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El Debate de la Escuela Una en la EOL N°6
 

Una cuestión de tiempo verbal
Beatriz Udenio

Diez años atrás, en ocasión de la creación de la Escuela Una, recuerdo haber escrito un breve texto, que fue publicado en La Quotidienne, al que titulé "¿Cómo entrar a la Escuela Una?" Esta nueva vuelta sobre la E.U. -10 años después- me lo recordó, lo busqué y lo releí.

Oponía en él, el entrar con el nombre del fantasma, al entrar por la vía del propio síntoma. Decía allí:
No sería con el nombre del fantasma, que llevaría consigo la inercia de una misma y repetida respuesta ante lo que suponemos que el Otro *nos* quiere. Entrar con ese nombre no haría sino dejarnos sin la posibilidad de sorpresa alguna, repitiendo lo ya conocido, lo ya experimentado. Ninguna sorpresa del lado del sujeto, ninguna sorpresa del lado del Otro.

(…) uno podría entrar a la E.U. un poco desacomodado respecto del extraño confort que el fantasma otorga y que con frecuencia halla su lugar en un grupo, y algo vacilante respecto de las marcas de lo que aparece como promesa en perspectiva, que tiene más que ver con el síntoma, es decir, lo que nombra lo particular, la diferencia, la capacidad creativa (…) elemento heterogéneo, siempre algo inoportuno para el establishment; a distancia del confort grupal, porque no se presta al agrupamiento, porque sorprende si el sujeto se deja sorprender por él, y por ello provocador al trabajo, a la invención. Y porque, tomado en esta dimensión de artificio de un sujeto, está en relación con el significante del Otro barrado.

(…) Si cada uno entra *uno* a la E.U., cada uno formará parte de esa acción, de ese movimiento que se anhela como provocador y siempre *antídoto* antiburocrático. Cada uno, uno por uno, formando parte y poniendo su *grano de arena*, su artificio, al servicio de una acción de Escuela.

Cuando volví a leerlo, lo encontré lógicamente correcto, pero algo ingenuo. Quiero explicar esto.

Deténganse en la mayoría de los tiempos verbales, en los giros de ese texto: representan un anhelo, una condición de posibilidad deseada –el condicional se impone allí- que tiene, como trasfondo, condiciones de imposibilidad que no estamos mencionando.

Solemos hablar (y escribir) mucho utilizando ese tiempo verbal. Damos lugar así a alocuciones y textos muy bonitos. Pero escapamos a lo que realmente hay, a aquello con lo que contamos (o no), lo que tenemos que enfrentar día a día, en la actualidad de cada escuela: en general, rasgo repetido, inercia.

Pensaba en ello, hace unos días, mientras leía unos capítulos del Curso de Miller, que datan de mayo de 1998, El partenaire-síntoma.

Me ubico en la página 345 del texto, donde Miller comienza a desglosar la Operación Reducción: cuanto más diversidad aparente de la narración, en un movimiento que va de lo múltiple a lo uno, más vemos emerger lo mismo: se trata de UN rasgo El primer plano de la reducción es la repetición.

Lo que se desprende de esta concepción problematiza lo Una de la E.U.: precisamos probar que ese Una no es simplemente el rasgo repetido, la repetición de lo mismo.

El uso del condicional abre esto como anhelo pero no prueba nada a nivel real.

Diez años después, estamos de estamos de nuevo en un tratamiento de lo que se repite año tras año, vez por vez, que ahora, por ejemplo, denominamos "masificación de la enunciación" o "empuje a la enunciación generalizada", pero que implica exactamente el punto de repetición de un rasgo Uno masificante. La enunciación generalizada implica engolosinarse con un discurso de posibilidades que deja indemne el problema central de lo que se repite y resiste a su reducción.

Si un intercambio se instala en la escuela de la que formamos parte- la EOL-, su singularidad, su realidad local, involucra admitir que existe la repetición del mismo rasgo masificante y probar que eso puede cambiar requiere de algo distinto al uso del condicional y los discursos alusivos. Probar si los diez años que pasaron, no pasaron en vano. Es decir, probar que se produce el pasaje de un modo de decir que se ampara en el condicional, a un uso de un tiempo verbal, más "presente", real.