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NOCHES EN LA ESCUELA
Consejo
 

25 de Marzo de 2021 | 20:00 hs.

"Lecturas de Germán García"

Invitados: Elena Levy Yeyati, Graciela Musachi y Mónica Torres.
Coordina: Guillermo Belaga

Germán García analizante
Elena Levy Yeyati

En 1991 Germán García dicta las primeras Conferencias Oscar Masotta organizadas por el Campo Freudiano en Barcelona. Jacques-Alain Miller hace la presentación de Germán: “…Como analista, se puede decir que siempre se mantiene también en la posición del analizante en relación al Sujeto supuesto Saber... El testimonio de eso es una persona, creo, sin ninguna infatuación.”[1] La capacidad de mantenerse en posición analizante fue un rasgo que también percibíamos quienes nos formamos con él. A pesar de su sabiduría y lucidez Germán no se la creía, su enunciación carecía de solemnidad. Esta conexión tan singular y delicada entre posición analizante y ausencia de infatuación me llevaron a buscar[2] lo que dijo Germán de su análisis ya que sabemos que se analizó en dos oportunidades y dejó huellas de la experiencia. Hizo un primer análisis con Ricardo Malfé y el segundo con Eric Laurent.

Primer análisis
En diciembre de 2001 Germán da dos entrevistas distintas en las que habla de su análisis. “¿Cómo fue el tránsito de la literatura al diván?”[3] le preguntan en una de ellas. “No fue de la literatura al diván -responde corrigiendo a su interlocutora-. Empecé a analizarme a consecuencia de dos acontecimientos casi simultáneos: que se murió mi padre y que nació mi primer hijo. Había publicado hacía poco tiempo mi primera novela…las coordenadas de mi vida estaban un poco cambiadas de lugar (y) entonces me empecé a analizar, a partir de lo cual comencé a interesarme por el psicoanálisis, cursado por un interés por la crítica literaria. Estudiaba lingüística, después me fui a estudiar con Masotta en el ’69...”. Aquí relata su encuentro con el psicoanálisis de un modo muy ortodoxo, tradicional e incluso, conservando el marco legal.[4]

Curiosamente, en la otra entrevista[5] Germán se refiere a su primer análisis en el contexto de lo que sería su pase de la literatura al psicoanálisis. En ese entonces tuvo, lo cito, “la suerte… de conocer a Masotta. Yo era lector de lingüística. Iba siempre a la Facultad, en Viamonte, a escuchar a gente de lingüística... Había escrito un prólogo a un libro que se llama El Fiord [6]de Osvaldo Lamborgini que le hice llegar a Masotta… [que dijo] "Tenés que leer a Lacan, te va a interesar". Entonces armamos un grupo.”

Y es allí que se empieza a analizar. En esta entrevista el encuentro con Masotta y el interés por el psicoanálisis están primero. Y no me refiero a la cronología -da la impresión que sucede todo eso casi simultáneamente entre 1969 y 1970- sino a la lógica con que articula el inicio de su análisis. La articulación que hace para esta entrevista destaca algo “snob” a la hora de demandar análisis, algo que iba con la corriente de esos tiempos.

Sin embargo, en ambas entrevistas precisa muy bien que lleva al análisis los avatares de una carencia, un corte radical entre vida y muerte. “En el 67 murió mi padre y nació mi hijo. Recuerdo que Lacan decía que mientras vive el padre, el padre está entre la muerte y uno, y cuando el padre muere, está uno frente a eso… era como el retorno de lo familiar, de donde me había ido, ahora bajo la forma de que el responsable era yo…Y eso me inquietaba mucho.”[7]

Con un estilo en un caso más tradicional, y en el otro un poco snob, ubica invariablemente un salto en su vida. Pero la diferencia gira en torno a la transferencia. ¿Cómo pensar la transferencia en su primer análisis? Porque está Malfé y está Masotta, de entrada.

