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Relativos a la AMP - IV Congreso AMP: La práctica lacaniana
Nº4 –26 de Enero de 2003
Hacia la Conversación sobre "Los Principios de la Práctica Analítica"

SUMARIO:

Línea 23
PRESENTACIÓN.
Por Andrés Borderías

Línea 41
EN RESPUESTA A ALGUNA DE LAS PREGUNTAS.
Por Patricia Tassara

Línea 119
UN NUEVO AMOR EN EL INICIO.
Por Carmen Cuñat

Línea 217
SOBRE LA TERCERA PREGUNTA.
Por Iñaki Viar

Línea 289
UN PRINCIPIO: EL FINAL COMO "LETTROU".
Por Jose Antonio Naranjo

Línea 505
HACIA LA IV CONVERSACIÓN.
Por Mercedes de Francisco

 
Línea 23
PRESENTACIÓN
Por Andrés Borderías

Cuarta entrega de 125 Líneas, en la que podrán encontrar las respuestas de Patricia Tassara, Carmen Cuñat e Iñaki Viar a las preguntas propuestas por el Consejo para iniciar la Conversación, y las contribuciones de José Antonio Naranjo y Mercedes de Francisco.

A menos de una semana para la Conversación, podemos celebrar ya el éxito de la convocatoria, tanto por el número de inscripciones -que nos ha obligado a buscar un local más amplio para nuestra reunión- como por el intenso flujo de trabajos que llegan a 125 Líneas. Aún está prevista la aparición de al menos dos números más, uno con las viñetas clínicas para la tarde del Sábado, y un último número con las contribuciones que se reciban antes del miércoles 29 de Enero.

 
Línea 41
RESPUESTA A ALGUNAS DE LAS PREGUNTAS
Por Patricia Tassara

1- Si por "directivas" entendemos la regla psicoanalítica de asociar libremente, debo decir que no recuerdo cómo me fue dicha. No sólo porque desde la primera entrevista me vi llevada a hablar sin encontrarme con que tenía que responder a anamnesis alguna, sino porque creo que lo que vale es la enunciación que discurre debajo del enunciado de la regla. Es la enunciación la que apunta a los principios.

Por otra parte la enunciación de dicha regla no produce por sí sola que el análisis sea una experiencia de palabra. Es necesario el acto del analista que cortocircuite las olas de palabras del paciente, haciendo emerger el goce subyacente, por ejemplo con el corte de sesión.

Intentaré ilustrar esta cuestión por su reverso. Hace aproximadamente 15 años, me encontré sentada en el despacho de un psicoanalista de la IPA en Buenos Aires. Durante el tiempo que duraron esos encuentros, recuerdo claramente dos cuestiones. La primera es que curiosamente, en cada sesión de 50 minutos, el analista sólo tomaba apuntes de lo que yo decía en los cinco primeros minutos. El resto del tiempo estaba dedicado a girar en torno de lo mismo hasta agotar el tiempo.

La segunda cuestión es un recuerdo con relación al pago. Por aquél entonces se vivía con una gran inflación mensual. El analista no sólo aumentaba el precio de las sesiones mensualmente de acuerdo al índice inflacionario, cuestión que haciendo un esfuerzo se podría entender en tanto era un grave problema que atravesaba a la gran mayoría de los argentinos, sino que además me cobraba todas las sesiones del mes ¡por adelantado!. Es evidente que con semejante estrategia, no pagaba con relación al goce ni con relación a mis propios dichos. El pago estaba absolutamente alienado del sujeto del inconsciente y por tanto sus efectos no se hicieron esperar.

2- Al releer el caso Catalina, podemos apreciar a un joven Freud que acepta escuchar una adolescente de 17 años mientras está de vacaciones en la montaña. Es verdad que no podemos comparar el efecto que tuvo ese "diálogo corriente", como lo llama Freud en ese momento, con la duración de un análisis a día de hoy, pero sí nos invita a pensar que nada le impidió escuchar a esa joven fuera de su consultorio, sin lo que tras su muerte se llamó: "encuadre". Lo que allí tuvo efecto fue: la transferencia del paciente, el deseo del analista y su interpretación, sin la primacía de las otras condiciones del análisis como por ejemplo el uso del diván

Considero que lo indispensable del dispositivo es la capacidad del analista de sostener el lugar que se le asigna, con una formación que le permita saber "captar la función en relación a la cual existen las variables" (1).

