Para suscribirse a EOL postal escribir a equipoeolpostal@gmail.com
El cartel
El cuaderno de navegación

N°11 - Agosto de 2007
Marcas en la época
Alejandro Wellington
 

Si lo "líquido" es una de las metáforas frecuentes de nuestra época, ello podría indicarnos que hay cierta inconsistencia o liquidez de la marca como problema de la época. Liquidez que va seguida o acompañada de una fragmentación, fenómeno también abundantemente descripto. El tema ha sido debatido en nuestras últimas jornadas de Córdoba, Anónimos y Afectados, anónimos son muchos de los sujetos que nos consultan, así los llamamos, aunque vengan con su cuerpo afectado de diversa manera. Enumero someramente algunos ejemplos de la clínica: pacientes cubiertos de tatuajes, o cuidadosamente vestidos con esta o aquella marca, disfrazados sectariamente de negro, agujereados por piercing de los más diversos, cara, párpados o lengua, etc. Parafraseando a Lacan podríamos decir que cuando la letra o marca del síntoma falta; las marcas, en lo imaginario, bailan, proliferan...

Un ejemplo de piercing en la lengua: una sujeto en entrevistas analíticas con su lengua agujereada, su lengua y una ceja, se trata de una persona europea, joven, que trabajosamente habla el castellano. Ha debido toda su vida salir de su país, de su lengua, para aprender otras, no tan cerradas. Ya habla varias. Tiene especial gusto por las lenguas romanas, son mucho más abiertas. Pudo, en nuestra lengua, una lengua cálida, encontrar un partenaire cálido, como no lo había hecho en la suya, mucho más fría y cerrada. La marca de un rechazo materno estaba impresa en la lengua, lo comienza a narrar alrededor de una marca judía lejana, lejana pero en su sangre, y por ende apenas sobreviviente a la Shoa. Escondida fue que su madre escapó a los nazis. Con su novio pelea bastante, éste se enoja, o ella se enoja, a veces se queda sin respuesta. Hay un problema en la comunicación. Frente a ese imposible alojado en su síntoma no ha cesado de viajar a otras lenguas. Y las ha aprendido in situ, en cada país. Dice lograr expresar en castellano ciertas cosas que su lengua materna no le permite. Sus entrevistas analíticas son un ejercicio de traducción. Quizás si la experiencia analítica se sostuviera, algo de este síntoma, que atraviesa lenguas, pudiera cesar como pathos para esta sujeto.

Vimos hace poco la película Babel, una película de época, nos pinta un mundo fragmentado, con historias entrelazadas, fronteras que se diluyen, jóvenes hipermodernos, como los de la historia japonesa, tatuados y agujereados por doquier, sueltos, como el personaje de la chica japonesa, con un duelo imposible a cuestas y un cuerpo al que solo, finalmente, un policía accede a sujetar. Se suceden en la película los sufrimientos más desgarradores de la época, y un corolario: nadie es culpable, nadie es responsable de nada. Un mundo de niños en donde estos van a la deriva, como en el desierto, sin un Otro con mayúscula que dé consistencia a alguna marca de la que aferrarse. También lo anunció Lacan, comentando las antimemorias de Malraux.

Entonces, ante esta fragmentación de marcas, que pululan en la época sin, al parecer, hacer demasiada mella allí donde deben, el psicoanálisis podría plantearse el problema como algo atinente a su práctica, en términos de un pasaje: cómo lograr que esa proliferación de marcas patinosas, sean Una que muerda en lo real. Es decir, en alguna medida, tocamos el problema de la pluralización del nombre del padre, la manera como aún así una función de letra pueda producirse para el sujeto. Para Lacan, tanto el síntoma como el padre pueden ser diferentes modos de sostener la función de excepción en el inconsciente; vale decir, la creencia en el padre no es sino una modalidad sintomática. Excepción en tanto que hace función del Uno como soporte del sujeto. El Uno "excepcional" puede ser cualquier significante, un significante ordinario cualquiera, a condición que, desde el momento en que ocupe dicho lugar, ya no sea precisamente cualquiera. El síntoma opera de un modo salvaje la función de la letra en el inconsciente, la letra como "identidad" aislada de toda cualidad; así pues, la letra en el síntoma sostiene la función del Uno que soporta el inconsciente. En términos del Seminario 20:

"El S1, el enjambre, significante—amo, es lo que asegura la unidad, la unidad de la copulación del sujeto con el saber. En lalengua, y en ninguna otra parte, en tanto es interrogada como lenguaje, se despeja la existencia de lo que una lingüística primitiva designó con el término de stoiceion, elemento, y no en balde. El significante Uno no es un significante cualquiera. Es el orden significante en tanto se instaura por el envolvimiento con el que toda la cadena subsiste".