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Relativos a la AMP - IV Congreso AMP: La práctica lacaniana
Nº 1 - Serie II. 9 de Mayo de 2003
Hacia el Cuarto Congreso de la AMP.

SUMARIO:

Línea 20
PRESENTACIÓN
Por Andrés Borderías

Línea 37
LA NEUROSIS OBSESIVA O LOS PARAÍSOS PERDIDOS
Por J.-A. Naranjo

Línea 146
EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y EL INCONSCIENTE LACANIANO
Por Felicidad Hernández

Línea 229
LA FLECHA DEL TIEMPO
Por Amanda Goya

 
Línea 20
PRESENTACIÓN
Por Andrés Borderías

En esta segunda serie de 125 Líneas irán apareciendo algunos de los trabajos que se están presentando en los diversos espacios de preparación del próximo “Seminario del Consejo” que tendrá lugar el 31 de Mayo, en cada Comunidad de la Escuela. También tendrán cabida otras contribuciones que surjan como aportación a esta nueva empresa de elaboración colectiva. Damos así un nuevo paso hacia el Cuarto Congreso de la AMP.

El tema que orienta en esta ocasión nuestro trabajo es el de "La sesión corta", bajo la perspectiva de los principios de la práctica lacaniana. Encontrarán en este número una contribución de Jose Antonio Naranjo sobre la dimensión sintomática del tiempo en la neurosis obsesiva, un comentario de Felicidad Hernández sobre el texto de J.A.Miller “La nueva alianza conceptual del inconsciente y el tiempo según Lacan” en el especio de investigación de Bilbao, y un desarrollo realizado por Amanda Goya en el Espacio 2004 de Madrid, sobre el primer punto propuesto por el Consejo para nuestra investigación: “El tiempo del inconsciente y el de la ciencia”-.

 
Línea 44
LA NEUROSIS OBSESIVA O LOS PARAÍSOS PERDIDOS
Por J.-A. Naranjo

En otoño de '93 la ECF y la EEP organizaron unas Jornadas bajo el título de "El tiempo hace síntoma". La tesis es que el tiempo hace síntoma con relación a la falta del Otro, que es una manera de decir que el manejo del tiempo por parte del sujeto es sintomático y es ese síntoma el que la operación analítica ha de desanudar.

El tiempo es inmanente a la estructura, pues el tiempo es inmanente a la constitución subjetiva. Ausente con frecuencia de nuestras comunicaciones y encuentros, el tiempo implícitamente se halla en términos como el de defensa y represión, desmentido y forclusión, en tanto los mecanismos fundantes de las estructuras son formas de manejar la temporalidad. Cuando, por ejemplo, hablamos de trauma, ¿no decimos "eso" de lo que el sujeto se defenderá. Cuando en la fobia hablamos de un deseo prevenido, ¿no decimos que el tiempo del sujeto es un tiempo de alerta? La atemporalidad del inconsciente en tanto repetición, el tiempo detenido del fantasma, la imposibilidad para concluir, ¿no son otras formas de decir que el tiempo hace síntoma?

Aquí abordaremos el manejo del obsesivo del tiempo, bajo sus dos formas de procastinación y apresuramiento.

Cuando decimos que lo que el obsesivo quiere es que se le demande, quizás no nos percatamos de que eso es ya un manejo del tiempo. Si se le demanda, él puede soñar que tiene lo que al Otro le falta, pero él, pobre marioneta del tiempo del Otro, él ahora se hace amo de la respuesta: dará o no, retendrá o no, pero fantasea con que el Otro queda a la espera -a veces su sorpresa es mayúscula porque el Otro o no esperaba o se cansó de esperar. El Otro se fue y le dejó con dos palmos de narices.

Juega a suspender al Otro en el tiempo, no sin que el obsesivo sepa anticipadamente el riesgo que corre, y es este sinsentido el que necesita encontrar la lógica que lo explique.

