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Curso del miércoles 8 de abril de 2009

Jacques-Alain Miller: Cosas de finura en psicoanálisis XV

Admiro que estén ya todos allí. El boulevard Saint Michel estaba bloqueado por manifestantes muy simpáticos, anunciando Sorbona en huelga -yo mismo he sido estudiante en la Sorbona, he debido hacer algunas manifestaciones hace tiempo- nos dejaron muy amablemente pasar porque hemos sacado a relucir el significante médico (risas), se supone que soy un profesor, conducido por Luis Solano con su símbolo, para curar a la gente (risas). Pero un poco más abajo había un cordón de la policía que no se dejó convencer, y por otra parte más allá había un bloqueo infranqueable y por lo tanto debimos hacer algunos meandros. Me disculpo. Tratamos de contactar por teléfono celular a un cierto número de amigos de Luis Solano en esta sala, pero por supuesto, todos habían apagado sus aparatos (risas) y por lo tanto encontraran en sus contestadores los llamados que les fueron dirigidos.

Voy a tratar de ir más rápido, porque no puedo hacerlo más largo en el tiempo, pero no quisiera guardar en la memoria lo que he preparado durante las vacaciones universitarias de Pascua.

Me llegó que el adjetivo terminada, con el cual vestí la enseñanza de Lacan, fue escuchado de una manera que no estaba en mi intención -las intenciones están hechas para eso-, ¡especialmente las buenas! Están hechas para ser entendidas de través. He dicho que esta enseñanza estaba terminada y se entendió que era a mis ojos de ahora en más anticuada, caduca, dejada abandonada. Eso no estaba en mi intención de significación. Yo entendía con esto subrayar la finitud, el carácter acabado de esta enseñanza, y que estábamos de ahora en más en condiciones de extraer las consecuencias. No las consecuencias de tal o cual parte que nos habría tocado, como se dice, sino más bien las consecuencias del conjunto, constituido de ahora en más. Nos faltó tiempo par ir hasta allí; como lo he señalado he diferido el tomar en cuenta en el presente Curso la última y muy última enseñanza de Lacan, anticipando que esto exigiría un cambio de perspectiva, que esperé poder asumir para poner en juego esta última enseñanza. Cuando he dicho terminada, mi referencia era una frase de Lacan a la que hice alusión que está extraída de su "Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela" que ustedes encuentran en los Otros escritos en la página 255 -salvo error- y que es la siguiente: "Que puedan surgir libertades de la clausura de una experiencia, es lo que se sostiene en la naturaleza del après coup en la significancia." Y bien transpongo esto al cierre de la enseñanza de Lacan, y propongo que en el après coup de esta enseñanza, pueden surgir para nosotros, para mí, libertades, en plural, no la libertad, respeto la libertad, especialmente la libertad de hacer huelga- libertades, es decir un poco de juego.

De este modo, hago entrar ahora -este año- esta enseñanza en el atelier de mi práctica. En particular, esto se nota en que -no sería más que por esto- tomo prestado más libremente las referencias, las citas, las incitaciones, las citas de las que hago incitaciones, a las palabras de Lacan, escritas u orales, sin preocuparme -como pude hacerlo con minucia en el pasado- por su valencia exacta en el momento en que fueron sostenidas. Recompongo, con trozos elegidos, una trayectoria de reflexión que es la mía: lo que me adviene en el aprês coup de lo que hago; no es un proyecto, en la serie eso se presentó así.

Entonces, luego de este preámbulo, planteo que deseo y goce -esos dos términos- obedecen a dos regimenes distintos, y digo que en la experiencia analítica conviene observar escrupulosamente esta distinción.

Doy en seguida, en corto circuito, la dirección que entiendo seguir, arrojo una flecha al blanco.

El deseo no se comprende, entiendo su noción, hay una- más que articulado a una falta.

La palabra falta está en Lacan. Desde la primera lectura que he podido hacer de Lacan quedé impactado, y tenemos el testimonio puesto que la primera vez que me dirigí a Lacan concluí con esa palabra, fue en ocasión de la segunda lección de su Seminario XI. Mis palabras no fueron grabadas pero las encontramos cuando Lacan las retoma al comienzo de la lección tres. Si yo había quedado impactado por la palabra falta es porque en efecto concentraba aquello de lo que tenía conocimiento de la elaboración de Lacan y le daba pivote a su teoría del deseo, e incluso a toda teoría del deseo, ¿diría yo sin excepción? Seamos prudentes, quizás haya una, quizás hay una gran teoría del deseo que prescinde de ella, daba también pivote a toda teoría del deseo, salvo revisión. Es decir, el deseo implica una negativa esencial.

