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El Debate de la Escuela Una N° 1
 

Más de cerca y más de lejos
Miquel Bassols

Después de leer algunas contribuciones al debate anunciado por la carta de Estela Paskvan, veo más claro el sentido de lo que se quería decir cuando se afirmaba que en la ELP “el dispositivo del pase está lejos”, razón que supuestamente explicaría la falta de pedidos de pase de miembros españoles. Más allá de la necesidad de precisar los reglamentos, me parece más bien que es la Escuela Una y el pase mismo como experiencia y no el dispositivo que le da curso en cada Escuela lo que se ha hecho hoy lejano para una generación en la ELP. Y hay que averiguar todavía las razones. Tal vez no sean ajenas a la naturaleza misma de la Escuela Una que intentamos cernir en el debate y del lugar que ésta debe tener en cada Escuela de la AMP.

Veamos los argumentos. La atribución de una “lejanía” del dispositivo se concreta ahora en un pedido de las siguientes maneras: “El dispositivo está cerca de los miembros cuando éstos han sido convocados para decir y decidir algo acerca de su funcionamiento”, cosa que no habría ocurrido en la ELP al haber quedado ese funcionamiento en manos de una FEEP cuya mediación, por otra parte, se podría haber convertido ya en “superflua u obsoleta” (Estela Paskvan). Ahí Estela prefiere el tono imperativo dirigido a las jerarquías y no duda en espetarles un: ¡“quita tus manos del pase”! Aparece también el pedido de un control que no sea tan dependiente de “las vicisitudes del Otro”, en “la proximidad de nuestros colegas franceses”, proximidad que “ha funcionado como Otro (por supuesto se trata de nuestra construcción) exigente, idealizado y a veces imperativo” (José Ramón Ubieto). Se puede también formular diciendo que “la ELP es una escuela sin dispositivo del pase”, que el dispositivo del pase en la FEEP se ha quedado sin interlocutor, no tiene con quién mantener la conversación necesaria”, dado que no ha habido una “asamblea de miembros [que] discuta, apruebe y controle el dispositivo del Pase” (Montse Puig).

La “lejanía” del dispositivo se habría dado así a partir de la transformación de la EEP en FEEP en el año 2006. Sin embargo, a la luz de los datos que tenemos sobre el pase en España, hay más o menos el mismo número de pedidos en los cuatro años anteriores a esta fecha que desde esa misma fecha hasta la actualidad, pocos en efecto si descontamos además los provenientes de otras Escuelas. No parecería visto así un problema de reglamentos, ni del poder de decisión en una asamblea sobre el funcionamiento del dispositivo.

Por otra parte, con respecto a la transformación de la EEP en la Federación de Escuelas Europeas de Psicoanálisis (FEEP), no hay que olvidar que ese pasaje incluyó a la ECF en dicha Federación, junto a la ELP, a la SLP y la NLS. No es un hecho banal para entender la función de nudo que debe tener hoy esta Federación, habida cuenta del lugar de “lejana proximidad” que tenía la ECF para muchos en relación a la propia EEP. Saludamos en su momento la inclusión de la ECF en la FEEP y, en efecto, sería una increíble paradoja que ahora construyéramos en su lugar un Otro ideal que nos impone y nos exige. Poner el acento en eso sólo sería posible si pensamos la ELP como un elemento desgajado de la FEEP y de la AMP como tal, cuando en realidad hay miembros de otras Escuelas que se han dirigido a la ELP para hacer el pase, con el dispositivo más “lejano” todavía si lo pensamos en términos geográficos o de decisión sobre el funcionamiento en una asamblea. ¿Qué poder de decisión sobre el funcionamiento del pase en la FEEP ha tenido, por ejemplo, nuestro colega de la EOL Gustavo Stiglitz, recientemente nombrado AE por un cartel de la FEEP?

No, visto desde la perspectiva de un miembro ya deslocalizado de su comunidad, la problemática del pase en la ELP en relación a la Escuela Una no parece un problema de lejanía del dispositivo, de la composición de los carteles y secretariados – en efecto, totalmente españoles desde hace tiempo – ni de un mayor control por asambleas de los reglamentos. Estos reglamentos, es cierto, deben ser todavía puestos al día después de la transformación de la EEP en la FEEP, pero no se ve porqué eso redundará necesariamente en un mayor “acercamiento” del pase.

Sólo cambiando reglamentos y haciéndolos supuestamente más “autónomos” –¿autónomos de qué, en realidad?– no creo que lleguemos a desentrañar y a modificar esas razones. Tal vez ganaríamos algo si, en lugar de poner el acento y las razones en un Otro (construido o dado de entrada) supuestamente imperativo en la jerarquía y en el control de los reglamentos, nos preguntáramos qué transmitimos cada uno sobre la experiencia de la Escuela Una y del lugar en ella de la propia experiencia del pase. Si el pase es, como repetimos ahora, “deslocalizado”, es porque la Escuela Una traduce en cada lugar esta “deslocalización” en otras tantas formas de “desidentificación” a la comunidad local.

Leyendo desde ahí la situación actual, más bien aparece entonces otro problema más estructural, que toma cuerpo de manera específica en Barcelona como el pedido de tener un poder de decisión más autónomo, de un mayor control local del dispositivo del pase y, por ende, de la Escuela misma. La reivindicación de autonomía es, en efecto, todo un tema en la actualidad política y social catalana y no es nada fácil desprenderlo de los espejismos del Yo autónomo con el que, bien lo sabemos, se regaló toda una corriente analítica.

Pongo una muestra de esta dificultad entre nosotros que me ha evocado la lectura de algunas frases en el debate. No me parece, por ejemplo, que podamos entender ni definir ahora la Escuela Una como una comunidad en sentido estricto, si no fuera aquella “comunidad de los que no hacen comunidad” que hemos evocado otras veces. Porque, en efecto, más bien se trata en la Escuela Una de hacer la experiencia de aquello que no hace comunidad, de aquello que impide a cada miembro de cada Escuela identificarse con esa comunidad, de hecho siempre imaginaria desde la experiencia analítica, ya sea comunidad autónoma, nacional, lingüística, pero también comunidad de pase o Comunidad local de la ELP. Dicho de otra manera, la Escuela Una es lo que en cada lugar va precisamente a contracorriente de la identificación con la comunidad. Y sabemos cómo esta dificultad ha sido y es especialmente sensible en España. ¿Pero no es precisamente ésta la dificultad que encontramos también como una inercia tantas veces infranqueable en la experiencia analítica? Cuanto más cerca el final –y siempre estamos, estimado Aquiles, estimada Briseida, un poco más cerca del final, cada uno a su manera– más se refuerza el pedido o la reivindicación de una identificación, cuanto más se aísla el objeto en juego más lejos parece esta identificación aseguradora. Moverse en esta paradoja, que es también la de lo Uno y lo Múltiple, es la apuesta de la Escuela Una en la que debemos saber tratar lo real en juego del grupo analítico.

Desde esta perspectiva, no es tanto el dispositivo lo que debería acercarse –el dispositivo sigue estando ahí, al alcance de la mano de cualquier miembro, incluso de un no miembro de esa “comunidad”– sino la propia Escuela Una y el lugar de causa que hace presente en cada lugar. ¿Cómo hacerla existir y hacerla más presente, más allá de nombrarla, ella que parece más bien innombrable?

Lo que detectamos como una “lejanía” entre nosotros y que estaría como razón de la falta de pedidos de pase, ¿no será entonces lejanía de la Escuela Una como tal?

Sin duda, el presente debate debe ayudar a hacérnosla más presente.