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Curso del miércoles 4 de marzo de 2009

Jacques-Alain Miller: Cosas de finura en psicoanálisis X

Sí, me mantengo en el borde, en el borde de mi ignorancia. Podría mantenerme en el confort de mi saber, que después de todo es algo, saber que se acumuló con el correr del tiempo, con el consentimiento de mi experiencia como analista, y sin embargo hablo desde el borde de mi ignorancia, en el extremo de lo que a mí me interroga. Y constato que lo que digo toma irresistiblemente el giro de un diálogo con Lacan. Ustedes podrían creer que es cómodo, puesto que es mudo (risas), pero precisamente, lo hago responderme, responder a las preguntas que me planteo. Veo que el es mi partenaire. Por otro parte están todos ustedes - los hago asistir a este diálogo.

En el marco de este diálogo me atreví a decir ante ustedes la última vez – así concluí – que la enseñanza de Lacan comenzó por la manía y terminó en la depresión.

Me roconozco allí. Es verdaderamente algo que hubiera podido decirle. Las pocas veces en que él hace alusión en su Seminario a algo que le he dicho, me nombre o no, son de este tipo. Es insolente, es provocador – es el estilo que tenía con él, pincharlo, tal vez hacerme el no incauto. Y prosigo haciéndolo más allá de su existencia terrestre. En fin por supuesto existe terrenamente, existe en nuestras lecturas, en nuestros pensamientos, en la redacción que prosigo para terminar su Seminario.

Comienza por la manía, termina por la depresión, lo dije, no lo escribí en mis papelitos – aquéllos donde se depositan las fórmulas, algunas de las cuales probaré ante ustedes -, me vino a los labios al final, y se los arrojé.

Tuve tiempo, luego de reflexionar sobre ello.

Lo que se dijo, puede siempre desmentirse, o calificarse. Es una propiedad del significante, el significante llama a eso, lo permite: el significante llama a otro, S1 S2, y el segundo puede surgir en tanto que se está allí para continuar. Por lo tanto queda abierto. ¿Qué es lo que quiero decir ahora de lo que he dicho antes? Puedo decir por ejemplo que es una broma. La desmentida es siempre posible, pero para ser más preciso: a condición de que no se haya lanzado un enunciado preformativo, que no se haya lanzado un enunciado en un contexto tal que impide desdecirse, que fija el dicho, que lo inmoviliza, que los obliga a ser fieles a él. El contexto obligatorio del enunciado preformativo es siempre el de una institución.

Tomemos un ejemplo, el primero que se propone, el que está detrás del ejemplo que Lacan tomaba en sus comienzos, el « Tú eres mi mujer » detrás del cual está la institución del matrimonio: ustedes desposan. Para desposar, hace falta una palabra, reducida a lo elemental, al consentimiento. Si. Hace falta la escritura: se les hace firmar. Hace falta vuestra presencia, en carne y hueso – salvo que haya una dispensa, imagino. Hace mucho tiempo, cuando los transportes eran más difíciles, un rey desposaba una princesa a través de un representante, pero es posible que él haya tenido que volver a hacer la escena más tarde, en persona. Esta enmarcado por un gran número de condiciones, la publicación de bandos, etc., y es necesario que sea pronunciado y firmado ante un personaje juramentado, un intendente, un magistrado, un sacerdote, alguien que sirva a la religión.Mediante lo cual, con el dicho, está hecho. Y siguen un cierto número de consecuencias jurídicas, económicas, y lo sabemos bien, psicológicas.

Cuando ustedes lo hicieron en esas condiciones, no pueden decir que era una broma, ustedes no pueden calificar su sí : « Dije sí pero fue sin pensarlo » (risas), Dije sí, pero pensaba que era virgen » (risas) – alusión a un hecho diverso que ocupó los titulares este año. En el contexto de este curso, no veo nada que me impediría decir que mi enunciado sobre el carácter maníaco depresivo de la enseñanza de Lacan era una broma – luego de lo cual se me diría que era una mala broma. (risas)

Reunir el matrimonio y la broma hace pensar irresistiblemente en el inmortal. Occupe-toi d’Amélie (Ocúpate de Amelia) de Georges Feydeau.