Por el contrario, el goce es una positividad. No implica esta negatividad, no implica negatividad, sino solamente lo que marca la expresión plus de gozar: un plus.

Esta es la flecha que quería lanzar al comenzar.

Ahora entro en el detalle.

Por supuesto, tratándose del goce, hay más o menos es decir variaciones cuantitativas. Pero, cuando decimos más o menos, el término menos no es de ningún modo el mismo que aquel que ponemos en función en la lógica del deseo. Este término menos es equívoco, hay que distinguir el menos que se opone al más y el menos que quiere decir: No hay. El menos que se opone al más, ciertamente hace una diferencia, pero, en los dos casos: Hay, si no hay más goce, eso se marca con un cero, y no con el menos de la falta. Espero ser claro, es simple una vez que se ha disecado así.

Esta distinción abre a transiciones completamente distintas en esos dos regimenes.

Las variaciones cuantitativas -tengo la impresión de estar haciendo un curso de filosofía (risas)-, ¡tal vez es así! cuando llegamos a cierto grado de generalidad siempre podemos deslizar en la filosofía y cuando evocaba la eventual excepción de una teoría del deseo que no implicaría la falta, pensaba en una teoría filosófica, pero para ordenar la cuestión, no voy a retroceder ante estas proposiciones elementales que de cualquier modo me costo producir, las variaciones cuantitativas son progresivas y continuas: pueden por lo tanto ser casi insensibles.

Por el contrario, las variaciones cualitativas, las que dependen del régimen del deseo, son completamente distintas porque se hacen por ruptura, por corte, por salto, por destello, por emergencia. Como he podido decirlo a propósito de la verdad, donde empleé la palabra emergencia que quiere decir: pasaje súbito, discontinuo de un no hay a un hay, sin transición, sin mediación, sin intermediario, sin aproximación, sin acercamiento. Puedo incluso proseguir al serie con la palabra trasgresión cuando se plantea un límite y el antes y el después están marcados por una diferencia radical; cuando aspiramos a lo nuevo, esa es nuestra referencia. Detendría esta serie con la palabra atravesamiento que solo fue empleada por Lacan una vez a propósito del atravesamiento del fantasma, pero que encuentra su lugar lógico en esta serie de sustantivos que designan este tipo de falla, de franqueamiento, que no se encuentra en las variaciones cuantitativas propias de lo que yo llamo el régimen del goce.

Por ejemplo, pudimos notar, y Lacan lo destaca en su escrito "Kant con Sade", la proximidad del placer extremo y del dolor: un placer que se intensifica, que merece ser llamado goce, y en el acmé de este goce, un pasaje, una transición hacia el dolor con ese mixto que expresa el término dolor exquisito. Y en efecto hay una sorprendente proximidad entre la intensificación de la vía del placer y la muerte donde esa intensidad puede verterse. Puede constatarse, como me gusta recordar, a nivel de la rata. Cuando se le implanten electrodos en el centro cervical del placer y se le permite enviarse corriente y estimularse apoyándose sobre una planchita con su patita, ¡ah! la rata adora eso (risas). Al menos podemos decir porque lo vuelve a demandar. Lo vuelve a demandar y lo obtiene inmediatamente puesto que, una vez que el aparato está instalado, no depende más que de su patita, y se da tanto, hasta más no poder, ¡que revienta! Allí, variación cuantitativa (risas). Pero antes de eso, simplemente son golpecitos de pata.

Lacan le atribuye al deseo un régimen que es el mismo que el de la verdad. Y por otra parte su famoso símbolo S tachado designa tanto el sujeto de la enunciación como el sujeto del deseo: esta Spaltung, para retomar el término del último artículo del maestro, afecta, si puedo decirlo, indiferentemente al sujeto de la enunciación y al del deseo, que son el mismo. Podemos agregar allí la equivalencia, que llegado el caso es presentada por Lacan, entre ese sujeto barrado y el emblema de la castración, escribo S barrado equivalente a menos fi:

Aquí verdad, deseo, castración constituyen una serie.