A mi entender, ésta es una de las brújulas del quehacer del psicoanalista en la institución. Lo indispensable allí es que el analista pueda dar lugar al sujeto de la palabra orientándose hacia lo real a través del síntoma situando las cosas no del lado de la potencia-impotencia sino por lo posible-imposible. Poder captar "lo que en el caso excede al reglamento, lo que es el punto extraordinario de él" para poder a partir de allí, dirigir su acción(2).

3- He verificado que a lo largo de un análisis, la amplificación significante, lo patético del sufrimiento, el estancamiento libidinal, van cediendo en la medida que la lógica gana terreno. Por otra parte el síntoma como modalidad de goce no queda separado de la dimensión corporal. “Hay el goce de la palabra en la medida en que el sujeto tiene un cuerpo”(3). No hay saber hacer con la relación sexual, hay saber hacer con el síntoma. Cuando se extrae o se transpone la piedra, se produce una resdistribución libidinal.

Los cortes de sesión, al apuntar al goce producen una reducción y solidez significante. Lo sólido es la lógica, el matema que obtiene el psicoanalizante que pasa a psicoanalista. Lo sólido es la certeza que se obtiene al final del recorrido, cuando se puede ceder la pérdida de una falta que nunca se ha tenido.

 
NOTAS
1- El Hueso de un análisis. J.A.M. Editorial Tres Haches. Pag.27
2- Psicoanálisis y Salud Mental. Eric Laurent. Editorial Tres Haches. Pag.73
3- El Hueso de un análisis. J.A.M. Pag.70
 
Línea 119
UN NUEVO AMOR EN EL INICIO
Por Carmen Cuñat

Respuesta a la segunda pregunta:
Considero indispensable que el analista esté a la altura del acto analítico, todo lo demás me parece accesorio. El acto analítico si no es "el hueso del análisis" es, a mi parecer, "el hueso de la practica".

Creo que cada vez que alguien se dirige a un analista sea por un padecimiento, sea porque quiera ser analista o quiera empezar un análisis o, simplemente, quiera saber sobre el psicoanálisis o, incluso, que no quiera saber nada, está en juego el porvenir del psicoanálisis puro.

Hubo un tiempo en el que me venía bien pensar que el ejercicio del psicoanálisis se tenía que reducir a las cuatro paredes donde se realizaba la sesión analítica, con todas sus reglas. La experiencia de un análisis orientado por la enseñanza de Lacan, pero también la experiencia de Escuela me han permitido ver las cosas de otra manera.

A partir de la lectura del Seminario de J.-A. Miller “De la naturaleza de los semblantes” p.47, se me ocurre plantear que cualquier prescripción reglamentaria del dispositivo es una llamada al Nombre del Padre y en tanto tal da lugar a una “formación de artificio” que nos aleja del psicoanálisis puro; otra cosa es la “formación de vena”, el filón que es la equivocación del sujeto supuesto saber, soporte del análisis y que solo el paso al acto analítico promovería.

A partir de esta formación, veo posible la aplicación del psicoanálisis en otros dispositivos incluso en otros campos del saber pero siempre con la salvedad de que el psicoanálisis puro es lo que posibilita el psicoanálisis aplicado y no al contrario. Entiendo el psicoanálisis aplicado como una puesta a prueba imprescindible del psicoanálisis puro, como un lugar de verificación. El psicoanálisis puro, en cambio, sería el lugar donde se define “qué posición del sujeto lo vuelve capaz del acto analítico”. Esto no quiere decir que el psicoanálisis puro enseña lo que hay que hacer en el psicoanálisis aplicado. Por el contrario, el psicoanálisis puro enseña a saber hacer ahí sin un saber previo. ¿Sería esta una buena publicidad para despertar el interés por el psicoanálisis: “aprenda a arreglárselas sin saber de antemano: haga un psicoanálisis”?