Hacer esperar es suspender el encuentro, "presentificar el futuro antes de que sea registrado como pasado"[1]. Todo su pensamiento está hecho para evitar el azar, la tuché, el encuentro que podría ser en el futuro. Todo su pensamiento -que en contra de lo que se suele decir es un pensamiento adelantado y es por ello que hemos de introducir la diferencia entre acto y pensamiento-, se agota en ese intento -el de prevenir la sorpresa.

Es cierto que procastina -deja para mañana lo que pudiera hacer hoy, pero también anticipa, anticipa y actúa, pero cuando actúa ya es tarde. Recuérdense las lecciones de Lacan sobre Hamlet–acaba con Claudio, el asesino, solo después de haberlo tenido orando en la capilla y dejado escapar, después de la muerte de Polonio, después de la de Ofelia, de la de Laertes y después de la de su propia madre, Gertrudis.

Enemigo de la sorpresa, cuando a pesar de eso, algo sorprende, su pensamiento y sus actos intentan asimilarlo, o sea, hacerlo símil, igual. Es su intento por reducir lo diferente a lo mismo. Su esfuerzo es eliminar lo posible y anular la contingencia: el resultado es el tedio. Su lema: ¡Prohibido sorprender!

Pero vayamos a la estructura. El síntoma obsesivo con el tiempo es dependiente de su esfuerzo por reducir el Otro al Uno de una manera bien particular: eliminando lo que en él se halla de goce. Sería así[2]:

"Dividido" el Otro en lo que tiene de lo mismo y lo que tiene de diferente, es ese espacio ocupado por el (a) el que el obsesivo quisiera anular. Es lo que el obsesivo deja ver a cielo abierto, y que llamamos la verificación obsesiva: comprobar que el goce no ha infectado al significante, que el goce ha sido civilizado por el significante, o también, que el goce ha pasado completamente a la contabilidad.

Reducir el Otro al Uno es eso: limpiarlo de goce. En matemáticas esto se llama el argumento por recurrencia o por inducción completa. ¿Qué es el argumento por recurrencia? Que lo válido para en n veces, es válido para n+1. Y es lo que observamos limpiamente en el hombre de las ratas con su plegaria para que a su dama no le ocurra nada. Plegaria, repetida ad nauseam, y sin embargo, fallida, porque la partícula "no" se desliza en ella plegaria: "Que Dios (no) la proteja". Y es esto lo que muestra la repetición: la cadena no atrapa el goce, sino que lo produce.

El síntoma obsesivo, "aparentemente es posible escribirlo como una metonimia, como la respuesta de una metonimia. No obstante, resulta allí en verdad constitutivo que en lugar de uno de esos significantes aparezca un (-1). Y cada vez que un (-1) remplace a un S1, tenemos la escritura de su síntoma[3]:

S = (-1), S1, S1, S1, S1
S1

Falta un significante, el pensamiento está obligado a comenzar, eso piensa infinitamente, y vuelta a empezar. Y es que el pensamiento es refractario al encuentro, y ocurre además, que por extenuante que sea, no le lleva a ninguna certeza, sino a su opuesto, la duda. Defensor de lo necesario -lo vemos en la vida cotidiana-, su horror a la falta arroja un saldo: el del deseo como imposible. Frente a la contingencia y a lo posible en la histeria, los dos modos lógicos que existen para el obsesivo son lo necesario y lo imposible -este "amor" por lo imposible es también fácilmente observable en la cotidianidad: no admite de su pareja, por ejemplo, lo fácil que para ella puedan serle o resultarle las cosas.

¿Qué muestra la escritura anterior? Que el goce hace retorno por el lugar en el que el significante faltante agujerea la cadena significante -que no tenemos que decir que es el suyo propio, el que le nombraría a él en su goce más particular, o sea, que es el goce del propio sujeto el que no entra en "la cuenta" -por lo que no puede dejar de contar. Mal contable, pues.