A Ricardo Malfé[8] no lo conocía. Era psicólogo, profesor universitario de Psicología Institucional, no era lacaniano pero tenía, dice Germán, una erudición muy particular, lo que acentuó “ciertos rasgos”... Estando en análisis con él, el primer trabajo extenso que escribe de psicoanálisis dice exagerando “…debe tener 62 referencias en 20 páginas[9]... Pensaba que el otro sabía, y cuando pensás que el otro sabe, tratás de ponerte a la altura…Otro trabajo extenso que escribí fue “El saber de la Gradiva”...ese texto se lo dediqué a Ricardo Malfé y Oscar Masotta.”[10] Imaginariamente, pensar que el otro sabe, puede llevarlo a presumir. Pero a otro nivel, esa posición frente al Sujeto supuesto al saber, cancela la infatuación en lo que ésta tiene de prepotencia inmediata y del goce de creérsela.

Germán se analizó con Malfé hasta que, luego de 5 ó 6 años “le dio el alta”, como se estilaba decir. Aunque dejaba afuera su propia relación con el psicoanálisis, entonces totalmente orientada por y hacia Masotta, la experiencia lo benefició desde el punto de vista sintomático. Sin embargo, hasta donde conozco[11], Malfé no forma parte del paisaje de la historia del psicoanálisis a la que Germán se consagró. En su hystoria[12]hay una transferencia silenciada, que tal vez conecte con lo indecible ya que se diferencia de forma neta del saber alegre que lo hizo hablar y escribir incansablemente sobre Masotta.

Su otro análisis
Contrariamente a Bouvard y Pecuchet, los personajes de Flaubert que querían derivarlo todo de la lectura, Germán hizo la experiencia, se formó un juicio y adquirió el gusto por el psicoanálisis de orientación lacaniana analizándose, analizando y controlando. Contamos para ello con los relatos, orales y escritos, de su formación con Eric Laurent. Ese análisis se inicia en los ’80[13] cuando pocos meses después de la muerte de Masotta va a vivir a Barcelona, y duró alrededor de 12 años. Las fechas son algo imprecisas, no así la partida jugada en el inicio y su final.

Dice Germán: “Si tuviera que hacer ahora una evaluación histórica y comparar con otro análisis más extenso, que tuve con Eric Laurent, diría que la diferencia con Laurent es que no se dejaba el psicoanálisis fuera del análisis…”[14]

En este análisis está muy presente la práctica como efecto de formación. “Me fui a analizar con Eric Laurent porque se había analizado con Lacan. Porque de pronto digo: "y esto ¿cómo funciona? ". Freud te da pistas de lo que hay que hacer…con los Escritos técnicos por ejemplo te podés dar cuenta. Pero en Lacan no hay pistas de en qué consiste la práctica lacaniana… Hablar sobre el psicoanálisis no es hacer la experiencia del psicoanálisis…”.

Lo guiaba también un interés político. Ya sin Masotta y habiendo suscitado transferencias importantes (positivas y negativas, especialmente en Barcelona) quiso poner bajo el paraguas del Campo Freudiano el empuje de su deseo de analista y de enseñante. Prueba, también ésta, de una ausencia de infatuación.

Finalmente, Germán testimonió acerca de transformaciones subjetivas singulares producto de ese análisis.

Testimonio de fin de análisis
Germán creía que hay fines de análisis pero que no es muy seguro indicar cuando eso ocurre. Es aquí donde podemos señalar el interés que tienen los sueños del final que se relacionan con la temporalidad de la retroacción y su habrá sido. Lo cito: “Terminé mi análisis, en una decisión consentida por Laurent, después de 12 años, más o menos, y no sabía muy bien lo que había hecho. Como todo es retroactivo…no creo que alguien pueda tener una certeza anticipada de eso…Un día venía en un taxi con una mujer que sabía que se analizaba con Laurent... Me acuesto y tengo un sueño donde ella me decía, en casi la misma escena que la tarde, "mirá, ahí va Laurent". Yo me daba vuelta, y no había nadie. Y no le decía nada pero pensaba "ella lo sigue viendo". (Entonces) Estuve seguro que se había terminado la cosa.”[15]