En cualquier caso, la puesta en cuestión por Lacan de las reglas que encerraban al dispositivo analítico entre las cuatro paredes del gabinete del analista es lo que permitió, a mi parecer, que el psicoanálisis como tal se pudiera implementar en las instituciones. Para la IPA lo que se podía hacer en las instituciones era "psicoterapia de orientación analítica"

Lo que sostiene el psicoanálisis aplicado es una praxis, es decir “una acción concertada por el hombre que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico”, (Seminario XI, cap. 1), praxis que no persigue suprimir el síntoma sino que lo promueve. Lo que intenta transmitir el psicoanálisis es que es el síntoma el que permite suplir a la relación sexual que no existe, otro nombre del malestar en la cultura, pero esto cada vez es más difícil de hacer pasar. Nuestra civilización propone otras múltiples salidas al malestar mucho menos comprometidas, es decir, que no hacen al sujeto responsable de su goce como lo hace un síntoma dilucidado por el análisis. ¿Cómo invitar a eso?

“Un nuevo amor”: el sábado 18 de enero asistimos al Espacio de Investigación Madrileño donde J.L.Gault y Araceli Fuentes nos comentaron el poema de Rimbaud “A una razón” al cual Lacan hace alusión en el Seminario 20 (clase del 19 de diciembre) Claudine Foos amablemente me paso la traducción. He aquí el poema:

Un golpe de tu dedo en el tambor descarga todos los sonidos e inicia la nueva armonía.
Tu paso es la recluta de nuevos hombres y su toque de marcha.
Vira tu cabeza, ¡el nuevo amor!

Gira tu cabeza, ¡el nuevo amor!
"Haz que nuestros sinos cambien, acrisola las plagas, empezando por el tiempo", te cantan esos niños. "Eleva hasta donde sea la sustancia de nuestras fortunas y de nuestros deseos", te suplican.
Tú que llegas de siempre y te irás por doquier. (1)

En el Seminario 20 Lacan comenta que “en este texto el amor es signo, escandido como tal, de que se cambia de razón y por ello el poeta se dirige a esa razón. Se cambia de razón, es decir, de discurso”...”hay siempre una emergencia del discurso analítico en cada paso de un discurso a otro”.

J. L. Gault nos recordó que Lacan aborda este poema mas concretamente en el Acto analítico (clase del 10 de enero). Para Lacan este poema es “la formula del acto”, y del acto revolucionario por excelencia. “Un golpe de tu dedo en el tambor...descarga todos los sentidos e inicia la nueva armonía”.

Quizá lo que empieza a ser urgente para “salvar la forma pura del psicoanálisis” o para aplicar el psicoanálisis es que leamos a los poetas... como ya nos lo había recomendado Freud.

De acuerdo, el amo pide títulos, control, evaluación, pero sobretodo que paguemos a Hacienda. Creo que sigue siendo más fácil someterse a esas reglas que "pagar un poquito con su persona" como creo que pide el psicoanálisis puro.

 
NOTAS
1- Rimbaud, A., Iluminaciones, Ed. de Ramón Buenaventura, Hiperión, Madrid 1985.
 
Línea 217
SOBRE LA TERCERA PREGUNTA
Por Iñaki Viar

Me vienen al caso dos viñetas clínicas para comentar el “efecto de solidificación” de la sesión corta. El término “solidificación” viene en oposición a lo fluido, a lo que fluye mediante la palabra en el sentido gozado, en la libido que avanza en el caudal inagotable de las significaciones. Por tanto, solidificación apunta a la interrupción de ese fluir, a una pausa que nos permita el instante de ver, de través, su estructura, su articulación inconsciente. Metáfora de algo de lo real que no queda transportado, disuelto en la cadena significante y hace emergencia, es decir, confronta al sujeto en relación a su goce.