Y lo que no entra en la cuenta, retorna bajo la forma de la prisa: "Y en ese menos uno vemos, en efecto, emerger un goce equivalente al que Lacan destacó en la función de la prisa: el objeto a. Abriendo ese agujero, se ve surgir un goce en la prisa misma, en la precipitación que abre ese (-1)" [4].

(-1): algo falta, pues. El objeto ha agujereado al Otro. Y la respuesta es la prisa. Esta prisa traída por el objeto –"El objeto (a) tetiza (o sea, trae o pone) la función de la prisa"[5], tiene un uso en el obsesivo: tapar el agujero. Es su uso de goce, si podemos decir. O sea, que usa la prisa para gozar, goza de la prisa o en la prisa, y su uso es el de tapar la castración, entrevista por un momento. Él usa la prisa para restaurar un Otro completo -por eso su prisa o apresuramiento no es conclusivo. Uso radicalmente distinto al del final del análisis: el de despejar, el de extraer el objeto, el de descompletar al Otro.

"En mis tiempos...": he aquí una de las frases preferidas del obsesivo. En efecto, el obsesivo gusta de mirar atrás, donde sitúa los paraísos perdido. Y es que por la evitación del azar, de la contingencia, del encuentro que podría ser en el futuro, que podemos decir que el obsesivo sufre del futuro en el presente por nostalgia del pasado –lo (bueno) que tenía que pasar ya pasó. "Demasiado goce", dirá Freud. Es por ello que el presente se desertiza en aras de lo que fue. Extraños paraísos: el anhelo de encontrarlos, no va sin el temor de su re-encuentro. Su poca disposición a la sorpresa encuentra su razón de ser: temor a encontrarse en el futuro con su propio goce como repetición de aquél que fue en el pasado -solo que el encuentro ahora sería reencuentro y bajo la forma de angustia.

 
NOTAS
1- J. A. Miller. Seminario "La erótica del tiempo". Sesión del 7 de abril de 2000. Edtal. Tres Haches.
2- J.-A. Miller en "Uno, dos, tres, cuatro", vigésimo primera sesión. Inédito.
3- J.-A. Miller. Seminario "Los signos del goce", sesión XXIVª. Edtal. Piados.
4- Ibid.
5- J. Lacan. Seminario "Encore", sesión 4ª, 16/01/1973. Edtal. Paidos.
 
Línea 181
EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y EL INCONSCIENTE LACANIANO*
Por Felicidad Hernández

"Pretendemos mostrar en qué la impotencia para sostener auténticamente una praxis, se reduce, como es corriente en la historia de los hombres, al ejercicio de un poder. El psicoanalista sin duda dirige la cura.(...)no debe dirigir al paciente. La dirección de la cura consiste en hacer aplicar por el sujeto la regla analítica".[1]

El psicoanálisis no se basa en el ejercicio de un poder, y sin embargo está en manos de un analista que la cura se dirija hacia un lado o hacia otro. La práctica analítica está íntimamente relacionada con los conceptos que la guían. ¿Qué concepto de inconsciente, el primero de los cuatro fundamentales del psicoanálisis, nos guía en nuestra práctica? ¿Qué tiene que ver el concepto de inconsciente con la sesión corta?

Para esta aportación he tomado como eje el texto de J.A.Miller “La nueva alianza conceptual del inconsciente y el tiempo según Lacan” [2] en el que sitúa y elabora el desarrollo que hace Lacan del concepto de inconsciente a partir del concepto freudiano, en el Seminario XI.

Está la “hipótesis del inconsciente” de S.Freud, y la suposición del inconsciente, sujeto supuesto saber de J.Lacan. Si bien, nos dice J.A.Miller, suposición es la traducción de hipótesis, se trata de otro orden. Porque el inconsciente freudiano es deducido, inferido a partir de unos efectos; esto es, inferido como estando ya, y transportando efectos. Sería la transferencia lo que permitiría tener acceso a ese inconsciente e introducir transformaciones: primero la persona del analista atrae la libido investida en los síntomas, para que éstos tomen un nuevo sentido en la transferencia.

