lacan seleccionó el fantasma como el lugar de elección de esa paradoja que constituye la unión del significante y del goce. Porque el fantasma freudiano es primeramente una frase: "Pegan a un niño", se desprende de lo simbólico; en segundo lugar es una escena, no se habla de fantasma más que cuando hay una representación y por lo tanto se desprende de lo imaginario; y al mismo tiempo comporta, está acompañado, es una condición de goce, y digamos allí -para ir rápido- que el registro de lo real está implicado. Dicho de otro modo, el fantasma ya es el nombre de un nudo de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real, y es especialmente la conexión de lo simbólico y de lo real, del significante y del goce.

De allí, correlativamente, podemos ubicar la idea de un atravesamiento posible, la idea que pueda cesar de escribirse, un atravesamiento que es un desanudamiento, una desconexión del significante y del goce. Y la teoría del pase en Lacan está preparada desde los primeros retoños, los primeros brotes de su enseñanza.

Ustedes saben, es como los Google Maps (risas), vemos de muy cerca y luego apretamos los botones y vemos cada vez más lejos, entonces yo creo dar, no los detalles exquisitos de la enseñanza de Lacan, sino en el fondo, la línea de relieve, que permite completar.

Lo que nos es presentado bajo esta forma compacta del fantasma podría introducirlo en mi fenomenología elemental de la experiencia. En regla general, hay en los sujetos neuróticos -¿es una frase?-, hay en regla general una pequeña historia, una representación imaginaria, que es el soporte del goce o bien solitario, como se dice, o incluso en el acto sexual con un partenaire. Está presente en efecto. Está lejos de ocupar todo el análisis. Es un fragmento, es un episodio, por otra parte tiene sentido que no venga tan fácilmente. Hace tiempo, al comienzo de mi tentativa lo había examinado cuidadosamente: el silencio que lo rodea la dificultad de la confesión, el punto exquisito que representa ese fantasma. En mi tentativa de saber donde estaba después de la muerte de Lacan, comencé por allí. Del síntoma al fantasma.

Es propio de Lacan haber seleccionado esto para hacer el punto exquisito de la cura psicoanalítica. Evidentemente no funciona sin una cierta extensión del término, un poco a distancia del episodio preciso de la pequeña historia que hay que contarse para gozar. Pero en el fondo tenemos allí el punto privilegiado, lógicamente privilegiado, donde se conjugan la primera y la segunda tópica, donde se conjugan lo que es lingüística, y lo que se desprende del no-todo-lingüística.

Me resta por decir el relieve donde se inscribe la muy última enseñanza de Lacan. ¡Y bien! Es simplemente que ese privilegio del fantasma lo extiende al síntoma.

Pone de relieve que la conexión del significante con el goce no es verdadera más que para el fantasma, que el menor síntoma en el sentido freudiano, el menor síntoma del que testimonia el sujeto que lo elabora, es también un lugar donde el significante y el goce están adheridos, conectados. Y el carácter de satisfacción incluido en el síntoma, es lo que Freud pone de relieve a propósito del síntoma obsesivo, en "Inhibición, síntoma y angustia".

Por lo tanto, la dinámica propia de la enseñanza de Lacan lo conduce a singularizar el fantasma a seleccionar entre todos los conceptos de Freud ese concepto, el quinto concepto fundamental del psicoanálisis -si lo pensamos a partir de Freud-, a seleccionar el fantasma como el lugar de elección de esta juntura, y el final de su enseñanza, lo conduce a destruir este privilegio, o a extenderlo al síntoma.