La primera viñeta se refiere al inicio de una cura. Una mujer se queja de sentirse sola y triste, algo que no le había ocurrido nunca. Lo atribuye a que no consigue encontrar un hombre con el que poder formar una pareja. Y ello a pesar de que siempre ha tenido mucho éxito con los hombres, algo que es reconocido por todas las personas de su entorno. Separada hace unos años del padre de sus dos hijos, se siente fracasada, angustiada incluso, ante la idea de que no pueda nunca lograr su objetivo. Es éste su único problema, pues está satisfecha con su trabajo y es feliz con sus hijos. Tras hablar de otras cosas vuelve en cada sesión a esta cuestión, y es aquí donde se va efectuando la escansión. Finalmente, en una sesión, es interrumpida con la frase “¿Y porqué tiene tanta prisa?”. Efecto de sorpresa y posterior reconocimiento de que la verdad es que son sus amigos, su familia, los que le apremian a encontrar un hombre y a emparejarse, y teme decepcionar a todos. Cede la angustia y surgen nuevas preguntas sobre su relación con los otros, sobre el por qué de su permanente impaciencia y su irritabilidad que tanto perjuicio le han causado en su vida... Vemos así producirse un franqueamiento en el plano imaginario, una“desinvestidura”libidinal de las significaciones mediante una reducción de lo imaginario, como comenta J-A Miller en “El hueso de un análisis” (pag. 48). Franqueamiento que modifica la posición del sujeto, quien pasa a preguntarse por lo que hace a su ser, por su sujeción a la demanda del Otro.

La otra viñeta clínica se refiere a una mujer que en el transcurso de una cura, ya avanzada, comienza a tener, de forma continuada y prolijamente repetida, sueños eróticos y de embarazo con el analista. En cada sesión deriva hacia el relato de estos sueños, que irá siendo interrumpido por el analista. Un día, según llega, comienza el relato de sus sueños y es concluida la sesión de inmediato por el analista. Volverá diciendo que se sintió indignada, mandada a la mierda, y que ahí le surgió una idea clara: “A la mierda es a donde me mandó mi padre”. Es así como una hija que adoraba a su padre y siempre trataba de complacerle, viene a interpretar un destino al que éste le abocó cuando, siendo aún niña, le confió el cuidado de su madre, enferma crónica con ano iliaco de por vida. Emerge, por efecto del corte, lo que envolvía tanto amor transferencial, sostenido con denuedo para ocultar su contrario. En este caso podemos ver una reducción de las identificaciones, y la consiguiente caída de la identificación fálica.

En las dos viñetas podemos constatar el progresivo acortamiento de la sesión hasta reducirla al enunciado inicial, lo que hace saltar o, como dice Esthela Solano-Suarez, “desbarata la solidaridad de uso entre el sonido y el sentido”, como en el Witz (Papers, nº 1, pag. 3). Llega así a aislarse el S1 en un sin-sentido que revela, precisamente, la imposibilidad del sentido para cubrir el hiato, la ruptura de la causalidad que existe entre la articulación significante y la investidura libidinal (J-A Miller, Ib., pag. 44). La “solidificación” que produce la sesión lacaniana es una reducción a la contingencia, a lo traumático, a ese margen donde se sitúa el acto analítico: “entre la reducción significante y la reducción cuantitativa” ( J-A Miller, Ib., pag. 46)

Si la transferencia crea el campo de juego de análisis, es su condición de posibilidad, su tiempo, el tiempo del análisis lo determinan las agujas horarias de la contingencia, como explica Jesús Santiago (Papers, nº 3). Más allá de lo necesario y de lo imposible, la contingencia crea el tiempo para el advenimiento de lo no-realizado del inconsciente, para alojar el “acontecimiento imprevisto”. Sin ella no hay tiempo sino duración, mayor o menor, de la sesión. Y esa contingencia depende del deseo del analista. Pues una de las ventajas de la sesión corta es que siempre puede acortarse más.

 
Línea 289
UN PRINCIPIO: EL FINAL COMO "LETTROU"
Por Jose Antonio Naranjo

Si el psicoanálisis va contra la repetición, entonces, la interpretación habrá de modularse con relación a ésta, y cambiado el estatuto de la repetición en la enseñanza de Lacan, el final del análisis cambiará también.

Dos son los tipos de interpretación. Una está fundada en la puntuación, y la otra en el corte. La primera permite la elaboración, la segunda, lleva al enigma, a la perplejidad. La primera añade: (+), mientras que la segunda resta: (-). La primera une: (S1®S2), la segunda corta: (S1//S2). Con estas palabras hemos resumido en parte lo que J.-A. Miller plantea en "L’interpretation à l’envers"1, texto que constituye una verdadera renovación del estatuto de la interpretación. Por tanto, el analista puntúa o corta.