Aunque Germán no hizo el pase fue un gran defensor del mismo. En 2008 publica un breve texto[16] que puede considerarse la escritura testimonial de un análisis llevado hasta su fin. La entrada gira en torno a la cuestión paterna y la repetición que hace de su neurosis un destino: “El pasado que vuelve, como la lluvia, era la extraña derrota de mi padre. Había tenido la inteligencia, el humor y el gusto por la vida que le admiré en mi infancia… Pero eso había desaparecido entre fracasos laborales que convirtió en destino…En Barcelona (yo) de día trabajaba en el psicoanálisis, de noche me refugiaba en identificaciones paternas: iba a beber y disparatar con amigos, en un clima de humor masoquista que no presagiaba nada bueno. La situación familiar me resultaba asfixiante, no sabía cómo actuar con mis hijos. Gracias a la confianza y la ayuda de los que después serían nuevos amigos, logré sobreponerme a esa situación y solicitar un segundo análisis.”[17]

El vértigo de los pasajes escritos en pocas líneas se confunde con el de sus encuentros analíticos con Laurent en París, relámpagos que redujeron una historia a ciertas palabras entre las que descubre el enigma que el deseo del Otro le plantea: “El famoso destino de mi familia era haber probado que el significante del dinero puede abolir cualquier significación -como dijo con fuerza Jacques Lacan- y que la palabra entre nosotros carecía de propiedad alguna. Letras de cambio borradas, enigmas que terminaron por causar risa, pero que no fueron nada gracioso en aquel pasado…Un día después de una sesión donde conté que un nativo de Barcelona se refería a los argentinos como "buscavidas", caminaba junto a mi analista porque estábamos en el contexto de alguna Jornada de Psicoanálisis: entonces le escuché decir, sin dirigirse en particular a mí, que ese catalán también viviría de algo. Me sorprendí en ese momento. Pero más en los años siguientes, porque me separé de manera definitiva de lo que parecía un destino inexorable. Ahora me ocupo del psicoanálisis y el psicoanálisis se encarga del resto.”[18] Para este analizante devenido analista,“buscavidas” nombra, en su preciosa equivocidad, un más de vida, una existencia, allí donde se realizaba el sujeto como pérdida, como inconsciente, como ausencia.

Germán escribe su testimonio del encuentro y fin del análisis siguiendo una lógica que expuso en varios textos sobre lo que debería juzgarse (en el sentido del juicio de gusto kantiano no del juicio moral) en el dispositivo del pase: un análisis es en definitiva “transformar la tragedia edípica familiar, la compulsión de repetición, todo eso que Freud plantea, en una comedia…Entonces supongo que el final de análisis tiene que ver con una comedia…”-lo que quiere decir que no hay destino, hay contingencia-. Pero como “no se puede vivir en una contingencia, entonces se trata de transformar esa contingencia en algo necesario, eso para mí sería la identificación al síntoma.”[19], [20] Vale decir que siguiendo a Germán, identificarse al síntoma es, habiendo dejado caer las identificaciones familiares, arreglarse con el síntoma que somos nosotros mismos.

Transfiguraciones poéticas
En sus obras literarias dejó trazas del pase del psicoanálisis a la literatura y su retorno. Escribió Nanina[21], su primera novela, entregado a un obsesivo deseo de escapar de las fronteras de lo familiar y de estar loco en otra parte. En Miserere, la última que publica dos años antes de morir, anota: “Un hijo loco que se esfumó en la tarde, bajo el sol de la siesta -escribió la madrugada en que se fue de la casa paterna… ¿Cómo decir que el hijo era el que escribía, cuando la primera persona parece una confesión y la tercera una imagen?... ¿Quién empezaría así? Uno que huyó de la casa paterna, mientras esperaba el tren, con el deseo de alcanzar la eternidad de la poesía, con la desolada decisión de convertirse en Nadie para sus padres y en alguien para los otros.”[22]

Acaso estos pasajes sean una verdadera transfiguración de la novela familiar en otra cosa sin perder la emoción, sin solemnidad, y sin infatuación.