Entonces, el carácter amboceptivo del fantasma está puesto de relieve en la fórmula que Lacan había elaborado, que conjuga -signo del losange- el sujeto de la palabra -el sujeto barrado- con el objeto a minúscula (JAM escribe la fórmula $ losange a minúscula debajo de la palabra amboceptivo),el carácter amboceptivo del fantasma está reflejado en la conexión establecida entre este objeto que yo diría -empleando una expresión ya tardía de Lacan- condensador de goce (JAM marca la a minúscula con una flecha subyacente),y ese sujeto barrado, ese sujeto cuya barra le viene de lo que Lacan llamaba su subordinación al significante. Por otra parte, es por eso que Lacan tratará, a través de figuras topológicas, de representar esta unión de los contrarios, si puedo decirlo, esta conjunción de dos dimensiones profundamente distintas.

Evidentemente, Lacan no había dado al comienzo de su enseñanza ese valor al síntoma. Fue ante todo sensible al hecho de que el síntoma fuera descifrable -como un sueño-, lo que estaba en primer plano era por lo tanto la interpretación del síntoma y clasificaba de este modo al síntoma entre las formaciones del inconciente. ¿Qué dice la palabra misma de formación? Que se trataba, ante todo, de formas significativas. Lo que las formaciones dejan de lado, si puedo decirlo, es el fondo de goce del síntoma, del sueño, del lapsus, etcétera. Este fondo de goce, es aquel que Lacan designó, y fue designado, como a minúscula (JAM circula la a minúscula en la formula del fantasma). Puede decirse aquí que la fórmula del fantasma sería la buena fórmula de todas las formaciones del inconciente: todas las formaciones del inconciente deben retomarse bajo las especies de la conexión del significante y del goce.

Entonces, esta toma de distancia, este relieve que dibujo, que hago surgir, deja en la sombra el trabajo minucioso, maravilloso, de joyero, que Lacan pudo hacer para producir y para insertar este objeto a minúscula.

Hizo nacer este objeto a minúscula pensando la relación del a minúscula con el falo (JAM escribe 1/a losange fi). En el fondo la diferencia de los dos es que, evidentemente, el falo está ligado a una forma imaginaria, en tanto que el símbolo a minúscula no lo está. Por ejemplo, elaboró esto bajo la forma que a minúscula es el objeto que viene a colmar la falta dejada por la castración marcada menos fi (JAM escribe a sobre menos fi al lado de la fórmula precedente y la indexará luego con la cifra 1 rodeada de un círculo). Llegado el caso, dio también una genealogía imaginaria del objeto a minúscula (JAM escribe a minúscula entre dos barras a la derecha de las fórmulas precedentes) mostrando sus determinaciones orgánicas, lo que ustedes tienen en el Seminario de La Angustia. Pero profundamente pasó de la referencia al falo a la referencia al objeto a minúscula como algo más general.

Concomitantemente, fue la relación de a minúscula con el sujeto (JAM escribe 2/a minúscula losange $). La escritura del fantasma (JAM muestra la formula del fantasma que indexará luego con la cifra 2 rodeada de un círculo) es pariente de la escritura a minúscula sobre menos fi, es decir, inscribiendo el objeto a minúscula como un complemento del sujeto.

Pensó también el objeto a minúscula en su referencia con el significante (JAM escribe a losange S), con la palabra, marcando que en cierto modo la palabra está infiltrada de goce -no dio un símbolo para eso, yo podría escribir S mayúscula y a minúscula entre paréntesis- (JAM escribe S(a) al lado de la fórmula precedente) para que haya cada vez un pequeño símbolo (y JAM numera entonces del 1 al 3 las fórmulas a sobre menos fi, $ losange a minúscula, S mayúscula y a minúscula entre paréntesis). Es en este registro que pudo decir: la interpretación del significante apunta de hecho al objeto a minúscula. Y es también poniendo de relieve la relación del objeto a minúscula con el significante que pudo decir: el objeto a minúscula no tiene más que una consistencia lógica, tachando toda la genealogía orgánica que había podido dar al objeto a minúscula.