Es por otra parte lo que me había inspirado en otra pregunta que le planteé a Lacan, años más tarde, el día en que vino a inaugurar la primera Sección clínica, la única durante diez años, la que yo había creado en el Departamento de psicoanálisis de París VIII – fue publicado. Yo me había adentrado bastante en los arcanos de su teoría para preguntarle si podíamos designar también al psicótico, al sujeto psicótico, denotarlo con S barrado, puesto que por hipótesis, es un sujeto donde la operación castración no habría funcionado. Lacan me respondió -eso me sumergió en reflexiones- ¡que sí! Por supuesto, podíamos conservar su símbolo S barrado para el sujeto psicótico. Le dije que no veía porqué (risas), me dijo: Es así, y se lo explicaré otro día (risas), que nunca llegó verdaderamente. Será necesario que retome la pregunta con lo que él nos ha dejado. En todo caso, estaremos obligados a decir que, en ese caso, no hay equivalencia entre esos dos términos (JAM muestra $ y menos fi), si mantenemos el sujeto psicótico en efecto como sujeto de enunciación. La cuestión no está resulta.

Lo que está más avanzado, es la conexión estrecha del deseo y del decir, que ya está indicada en el título fulgurante que Lacan dio a su "Seminario 6: El deseo y su interpretación", y en la conclusión de ese Seminario que es: el deseo es su interpretación. El deseo es un hecho de decir. La conexión estrecha que Lacan estableció entre demanda y deseo, designa la conexión del deseo y del decir. Y también el efecto de pérdida, de falta, que le sigue a toda enunciación: no se puede hablar sin chocar con la falta que hacemos surgir, con el Hay-falta, no sería más que porque se habla de costado – es lo que puede justificar conservar S barrado para el sujeto psicótico. Stendhal lo decía de otra manera, en una frase que siempre me pareció bella y enigmática a la vez antes que encuentre su lógica en Lacan, cito de memoria: "Las palabras son siempre una fuerza que se busca fuera de uno mismo". Si recuerdo bien, era a propósito de un cierto número de grandes criminales italianos que, una vez condenados, se dejaban degollar sin decir palabra, en el silencio: no más deseo, no más falta.

Entonces, en lo concerniente a la conexión del deseo y del decir, Lacan formuló, en una suerte de pequeño compendio que ustedes encuentran en su escrito "La dirección de la cura…", que el deseo es inarticulable, pero que sin embargo está articulado, no tuve tiempo de anotar la página, lo digo de memoria.

La problemática del deseo como inarticulable, afectado por una falta esencial a nivel del decir, es lo que resume el famoso símbolo S de A mayúscula tachado, que es como el punto de arribo de la trayectoria del deseo en el gran grafo que Lacan dibujó.

Este símbolo designa -¿qué diría?- ¿un momento? ¿un lugar?¿un punto? donde el Otro cesa de existir, el Otro mayúscula, el Otro mayúscula como lugar del lenguaje, lugar de la palabra, lugar de la verdad, lugar del discurso, donde no hay más nada que decir, y donde sin embargo, en esa nada (JAM señala con dos trazos A mayúscula tachado), queda, podríamos decir, brilla esa S mayúscula, que podríamos tomar como la inicial de silencio, y que es el significante de la desaparición del Otro, el significante que queda de este Apocalipsis del lenguaje, cuando no hay más nada que decir.

Esa S, que puede ser escrita, en ese sentido no puede ser dicha, lo que le vale ser calificada de inarticulable.

En corto circuito, podría decir que lo que Lacan quería hacer con el pase era hacer hablar a partir de esa S mayúscula (JAM dibuja una gran flecha bajo la S)

Precisamente allí, donde los psicoanalistas se resignaban a que no haya nada que decir del final de análisis, se resignaban al silencio sobre la cuestión, salvo decir No está verdaderamente terminado, o salvo amueblando ese silencio con manejos diversos que consistían en empujar para adelante a sus candidatos. Podríamos decir que el pase era de todos modos un pequeño esfuerzo para hablar a partir de esa S mayúscula (JAM rellena la punta de la flecha bajo S), es decir recomponer de todos modos un Otro de la dirección, una vez que se hubiera comprendido lo que hay allí de viciado, lo que hay de inconsistente en ese Otro mayúscula, y por lo tanto hablar, sabiéndolo, a nivel de la verdad mentirosa, una vez desaparecido aquel que creía en la verdad, aquel que no podía más que cree en la verdad, incluso cuando se pensaba no incauto.