En Lacan se trata de una definición de inconsciente a partir de la transferencia, es decir que ésta entraría en la definición misma del inconsciente. El inconsciente freudiano es un saber que ya existe, es un automaton. El inconsciente lacaniano es un efecto que se produce y se manifiesta en el encuentro casual, en lo imprevisto de un pequeño lapsus, de una palabra precisa; y para que surja este acontecimiento que es el sujeto, es necesario un analista. Lo que aparece en la sesión lacaniana es el inconsciente-sujeto, el inconsciente-fenómeno y su forma es la discontinuidad; es lo que se manifiesta como lo que vacila en un corte del sujeto. Y aquí es donde se plantea la tesis de la temporalidad del inconsciente. Es la temporalidad del rayo, lo que aparece para desaparecer enseguida.

¿Qué consecuencias tiene distinguir el inconsciente-saber del inconsciente-sujeto? Lacan, en la pg.41 del Seminario XI afirma: "Freud, con su sed de verdad, dice: Sea como fuere, hay que ir a ver, porque en alguna parte, el inconsciente se muestra". El inconsciente freudiano "es". Mientras que para Lacan no se trata de un ser, pues precisamente localiza el inconsciente a partir de la falta en ser. Si para Freud el inconsciente es óntico, para Lacan es ético. Y ante este inconsciente es necesario un acto, la creación de un saber. Es decir, el analista es el que tiene que sostener lo que hay de ficción para que el inconsciente se manifieste de la buena manera. Es la ética del analista.

Está también la ética del analizante. Pero está también la ética del inconsciente, “es lo no realizado que quiere realizarse”. Y aquí sitúa Miller una inversión fundamental: mientras que para Freud la referencia es el pasado, para Lacan es el futuro, está inscrito en una dinámica, en el paso de lo virtual a lo real, y en este paso hay un margen donde el inconsciente puede realizarse de una manera o de otra dependiendo de cómo se dirija la cura.

Habría una objeción freudiana a este concepto de inconsciente: la repetición. Lo que está inscrito y no se puede cambiar. Freud elabora la repetición como la respuesta óntica del inconsciente. Por su parte, Lacan separa estos dos conceptos. Bajo la perspectiva de la temporalidad, la repetición es siempre la de la primera vez, no acumula las unidades que se repiten; ninguna es modificada por la serie que le precede. La temporalidad de la repetición, nos dice Miller, no es más que de apariencia, pues la repetición es justamente la anulación del tiempo.

Sin embargo el inconsciente-sujeto aparece y desaparece, y lo propio de la operación analítica es hacer que los efectos de sujeto se acumulen bajo la forma de saber. En el inconsciente freudiano se piensa el pasado como una memoria que se activa en el presente por medio de la transferencia. Mientras que para el inconsciente lacaniano se trata del futuro. Se trata de la dinámica de la realización de un inconsciente sostenido por un deseo y que tiende hacia un momento de concluir, que no será automático, no hay billete de salida, sino ético. La repetición es un inconsciente intemporal, mientras que la transferencia traduce la inmixión del tiempo de saber y la introducción del tiempo lógico de la cura, que es el tiempo de una demostración de lo real.

Se pensaría que lo real está solamente en conexión con lo necesario, es decir, con las leyes a las que no se puede no obedecer, pero Lacan nos ha enseñado a no recular ante la conexión de lo real y lo contingente. Y la contingencia es lo que comporta la transferencia, puesto que es la contingencia de las manifestaciones sintomáticas del inconsciente como de la elucubración de saber. El deseo lacaniano es que la experiencia analítica demuestre un real sacado de la contingencia, y esto no se puede producir si no está sostenido por un deseo.

La sesión lacaniana, la llamada sesión corta, estaría guiada por la lógica de la temporalidad del inconsciente. Si en la misma definición de inconsciente forma parte el analista; si el inconsciente no está, no es óntico sino ético por lo que un acto es necesario; si de lo que se trata es de la demostración de un real sacado de la contingencia de la transferencia, la sesión corta no se trata de una técnica sino de una decisión, de un acto analítico guiado por un deseo. Un deseo que vendría al lugar de lo que falta.