Pero estos diferentes momentos de la construcción ceden al cuarto momento en que pensó la relación del objeto a minúscula, condensador de goce, con el goce (JAM escribe 4/ a minúscula losange J mayúscula), que escribo con un símbolo que ya he empleado, y que no es, propiamente hablando, en Lacan la J mayúscula -quizás lo fue una vez-.

Es allí donde a minúscula cedió. Es decir que la idea de una cápsula de goce, alojada en el fantasma, alojada en la palabra, la idea de una cápsula de goce apareció. Pero a distancia de la experiencia. La experiencia es mucho más que hay goce por todas partes: la relación con el goce no está condensada, no está encerrada, no está aislada en una burbuja, en el fondo no se le da límite.

Hay que decir que si no ha sido completamente descifrado, es que Lacan había insistido por el contrario en el carácter de más-de del goce, en su carácter en exceso, en su carácter transgresivo -lo aborda así, en particular en su Seminario 7. La ética-. El goce por todas partes, es una mutación del concepto de goce en Lacan -y esto vemos que se efectúa en El Seminario 20. Aun-.

Esto ilumina de otro modo el lo-que-eso-quiere-decir de la palabra analizante, el lo-que-eso-quiere-decir de las formaciones del inconciente da la respuesta: lo-que-eso-quiere-decir es el goce -trabaja para el goce y expresa el goce-. El goce no es sólo transcendente, no es simplemente una finalidad que trasciende las formaciones del inconciente o la palabra -en el sentido que mi martillo trabaja para el goce-, el gozar está en el decir.

Es decir: no trascendencia del goce sino inmanencia del goce.

Esta extensión conceptual del fantasma es lo que Lacan llamó el sinthoma. Debió inventar un neologismo, que es de hecho un arcaísmo, para marcar que no se trata del síntoma-formación del inconciente sino que se trata del síntoma como el nuevo nombre de las formaciones del inconciente: en tanto que sinthoma designa el conjunto de las formaciones del inconciente y más allá designa su fondo de goce, el fondo libidinal de las formaciones del inconciente.

Resultado de ello es que ya no se trata de levantar el síntoma, porque el sinthoma aparece como una positividad -una positividad que hace perder al desciframiento freudiano su privilegio-. Allí está la dificultad puesto que tenemos como fondo este desciframiento y es evidente que nuestros esquemas implican siempre un menos, implican una falta, mientras que la tesis del goce por todas partes, por el contrario, nos presenta una positividad a la cual le es inmanente el goce.

Se trata de elaborar los conceptos que permiten captar que sin embargo ocurren transformaciones. No es porque esas transformaciones no tengan aspecto de franqueamiento o de revelación que no ocurran. No las llamamos transformaciones -puesto que está allí el término forma-, llamémoslo mutaciones: mutaciones de goce que ocurren en la positividad del sinthoma.

En definitiva no es tan difícil de comprender.

Razonábamos hasta ese momento en los términos siguientes. Hay un equilibrio o del aparato psíquico o del organismo, un equilibrio homeostático, que se llama placer o que se concluye que está consagrado por el placer (JAM dibuja una curva que se cierra sobre sí misma en torno de la palabra placer). Y más allá, si forzamos estos límites, está el displacer o esta forma de placer especial que se llama goce (JAM traza una flecha que parte del placer y choca con una barra vertical detrás de la cual escribe displacer y goce), pero que confina con el displacer, y que es en todo caso un más-de. Y es esto lo que permitía articular este suplemente que es, en relación con la homeostasis de placer, el objeto a minúscula (JAM escribe bajo la barra + de seguido de (a)).

Se trata aquí de razonar de otro modo y de decir que la meta de un análisis -en relación con la positividad del goce- es disminuir el displacer que este goce causa y aumentar el placer del que es susceptible. Es decir que no es necesario razonar en términos de franqueamientos sino en términos cuantitativos, en términos de más o menos -el menos, no es aquí una falta, queda positivo-.