Marzo 2021

NOTAS

  1. García G., Oscar Masotta. Los ecos de un nombre. Presentación de J.-A. Miller. Barcelona: Atuel eolia, 1992, p.11.
  2. Quiero agradecer muy especialmente al grupo de analizantes y estudiantes de García, miembros y ex miembros del Centro Descartes, y de la EOL, que me ayudaron en esta búsqueda.
  3. Cueto E., Entrevista a Germán García. Realizada el 15/12/2001. Disponible en: https://www.elsigma.com/entrevistas/entrevista-a-german-garciain-memoriam/13526
  4. Cf. García G., Una larga marcha. En Mazza C. (comp.) Palabras de ocasión, 2018. Ni él ni Masotta practicaban entonces el psicoanálisis, ni era legal que lo hicieran.
  5. Herreros G., Ferrari N., Pietra G. y Sauval M. Reportaje a Germán García. Publicada en Acheronta. Revista de Psicoanálisis y Cultura N° 14 - Diciembre 2001. Disponible en https://www.acheronta.org/reportajes/garcia.htm
  6. García G., Los nombres de la negación. Prólogo a El Fiord de Osvaldo Lamborgini. Buenos Aires: Chinatown, 1969.
  7. Herreros G., Ferrari N., Pietra G. y Sauval M. Reportaje a Germán García… Op. cit.
  8. En internet el material sobre y de Ricardo Malfé es exiguo. Su entrada en Wikipedia está en gestación. Vivió entre 1936-2003.
  9. Herreros G., Ferrari N., Pietra G. y Sauval M. Reportaje a Germán García… Op. cit. El artículo mentado es “La ecuación cuerpo-falo y su relación con el simbolismo”.
  10. Herreros G., Ferrari N., Pietra G. y Sauval M. Reportaje a Germán García… Op. cit
  11. El asunto será motivo de otras lecturas.
  12. Malfé no fue considerado un analista. Pero recordemos que para forjar la hystoria (como él también la escribía) del psicoanálisis, García iba anudando el contexto cultural, político e institucional, sin descuidar a ilustres desconocidos -que podían ir desde fisiólogos, médicos, criminólogos, psicólogos hasta psicoanalistas-. O bien recurría a anacronismos tales como combinar los años ’30 en la Argentina y las tesis kantianas, herbartianas o las de Ramón y Cajal. Tenía método pero también había histeria en sus historias. Por eso considero que, de confirmarse, el olvido de Malfé tiene relación con su lugar transferencial.
  13. Tal vez lo inició en 1982 ya que en una entrevista cuenta que en 1980 J.-A. Miller y E. Laurent visitan Barcelona. “Dos años después estábamos en análisis en París”. García G., Una larga marcha…Op. cit., p. 107.
  14. Herreros G., Ferrari N., Pietra G. y Sauval M. Reportaje a Germán García… Op. cit
  15. Herreros G., Ferrari N., Pietra G. y Sauval M. Reportaje a Germán García… Op. cit.
  16. Germán García en Lévy B.-.H., Miller J.-A. (comp.) La regla del juego. Testimonios de encuentros con el psicoanálisis. Madrid: Ed. Gredos, 2008, pp. 114-120.
  17. Ibídem.
  18. Ibídem.
  19. Cueto E., Entrevista a Germán García. Op. cit.
  20. García G., D’Escolar. Buenos Aires: Atuel Anáfora, p. 91.
  21. García G., Nanina. Serie del recienvenido, 2011.
  22. García G., Miserere. Buenos Aires: Mansalva, 2016, p. 14.

 

Garcia
Graciela Musachi

Estoy reconfortada de estar esta noche aquí bajo la invocación de Germán García. Cuando en 2019 Guillermo Belaga me invitó a unas lecturas de Germán García el texto me surgió de inmediato y quedo sufriendo la cuarentena hasta que mis amigos de Tararira.2020 le dieron un lugar en esta revista digital. Es el texto que les leeré con los cambios que han sido necesarios, en particular la conclusión.

Cuando tuve que dar el discurso por el que la Legislatura de la ciudad le otorgaba la distinción de “personaje ilustre” recordé lo que hizo St. Denis –según lo relata Freud- después de su decapitación: levantó la cabeza del suelo y se marchó un buen trecho con ella en la mano. Su custodio comentó que, en ocasiones como ésas, lo que contaba era el primer paso.