(*) Trabajo presentado en el Espacio-Escuela en Bilbao cuyo eje de trabajo es "Los principios de la práctica analítica. La sesión corta".

 
NOTAS
1- Lacan: La dirección de la cura. Pág. 566.
2- Miller: La nueva alianza conceptual del inconsciente y el tiempo según Lacan. Revista de la ECF, nº 45.
 
Línea 295
LA FLECHA DEL TIEMPO*
Por Amanda Goya

Así se titula el primer punto del texto propuesto por el Consejo a los miembros de la ELP, como punto de partida de una investigación sobre el factor temporal propio de la experiencia de un análisis, en el marco de un debate sobre los principios de la práctica analítica que tendrá su culminación en el próximo congreso de la AMP, a realizarse el año que viene en Brasil. Comienzo entonces por la cita textual de este primer punto:

"Tal como lo recuerda D. Cosenza, es en "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis", donde Lacan critica por primera vez la identificación del tiempo con el tiempo objetivo y mesurable propio de la física, tiempo sancionado por nuestros instrumentos de medida. En efecto, la tesis de Lacan de que la temporalidad inconsciente es cualitativamente diferente de la temporalidad del tiempo físico, apunta al nivel epistemológico del estatuto temporal del inconsciente.

Ya en su escrito sobre "El tiempo lógico...", Lacan destaca que el tiempo del inconsciente no es el cronológico, es un tiempo ligado al proceso de elaboración significante que el sujeto es llamado a realizar en el marco de su propia experiencia, respecto a las propias preguntas, las elecciones existenciales, y los cambios reales logrados en su existencia antes de empezar el análisis.

El tiempo lógico es para Lacan el tiempo peculiar del sujeto y no el tiempo de la ciencia moderna. Tampoco es el tiempo como medida de valor del trabajo del analista, según los parámetros propios de la economía del discurso capitalista que sanciona que el tiempo equivale al dinero. El esfuerzo de Lacan consiste ante todo en restaurar la función del tiempo en análisis en conformidad con el funcionamiento temporal del inconsciente del sujeto".

Como se puede observar, en esta introducción al problema se opone, al tiempo objetivo y mensurable propio de la física, otro tiempo subjetivo, discontinuo, ligado al funcionamiento temporal del inconsciente y que se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En efecto, el inconsciente no funciona al compás del reloj, al menos el inconsciente lacaniano. Es J.A. Miller quien nos autoriza el uso de esta expresión cuando encabeza así el primer capítulo del Seminario XI de Lacan: El inconsciente freudiano y el nuestro.

No ignoramos la complejidad del objeto que vamos a examinar, y quizás pecamos de un exceso de simplificación si reducimos el tratamiento que la ciencia hace del tiempo al mero uso de sus instrumentos de medida, aunque la oposición de la que hemos partido nos sea absolutamente válida. El problema del tiempo no ha dejado de interrogar a los filósofos, tampoco a los científicos, y con Lacan, no deja de interrogarnos a nosotros en nuestro campo porque toma una dimensión esencial en la experiencia analítica, tanto como para haber constituido el eje sobre el cual giró la gran controversia que agitó durante años a la comunidad analítica, y que - como sabemos- se saldo con la expulsión de Lacan de la asociación creada por Freud.

Tenemos más de un año por delante para proseguir esta investigación. Hoy me limitaré -al iniciar en la sede de Madrid este ciclo de seis reuniones preparatorias de la cita del Seminario del Consejo del próximo 31 de mayo- a proponer una cuestión al debate.