1.- LA INTERPRETACIÓN COMO PUNTUACIÓN.
Esta modalidad de la interpretación corresponde a una primera etapa de la enseñanza de Lacan donde la repetición es la memoria inconsciente en acto, donde el inconsciente es continuidad, cadena, cadena que efectúa el sentido, y sentido igualado al sujeto: s = $.

La repetición es repetición significante, y esta repetición se mantiene porque el sentido "se fuga"2 Y de ahí, pues, el objetivo de la interpretación como puntuación: fijarlo, subvertirlo: “La ponctuation posée, fixe le sens, son changement le renouvelle ou le bouleverse, et, fautive, elle équivaut à l’altérer”3 y por último, liberarlo: “un sens emprisonné qu’il s’agirait de délivrer”4.

¿Qué precisa la puntuación? Que sea precisa, o sea dichosa, o sea, oportuna -¿dónde los puntos, dónde las comas, dónde los inicios y finales en el texto escrito o en el texto hablado? Preguntas que apuntan al hecho de que la puntuación analítica es algo similar a lo que en sentido inglés se llama editar un texto -Cf el “Autocomentario a la Edición alemana de los Escritos”.

En resumen, la puntuación trastoca el sentido, hace emerger sentidos nuevos, transmuta la verdad, pero, por ello mismo, no escapa a la semántica y por ello, al principio del placer. ¿Y el analista? Aquí reproduce la función del Otro en tanto amo del sentido y la verdad -y es ésta su responsabilidad. Y por ser cuestión de sentido, el matema que da cuenta de esta modalidad de la interpretación es5: I =s

2.- LA INTERPRETACION COMO CORTE
Pero en el inconsciente no hay solo pareja de significantes. Se encuentran también significantes de excepción, S1 asemánticos, significantes escapados al automaton del inconsciente. Es el cambio en la concepción del inconsciente a la que nos referíamos al principio: "del inconsciente como discurso, que acentúa la vertiente del deseo"6, "al inconsciente como lenguaje que acentúa la vertiente del goce7. Antes, el inconsciente era lo que se escucha, el sentido, como efecto de la palabra. Ahora el inconsciente es lo que se escribe por el significante, en tanto letra: "La palabra corresponde al discurso, la letra corresponde al lenguaje"8.

Antes era el inconsciente como verdad. Ahora es el inconsciente como saber. Aquél se interpretaba, éste se lee. Antes era articulación que produce sentido. Ahora es ciframiento, que conlleva un goce, "siendo el ciframiento una manera de designar una metáfora, cuando uno no se ocupa de los efectos de sentido"9. Aquél tomaba al significante en tanto palabra, éste lo usa en tanto letra, en tanto "la letra es la estructura localizada del significante"10. Aquél se refería al Otro, ahora el inconsciente es sin Otro. Y si es verdad que "el inconsciente dice por el significante, y escribe por la letra"11, ahora se trata de leer lo escrito en lo que se escucha. Cambio radical y de ahí que Lacan haya de arbitrar otro tipo de interpretación, la interpretación como corte.

Corresponde al inconsciente como discontinuidad, y procede como una formación del inconsciente: aísla un S1 del resto del saber. Lo aísla, o sea, lo produce. Lo produce, o sea, lo saca del puesto de mando. El discurso analítico, al colocar una doble barra entre el saber y el significante amo, permite entender lo que decimos. El analista no deja que la frase se acabe, que el sentido se produzca, con lo que nos situamos en un campo asemántico donde el sinsentido cuestiona, "golpea" al sentido. Es en lo que la interpretación es enigma, oráculo. Igualada al significante, su matema es12: I=S

Si la interpretación como puntuación se sitúa en la vertiente de la alineación, la interpretación como corte, igualada a un significante, apunta al S(A/) y se sitúa del lado de la separación.

Aquí, la interpretación será metafórica o metonímica. En el primer caso, la interpretación apunta al S1, significante último, in-sensato, significante éxtimo, que ata el sujeto al Otro y en este caso trabaja contra el rechazo o la represión primaria. En el segundo caso, la interpretación metonímica, es alusión, equívoco, y apunta al objeto.

Pues bien, sea metafórica o metonímica, la interpretación habrá de ser siempre enigmática en tanto isomórfica al deseo del Otro: ambas llevan la x como índice de un enigma. A esta x el inconsciente responde, pero no de cualquier forma: responde en términos de objeto, del objeto que el sujeto es. El S1 cortado, separado de la cadena, asemántico, se unirá al (S1<>a).