Dije que, efectivamente, había que perder la cabeza para escribir Nanina. Hoy, sin embargo, quiero decir que había que perder la cabeza para hacerse un nombre, especialmente en su caso: García puede ser cualquiera e, incluso, ¡cualquiera puede ser Germán García! Este otro era de Bahía Blanca y escribió una cantidad de libros de ensayo, especialmente sobre ¡bibliotecas! Por eso hoy existe en Bahía Blanca la Biblioteca Popular don Germán García. Así apareció el “Leopoldo” hasta que, luego de que García (el nuestro) descubrió en una biblioteca de Boston que los libros de su doble y los de él estaban juntos en un anaquel, comprendió que era mejor aceptar las leyes no discriminatorias del Imperio y volvió a ser Germán García.

Yo misma descubrí otro eco del nombre cuando participé de la investigación de “La entrada del psicoanálisis en la Argentina”. Guiados por Freud, quien menciona a Gustavo Greve (GG) como quien en 1910, explica el psicoanálisis en un Congreso en Bs.As., descubro que el tal Gustavo se llamaba ¡Germán!

García se hizo un nombre en 3 tiempos, los del insaciable lector: Nanina, Literal, La entrada del psicoanálisis en la Argentina. Hacerse un nombre. Es la razón por la que elegí seguir el hilo del nombre en mi lectura de su conferencia (1991, poco antes de la fundación de la EOL) al recibir el primer Diploma de Socio de Honor de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona inaugurando así, en la Escuela Europea de Psicoanálisis, las Conferencias Oscar Masotta. Jacques-Alain Miller lo presenta en su estilo preciso, elegante y con algo de Witz al ubicar el rasgo de García. ña.

La conferencia “Oscar Masotta. Los ecos de un nombre” se desarrolla en tres días bajo los títulos “La lección de Oscar Masotta”, “Una escuela fallida” y “Los ecos de un nombre”. Seguiré las conferencias siempre al borde de la cita.

La lección de Oscar Masotta
Las primeras palabras de García se anuncian bajo el amparo de la amistad con el amigo muerto.

¿Cual es la lección de Oscar Masotta? En España, ante una audiencia mayoritariamente española y ante el francés Miller hace gala de una irreverencia sutil: García encuentra la lección del error de la insolencia de quien en los 50 (para conjurar la lengua de España) se identificaba con autores franceses (Sartre, Merleau Ponty) y confesaba imitarlos, tradición argentina clave y equívoca que sitúa el saber en Europa y el libro en Francia. Todo termina en parodia, la del Fausto de Estanislao del Campo según la ópera del francés Gounod. Dos gauchos amigos transvaloran la versión hasta transformarla en otra obra. ¡Vanguardia!.

Así, Masotta ilustra la fixión inaugural de la cultura argentina como revés del teatro del mundo en el que los protagonistas son los espectadores. ¡Qué distancia -lo digo yo- con el Borges que decía que los argentinos entienden la originalidad como el que imita a los últimos modelos de aquí y de allá sin caer en lo que no tiene precedentes, porque eso sería irresponsable. Quizás Borges, en su avatar francés Pierre Menard, era masottiano y no lo sabía, ya que el gran imitador no podía más que ser un gran último lector.

Para Masotta, luego, se trata de terminar con Sartre (sus posiciones políticas ya son inaceptables) es terminar con los afrancesados de la revista Sur-¡Ahora se es latinoamericano! Es clara la lección del “error”: ser un camaleón capaz de hablar la lengua del otro, un bufón que se pasea por los bordes de las instituciones.

Una escuela fallida
Una escuela fallida es la que parodia a la Escuela Freudiana de Paris como repetición original imposible: si se está a merced del Otro hay que tomar distancia, que no es sino el acordarse de olvidar, es decir imitar. En Masotta, otra vez ahora, la imitación es explícita cuando dice: Toda fundación es un acto fallido … incluso un Witz para no dejarse dominar por la lengua y el habla del Otro. Los mismos franceses, desde los siglos XVI y XVII, sentaron las bases de una cultura generalizada de la imitación para sustituir una cultura generalizada de la traducción. Negar la alteridad, lugar de un deseo de libertad y servidumbre, loca dimensión de la transferencia.

Esa escuela, dice García, “fue un entusiasmo, fue un refugio y se presenta ahora como un obstáculo [… ] Aquella escuela fallida se me presenta ahora como un cadáver de nuestro idealismo”.