No sé si aun se lo lee mucho. Recuerdo que cuando lo leí lo hice juntamente con La Dame de chez Maxim del mismo Georges Feydeau, el texto que mas me hizo reír de todos los que he leído. No se si ustedes conocen la intriga. Es la historia de Etienne, que confía a Amelia – que es su amante, una cualquiera como se decía en esa época, una joven -, la confía a los buenos cuidados de su amigo Marcel, porque debe ausentarse por un período de servicio militar, y a su regreso se entera de que Marcel, depositario de Amelia, no estuvo a la altura de su tarea y que los encontraron en la misma cama. Entonces medita su venganza. Se le facilita por que Marcel no podrá tocar su herencia hasta el día de su casamiento: es la condición que su padre difunto ha puesto, y confió al padrino del dicho Marcel el asegurar este matrimonio. Etienne, buen compañero, persuade a Amelia y a Marcel de casarse para satisfacer la condición paterna, pero casarse como semblante para engañar al padrino, un inefable flamenco. Entonces, en el acto III, tenemos la escena del casamiento como semblante. Etienne arma una boda de compañeros, que bromean, que se guiñan el ojo. El único que no bromea es el personaje del intendente, y por las mejores razones, es un auténtico magistrado. Y al final, lo que se descubre es que este matrimonio de semblante, era de verdad, y que Marcel y Amélie están unidos para toda la vida.

Fui a mirar mi Feydeau, les leo un pasaje, simplemente por placer. Marcel a Etienne, luego de la ceremonia. – ¡Ah! ¡Gracias, mi buen Etienne! ¡Gracias ! Etienne –¿Estas contento, eh ? (risas) Marcel – ¡Sí lo estoy ! ¡Ah !...¿No, pero lo crees, he ?¿Crees que se lo creyeron!¡ Que bien anduvo el padrino ! ¡Ah ! la gran farsa ! – ¡Oh ! ¡sí, la gran farsa ! dice Etienne, ¡la gran farsa !...Y mejor aún de lo que tú imaginas. Marcel – ¡Oh !¡ sí ! ¡Oh !¡ sí ! (risas). Y ellos intercambian ¡Hé ! ¡hé ! ¡hé ! ¡hé ! ¡hé ! (risas) Marcel – No puede haber mejor farsa que haber hecho creer al padrino que este matrimonio era verdadero. Etienne ¡Sí !, ¡sí !... Puede haber una mejor aún (risas). Marcel – ¡Oh! ¡no! ¡oh no! (risas) Etienne – ¡Oh!¡ Sí ! ¡Oh ! ¡sí ! (risas)Y ríen. Etienne – La mejor es haberte hecho creer a ti que este matrimonio era falso. (risas) Marcel, no entendiendo y riendo aún a medias – ¡Sí!...¡Eh!¿ qué?(risas) Etienne – ¿Creiste que era una broma? ¡Y bien!! Es verdad, mi querido! Marcel poniéndose ansioso (risas) – ¡Hé ! Etienne – ¡Ah ! tu me robaste a mi amante ! ¡ah ! ¡tu te acostaste con ella ! Marcel – ¡cómo! ¡Tu lo sabes? Etienne – ¡Sí , lo sé ! ¡Y bien, mi querido, acuéstate aún si quieres! ¡Tu no tienes ya que sentirte incómodo; es tu mujer ahora; estás casado con ella! (risas) Marcel, saltándole encima – ¿Qué es lo que dices? Etienne – Buenas noches! Un placer…Ocúpate de Amelia! (risas) Marcel, enloquecido_ ¡Etienne ! ¡Etienne !

Bueno, esta es la intriga. Este es el ejemplo de un discurso que creíamos que era semblante y que es verdadero. Es un discurso que no sería semblante. . si puedo decirlo.

Entonces, podemos salirnos de eso – se ha enunciado un enunciado preformativo, Toto, en efecto, tal como se lo presentó a Marcel, es el intendente del distrito, es eso lo que le da la autenticidad, la veracidad, la validez del acto -, podemos salirnos de eso, pero solo de una manera reglada por un divorcio, y si se tratara de un matrimonio religioso, por una anulación, efectuada en última instancia por el Vaticano, y prescrita, en todos sus detalles, por el derecho canónico.