Si en tanto metafórica apunta al S1 éxtimo, en tanto metonímica apunta al plus de gozar, (a), o sea, apunta a los dos elementos de la insignia del sujeto, elementos que constituyen el núcleo cerrado del goce sintomático –y es lo que el texto de Vicente Palomera para la Convocatoria de la Conversación nos recordaba. Núcleo cerrado, en tanto no llama al Otro, y no llama al Otro porque a ese nivel no hay falta-en-ser. El corte, pues, apunta, por un lado, al elemento que en último instancia aliena el sujeto al Otro, y por otro lado, al objeto con el que el sujeto se separa de ese Otro.

3.- HACER "LETTROU"
Lo dicho anteriormente se resume diciendo: han caído las identificaciones, hemos cambiado la relación del sujeto al goce del fantasma pero, como dice J.-A.Miller13, la relación del sujeto a la repetición y al goce consiguiente queda intocada. Falta alcanzar lo que queda más allá del sentido, y del Uno, más allá del ser de goce, y que causa la repetición.

Sentido y Uno son barreras, barreras a las que clásicamente llamamos rechazo y defensa. Esto supone decir que el inconsciente como saber usa el sentido como defensa frente al goce, y que el inconsciente como discontinuidad, como tuche, usa el goce como defensa frente a lo real, frente al "troumatisme" de lo real -el inconsciente tiene horror al vacío.

Y, según la barrera, la interpretación. A la primera, en tanto barrera del sentido, barrera semántica, corresponde la puntuación; a la segunda, en tanto usa el goce como defensa, corresponde el corte. Y es por ello que se trata de ir más allá de la defensa, para confrontarse a lo real. En caso contrario, la causa, lo real como causa, quedaría intocado. La repetición en la enseñanza de Lacan era repetición significante en su primera etapa, y repetición de goce, en una segunda. Produce goce, fallando a lo real.

El goce del objeto y el del Uno del significante forman la última barrera, viniendo a tapar el vacío de la causa. Por una parte está el (a), una defensa que se mantiene bajo la forma de horror: "La causa del horror al saber se escribe a" 14, lo que supone decir: el objeto de la pulsión protege del horror de la castración. Y por otra parte está el Uno del significante, que aún habiendo despejado éste, deja presente el Uno como lugar, el lugar del Uno. Y no se habrá terminado un análisis en tanto: "Le culte de l'Un, c'est par excellence ce qui sert de défense contre le réel"15.

Por eso podemos decir que encontrar la letra de goce, no es el fin, sino la condición para hacer trou en la lettre -si me permiten: hacer lettrou, con dos t. Falta ir más allá del síntoma como letra de goce, pero partiendo de ahí, pues, como dice Lacan, es sólo desde la letra del síntoma como "tenemos acceso a lo real".16

 
NOTAS
1- Miller, J.A., L’interpretation à l’envers",. La Cause Freudienne, 32.
2- Lacan, J., "Automentario a la introduccion alemana de los Escritos"., Uno por Uno, 43.
3- Lacan, J., “Rapport de Rome”, Écrits, page 313.
4- Miller, J.A., "La fuite du sens", 20 Mars 1996.
5- Miller, J.A., "Petite introduction aux pouvoirs de la parole", La lettre, 142.
6- Miller, J.A., "Los signos del goce", XVIIIª sesión.
7- Ibid
8- Ibid, XVIIª sesión
9- Miller, J.A., "Uno, dos, tres, cuatro", 10ª sesión.
10- Miller, J.A., "Réponses du réel", VIIIª séance.
11- Miller, J.A., "Los signos del goce", XVIIª sesión.
12- Miller, J.A., "Petite introduction aux pouvoirs de la parole", La lettre, 142.
13- Miller, J.A., "L’expérience du réel dans la cure analytique", XIVª séance.
14- Miller, J.A., "El banquete de los analistas", Sesión 14ª.
15- Miller, J.A., Primera sesión del curso del 2002-2003.
16- Lacan, J., "La tercera".
 