Los ecos de un nombre [1]
“Historia de los ecos de un nombre” es el texto borgiano que ordena la tercera conferencia porque la parodia aquella plantea el problema del nombre: para odiar, solía decir García. Aquí aclara: la debilidad del nombre exige insignias.

En el texto borgiano, el nombre del que se trata es el nombre que Dios se da: Soy el que soy. Los ecos se encuentran en la comedia de Shakespeare “A buen fin no hay mal principio” y el personaje en juego es Parolles (suena como función de la palabra en francés) cuya cobardía llega al límite de transformarse en otra cosa, la de responder al Otro que no es más que exigencia de goce. Los otros ecos llevan a García a encontrar analogías con el escritor y el goce donde pierde el nombre porque esta Historia habla de “la pérdida, la ausencia del nombre, de la destitución del que habla realizada por el lenguaje. El lenguaje es culpa pero por eso mismo la palabra puede modular la angustia que amenaza desde esa otra cosa que soy susurrada por un nombre”.

Así ha sonado un último eco del nombre, para otra cosa, Título del que ahora es libro: “Para otra cosa. El psicoanálisis entre las vanguardias”.

Para otra cosa, porque sólo Dios sabe lo que se cifra en el nombre, dice la milonga.

La escuela fallida
Toda fundación es fallida.

Últimamente escucho que algunos se preguntan qué hubiera dicho Germán García de esto o de aquello. En lo que respecta a nuestra escuela, si el instante de mirar está en el momento de concluir quiero atenerme en este momento a lo que Germán García le dijo a Stella Palma el 7.12.92 a poco de fundarse la EOL (El Caldero N° 8)

”El obstáculo en cada uno, y no me excluyo, es atravesar ese momento en que –como dijo Miller- el desengaño puede ser lo más engañoso.

El gay saber supone que es necesario rechazar la distracción a cualquier precio, el trabajo a cualquier precio y aceptar el hastío. Es difícil, estamos siempre entre nosotros”

Para mí, esta es la lección de Germán García.

Marzo 2021


 

Germán García o el arte de la disputatio.
Mónica Torres

Seguramente, me digo, estoy aquí por el largo recorrido que compartí con Germán García.

Desde que leí su novela Nanina, ese fue mi primer encuentro con él. Lo leí siendo muy joven, él también lo escribió siendo muy joven. Alguien me lo señaló en el bar La Paz: “ahí va el autor de Nanina, ese es Germán García”.

Los dos ya estudiábamos con Masotta, pero lo ví por primera vez ese día.

Hasta la presentación de mi primer trabajo en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, de la que él fue fundador, la Escuela de Masotta nos formó a ambos.

Por supuesto que esa primera vez, ya hubo entre nosotros lo que hoy voy a llamar nuestra primera “disputatio”. Una conversación, diríamos hoy Isabel de R, enigma o aporía, se titulaba el trabajo.

No es exactamente lo mismo, por supuesto. Con él era la disputatio.

Después nuestra común estadía en Barcelona, a la que él arribó unos años después que yo, el regreso, la fundación de la EOL, la Convocatoria a la Escuela, el primer Consejo, el primer Cartel del Pase. Todo eso compartimos.

Por eso lo nombré la Noche del Consejo, en el 2019, una noche a la que llamé Elogio del Pase y en la que recordé que él era Presidente de la EOL cuando se votó el primer Cartel del Pase, en 1995 y también recordé su frase: “Un sueño entró en la historia”. El Pase había sido nuestro sueño de Escuela y ese día entró en la historia.

Por eso le dedicamos un homenaje en el anteúltimo número de la Revista Enlaces, escribieron allí Víctor Miguel Pesce y Claudia Castillo.

No siempre estuvimos de acuerdo con Germán, es más, muchas veces estuvimos en franco desacuerdo.

Y sin embargo, recuerdo textualmente algunas de sus frases, las que a veces me susurraba en el oído en una Asamblea de la EOL, o las decía con su sonrisa irónica en el Consejo, en las reuniones del Cartel del Pase, que se hacían en mi consultorio … muchas de esas frases resultaron inolvidables para mí.

