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La Escuela
Escuela de la Orientación Lacaniana

Judith la causa encarnada
Christiane Alberti

Fue Judith Miller quien me acogió durante mi primera intervención en la Escuela de la Causa Freudiana, en la calle Huysmans, una tarde de primavera. Me sentí acogida porque ella había preparado minuciosamente la organización de esa velada preparatoria del XI Encuentro del Campo Freudiano en el año 2000, meditado cada una de las palabras. En sentido estricto, ella me abrió las puertas de la Escuela y se preocupó de darme de beber y de comer, considerando que yo venía de lejos. Ningún ritual de cortesía ni ceremonial acordado, sino un momento de encuentro único, apoyado en el deseo, la pulsión. "Había delicadeza", como diría Hugo. Tomar siempre en cuenta la dimensión del otro, para permitirle avanzar. Es una delicadeza muy psicoanalítica.

Sí, Judith se ocupaba de cada uno en el umbral de la casa del Campo freudiano para invitarle de forma auténtica a entrar en ella. Para los psicoanalistas que son "incasables", una casa el algo sumamente precioso. Es fundamental.

Ella abría la posibilidad a cada uno, cualesquiera que fueran su antigüedad, sus títulos, de contribuir a este edificio. Judith tenía el arte de atrapar en cada uno, una particularidad, un talento, también un síntoma, para explorar otras cosas, una realización, una creación. Tomaba así muy en serio la República de Lacan, que distingue la jerarquía del grado, el saber del poder.

Ella estaba muy presente en la manera en que dirigía la organización científica de Jornadas, de coloquios, pero también la edición de obras colectivas, como la consagrada a Rosine y Robert Lefort. Esto fue un ejemplo para todos. Lo que ha determinado, en mi opinión, un estilo en nuestra Escuela. Me ha servido de modelo.

Judith salía al exterior, al encuentro, hablaba a cada uno, de forma viva, para conversar largamente y revelarle otro para sí mismo. Para ella el psicoanálisis comenzaba de hecho, más allá de la consulta, en el mundo, donde hacía oír la sensibilidad, la sensualidad lacaniana, y sin duda la subjetividad. Sabía que no estaba asegurado para siempre que la oferta del psicoanálisis circulase en las profundidades del gusto.

Judith era la causa encarnada, era el psicoanálisis en extensión. Era el Campo freudiano, con los otros. Judith era pues fundamental para la Escuela puesto que el psicoanálisis no puede reducirse a la cura -implica su propio reverso, su enseñanza.

Judith era un homenaje permanente al estilo de Lacan, entre opacidad y luz, mediante el cual se atrae el deseo de saber. Trabajó sin cesar en la difusión y en la transmisión de su enseñanza, de los progresos de la orientación lacaniana, a fin de tomar prestadas las vías abiertas por Lacan, en el camino de "Tú puedes saber".

Su acción se destinó a la Reconquista del Campo freudiano que Jacques Lacan esperaba. Ella estaba pendiente de los efectos de la circulación del nombre de Lacan en el discurso universal. Me gustaba su mensaje, que era el de no ceder nunca ante la adversidad. Era la mejor activista de todos nosotros.

Me gustaban mucho los tiempos de silencio que dosificaba durante sus intervenciones. Manera de manifestar que la palabra no es inútil. Sabía conjugar el decir y el acto, lo que ella hacía era semejante a su palabra.

Guitrancourt, 12 de diciembre de 2017

 
Traducción: Fe Lacruz