No es necesario razonar según una ruptura cualitativa que siempre nos encanta. ¡Ah ! Hay un acto, entonces hay un antes y un después, ¡Oh ! (JAM abre ampliamente los brazos encantado) (risas), es allí cuando hay corte que obtenemos el plus de gozar, si puedo decirlo, en las asistencias psicoanalizantes y psicoanalíticas.

Aquí, se trata de otra cosa, se trata de lo que podemos llamar arreglos: es necesario que eso se arregle de otro modo para que la cantidad de displacer que les da su síntoma disminuya y que ustedes estén más confortables con él.

No se presta a las mismas declaraciones de "¡Aleluya! ¡El hombre nuevo ha nacido!" (risas). "Yo soy el divino niño de mi análisis" (risas). "Yo comienzo de cero", esto es el vagido del llamado al pase: renacer, el despertar.

Aquí es mucho más modesto. Es del orden de lo que Lacan dice: la satisfacción que marca el fin del análisis. Uno está más confortable en su miseria -es de todos modos más cercano de lo que se observa-. Es decir, hacer de manera que el sinthoma, en el mejor de los casos, se ponga a darles placer, quizás los cure, les permita hacer una obra -como Joyce-, y en todo caso les aporte una pequeña satisfacción.

Dicho de otro modo, no se trata aquí de atravesamiento. El atravesamiento es del mismo registro que el franqueamiento, el despertar, la renovación: "deja al hombre viejo detrás de ti, vuélvete el nuevo". Eso es el atravesamiento, lo imaginario del atravesamiento que Lacan, hay que decirlo, explotó ante auditorios que en esa época eran revolucionarios -les aportó una revolución (risas) para hacerse escuchar-. No el atravesamiento sino un acomodamiento, una medida.

De tal suerte que hace desaparecer un poco -no completamente- atenúa la diferencia entre la detención del análisis y el final propiamente dicho del análisis.

Constatamos que el análisis se interrumpe. Se trata de saber si se interrumpe en la satisfacción o la insatisfacción. Por otra parte es muy difícil saber la insatisfacción: no alcanza con irse del análisis diciéndole al analista: "usted es un estafador" (risas) para que de hecho no se esté satisfecho de todos modos de lo que se ha hecho allí -el analista puede ser un estafador, pero el analizante también (risas) sin saberlo-. A partir del momento en que es la satisfacción la que juzga, sin duda hay una diferencia entre simplemente detener su análisis o terminarlo, pero se trata de llegar a decirlo lo más ajustadamente posible.

¿Es suficiente decirlo en términos de lucidez? Lacan concibió el atravesamiento del fantasma como una revelación, la revelación del objeto causa. ¡Ah! ¡Ya lo veo! Veo analizantes que dicen "me quedo en análisis en tanto no he encontrado mi objeto causa" (risas), ¡siempre pueden buscarlo! (risas), porque en ese caso la relación con el goce está concebida como un insight, la relación con el goce está concebida con el modelo de la relación a la verdad. Puedo concluir en esto por hoy, ya veré lo que encuentro para la próxima vez. No hay verdad del goce -y por lo tanto es en vano que se busque el objeto causa, el a minúscula como la verdad de su goce-. Se dice -esto entró en las cabezotas- el fuera de sentido del goce pero esto comporta precisamente que no haya verdad del goce, que el goce está también fuera de la verdad.

Por lo tanto termino hoy con una lección de modestia, de mesura. Es lo más difícil de alcanzar. No es el hombre nuevo, no es el nuevo nacimiento, no es la tierra prometida -el sinthoma no tiene tierra prometida-. Hay simplemente un ir más bien mejor. Cuando se instala, cuando dura, cuando les cuesta menos -y en particular, no más análisis- y bien, ya es demasiado. Hasta la semana próxima (aplausos).


(Recapitulación de lo que JAM escribió en el pizarrón)

 
Traducción: Silvia Baudini
 
Notas
* N de T. Juego de palabras entre savoir (saber) y ça-voir (ver eso).