Línea 505
HACIA LA IV CONVERSACIÓN
Por Mercedes de Francisco

En el último párrafo del texto Dirección de la Cura de 1958, Jacques Lacan nos habla de la importancia para los analistas de la lectura e incluso llega a plantear la exigencia de que el analista en primer lugar sea “un letrado”; Eric Laurent, recuerda una intervención de J. Lacan dirigida a él mismo, “Uno acaba siempre por convertirse en un personaje de la novela que es su propia vida. Para eso hace falta hacer un análisis. Lo que éste realiza es comparable a la relación entre el cuento y la novela. La contracción del tiempo que permite el cuento produce efectos de estilo. El psicoanálisis le permitirá descubrir efectos de estilo que pueden resultarle interesantes”, (la obra está primero y espera al autor, Eric Laurent); Pierre Rey, escritor, nos da una panorámica excelente de las intervenciones de Jacques Lacan que siempre apuntan a evitar que el “decir quede olvidado en el dicho”; incluso en el seminario Encore, Lacan define la interpretación como lo que se “lee en el inconsciente”; la importancia de la puntuación, también, nos remite a la lectura. Es por ello que aunque la palabra es el medio privilegiado de la experiencia analítica, la relación con la letra nos diferencia de la psicología y de las prácticas terapéuticas.

Desde sus primeros textos en los años 50, Lacan anuda la palabra que profiere el analizante con la escucha del analista, con su intervención, con su interpretación, con la escansión y el corte de la sesión. Es por ello que al considerar la regla de la “asociación libre, no es posible separarla de la táctica de la interpretación, de la estrategia de la transferencia y de la política de la institución, que incluye la formación de los analistas y la concepción del fin del análisis.

Este tema de la regla fundamental que abordamos como inicio de nuestro camino hacia el IV Congreso de la AMP en Buenos Aires, nos remite inmediatamente a la diferencia con las otras terapias que tienen como instrumento a la palabra. Lo primero que vino a mi mente fue la indicación de que la “asociación libre” es la menos libre de todas las asociaciones, pero ¿por qué la menos libre?, ¿Qué la esclaviza?, ¿Qué hace que el sujeto nos diga una y otra vez que tiene la impresión de repetirse?. ¿Cómo es que ofreciéndole la libertad para decir lo que pase por su mente, él repite sus dichos, sus palabras, incluso sus lapsus, y cómo los analistas tratamos esto que se pone en marcha por el mero hecho de hacer esta oferta?¿Qué de nuestros fundamentos nos llevan a dar un estatuto distinto a los “dichos de los pacientes”? ¿Qué nos permite no degradarlos reduciéndolos únicamente al registro de una realidad considerada en su “aquí y ahora”?, ¿Por qué nos está vetado la dirección del paciente?. Demasiadas preguntas se ponen en juego, una y otra vez, releyendo los textos de Jacques Lacan, incluso los primeros.

En su primera página de Dirección de la Cura, Lacan nos habla de un psicoanálisis antifreudiano, al que hay que agradecerle que se haya quitado la máscara, “puesto que se jacta de superar lo que por otra parte ignora”, y es ahí donde cuando nos habla de la “comunicación inicial de la regla analítica”, nos advierte “que por poco que el analista las comente servirán de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha hecho. Lo cual no lo hace menos solidario de la enormidad de los prejuicios que en el paciente esperan en ese mismo lugar”.

Después de esta referencia textual, quisiera referirme de forma un tanto aproximada, a ciertas afirmaciones de Lacan sobre la política, la estrategia, la táctica, en relación, por un lado, con la libertad, y por otro con la praxis. Consideraré primero estos tres conceptos: la interpretación (táctica), la transferencia (estrategia), la institución, formación de los analistas, fin de análisis (política), con relación a la libertad. Nos dice: el analista es más libre en cuanto a la interpretación, un poco menos en cuanto a la transferencia y con respecto a la política menos libre aún que en su táctica y su estrategia. Me he detenido en esta cuestión, primero porque no es muy fácil encontrar en la enseñanza de Jacques Lacan referencias a la libertad, y además porque la “asociación libre” incluye esta referencia.