Pero, aquí lo que llamamos de verdad, como opuesto a de semblante, es siempre del orden de lo que se llamaba – en la era de las Luces, en Voltaire por ejemplo – la comedia (mômerie) ¿Qué es la comedia? La comedia es el nombre irónico por el cual se designa la acción de los semblantes, es lo que llamamos, si no queremos ser irónicos, el respeto de las formas, es decir un cierto montaje que comporta elementos simbólicos y elementos imaginarios.

Desde el momento en que el intendente, que se creía que era Toto reclutado por Etienne, es un auténtico magistrado, es decir que fue él mismo consagrado en las formas, el acto al cual él preside y que consagra, este acto es de verdad.

Esto llega lejos, esta certificación de validez, como nos ilustra un hecho diverso de la actualidad donde se ha debatido mucho la excomunión sí, excomunión no. Ustedes ciertamente lo saben, la más alta autoridad de la Iglesia en la persona del papa levantó la excomunión que afectaba a cuatro obispos. Y quedó bastante flu, en los comentarios que fueron dados de este incidente, el saber si, por el hecho de levantar su excomunión, estos obispos conservaban o no su calidad de obispos.

Leyendo como ustedes las informaciones que nos llegan por todos los canales, no lograba hacerme, si puedo decirlo, mi religión sobre el tema. Y por lo tanto consulté: consulté sobre la cuestión de saber si estos obispos eran obispos o no (risas). En tiempos comunes, quiero decir antes de Internet, habría consultado a un especialista del derecho canónico, pero he podido economizar este paso consultando en Internet los artículos del derecho canónico que rigen la cuestión. Aparece lo siguiente: que la consagración de un obispo, como la de un sacerdote, es decir la elevación de un sacerdote a la calidad de obispo, la elevación de un fulano a la de sacerdote, tiene el estatuto de un sacramento. Entonces, le fue prohibido a Monseñor Lefebre (…) proceder a la consagración de obispos, que para ser autorizada, requería el acuerdo papal previo que no le fue dado – era necesario estar en armonía con la Santa Sede -, por lo tanto preceder a la consagración de obispos estaba afectado por una interdicción, y que trasgrediera esta interdicción fue motivo de excomunión. Bueno, ¿ustedes se imaginan que eso arregla el asunto? En absoluto. Porque eso, eso concierne a la ley de la Iglesia, es decir lo que es una institución – sagrada, pero una institución. Lo decisivo – hay que medirlo – es que la interdicción legal, institucional, discusiva, papal, la interdicción que afecta la consagración de esos obispos, no afectó su validez sacramental. ¡Ah! (risas) Es decir que son obispos, porque fueron consagrados (…) en las formas prescritas, y el sacramento tiene, según el derecho canónico, una validez que se mantiene, a pesar de la interdicción institucional. Entonces, dicho esto ahora que fueron reincorporados en el cuerpo de la Iglesia, no pueden ejercer legalmente como obispos, pero eso no afecta la validez sacramental que hace de ellos obispos.

Esto dice algo de lo que es el sacramento que, considerándolo voltarianamente no es más que una comedia, un montaje simbólico imaginario, pero que, según el derecho canónica tiene, cuando todo está OK efectos reales, e irreversibles – y esto independientemente de la ley de la Iglesia. Es lo que permite ver porqué Lacan tomaba al sacramento como la esencia de la religión. El sacramento, es decir el hecho de atribuir efectos reales a un dispositivo que toma su punto de partida de lo simbólico y que comporta elementos imaginarios: efectos reales obtenidos a partir de semblantes. Lacan veía el nudo de la religión precisamente allí, en el hecho de reconocer, al efecto de ciertos semblantes, un valor de real.

Su valor de real es iluminante en ese hecho de la actualidad, porque la Iglesia reconoce allí, para ella misma, un imposible: no puede hacer que no sean obispos.

Es eso – no es nada más que eso - , es eso lo que determina el estatuto singular de lo que llamamos un cisma. El cisma no es simplemente irse. El cisma es que, incluso si se van, incluso si se los echa por la puerta excomulgándolos, continúan reconociendo el valor de real del sacramente una vez que ha sido impartido. Es lo que hace comprender la atención, el cuidado que tuvo el Santo Padre en traer al seno de la Iglesia, a las ovejas descarriadas. Porque esas ovejas llevaban con ellas un valor sacramental real que no estaba en su poder anular: allí está el cisma, es cuando llevan con ustedes en la suela de los zapatos lo real.