Como carezco de una formación científica decidí consultar un libro que se considera de divulgación, lo que no le resta complejidad, del famoso hombre de ciencia Stephen Hawking, que lleva por título: "Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros". Un libro que trata del tiempo, fundamentalmente en su relación con el espacio. El libro comienza con las grandes preguntas que todos nos hacemos alguna vez. ¿De dónde viene el universo? ¿Cómo empezó? ¿Tendrá un final, y en caso afirmativo, cómo será? Aristóteles, San Agustín, Galileo, Newton, Kant... entre otros, para culminar con Einstein, desfilan bajo la pluma de Hawking en su ejercicio de historización de esta noción que, como nos lo recuerda Jacques Alain Miller "...es un objeto muy difícil de pensar. Es un objeto de pensamiento que siempre les ha parecido, a aquellos que hacen del pensar su profesión, especialmente rebelde al concepto".[1]

El autor separa las diversas teorías sobre el tiempo en dos grandes grupos: las teorías absolutistas y las relativistas. Las primeras conciben al tiempo como una realidad completa en sí misma. Aristóteles y Newton defienden esta concepción. Para Newton el tiempo no solo era absoluto, era también verdadero, matemático, y de un flujo constante, sin relación alguna con algo externo. Según Hawking "Ambos pensaban que se podía afirmar inequívocamente la posibilidad de medir el intervalo de tiempo entre dos sucesos sin ambigüedad, y que dicho intervalo sería el mismo para todos los que lo midieran, con tal que usaran un buen reloj." Así mismo, la concepción kantiana del tiempo como forma a-priori de la experiencia no es sino la traducción filosófica del absoluto temporal de Newton.

Las llamadas teorías relativistas, por el contrario, han estimado siempre al tiempo como una relación, y en particular, como una relación con el espacio, tal es el punto de partida de la teoría Einsteniana de la relatividad. Para la ciencia actual el tiempo es una variable continua, que es aquella en la que se pueden trazar infinitos puntos entre cada intervalo de la variable. Esta noción nos recuerda la imposibilidad de Aquiles de alcanzar a la tortuga a causa de los infinitos puntos en los que se puede subdividir la recta al partirla siempre por la mitad.

Ahora voy a detenerme en el capítulo noveno, titulado: "La flecha del tiempo". Hawking comienza recordándonos que la teoría de la relatividad supuso el abandono de la idea de un tiempo absoluto y único, sustentada hasta el siglo XIX. "De este modo el tiempo se convirtió en un concepto más personal, relativo al observador que lo medía".

Para poner otro ejemplo, sostiene el autor que en la mecánica cuántica existe la figura del tiempo imaginario, un tiempo que se desplaza en las dos direcciones, tanto hacia adelante como hacia atrás, a diferencia del tiempo real, en el que existe una diferencia absoluta entre las direcciones hacia adelante y hacia atrás, donde la flecha del tiempo posee, exclusivamente, una dirección única hacia adelante. Imaginemos un vaso cayendo de una mesa y rompiéndose al golpear contra el suelo. Si filmamos este suceso y rebobinamos la película veremos el efecto contrario, es decir, los pedazos que vuelven a reunirse con la forma del vaso en el suelo y luego el vaso saltando hacia atrás hasta quedar colocado sobre la mesa. Es evidente que si podemos proyectar esta secuencia con la flecha del tiempo invertida, es porque hemos logrado enlatar el tiempo en la superficie de una cinta que nos permite manipular a nuestro antojo las dos direcciones.

La razón por la cual no vemos en la vida real vasos rotos recomponiéndose y saltando hacia arriba sobre la mesa es porque lo prohíbe la segunda ley de la termodinámica. ¿Que sostiene esta ley? Que en cualquier sistema cerrado, el desorden, o la entropía, aumenta siempre con el tiempo. Es algo así como la ley de Murphi, que afirma la tendencia a que las cosas tienden a ir peor - no hay más que encender el televisor para comprobarlo todos los días-.

