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El cuaderno de navegación

N°11 - Agosto de 2007
El objeto "a", en la experiencia analítica
Estela Carrera
 

En el seminario de la angustia encontramos el esfuerzo de Lacan para cernir el objeto a, darle una consistencia que no es la del significante, sino la del cuerpo. Un objeto que cae del cuerpo como resto. Pedazo de carne que no es significante pero que circula en el formalismo lógico significante como pedazo de cuerpo irrecuperable, separado, cedido, perdido, como resto.

El "a" es producto de un cuerpo fragmentado y se encuentra perdido pero a cambio hay las zonas erógenas conmemorando un goce. La equivalencia entre zona erógena y objeto causa fue hecha por Freud y es retomada por Miller.

Sergio Laia se plantea si entonces un análisis podría ser tomado como un proceso de localización, de tratamiento y tal vez de redescubrimiento de zonas erógenas.

Esa aproximación entre el objeto causa y la zona erógena nos lleva a reconsiderar a la experiencia analítica como la experiencia del analizante en relación a su cuerpo, a su experiencia con el objeto a, como hueso del síntoma.

Entonces el "a", en el Seminario 10, constituye una consistencia capaz de nombrarse como objetos naturales que provienen de un cuerpo fragmentado, del cual son restos.

A la altura del seminario 20, "Aún", constatamos que el objeto "a" queda chico para designar el goce, porque es demasiado significante para nombrarlo. El goce está por todas partes y hablar es gozar.

Miller nos advierte que el objeto "a", tiene una función pálida, demasiado significante, demasiado débil para designar lo que hay en el goce.

En los seminarios que siguen al Seminario 20, Lacan retoma una perspectiva que había sido planteada en el Seminario 10, que es el de las piezas sueltas. El a pasa a ser una pieza suelta, fundamental, que tiene su función en el fantasma, pero al perder dicha función con la travesía, ¿que hacemos con el a?....se trataría de encontrar un uso para esa pieza suelta.

En "Aún",el "a" es pedazo de cuerpo, atrapado en la máquina significante, tiene calidad de semblante que vela, esconde, se posa sobre un agujero que el sujeto se empecina en tapar, poniendo allí todo lo que él dispone: su objeto "a", su fantasma, su lenguaje, su síntoma. De este modo el relieve que estaba puesto en el objeto "a", con Joyce pasa a estar en el síntoma, que tiene en su centro el a, y cuya función es producir goce.

La función del objeto a, es la de ser semblante, semblante de ser porque semeja darnos el soporte del ser, que falta al sujeto y que éste demanda al Otro. Por lo tanto el objeto a está ligado al ser. El ser lo que tiene a mano es su propio cuerpo con el que se inscribe en el campo del Otro y con el que hace lazo social. Si el a es fundamento del lazo social, es porque el cuerpo es el instrumento necesario para el goce, a través de sus zonas erógenas, que evocan al objeto "a" como causa de deseo. Pero no lo evocan en términos de añoranza, sino en términos de lo que causa el deseo del sujeto, tal como Lacan nos lo aclara en el Seminario 10, al colocar el objeto "a" del lado del sujeto y no en el campo del Otro, junto a menos phi, la falta en ser y la imagen del cuerpo. Es con el cuerpo, con el objeto "a", que se hace lazo al Otro.

Después del Seminario 23 resulta difícil rastrear el objeto, ya que está subsumido en el síntoma, que es real y que funciona para el goce. Es el síntoma como acontecimiento de cuerpo el que actualiza con su inercia un modo de goce inaugurado en la más tierna infancia.

"Las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir". Una experiencia analítica implica el tratamiento de la pulsión, vía la palabra, hasta el hueso, que es el objeto "a", incluido en el síntoma.