Entonces, el hecho de que esos obispos no sean presentables, el hecho que digan enormidades, según el reino de la opinión actual – actualmente hay cosas que no se pueden decir sin una levantamiento general de escudos, pero en fin no era así hace cincuenta años, y por lo tanto no lo será quizás así en cincuenta años más, lo opinión va y viene -, el hecho que sean antisemitas, negacionistas se puede hacer toda un rollo con esto, pero no es del mismo orden que el valor de real reconocido al sacramento. Y, para volver a atrapar a este valor de real, el teólogo impecable que es el papa está preparado para soportar la indignación internacional de las buenas conciencias.

Hay que medir que, cuando se es un teólogo impecable, y no simplemente un indignado de la turba de ignorantes, se cree en el valor de real del sacramento. Todo está en esta palabra: valor de real. Para el derecho canónico tiene valor de real. En este caso, para los no creyentes, para los creyentes poco versados en el derecho canónico, y podríamos decir incluso para los creyentes que manejan los conceptos lacanianos, decir valor de real denuncia su carácter de ficción, es decir que el discurso está construido de tal modo que asigna el carácter de real a los efectos supuestos de este montaje de semblantes.

Esto ayuda a comprender porqué Lacan podía decir, en su muy última enseñanza, que sería necesario que el psicoanálisis sea una práctica sin valor, es decir una práctica donde no se trata de valor de real, sino de real en tanto que tal.

Es a lo que Lacan apunta hablando de un discurso que no sería semblante. Eso no es de ningún modo del orden en que se revela el matrimonio de Amélie como no siendo un semblante sino de verdad. No es tampoco del orden en que reconocemos al sacramento un valor que no es de semblante sino un valor de real. Eso apunta a un real, un efecto real, que sería del orden de aquel que la ciencia obtiene.

Ahora, la ciencia.

Por supuesto, hay un discurso de la ciencia, y podemos acentuar el carácter de semblante de ese discurso. Podemos por ejemplo mostrar que se constituyó a partir de ciertos valores, que fue ante todo una ética, e incluso, cuando se trataba de las matemáticas de la Antigüedad griega, la ética, la ascesis de una secta. Cuando se trataba de la física matemática, por ejemplo en Inglaterra, se dieron instituciones. Pienso especialmente en la Royal Society, fundada sobre la confianza que podían tener unos en los otros practicantes de este nuevo modo, en la medida en que eran gentlemen. Hice alusión hace mucho tiempo a ella, la Royal Society fue fundada con la noción que tenían que vérselas con gentlemen, que cuando iban a contarles lo que pasaba en sus laboratorios, en sus pequeñas manipulaciones iban a contarles lo que verdaderamente pasaba. Muchas veces volvieron a este punto (risas). Por el contrario, la falsificación regular de los resultados por los científicos es hoy un problema de masa, y hay que prever órganos de evaluación – hay que decir la palabra -, de control, de vigilancia, porque ahora ya no son gentlemen los que hacen esto, sino gangsters (risas) – un cierto número de gangsters potenciales. Todo esto es del orden del discurso de la ciencia, donde tratan de llegar a consensos – mediante lo cual los grandes descubrimientos se hacen justamente en ruptura con esos consensos sobre los grandes paradigmas, como se expresan. Pero, finalmente, notamos que Cantor debió crear la Asociación de matemáticos alemanes, para hacer admitir los números infinitos, para asegurar, para validar el modo en que traficaba los números enteros.

Todo esto es del orden del discurso de la ciencia, nada es más cómodo de demostrar hoy que el carácter de semblante pero resta, y no podemos no decir que es de otro orden, resta que algunos montajes de la ciencia tienen la propiedad de pasar a lo real: un cierto número de cálculos, de montajes de semblantes matemáticos tiene la propiedad de pasar a lo real.