Hasta el Seminario Aún, como nos enseña Jacques Alain Miller en el Curso “La Naturaleza de los semblantes”, Jacques Lacan se había valido de los matemas S(A/), a y fi mayúscula, en su esfuerzo por escribir lo real, pero a partir de aquí estos matemas son “despreciados” pues todavía no son el nombre de lo real, y es así como alumbra el axioma de la imposibilidad: “imposibilidad de la escritura de la relación sexual”. Esto que aparece en este momento viene siendo gestado en su enseñanza desde el Seminario de la Ética, cuando realiza la revisión de los textos freudianos de “El Proyecto de una psicología para neurólogos, Capitulo VII de la Interpretación de los sueños y Carta 52 a Fliess” (desarrollado en el Curso de Jacques-Alain Miller, “El partenaire síntoma”). Es en estos textos donde Lacan empieza a encontrar las bases freudianas para considerar el olvido, la repetición con relación a la marca, la huella mnémica, la letra. Lo que pasa a la representación está determinado por esa marca que anuda al significante y a la satisfacción.

Esta marca, este anudamiento, surgen ante la imposibilidad de escritura de la relación sexual hombre-mujer, es una cifra, una escritura, respuesta a la imposibilidad de la escritura. Sirva de ejemplo, la afirmación de Margarite Duras sobre el acto de escribir como “lo que escribiría si escribir fuera posible”, donde vemos suspenderse por un momento la imposibilidad, como ocurre en la contingencia del amor.

“En cuanto a la praxis, considera que cuando se es impotente para sostener auténticamente una praxis, la historia nos demuestra que esta práctica se degrada en el ejercicio de un poder”. Recordando de memoria creo que en el Seminario del Reverso Jacques Lacan nos define la práxis como la acción comandada por lo simbólico para transformar lo real. Es evidente que desde la perspectiva que comentábamos en el párrafo anterior, “la imposibilidad de escribir la relación sexual” no puede ser transformada, es esencial al ser que habla, y de ello tenemos muestra tanto en la clínica como en nuestra vida cotidiana. Entonces, ¿en la práctica analítica de que transformación se habla?. A partir de Encore, definitivamente encuentra Jacques Lacan la fórmula que lo separa de una tradición filosófica occidental, destrona al “ser” como referencia central para el sujeto en su posición con respecto al deseo (ser el falo), nos da las claves de un nuevo amor que no es una pasión más del ser, un nuevo amor que se sostiene definitivamente del acto y su relación con la contingencia. Es así como resulta imposible eludir las consecuencias que tiene este corte cuando se trata de nuestra concepción de la transferencia, de la interpretación, del fin del análisis.

Nuestras intervenciones, nuestra política, nuestro acto, no deben responder a una creencia en el sentido, el cual por sí mismo no encuentra su límite. Cuando en el Atolondradicho, Lacan nos dice que “en el dicho queda olvidado el decir”, apunta a esa letra, ese tope, esa marca, con la que se estampan todas nuestras aparentes alternativas simbólicas y que nos hacen toparnos con la fórmula de la imposibilidad. Esa cifra que ya no remite al desciframiento, no es lo real, no es lo imposible, es lo que escribimos justamente en el lugar de la imposible escritura.

Cada vez, en cada sesión, tratamos de encontrar ese tope que sancionamos con el corte de sesión, con una intervención que lo realce, con un gesto, etc. Nuestra eficacia no consiste en favorecer un sentido más, que nos adormezca en el sueño del ser, sino en poner a prueba cada vez lo “injustificable” de nuestra existencia, la no-correspondencia de los goces del hombre y la mujer, y a la vez mostrar que por eso es posible el encuentro amoroso, el síntoma, seguir en el lazo con el otro.

Se trata de un nuevo reconocimiento: de “las marcas del exilio de la relación sexual” en cada uno, y no de lo que las vela. El diagnóstico de Lacan de que la práctica de los postfreudianos se había degradado en el uso de un poder, que se dirigía al paciente y no la cura, siempre nos acecha a los psicoanalistas cuando falta el reconocimiento de estas marcas, cuando es el ser del analista el que encontramos como agente del análisis.

Terminaré con una pregunta de Lacan al fin de su texto Atolondradicho: ¿Dónde mejor he hecho sentir que con lo imposible de decir se mide lo real –en la práctica?. Esta pregunta puede ser una de nuestras brújulas.

 
Responsable de la Edición: Andrés Borderías.