No éramos amigos, no puedo encontrar ninguna categoría que nombre lo que fue mi larga relación con Germán. No la hay. Y sin embargo cuando se me propuso (lo hizo Guillermo Belaga), que participe de esta noche que ninguno de nosotros quiere nombrar homenaje, aunque lo es, entre todos los recuerdos mezclados de lo que leí de él, de lo que le escuché decir, empezando por Nanina se me impuso una palabra: “Pasiones” y recordé su Curso sobre las pasiones, que en ese momento no recordaba de que año era, ahora lo sé, era de 1999.

Lo volví a comprar en el Centro Descartes y me lo llevé a lo que fueron mis últimas vacaciones antes de la pandemia, en febrero de 2020…para luego encontrarlo revisando papeles, las cosas que encontré! Hasta la carta en la que Masotta me dice que vaya a Barcelona, cuando tuve que irme del país, pero esa es otra historia, aunque también nos relaciona…

Vuelvo al Curso sobre las Pasiones.

Y allí está Germán en la primera clase, la del 7 de enero del 99.

Y lo que dice es tan, tan actual. Lo cito: “Les voy a contar de qué forma me interesé por este tema. Dicho por la negativa (sigue), mi interés se originó por el aburrimiento que me produce la forma en que nos contamos el psicoanálisis unos a otros en la Ciudad de Buenos Aires.

Dicho por la positiva, quería encontrar alguna idea un poco menos abstracta de las que Jacques Lacan plantea cuando habla de la exclusión, forclusión o rechazo del sujeto por la ciencia moderna…”

Germán piensa y acuerdo con él, que la falta de interés de algunos colegas por el tema se relaciona con que identifican la pasión con el imaginario, entonces “no vale la pena”. Pero para él no era así. Ni tampoco se trataba de un espejismo. Tampoco para Lacan. Lacan retoma el tema de las pasiones en “Televisión” que es del año 1973, cuando él ya tenía 72 años y Germán cita a Lacan: “La simple resección de las pasiones del alma, como Santo Tomás, nombra pertinentemente esos afectos, la resección desde Platón de esas pasiones según el cuerpo, cabeza, corazón. ¿No es ya el testimonio de lo que es inevitable para su abordaje, pasar por ese cuerpo que yo digo no estar afectado más que por la estructura?” (Fin de la cita de Lacan.)

Reivindica en ese curso Germán, que las Pasiones están relacionadas con lo imaginario, sí pero también con lo simbólico y lo real. Tal como lo hace Lacan en “Televisión”, pero al estilo de Germán que nunca fue el de la repetición.

Cita también la lectura que Heidegger hace de un aforismo de Nietzsche “La venganza es la pasión”.

Pero, en el recuerdo que hoy evoco aquí, en el que también está una conferencia que Eric Laurent dió en el Centro Descartes en ese año, y en la que estuve, como muchos de ustedes. Está publicada en Los objetos de la pasión y se titula “Pasión y ética del psicoanálisis”.

Imborrable en mi memoria ese momento, lo que decía Eric, con lo que Germán acordaba, no sin su diferencia, por supuesto y muy amablemente porque se trataba de Eric Laurent, ciertamente.

Disfruté mucho esa conferencia, recuerdo haber dicho algo o que después fuimos a comer y comentamos… un lindo recuerdo… que nos retrata muy bien a los tres.

Eric ubicó muy bien lo pasional en relación al Otro goce, del lado del éxtasis místico, en el siglo XVII y lo ubicaba como lo que por primera vez en la historia se sale de la “homosexualidad” en el sentido del amor a lo igual, del heroísmo de los “hombres libres “.

Eric Laurent oponía la pasión narcisista del lado masculino con la pasión que se manifiesta como Otro goce. Yo acordaba con Eric plenamente, claro. Pero no fue solo una conferencia sino un diálogo. (21 d septiembre de 1999) Eric dialogaba con Germán, tenían sus diferencias, pero que diálogo! Creo que por eso lo recordó muy emocionado Eric en Córdoba cuando le otorgaron el Dr. Honoris Causa, que ya había recibido Germán. Remarcó que él había sido su predecesor en ese doctorado y en esa Universidad.