Por lo tanto, la trayectoria del deseo para Lacan, converge y choca con este inarticulable (JAM muestra la S de S de A mayúscula barrado)

Yo diría que es inarticulable en la palabra, lo que deja sin embargo la posibilidad que sea escrito –Lacan soñó con ello, que a partir del pase se haga matemáticas con el psicoanálisis. Si tuviera tiempo -quizás lo tendré en otra ocasión- podríamos estratificar estos dos términos, afectando el A tachado a la palabra -es el momento que les corta el aliento, donde hay como dice Lacan, fading del sujeto, término tomado de la radiofonía- mientras que esa S mayúscula es ya el índice de la promesa que Lacan verá más tarde en el recurso a la escritura.

Pero ese momento -elegimos esta determinación temporal- tal como Lacan, en un giro de su enseñanza, lo elaboró, es el de una deflación del deseo, en tanto que el deseo rueda, el deseo se infla, el deseo se pavonea, a partir del campo que encuentra en el Otro de la palabra, del campo que encuentra en esa A mayúscula, donde le es lícito formular sus demandas, y formulando esas demandas, dejar pasar el vector que se trata de hecho siempre de otra cosa. Pero cuando le sacan de debajo de los pies esa alfombra voladora del Otro mayúscula, ¡pluf! el deseo como un globo demasiado inflado, estalla, en todo caso cae, no queda más que un envoltorio lamentable y agujereado. Como lo indica la decepción del pequeño -ha terminado un poco ahora- que, en mi tiempo, se paseaba con el globo (JAM hace mímica de un tontuelo que se pasea con su globo bien alto en la punta de un hilo), cuando se suelta el globo continúa existiendo, vuela, es como un barrilete que ya no dominamos, pero cuando el compañerito viene y ¡crac! Allí (risas) (JAM hace mímica del tontuelo que mira el envoltorio del globo lamentable y agujereado), es tan ridículo como una erección terminada, si puedo decirlo.

La gran trayectoria del deseo según Lacan, termina allí (JAM muestra A tachado), sobre A tachado, y es precisamente lo que revela lo que yo llamaba aquí S barrado (JAM muestra $ sobre la equivalencia), es lo que, en ese momento, deja al desnudo la castración (JAM escribe menos fi entre paréntesis al lado de S de A mayúscula tachado). Si tuviera que ilustrarlo estaría muy bien hacerlo con una fotografía del tontuelo con el resto de su globo.

Correlativamente (JAM hace una llave grande a partir de menos fi entre paréntesis)- es al menos aquí donde Lacan cree poder elaborarlo, en esta teoría del pase que es como el punto de viraje de su enseñanza -correlativamente a la emergencia de la castración como verdad del deseo- he dicho verdad del deseo lo que no hace más que volver a decir que todo deseo está articulado a una falta o incluso, como Lacan lo decía en su "Dirección de la cura…" que el deseo es la metonimia de la falta -correlativamente habría allí aparición- empleo aquí el termino más neutro que puedo, de una positividad, que en tiempos de esta "Proposición" él llamaba a minúscula (JAM escribe a minúscula entre paréntesis bajo menos fi entre paréntesis debajo de la llave).En efecto, véanlo en seguida, lo que Lacan tramó con esa a minúscula, es una positividad esencial. En Lacan no encuentran nunca, salvo excepción, que no cuenta, menos a minúscula (- a ); eso no forma parte de su álgebra. Es una positividad radical que quiso designar con a minúscula

Entonces, esto era para comentar y poner en escena el deseo como inarticulable. ¡Miren lo que hizo falta que yo fuera a buscar, cómo hizo falta que me esfuerza tanto para ponerles en escena lo inarticulable! lo más simple hubiera sido no venir (risas). Pero el contexto no les hubiera permitido comprender que yo actuaba el S de A mayúscula tachado (risas). Por lo tanto puse un poco de color.

Pero eso no tiene valor más que en relación con el hecho que el deseo está articulado, y la demostración que el deseo está articulado ocupa evidentemente en el discurso de Lacan mucho lugar, está ilustrado de manera mucho más rica que el deseo inarticulable. ¡Y ya había montones! con Freud, con los post freudianos. Salvo que hizo falta Lacan para marcar en efecto que el régimen bajo el cual se produce y prospera el deseo, es el de la articulación significante, y que conoce, en relación con esto, variaciones cualitativas.