Digamos que un vaso intacto encima de la mesa supone un estado de orden elevado de la materia, y un vaso roto en el suelo un estado desordenado. Es indudable que nosotros podemos ir desde el vaso sano al vaso roto, pero no a la inversa. Hawking sostiene que el hecho de que con el tiempo aumente el desorden, o la entropía, es un ejemplo de lo que se denomina la flecha del tiempo. Hay al menos tres flechas diferentes del tiempo:

1°) La flecha termodinámica, que es la dirección del tiempo en la que el desorden o la entropía aumenta.
2°) La flecha psicológica, que es la dirección en la que nosotros sentimos que pasa el tiempo, la dirección en la que recordamos el pasado, pero no el futuro.
3°) La flecha cosmológica, que es la dirección del tiempo en la que el universo está expandiéndose, en vez de contraerse.

A continuación de una serie de razonamientos en los que muestra la articulación entre estas tres flechas del tiempo, y en los que ahora no podemos detenernos, Hawking se formula la siguiente pregunta. Habiendo partido de la idea de un universo concebido sin fronteras, ¿qué ocurriría si éste dejara de expandirse y comenzara a contraerse? ¿Se invertiría la flecha termodinámica y el desorden empezaría a disminuir con el tiempo? Podemos imaginar hasta que punto la ciencia ficción sacaría partido de ello, porque la inversión de la flecha termodinámica del tiempo nos permitiría recordar el futuro, a quienes sobreviviesen la fase de expansión del universo y llegaran a la fase de contracción. Lo cual no deja de ser una hipótesis casi de ciencia-ficción también, si tenemos en cuenta que el universo no empezará a contraerse al menos en los próximos diez mil millones de años.

Hawking nos confiesa que en una época él creyó que si el universo comenzara a contraerse el desorden disminuiría, es decir, que se invertiría la ley de la entropía, en cuyo caso la fase contractiva implicaría la inversión temporal de la fase expansiva. El autor desemboca en una construcción estructurada como una simetría invertida, un esquema un tanto simplista que él mismo se encarga de abatir.

Con la honestidad intelectual de un auténtico científico, Stephen Hawking reconoce su error apoyándose en las elaboraciones de un colega suyo de la Universidad de Penn State, llamado Don Page, quien señaló que la condición de que no hubiese fronteras en el universo no exigía que la fase contractiva implicase necesariamente la inversión temporal de la fase expansiva. Cito sus palabras: "Me di cuenta de que había cometido un error: la condición de que no haya frontera implicaba que el desorden continuaría de hecho aumentando durante la contracción. Las flechas termodinámica y psicológica del tiempo no se invertirían cuando el universo comenzara a contraerse de nuevo..." Es el imperio de la entropía, en definitiva, es lo imposible de revertir y por tanto, estamos ante lo real del tiempo, diríamos con nuestra nomenclatura.

Detengámonos seguidamente en nuestro campo psicoanalítico ¿Qué podemos decir en este dominio sobre la dimensión temporal del inconsciente que habita al sujeto analizante?

Lo primero es que en el psicoanálisis no hay una sola flecha del tiempo, hay dos, una que avanza y otra que retrocede sobre la primera. Es lo que nos enseña nuestra pequeña célula elemental de la significación en la topología del grafo del deseo, asimismo grafo de la comunicación. Un vector que avanza hacia el futuro, de izquierda a derecha, en el mismo sentido que nuestra escritura, y otro vector retrógrado que vuelve hacia atrás y que señala el carácter retroactivo de la significación.

s(A) -------------------> (A)

En su libro "La erótica del tiempo", J.A.Miller presenta esta célula de la comunicación para formalizar lo que denomina la paradoja del futuro contingente. El hecho que sucedió ayer es necesario, el que puede suceder mañana es solo posible, de manera que la flecha del tiempo se desliza de lo necesario a lo posible, es decir, que hay una conversión permanente de lo necesario en posible.