Es a este título que Lacan recurrió a ese hecho diferente, que había traumatizado a la época, el lanzamiento por la Unión soviética – hoy difunta – del primer sputnik que hizo que la tierra entera aprendiera este término ruso, y cuya ex – sistencia al discurso que lo produjo no dejaba ninguna duda. ¡Y bien! evocando un discurso que no sería semblante, Lacan formulaba implícitamente el anhelo que el psicoanálisis pudiera – en el sentido de tener la potencia de – inscribir en lo real, a instancias de la ciencia, lo nuevo, formulaba el anhelo que haya también spuntniks – no sé como se pone el plural en ruso, ¿spoutniki ? (risas) – en el psicoanálisis.

Esto supone que se salga del discurso. El discurso es un medio, el cálculo matemático es un medio, pero luego hay una autonomía de lo que produce. Y constatamos en efecto que los cálculos de Newton son verificados por el sputnik.

Entonces, es en este sentido que podemos decir que el pase, tal como Lacan lo concibió como el nombre del momento terminal de un análisis llevado a su fin lógico, no es un sacramento. Sí, es ciertamente su anhelo. Que sería hermoso que el pase no sea un sacramento. (risas) Lo digo de esta forma irónica porque estalla la evidencia de lo que hace del pase un sacramento. Que no sea uno, es mucho más difícil de mostrar – y hace falta precisamente más bien demostrarlo que mostrarlo.

Es un sacramento en la medida que su consagración por la nominación de un analista de tipo especial – analizante que ha terminado lógicamente su cura -, esta consagración debe responder a formas prescritas.

Debe haberse expresado ante los mensajeros llamados pasadores, designados ellos mismos, con formas prescritas, por personas habilitadas para hacerlo, que refieren su mensaje a un jurado, cuya constitución misma responde a ciertas normas, todo en el marco de una institución. En tiempos de Lacan no había más que una, pero desde entonces fue retomado por diversas agrupaciones, de toda clase que, valga lo que valga, han determinado, modificado, adaptado las formas prescritas en la época de Lacan. Y, para que haya nominación, tiene que haber acuerdo o mayoría en el marco de ese jurado, a partir de lo cual hay nominación performativa de un Analista de la Escuela – al menos era así inicialmente como se lo definía -, que es supuesto satisfacer la prueba, y que por lo tanto es reconocido si puedo decirlo, como sputnik del psicoanálisis (risas) Tu eres nuestro sputnik.

Por lo tanto, para operar esta nominación, hay una comedia (mômerie), normativizada – cuando hay normas siempre pueden cambiarse – normativizada según los criterio en vigencia en un momento dado, que consagra, que eleva a alguno otorgándole un título en las formas prescritas.

Evidentemente, no es para hacer un sacramento que Lacan puso a la luz, dio nacimiento al pase, y si tenemos en cuenta su intención de creador, a sus ojos no era un sacramento. La nominación, con el aparato legar que la rodea, era segunda y destinada a consagrar un acontecimiento que se habría producido en la experiencia analítica de alguien, un acontecimiento tal que para un sujeto haya algo nuevo en lo real, o – digo o para aflojar un poco esta exigencia – o al menos algo nuevo en su relación con lo real.

Se trata de eso – lo vamos a poner en condicional -, De una pase que no sería comedia (mômerie)

Si vuelvo ahora a mi dicho sobre el carácter maníaco depresivo del itinerario de Lacan, todo muy bien reflexionado, lo refrendo, persevero en decirlo

Me doy cuenta que lo que puede incomodar son los términos clínicos que empleo para decir esto, pero no son sin fundamento en las declaraciones de Lacan mismo. Lo he dicho releyendo en 1966 su escrito de 1953 « Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis », él mismo señala una nada de entusiasmo, como se expresa, que marca ese texto, y toma distancia con este entusiasmo. Diciendo manía, traduzco de un modo que no me parece inexacto, este acento de entusiasmo. Y hablar de depresión, al final de su enseñanza, es solo subrayar las referencias insistentes que él mismo hace, a partir de una cierta fecha, sobre sus pocas ganas de proseguir, su ausencia de deseo, un ciento fed up (hartazgo), y el carácter obligatorio de cada seminario que se ve llevado a dar, semana a semana o cada quince días.