Lacan, siguiendo la lección de Freud, modeló el régimen del deseo sobre el del significante. Lo modeló sobre lo que llamamos una estructura, que está hecha de unidades discretas es decir separadas unas de otras -es el dis que encuentran en dispersión, disparidad, disimetría- unidades que se plantean y que se distinguen unas de otras. A este respecto, el emblema de todas, su constitución, es esa S mayúscula de hace un momento (JAM escribe S mayúscula).Simplemente, si ustedes agregan allí un segundo, por el cual la inicial deviene el primero (JAM completa su escritura con S1S2), entonces ustedes tiene efectos, efectos semánticos, efectos de sentido o de significación, de tal suerte que podemos decir que la emergencia de un significante es susceptible de cambiar el significado de lado a lado.

Este de lado a lado -que hay que escribir en una sola palabra como significante blocal-, este deladoalado es característico del significante.

Después de todo, este tipo de cambio brusco fue puesto de relieve en la Gestalttheorie, a nivel de la percepción cuando se demuestra que el agregado de tal rasgo o de tal figura en el campo visual, modifica radicalmente la percepción que ustedes tienen de los objetos anteriores. Por otra parte hubo un psicoanalista para hacer una relación entre esto y la interpretación, Lacan lo señala al pasar en los Escritos.

Pero también encuentran este deladoalado puesto de relieve por Levi-Strauss en un texto que inspiró a Lacan su S de A mayúscula tachada, el prefacio a la obra de Marcel Mauss, donde Levy-Strauss marcaba que a partir del momento en que alguien se refería a la lingüística de Saussure, las cuestiones sempiternas sobre el origen del lenguaje eran caducas y que debíamos solamente decir que un sistema significante nace súbitamente. No por variación cuantitativa, progresiva y continua; como es un sistema y los elementos son relativos unos a otros, no puede plantearse más que como emergiendo súbitamente.

Lacan, durante todo un tiempo, podemos decir, se plegó a la noción que decía que para razonar sanamente era necesario plantear un fiat abstracto, un fiat radical en el origen del lenguaje, y no tratar de deducirlo de ninguna manera. De allí mi sorpresa al escucharlo, años más tarde, en su Seminario Aún, poner de relieve, como si no fuera nada, la práctica, la práctica rutinaria de los seres hablantes, eventualmente ritual, trabajadora, en la elaboración de las formas lenguajeras.

Evidentemente, aunque no fuera mas que por esto, era evidente que algo había cambiado en la rigidez estructuralista, levistrausiana, jakobson-levi-straussiana, del primer Lacan, para abrirse a una intuición wittgensteniana, si puedo decirlo, habiendo pasado Wittgenstein mismo de la rigidez del lógico positivismo a esta interrogación que va más allá y que abrió después de su Tractatus que aún era fiel a los ukases russelianos.

Entonces, si volvemos al deseo como articulado, está articulado en el significante, y susceptible de estas variaciones súbitas: es allí que el goce es problemático.

¿Cómo se aproximó Lacan - iba a decir en su nube- a la cuestión del régimen del goce?

Primeramente -no es forzosamente de manera cronológica- subrayó que el goce no puede decirse. Y evidentemente esta tesis puede ilustrarse.

Hay que decir que Lacan era un argumentador. Hay en el desarrollo de su reflexión tal como se me aparece en sus seminarios y sus escritos, algo así como un abogado. Plantea una tesis -yo digo que ensaya, porque me doy cuenta que la semana siguiente, lo dejó de lado (risas), es lo que yo llamaba Lacan contra Lacan-, plantea una tesis, la ensaya, eso consiste para él en defenderla, la defiende buscando ilustraciones convincentes, y todo el mundo lo sigue. Por otra parte, la semana siguiente dirá lo contrario como Barbemolle en la obra de Courteline Un cliente serio -Barbemolle que hace de fiscal luego de haber hecho de abogado-, la semana siguiente Lacan hará de fiscal, dirá lo contrario y encontrará también una multitud de ejemplos igual de convincentes. De este modo, el lector de Lacan va para allá (JAM se dirige a la derecha) y luego va para allá (JAM se dirige a la izquierda). Es formidable reflexionar así, pero sería necesario que el lector tenga una brújula para darse cuenta que el norte y el sur, el este y el oeste, no son de ningún modo lo mismo, pero en fin, en general se queda en el oeste (carcajadas), bueno.

