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Colofón
Número 19
 
Editorial

Por Judith Miller

El tema de esta entrega de Colofón tiene, desde luego, su punto de partida en el último texto de los Escritos, estenografía de la clase con la cual, el 1 de diciembre de 1965, Jacques Lacan abría su seminario "El objeto del psicoanálisis" en la Escuela Normal Superior. Publicado con el título "La ciencia y la verdad".

Como hacía a menudo, Jacques Lacan invita a su auditorio al estudio delimitando una cuestión que a su entender "no había sido muy estudiada". Comienza entonces a serlo, demanda una investigación por parte de quien se consagre a ella, y supone que tienen una formación rigurosa, no solamente en la disciplina científica concernida sino también en ese campo que trabaja la epistemología y que es propio de la ciencia olvidar. La epistemología, tal como la circunscribe Alexandre Koyré, tiene por objeto las crisis, de las que nacieron todas las ciencias y donde reside el avance de cada una de ellas. Esas crisis que caracterizan el conocimiento científico responden a lo que Gaston Bachelard llamaba la "filosofía del no". George Canguilhem, comprometido con la noción de ruptura epistemológica que da cuenta de la constitución de una ciencia, detalló cómo el conocimiento del viviente forja nuevos conceptos, una vez constituido su objeto y los métodos que permiten aprehenderlo. Se requieren nuevas fisuras, es decir, momentos de contradicción engendrados por la necesidad de dar cuenta de fenómenos tan imprevistos que pueden parecer incompatibles con la teoría producida hasta ese momento.

En esas fisuras que sacuden violentamente a veces en sus propios fundamentos, tanto a las ciencias matemáticas como a las experiencias, se sitúan de una ciencia.

Interesa menos a la epistemología - hasta aquí - que al psicoanalista lo que cada una de esas crisis cuesta a aquellos que las provocan y sobre los cuales actúan en forma directa. Sabio es aquel que por su propia apuesta se ve confrontado a la crisis por haber corrido ininterrumpidamente sin haberla avizorado ni tampoco dirigido. Por haber sido llevado al pie del muro contra el cual se golpea y en el que se encuentra su sostén, ¿cómo un sabio - es su drama según la expresión de Lacan - a riesgo de verse aplastado por él o privado de toda brújula, como Atlas, lo desplaza?

La hipótesis que propone Jacques Lacan es que ese drama sólo reenvía a un destino singular, "del que nada dice que (él) se inscriba en el mito de Edipo". Esta hipótesis pide ser trabajada caso por caso. La formalización de algunos que toman en serio esta hipótesis es propuesta aquí uno por uno.

Me parece notable la diversidad de estas contribuciones a la lista que Jaques Lacan se abstiene de redactar. Una explícita uno de los dos dramas (el de Cantor) a los cuales alude, la otra indica cómo un arte nuevo se anuda en la lógica del caso Aimé; una tercera - que es necesario que agradezca muy especialmente al autor por haber autorizado su publicación en nuestro modesto boletín - corresponde a un matemático doblemente ilustrado que demuestra el extremo rigor, la formación altamente calificada y el muy delicado tacto que requiere la proposición que hace Jacques Lacan de estudiar el drama del sabio y su destino… Pero, suficiente, no haré a mi vez y a mi nivel el historial de este número - excepcional - de Colofón.

Quisiera recalcar para la atención de algunos lectores que, a continuación de las líneas que suscitaron el tema de este número, está el drama del psicoanálisis que Jacques Lacan aborda, anunciando la discusión del Edipo, hasta allí brújula del psicoanalista, y, luego, su más allá. Así, no sólo se sitúa el desplazamiento de discurso operado y realizado por Freud, sino también se recuerda que ese desplazamiento quedaría abolido si los analistas, por permanecer aparte, contribuyeran a amortiguarlo. En una palabra, se garantiza que Lacan mismo persigue y persevera, y conduce a sus destinatarios a los Autres Écrits, cuya recopilación apareció el 13 de abril de 2001.

París, abril de 2001

 
Traducción: María Pascual