Pero finalmente, si los términos clínicos que utilizo oscurecen la cuestión centrando todo el interés – como se trataría de un diagnóstico -, puedo sustituirlos por términos epistemológicos. Puedo decir, simplemente, que la enseñanza de Lacan comienza por afirmar la dominación de lo simbólico sobre lo real, una dominación absoluta, tan absoluta que lo real está incluso excluido del campo psicoanalítico – la declaración figura con todas las letras, si recuerdo bien, en el Seminario IV – , y lo que encontramos por el contrario en la última y muy última enseñanza de Lacan, siempre simplemente, es la afirmación de la supremacía de lo real sobre lo simbólico y sobre lo imaginario, a despecho de la igualdad aparente que comporta el esquema del nudo borromeo. Aquí está en términos epistemológicos, lo que había formulado en términos clínicos.

La exclusión de lo real, a mi modo de ver, es lo que da su impulso a la enseñanza de Lacan – para darle periodicidad- del Seminario I al Seminario VI: parte verdaderamente como una flecha (JAM empieza la construcción de esta periodicidad con una flecha ascendente) y se pone en juego un esquematismo verificado y enriquecido cada año.

Detengo esto en el Seminario VI porque en efecto con el Seminario VII, La ética del psicoanálisis, Lacan reintroduce lo real (JAM traza una barra como tope de esta flecha). Y por lo tanto allí, tenemos sin duda una inflexión (JAM traza una curva un poco menos ascendente, que parte de esta barra), pero una inflexión que no es mayor, puesto que Lacan encuentra de todos modos, en su escrito de 1962 "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", el modo de acomodar, en el interior del esquematismo inicial, este real que ha retornado.

Este texto de 1962 es aquel en el que da la construcción y el comentario del famoso esquema del grafo del deseo que tiene la forma que ustedes conocen (JAM dibuja el grafo del deseo a la derecha del pizarrón y a distancia de la construcción en curso) y que integra los resultados de los seis primeros Seminarios y acomoda la reintroducción de lo real efectuado en el Seminario VII. Para decirlo simplemente, acomoda bajo la forma del vector superior, transversal (JAM engrosa el vector superior transversal del grafo), del que hace aquel de la pulsión, concebida como una cadena significante. Lo que en ese esquematismo representa lo real es la pulsión, concebida como una cadena significante articulada en términos que el llama orgánicos, oral, anal, et – ustedes lo encuentran en los Escritos página 816 -, y eso se da con una formulación paradojal que concierne a la palabra. Porque evidentemente lo que hace objeción para hacer de la pulsión una cadena significante, es lo que Freud formuló como silencio de las pulsiones. Lacan acomoda esta dificultad diciendo que, en la cadena significante pulsional, lo cito, de estar tanto más lejos de hablar cuanto más habla. (Escritos I, pág.328)Esta es una formulación paradojal: está tanto más lejos de tomar la palabra, del verbo hablar, que de hecho más habla. Esta fórmula paradojal, del estilo de Lacan es, a mi entender, una tentativa de resolver la dificultad que tiene al hacer de la pulsión una cadena significante cuando Freud subrayó que allí, estábamos aparentemente en otro orden, el del silencio.

Esta solución, que consiste en modelar la pulsión – es decir el apetito de goce, la operación de gozar -, esta solución que consiste en modelar la operación de gozar sobre una cadena significante, es a esto a lo que verdaderamente Lacan se atiene, lo que expone, subraya en el Seminario XI – subraya cómo la cadena del enunciado, que está debajo (JAM engrosa el vector inferior transversal del grafo) y que es la de la palabra, encuentra su garante en la pulsión -, es verdaderamente una solución que encuentra para acomodar la instancia de lo real en el campo analítico.

Digamos que este movimiento culmina en efecto en la doctrina del pase, (JAM retoma su construcción de la periodicidad de la enseñanza de Lacan y traza, en la punta de la segunda flecha, un círculo encima del cual escribe doctrina del pase), que está expuesta en los seminarios XIV y XV con el escrito "Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela" de 1967 entre los dos. Veo allí el punto culminante, el ápex de su enseñanza, del primer movimiento de su enseñanza (JAM engrosa la primera flecha ascendente), del segundo movimiento de su enseñanza (JAM engrosa la segunda flecha ascendente). También allí su enseñanza pretende encontrar una incidencia efectiva en la producción de los psicoanalistas. Anunciada desde los primeros momentos de su enseñanza, aporta una solución esperada.