Por lo tanto, ¡verdaderamente, nada menos dogmático! Lacan, no es en absoluto un teólogo; cuando digo que es un abogado es para decir que no es un teólogo. Entonces podemos defender la tesis que el goce no puede decirse y Lacan defiende esto por ejemplo en su "Kant con Sade" con la misma elocuencia que en su Seminario Aún habla del goce de la palabra, y en los dos casos caminamos al 100%.

Entonces el goce no puede decirse. ¡Por supuesto! Nada más claro. Por otra parte, consideremos el acto sexual o lo que llamamos tal en los seres hablantes; mientras hablan entre ellos, nos decimos Todavía no están en eso; y luego cuando comienza a deshacerse y llegan a las onomatopeyas (risas), allí, una vez que nos acercamos a A tachado, nos decimos Está bien, Es así -salvo excepción como siempre-, los acercamientos al goce están marcados por la emergencia de bufidos, hipo, y finalmente hasta el silencio de la repleción gozante, si puedo decirlo. No lo desarrollo.

Poner el acento, primeramente, en el hecho que le goce no puede decirse, dado lo que ya he elaborado, permite decir simplemente: ¡Y bien! el goce, desde ese punto de vista, es como el deseo, es inarticulable. Y es así que Lacan pudo decir El goce solo se dice entre líneas, es decir exactamente lo que decía del deseo, es decir que es una metonimia.

En segundo lugar, podemos decir también -¿por qué no?- que el goce falta en el Otro del discurso, y por lo tanto implicarlo de este modo en un funcionamiento dominado por la falta si el Otro del que se trata es el del significante. Por eso mismo Lacan no escribirá el significante del goce, Fi mayúscula, del que habló en su Seminario de la Transferencia, más que una vez en sus Escritos. Es más bien: El goce falta a ese nivel.

En tercer lugar, podemos incluso defender e ilustrar la tesis que: Allí donde no hay goce, no hay verdad. ¿En el fondo cuál es el criterio de la verdad? Es que, por un lado o por el otro, los hace gozar, los enciende. Lo que llamamos la comprensión, es el momento en que un enunciado, un significante golpea en vuestro fantasma, entonces hay una lucecita en el ojo, en el mejor de los casos. Es tan verdadero, por otra parte que yo decía que era ese mi objeto, que a mi me gustaba encender eso. Siempre me dicen ¡Usted es tan claro! Soy tan claro porque lo que aprecio, es precisamente esa chispita, es eso lo que me gusta producir en el campo del Otro.

En cuarto lugar, del mismo modo que hablamos de emergencia de verdad, de revelación, de caída del velo, ¡y bien! con el mismo aliento, podemos hablar del plus de gozar. Está construido de la misma manera. Lo que Lacan llamó plus de gozar, consiste en regimentar, si puedo decirlo -es un anglicismo-, regimentar el goce al mismo paso que la verdad.

Lo que me parece, es que Lacan se esforzó en modelar el régimen del goce sobre el régimen del deseo. ¡Qué más natural que eso! puesto que son los dos pedazos en los que quebró lo que Freud llamaba libido: la libido freudiana se encuentra en Lacan dividida entre deseo y goce. Lo que Lacan elaboró de manera privilegiada es por supuesto el régimen del deseo e hizo con él su gran grafo emblemático, entonces cuando emprendió la tarea de tratar ese resto, que ya estaba en su enseñanza en sus comienzos, el goce, durante años su esfuerzo fue hacer entrar el régimen del goce en el régimen del deseo.

El objeto a minúscula es el resultado más conocido de este esfuerzo.

Entonces, el objeto a minúscula no es un significante, claro, pero el objeto a minúscula no deja salir de ningún modo de la articulación significante

Primeramente por que es Uno.

Es decir, el objeto a minúscula tiene la propiedad de la unidad. Y de la unidad discreta. Objeto oral, objeto anal, objeto genital, objeto vocal, etc., el primer rasgo que tienen todos estos objetos es que son unidades discretas, como significante, bien separados unos de otros. Hasta el presente no se inventó el objeto anal-oral (risas) – hubieran debido inventarlo, no hay razón, pero no Lacan Es decir, está tratado de una manera regimentada según el significante.