Fue su homenaje a Germán, muy emotivo para él y para muchos de los que estábamos allí presentes, claro.

Vuelvo a la conferencia en el Centro Descartes.

Hubo una interlocución entre Eric y Germán ese año. Y creo que por esos intercambios, Eric sintió en la ceremonia en Córdoba que le faltaba uno de sus interlocutores. Le faltaba Germán García.

Después, en la cena, a la salida del Centro Descartes, Germán bromeaba conmigo sobre lo contenta que debía estar yo con el lugar que Eric había dado en esa charla a las mujeres. En fin, lo conocieron, saben de qué hablo.

Además me acuerdo de otra cosa en relación al curso de Germán sobre las pasiones y es algo que no olvidé nunca más. No le he escuchado a nadie una mejor definición de la “envidia” de la que le escuché a él.

La envidia, como la bestia negra de toda la teoría social, decía Germán y con su habitual erudición, citaba esta vez a Kierkegaard.

Y lo que me gustó es que refirió esa envidia a la sociedad toda y la subrayó especialmente para los analistas.

“La envidia no es querer lo que el otro tiene, sino querer que el otro no tenga lo que él quiere”. Esa definición quedó imborrable para mí. Se la oí decir a él y no es que la encontré exactamente igual en la lectura del curso.

Si encontré algo similar entre las referencias a Roberto Arlt y a Proust “el sujeto agotado ante la percepción del deseo del Otro”. Y allí llega al odio.

Así era su decir, así de apasionado entre nosotros.

“Hombres prudentes fácilmente harán un sacrificio para evitar la envidia, permitiendo que algunas cosas anden mal o fracasen en algo que no importa mucho”, nos dice en ese curso.

Nos falta esa interlocución que a veces era molesta, pero era una crítica sin la cual es difícil imaginar algún cambio posible en la relación entre nosotros mismos, los analistas.

Por supuesto, que con diferencias, me reconozco en esa pasión, con la que transmitía y también en algunas cosas que decía. Si los analistas queremos conversar entre nosotros y creo que lo vamos a intentar como en el 2019, cuando Guillermo lo propuso, he recibido otra propuesta para unas Noches Abiertas que me ha alegrado, ya se habrán enterado, ojalá podamos hacerlo. Pero sin duda él nos va a faltar. A mí me va a faltar. Nos debemos hace mucho una verdadera interlocución.

Y dejo para el final un recuerdo, una complicidad entre nosotros, que, por otra parte, habíamos discutido muchas veces, o a veces peleado. Un día salíamos de una de esas conversaciones con Miller que terminaban a la madrugada, nos íbamos juntos muchas veces, porque vivíamos para el mismo lado, y uno de los dos dejaba al otro en un taxi.

Caminando me dijo que había soñado conmigo. Estábamos, según mi recuerdo, caminando por la 9 de julio y por eso él recordó el sueño.

Había visto, me dijo, la luz con el logo del murciélago proyectada sobre el obelisco, y de pronto ya no lo veía más y yo caminaba a su lado, también en el sueño y él pensó: “ella todavía lo ve”.

Se refería a que él había terminado su análisis con el mismo analista con el que yo todavía continuaba…

Pero para mí esa escena quedó fijada como en un sueño, (su sueño que se transformó en mi recuerdo) ya que Germán era también un excelente relator.

Veo nuestras siluetas recortadas en la noche y la luz amarilla proyectando en el obelisco la luz del logo del hombre murciélago, que no era cualquier palabra para él.

Es casi cinematográfico mi recuerdo y escribiendo estas pocas palabras, cuando habría tanto para decir, de esas palabras e imágenes que compartí con él en Buenos Aires, en Barcelona y en tantos otros lugares a los que nos llevó el psicoanálisis, me quedo con esa, tan argentina, tan nuestra. Nuestro Buenos Aires, esa ciudad en la que yo nací y de la que él tuvo que apropiarse.

Nuestro Buenos Aires. El que compartí con Germán, su Buenos Aires con el logo del murciélago sobre el obelisco.

Ese sueño que él compartió conmigo y yo todavía sigo viendo con emoción esta noche. Yo todavía lo veo…


 


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