Después de lo cual, digamos que desde ese punto (JAM traza un vector descendente a partir del círculo) comenzará un movimiento que podría calificar de a contrapelo de su enseñanza, donde todos los presupuestos de esta doctrina del pase serán sucesivamente evaluados, sacudidos, cuestionados, y en cierto sentido destruidos.

Por lo tanto veo en la doctrina del pase en Lacan, el ápex de su enseñanza y el punto de a contrapelo a la vez.

Él mismo no se incomodó por el hecho de dar periodicidad a los descubrimientos freudianos de esa manera. Para él, a partir de 1920, a partir del "Más allá del principio del placer » y « El Yo y el ello », tenemos el punto de contrapelo del descubrimiento freudiano. Freud habiendo descubierto, en un primer movimiento, el inconciente y su carácter significativo, da una vuelta a contrapelo de su descubrimiento agregando el ello, es decir descubriendo, a partir de la repetición, la función del goce en tanto que cuestiona el desciframiento del inconciente y su potencia.

Ya hace tiempo que aislé, al final de la primera parte de « Función y campo de la palabra y del lenguaje », esta apreciación de Lacan según la cual sus señalamiento sobre la función de la historia tenían como efecto, en la obra de Freud, la desintricamiento – es su palabra en la página 261 de los Escritos (Escritos I página, 83), el desintricamiento que producen allí entre la técnica de desciframiento del inconciente y la teoría de los instintos y aun de las pulsiones. En esa época, para Trieb se decía aún gustosamente instinto y progresivamente Lacan, de manera univoca eligió la palabra pulsión. Este desintricamiento que Lacan señala es la condición misma de su impulso inicial: repensar el psicoanálisis a partir del desciframiento del inconcientes y deducir de esta técnica una teoría de las pulsiones que consiste en alinearlas sobre la estructura de lenguaje del inconciente.

El aspecto maníaco – entusiasta si lo prefieren – de su punto de partida de 1953 se atiene a la afirmación de la omnipotencia del sentido, y en particular de su potencia sobre las pulsiones, de su potencia sobre el goce – incluso si el término no está puesto de relieve por Lacan al comienzo de su enseñanza. Y en el otro extremo, en 1979, en la página 570 de los Otros escritos, afirma por el contrario que el goce propio del síntoma es opaco por excluir el sentido. Ya no es cuestión de omnipotencia del sentido, puesto que esta potencia se detiene en la opacidad del goce del síntoma, y podemos decir que esta exclusión final del sentido, es la inversa de la exclusión de lo real que domina el período que irónicamente yo decía maníaco.

Entonces, ¿cómo efectúa Lacan esta reintroducción de lo real en su Seminario VII? reintroducción que será de todos modos una suerte de falsa entrada. La efectúa bajo la forma de lo que el llama la Cosa – aprovechando un término de Freud, das Ding -, que será más tarde para él el goce, y del que Freud hizo la instancia del ello. Digo que es una falsa entrada de lo real, porque en el fondo Lacan implícitamente aquí, hace del ello, otro nombre del inconciente: hace del ello freudiano el inconciente de la pulsión. De hecho, este goce, la Cosa, la volverá operatoria, manejable, en tanto que objeto a minúscula. Y verá allí, en el objeto a minúscula, su propia invención, su invención que es hacer de la pulsión una cadena significante, que es enganchar el goce en la cadena significante, considerar que una cadena significante siempre tiene una doble consecuencia, de un lado un efecto de sentido y del otro un producto de goce. En el ápex de su enseñanza, centra la operación analítica en el fantasma: fantasma del que Freud había mostrado en el ejemplo « Pegan a un niño » que su soporte era ante todo una frase, es decir una cadena significante, sobre el fantasma concebido como la adición de un efecto de sentido y de un producto de goce. Digamos que el fantasma es la solución que Lacan encuentra a la pregunta que plantea la reintroducción de lo real en la estructura del lenguaje sin hacer explotar todas sus coordenadas. Por lo tanto, como él mismo se dará cuenta, el objeto a minúscula, es un goce domesticado: es ya un goce domesticado por el significante puesto que es su producto.