Si hablamos del objeto a minúscula en tanto tal -ya no repartido según las categorías de lo oral, anal, escópico, etcétera, es una unidad de goce -no veo cómo decirlo de otro modo-, una unidad de goce, no acumulativa, no agregada. Es decir, es una unidad que no se adiciones, ustedes no encuentran nunca en Lacan a minúscula multiplicado por dos: (a) x 2. ¡No lo encuentran jamás! salvo excepción (risas), con sus pequeñas letras Lacan hizo de todo, cuando las invistió en ciertos esquemas matemáticos ustedes pueden encontrar en efecto multiplicaciones y exponenciaciones de a minúscula.

Son profundamente unidades que funcionan exactamente como unidades significantes, salvo que son absolutas. Es decir no tienen efecto de sentido y no toman sentido al ser puestas en relación como S1 S2. No encontramos que se ubique de un lado el objeto anal, que se correlacione con el objeto oral, y que en ese momento se tiene una significación que es una significación escópica (risas). No encontramos nunca esto, no razonamos así, basta que les haga surgir como no habiendo sido nunca practicadas para que inmediatamente se pongan a hacerlo. ¡Podría ser por otra parte muy divertido! pero no tengo tiempo. Sigo la carretera principal -quiero liberarme de esto antes de las vacaciones de Pascua-.

Entonces, la mejor prueba de que avanzo, es que los dos términos de los que recordé la correlación planteada por Lacan al final del análisis, menos fi y a minúscula, toman su sentido como la transformación del esquema a minúscula sobre menos fi (JAM une con un arco los dos términos menos fi y a minúscula a la derecha del pizarrón con la fórmula a minúscula sobre menos fi que escribió a la izquierda), que es el funcionamiento del objeto a minúscula en tanto que vendría a colmar la falta dejada por la castración, que podría venir a su lugar, valer como sustituto de la falta. El final del análisis en el pase según Lacan, ¡y bien ! es cuando, de una manera o de otra, hay una separación entre estos dos elementos (JAM dibuja una flecha luego de a minúscula sobre menos fi y escribe menos fi entre paréntesis, doble barra, a minúscula entre paréntesis) -o el tapónsalta o, en ciertas versiones, el objeto a minúscula cae-, una separación que Lacan evidentemente puede elaborar de un modo más complejo, topológico, para decir que hay de este modo eversión de uno y del otro, etcétera. Pero, más profundamente, a minúscula, es un sustituto de ese menos fi, y muestra que a minúscula obedece a lo que he llamado un régimen, que es el mismo.

¡Es formidable entonces! Con el retroceso, podemos decir, es sensacional haber llegado tan lejos en la elaboración de la experiencia y en el comentario del texto freudiano, hasta lograr hacer inclinar al goce, si puedo decirlo, bajo el yugo del significante. El primer afecto es verdaderamente la admiración. Pero hay un segundo afecto, al que nos conduce el hecho que Lacan no se haya detenido allí. No dijo He hecho mi obra, hubiera tenido todas las razones para hacerlo, una vez producida su teoría del pase, dos o tres años después, decir ¡Basta! -lo que le ocurrió mas tarde-, pero no se detuvo allí.

Tomaré aquí la comparación con Freud. En el fondo, Freud trató de plegar la sexualidad del ser hablante a la lógica del Edipo y le quedo entre las manos la cuestión de la sexualidad femenina. De todos modos, por diversos índices, desfasajes, se le apareció que eso no llegaría verdaderamente a entrar en esta lógica, o en todo caso que en esta lógica quedaba como un problema: ¿Qué quiere la mujer? El deseo de la mujer quedó para él como un problema. Y en el fondo Lacan dijo: es porque el régimen propio de lo que abrevio llamando la feminidad, trató con todas las fuerzas de hacerlo entrar en el régimen fálico. Y por lo tanto Lacan trató de abrir un más allá del Edipo -con todas las letras, lo escribió-, un más allá del Edipo para poder alojar allí, según otro funcionamiento, según otro régimen, lo que concierne a la mujer en su deseo y en su goce.

¡Y bien! yo diría: Lo mismo Lacan.

