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El Debate de la Escuela Una en la EOL N°10
 

Descaridar *
Mónica Biaggio

¿Cómo deviene “un” analista? También aquí nos encontramos, con la coexistencia de dos niveles lógicos, lo universal-particular por un lado y por otro, aquello que marca la singularidad. Para decirlo en otros términos, siempre nadamos entre el realismo de la estructura y el nominalismo del síntoma [1]. Aunque entiendo, que si pensamos este pasaje desde la última época de Lacan muchas de sus formulaciones anteriores del tema quedan sin efecto, creo que podemos sostener que un analista hace de semblante de objeto a, siendo que en el lugar de la verdad, en tanto estructura de ficción, viene un saber obtenido en las vías de su análisis. Saber que ya no se confunde con un universal captado en las redes de lo absoluto. Nada de identificación al saber y en cambio sí, identificación al síntoma. Postulo, entonces, que identificarse al síntoma es el resultado lógico del advenimiento como analista.  Siguiendo a Lacan, en su “Proposición... ” , cito: El paso del psicoanalizante al psicoanalista,  tiene una puerta cuyo gozne es el resto que hace su división, pues esa división no es más que la del sujeto, cuya causa es ese resto. (…) el psicoanalista por venir se consagra al agalma de la esencia del deseo, dispuesto a pagarlo reduciéndose, él y su nombre, al significante cualquiera. (…)[2].

Lacan en el Seminario 8 La transferencia[3] va a desarrollar el concepto de agalma. Se trata, nos dice, de acuerdo a la etimología de la palabra, de un ornamento, de lo que engalana. El objeto al que se refiere, Lacan, a esta altura de su obra, es el falo. Del lado del analista, es necesario que no se crea ese objeto precioso con el que puede colmar al analizante. Es condición, dejar ese lugar vacío. Saber sobre el propio goce permite alojar allí, donde “eso” estaba, un vacío donde se ubica lo que funciona, vía el deseo del analista, como causa. Hablar ahora en primera persona, es paradójicamente reducir el nombre propio al significante cualquiera, ser uno en la serie de los que estén dispuestos a apostar a revitalizar el psicoanálisis. Poniendo la causa por delante, es decir el porvenir del psicoanálisis. Por mi parte lo entiendo así. Al poco tiempo de recibirme de psicóloga trabajaba como coordinadora general de un prestigioso establecimiento en el que internaban niños y adolescentes con patologías diversas: síndrome de Down, esquizofrenia, chicos de la calle y tutti cuanti. Atravesada como estaba por el furor curandis, me “veía llevada” a conducir una epopeya: salvar a los caídos del sistema, a los que (según creía en esos años) eran objeto de goce del amo. “-Es cierto que cargarse la miseria al hombro, como usted dice, es entrar en el discurso que la condiciona, así no fuera más que a título de protesta. (…) Por lo demás los psico–cualesquiera ellos fueran- que se dedican a vuestro supuesto acarreo, no están para protestar, sino para colaborar. Que lo sepan o no, es lo que hacen” [4]

Por  ese tiempo este punto era el que me convocaba al trabajo analítico.

Trabajar sin parar para denunciar al amo: eso hacía sin respiro. La analista había intervenido más de una vez sin resultados. No cedía mi posición de goce en relación a semejante tarea “altruista”. Hasta que una vez, una tarde algo se hizo “escuchar”. Un decir de la analista: “¡¡¡Calma chicha!!!”Expresión enigmática, como hay pocas, resulto ser equívoca. Por un lado podía pensar que indicaba un “¡detente!”. Sin embargo, lo real del asunto estaba dado porque la “Calma chicha” provenía de otros orígenes. De la voz griega “karma” surgió la palabra latina cauma, ambas con el significado de ‘calor sofocante’. Más tarde surgió calma, y en el argot de los marineros, la palabra se asoció con la ausencia de viento, que hacía sentir un calor abrasador. El “mar en calma” era signo de algo negativo, porque así no se podía navegar.  En cuanto a la palabra “chicha” parece que proviene de un marinero francés, que un día en el que no soplaba nada de viento, dijo “¡esto es una calma chiche!”, siendo que “chiche” en el argot francés quiere decir “tacaño”, entonces la expresión sería “¡esto es una calma tacaña!” o algo así.[5]Pues bien, entonces, “esta calma tacaña” digamos, era la de mi posición: no ceder el goce; posición de miseria respecto del deseo. Por eso la paradoja era que en ese hacer infatigable estaba más detenida que nunca. Saber sobre el goce sintomático, produjo la caída del objeto que separado, dio lugar al vacío para, como dice Lacan:

  “Que sepa lo que yo no sabía sobre el ser del deseo, lo tocante a él, llegado al ser del saber, y que se borre”. Sicut palea, como dice Tomás de su obra al final de su vida: como estiércol [6]

 
* Descaridar, parafraseando al Lacan del Radiofonía y Televisión, en “Ser un santo”.
Notas
1- Torres, M: “Entre el nominalismo del síntoma y el realismo de la estructura”, en: Clínica de las neurosis, Cuadernos del Instituto Clínico de Buenos Aires- 10, Bs. As 2005, Pág. 9.
2- Lacan, J: Proposición del 9 del octubre, en: Momentos Cruciales de la experiencia analítica, Manantial Bs. As 1987, Pág.18.
3- Lacan, J: El Seminario, Libro 8, La transferencia, Paidós, Bs. As. 2003.
4- Lacan, J: Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, Anagrama, Bs. As., 1977, Págs.95 y 96.
5- Ortega Morán, A: Centro Virtual Cervantes, Rinconete, 28/12/2004.
6- Lacan, J: “Proposición del 9 de octubre”, en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Manantial, Bs. As, 1987, pág. 19.