De allí la idea de que el psicoanálisis consiste en obtener una fractura del fantasma, es decir una separación entre el efecto de sentido y el producto de goce.

En el seminario de Lacan, podemos seguir la construcción conceptual del fantasma como una unidad simbólico real, si puedo decirlo, con elementos imaginarios, es decir como un nudo, pero como una unidad divisible: hay unidad porque hay solidaridad entre el efecto de sentido y el producto de goce, esta solidaridad hace a la estructura misma del fantasma, y el pase consiste en afirmar que podemos fracturar el fantasma.

El fantasma deviene allí, la morada electiva de la Cosa, la morada electiva del goce, encerrado, soportado por una frase con su cortejo de imágenes.

A partir de allí el sujeto aparece no solo como un sujeto del significante, sino como un sujeto del fantasma, el sujeto aparece encaramado sobre su fantasma – Lacan hablará mas tarde, al final de su enseñanza, de un escabel. El sujeto está encaramado en su fantasma, y la perspectiva es hacerlo caer de ese fantasma y por eso mismo, destituirlo como sujeto. Podemos decir que eso pone en marcha la dinámica de la parte que yo llamaba depresiva de esta enseñanza, que en el fondo está consagrada enteramente al cumplimiento de la destitución subjetiva.

Lacan va a destituir al sujeto llamándolo parlêtre, quitándole incluso su nombre de sujeto.

Y más allá incluso de llamarlo parlêtre, el nombre del sujeto que Lacan traerá al final es el sinthoma. Es decir el verdadero nombre del sujeto en la muy última enseñanza de Lacan – por otra parte, cuando escribe sobre Joyce dice "Joyce el Síntoma" es decir que se lo pega a su nombre propio para hacerlo su sobrenombre.

Lo que Lacan llamará el sinthoma, es el nombre de lo que llamaba en otra época la Cosa, das Ding, o incluso en términos freudiano, lo que llama el sinthoma es una figura del ello, no ya como una instancia, sino como un montaje..

Entonces,¿ esto anula la función del sujeto ? No diría eso. Pero, en relación con el sinthoma el sujeto se realiza en la periferia.

En tanto que centrar la operación analítica en el fantasma abre a una problemática de la caída, de la separación, del atravesamiento, de lo que yo reunía diciendo fractura del fantasma, no ocurre nada parecido con el sinthoma, donde la dirección de investigación va más bien en el sentido de la identificación, en el sentido del Yo soy eso: el sinthoma.

No se reconoce el ser de sinthoma del sujeto, en el objeto a minúscula, sino en un proceso, en una repetición, y en un montaje.

Entonces, este punto de contrapelo en la enseñanza de Lacan a partir del pase, no anula lo que conciernen la fractura del fantasma, sino que aísla lo que resta y que es el sinthoma como aparato de goce.

Dicho de otro modo, ordena el pase en una más allá del pase, que es este aparato opaco que marca el fin del análisis.

Es por ello que daré este valor de sentido a lo que Lacan aporta de la satisfacción que marca el fin del análisis.

Eso no implica la anulación del sinthoma; lo que Lacan llama el sinthoma no es susceptible de atravesamiento, de fractura, ni de anulación no puede ser reconducido a cero; la idea es más bien que la relación del sujeto al sinthoma se vuelva satisfactoria.

Joyce fue capaz de identificarse a su sinthoma sin análisis, condición para hacer una obra, es decir para performar.

Ordenado con el más allá del pase, el pase toma el sentido de: Como hacer con el sinthoma. Lo que Lacan llama la verdad mentirosa es un saber hacer allí con el sinthoma.

Más allá de la fractura del fantasma, de un fantasma que daba sentido, queda el fuera de sentido, y de allí la invitación a hacer el pase, es sin duda una invitación a fabricar sentido, pero sentido que denota el sinthoma.

Una vez< atravesada la ventana del fantasma, lo que se manifiesta no es la libertad de un sujeto barrado, vacío. Más allá de la ventana del fantasma, está lo que yo llamaría, para concluir, la prisión del parlêtre.

Hasta la semana próxima (Aplausos)

 
Traducción: Silvia Baudini