Lacan quiso plegar todo a la articulación significante, y en particular, plegar el régimen del goce al régimen del deseo, hacer del goce la causa del deseo por medio de su objeto a minúscula, esta unidad de goce que es una unidad significante manipulada, arreglada, y que es un instrumento, hay que reconocerlo, poderoso y que sirve en muchos niveles y ángulos de la experiencia. Eso no impide que haya abierto, él mismo, un más allá de la articulación significante, para pensar por su propia cuenta el régimen del goce, por su propia cuenta quiere decir en tanto que tal, sin imponerle una estructura que conviene para la noción de deseo y que desfallece al nivel del goce. Es lo que les recordaba la última vez, apoyándome en un pasaje de los Otros escritos y precisamente su resumen del Seminario La lógica del fantasma, no tengo la página, estoy tratando de abreviar para terminar, no puedo decirles todo lo que había preparado, es lo que recordaba como el pasaje a la óntica, que impone la referencia al goce.

Señala allí que la referencia al goce no puede bastarse con una referencia a lo ontológico, que me había cosquilleado en su falta ontológica, como él decía; es decir no puede satisfacerse con una referencia a la trascendencia del significante, que implica la noción misma de falta; no puede incluso contentarse con una referencia a la lógica, a la articulación significante; sino que demanda pasar al nivel de la Cosa que es, si puedo decirlo.

Es lo que lo obliga a transferir el lugar del Otro al cuerpo. El Otro esencial, no es el Otro del deseo, no es el Otro de la verdad o de la palabra, no es el Otro del que cuando se es neurótico se escruta el deseo a nivel de la intersubjetividad: el Otro del goce, es el cuerpo.

De allí la primera pregunta que Lacan se hace en esta dirección -¡bueno la primera! no cronológicamente-, la primera pregunta que se hace es la pregunta del goce del Otro: ¿Qué ocurre con el goce del Otro? Y por lo tanto veremos a Lacan volver sobre la cuestión del goce del Otro para tratar de elaborarlo de una manera homóloga al deseo del Otro. Por ejemplo, en Aun, dirá: El goce del Otro, de su cuerpo, no es signo de amor. Eso consiste en poner el goce del Otro en el lugar del deseo del Otro y ver si funciona. Y encontramos su respuesta, mucho más tarde, en el Seminario del Sinthoma: no hay goce del Otro, no hay más que el goce del cuerpo propio.

Correlativamente, con lo que yo llamaba la última vez la extensión del goce que engloba el antiguo binario placer versus goce, el objeto a minúscula, ¡y bien! no se sostiene en la óntica: no se encuentra el objeto a minúscula en la óntica. Eso no les dice mucho, porque la óntica no los hace palpitar. Quiere decir, como lo escribe Lacan, que el objeto a minúscula es una creación lógica. A ese nivel, el objeto a minúscula, es en el fondo parecido a un significante. Lacan lo dice ya en su Seminario Aun: El objeto a minúscula es un semblante de ser.

Si queremos buscar el ser, en el sentido de la óntica, lo encontraremos en el sinthoma, y no en los semblantes que son los objetos a minúscula.

Vayan a ver el Seminario Aun, página 87 y está repetido en la página 114: El objeto a minúscula no es ningún ser. Eso quiere decir: no pertenece a la óntica. El objeto a minúscula no es más que algo vacío que surge cuando hay una frase de demanda: el objeto a minúscula es el efecto de una frase de demanda, es como el efecto semántico de una frase de demanda.

El objeto a minúscula es un semblante que no tiene sustancia. Entonces, si Lacan se lanzó a los nudos, es para intentar darle una, para intentar, fuera de la articulación lingüística saussuriana, dar una sustancia a ese vacío, pero, allí también, podemos decir que esta tentativa, que prosiguió, no proveyó hablando con propiedad, al pensamiento con régimen de goce en tanto que tal.

Entonces, lo que yo trataré de retomar, después de las vacaciones de Pascua, de desarrollar, de encontrar, es cómo -para decirlo en esos términos- el efecto de ser, que se desprende del pase, es susceptible de procurar lo que he llamado, y que hizo que pongan mala cara, una nueva alianza con el goce imposible de negativizar.

Nos reencontramos el 6 de mayo (Aplausos)


(Cuadro final)

(Encadenamiento progresivo de los esquemas)

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Traducción: Silvia Baudini