Necesario ----------------> Posible

"Hay una enorme literatura filosófica alrededor de este sofisma -afirma Miller en estas páginas- Para nosotros, evidentemente, el nervio de este sofisma es la conversión de lo posible en necesario, que, de hecho, es un efecto de retroacción (...) Si admitimos una doble temporalidad, no hay más sofisma. En otras palabras, no hay más sofisma si aceptamos no el tiempo lineal sino una doble dimensión del tiempo. (...) El tiempo 1 es el tiempo que pasa, que va hacia el futuro, está continuamente duplicado por un Tiempo 2, que se dirige al pasado y que es constitutivo de la significación, de la ilusión del Sujeto-supuesto-Saber".

Estela Paskvan tomó exactamente este punto en su reciente intervención en Madrid, en el espacio de Enseñanzas de los AE. Ella nos recordaba que es a causa de la interpretación que la significación del Sujeto-supuesto-Saber se produce, evocando el famoso debate que mantuvo Lacan en los años 50 con los post-freudianos acerca de qué es lo primero, si la interpretación o la transferencia. El sostenía, por supuesto, que es la interpretación lo que da lugar a la transferencia. La interpretación promueve un efecto de verdad subjetiva que convoca a la creencia en el inconsciente en tanto que necesario, es decir, a la ilusión de que eso ya estaba escrito. El Sujeto-supuesto-Saber instaura a partir de entonces un tiempo de desciframiento del inconsciente que no es sino el tiempo pasado actualizado por la presencia del analista.

Lacan renueva la concepción freudiana del tiempo. Es sabido que para Freud el inconsciente carece de tiempo, pues se trata de una memoria del pasado de la que se excluye el suceder temporal, Lacan, por el contrario, concibe al inconsciente como una pulsación temporal en el que el inconsciente pide realizarse, y por tanto, lo que prevalece es que se proyecta hacia un futuro En la experiencia de un análisis, concebido en esta lógica temporal, el inconsciente se vuelve un acontecimiento en la trama del tiempo, donde no se trata tanto del desciframiento del pasado sino de la invención de un saber a partir de los efectos de verdad.

En efecto, en la experiencia analítica se trata de inventar un saber con los efectos de verdad que tuvieron carácter de acontecimiento para el sujeto. Allí donde era el sujeto, el saber debe advenir. ¿Porqué no formular en estos términos el imperativo lacaniano al que apunta una cura llevada hasta su término lógico? ¿No es el pase una invención de saber que cambia al sujeto? ¿No es lo propio de la experiencia analítica hacer que los efectos de sujeto que aparecen y desaparecen se acumulen como un saber en el lugar de la verdad? En efecto, en el pase se transmite algo de ese saber que progresa gracias a la operatividad de tiempo lógico que el deseo del analista comanda, un tiempo epistémico y libidinal, a la vez.

Entonces, y esta es mi conclusión, la dimensión temporal lógica de la experiencia analítica va en el sentido contrario de la entropía propia de la flecha del tiempo que Hawking nos ayudó a trazar. La experiencia analítica no es ajena tampoco a una fase expansiva, intercalada por momentos contractivos, propios de la operación de reducción de los significantes fundamentales del sujeto que el acto analítico promueve. Esta operación que aísla los elementos mínimos de la estructura para hacerlos saber en el pase, parte de un estado desordenado de los elementos hacia un ordenamiento creciente, y es en ese sentido que decimos que la experiencia analítica contraría la tendencia entrópica de la flecha del tiempo.

* Trabajo presentado en el "Espacio 2004" de la Sede de Madrid.

 

NOTAS:
1- J.A.Miller. "La séance analytique". "La cause freudienne" Publication de l'Ecole de la Cause freudienne. Paris. 2000. Pag. 12.
2- Stephen W. Hawking. "Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros." Alianza Editorial. pag. 37.
3- Op.cit. pag. 204.

BIBLIOGRAFÍA
- S. Hawking: "Historia del tiempo". op. cit.
- Jacques Lacan: Seminario "Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis".
- J.A.Miller: "La erótica del tiempo". op. cit.
- J.A.Miller: "Les us du laps". Seminario del año 2000.
- J.A.Miller: "La séance analytiquej". op. cit.

 
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Andrés Borderías, redactor de 125 Líneas.