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El Debate de la Escuela Una N° 3
 

Respuesta a Jacques-Alain Miller
Ives Depelsenaire
JJ Nº 80

Gracias, querido Jacques-Alain Miller, por sus comentarios a mi carta del 1 de enero.

Quisiera retomarlos, responder a las cuestiones que me dirige, y tal vez plantear algunas otras.

Usted recuerda en primer lugar la diferencia de contexto entre la Escuela en el momento de su nacimiento, frágil esquife nacido de un obscuro desastre, y la Escuela de 2010, que ha llegado a ser un establecimiento respetado y potente, pieza de una vasta red internacional. Es cierto que esta evolución se acompañó forzosamente de un cambio en las condiciones de reclutamiento de los miembros, y que un “desarrollo comedido” de las admisiones, según su expresión, era la apuesta. No cuestiono esto. Esta política nunca me ha chocado.

El espíritu de la Escuela de 1980 no se refería a su apertura a cualquiera, sino a la fidelidad a Lacan, y Lacan se había remitido al número. “Los mil” fue el significante de esta apuesta. Algunos leyeron inmediatamente con pavor “Los Miller”. No es mi caso. Miller y los mil, para mí, constituyen un par. Lacan confiaba en usted, y eso a mí me basta como prueba. Si me sucede el no estar de acuerdo con usted, eso no cambia nada en cuanto al fondo. Ya que desde varios puntos de vista, Usted encarna lo que llamaba el espíritu de la Escuela.

El espíritu de la Escuela (¡formula muy hegeliana!) no está unido según mi parecer, cualquiera que sea el valor que se pueda acordar a este aspecto (y créame que me alegro de ello), a su éxito como institución socialmente reconocida. Concierne sobre todo a lo que Usted mismo ha situado en cabeza del último numero del Journal des Journées, a saber, a la Escuela en el sentido casi antiguo del término, la Escuela como estilo de vida, como el propio Lacan llegó incluso a decir.

El número no es ciertamente un fin en sí. En el mismo momento en el que llamaba en torno suyo, recuerdo que Lacan lanzó también que no era necesaria mucha gente y que había gente de la que no tenía necesidad. Sin embargo, el número es un recurso al que usted no desdeña recurrir, como fue el caso con los Forums, y que fue de nuevo el caso de las recientes Jornadas en las que éramos dos veces mil. Desarrollo comedido, de acuerdo entonces. Pero maltusianismo no. Y usted no me quitará la idea de que la Escuela ha pecado por ese lado. No hay mejor demostración que estas Jornadas, en las que hemos podido descubrir tantas voces desconocidas hasta ahora. Y sobre este punto, sospecho que usted está mucho más de acuerdo conmigo de lo que está dispuesto a decir.

Hice alusión en mi carta del 1 de enero a dos pasadores, lamentando que no hayan sido acogidos todavía en la Escuela, más de diez años más tarde. ¿Quiénes son? usted me pregunta. No cuente conmigo para decirlo. Ellos son suficientemente mayores para hacerlo saber por sí mismos si lo desean. Quizás nuestro intercambio les empuje a ello. Esto estaría muy bien.

En verdad, tengo poco gusto por la “tiranía de la transparencia”. Y dudo de que esta consigna alegre a nuestro amigo Gérard Wajcman. Que los debates en el seno de la Escuela se hagan a cielo abierto lo más posible, de acuerdo. Pero la transparencia, y sobre todo su tiranía galopante en nuestro mundo, que Dios nos libre.

En cambio, ¿cómo no estar de acuerdo con su concepción de la Escuela en tanto que apuesta por el porvenir? También de la presencia deseable de numerosos médicos en su seno. Pero me parece que esto no nos libra de defender con convicción el principio del psicoanálisis profano. Usted evoca a Lacan cuando invitó a Lagache a realizar estudios de medicina. ¿En qué año exactamente? En todo caso, en 1964, no le pidió a Usted nada semejante. En cuanto a los estudios de psicología, quizás no sea el fin del mundo, o el quinto infierno, ¡pero es sin embargo bastante más que una factura de gas! Es una poción bastante indigesta.

Voy ahora a sus comentarios a propósito del unanismo. Seguidismo le parece más justo, pero es porque usted se ha sentido demasiado rápidamente el blanco de mi comentario. Por tanto usted me hace decir no únicamente cosas que no pienso, sino incluso cosas que desapruebo. Jamás he tenido la idea de que "Miller cambia de ideas como de camisas". Si hay algo de lo que fiarse de usted, es de su constancia notable. Decir blanco después de haber dicho negro, no, no le instruiré nunca ese proceso. A nuestra comunidad es a quien he querido interrogar. ¿Qué es, por ejemplo, este entusiasmo por el psicoanálisis aplicado a la terapéutica y los CPCT, y después su denigración sistemática? Por su parte, me parece que jamás ha tirado al bebe con el agua sucia.

No estoy de vuelta de todo. Y además no me siento especialmente viejo, incluso sabiendo que no tengo toda la vida por delante. El ímpetu dado por las últimas Jornadas me encanta.

Una vez admitidos algunos representantes de los que usted llama la generación Forums, espero que quedara intenso.

PD: Recibo, en el momento en el que me dispongo a enviarle estas palabras la nueva entrega del JJ, en la que leo: “este asunto de seguidismo me da vueltas en la cabeza”. Verdaderamente estaría bien que usted nos aclarara antes su lectura de lo que ha ocurrido con los CPCT.

 
 
Traducción: Julio González-Isabelle Durand