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10-04-2017
El diario Extimo de Jacques-Alain Miller

Octava entrega

LUNES 10 DE ABRIL, 16:30

Partiendo al Foro de Strasbourg, doy aquí dos textos recibidos hoy, del Dr Deffieux y de MmeGutermann-Jacquet. Agrego un extracto del Seminario VI de Lacan para un comentarioulterior.

PARA VIVIR FELICES VIVAMOS ESCONDIDOS
por Jean-Pierre Deffieux

En el curso de los últimos cincuenta años, en la mayoría de nuestras sociedades occidentales, la liberalización jurídica, moral, intelectual de la orientación homosexual del deseo ha sido mayor. He tenido ganas, sin entrar en la caricatura, de distinguir en las tres últimasgeneraciones de los 60, 40 y 20 años, los rasgos más visibles de la manera en que los homosexuales han vivido y viven con sus deseos.

Comenzarépor el prototipo de los años 80.Lo elegí como alguien viniendo de la provincia, de un medio burgués, católico, tradicional, bien educado, unaespecie de François Mauriac. El joven de los años 80 tiene entre 18 y 20 años y lo sumergen deseos inconfesables. La sociedad del barrio es cerrada, los amigos son deportistas y se burlan amablemente de este muchacho que se encierra en sus libros y que no se lanza a la conquista de las chicas de forma ostensible.

La lucha interior es terrible, el joven está solo, no le dice nada a nadie de su sufrimiento y seguro tampoco le dice a sus padres. He aquí que construye poco a poco a fuerza de su energía un sistema de defensa en cemento. Pasa por alto sus deseos, los encierra, los reprime, los reniega….y entra, a la fuerza, en el molde de la normalidad. Elige una joven enamorada, dispuesta atodo por él, se casa y le da muchos hijos (es sabido que cuanto más chicos se tienemás normal se es).

La esposa queda descuidada, aunque las apariencias están salvadas en las cenas de la ciudad y el padre es respetado.

Pero la culpabilidad inconsciente domina, hace estragos. El renunciamiento al deseo, se sabe, es duro de soportar y no es sin consecuencias. El hombre quiere ser impecable. Y no puedo privarme de recordar este viejo reclamo bien conocido y de circunstancia:
« Omo que hace al blanco másblanco »
« Omo está ahí, la suciedad se va

Se va y vuelve, como dice la canción. Vuelve de manera distorsionada bajo formas diversas de la falta: el engaño, la deshonestidad, incluso la traición. El hombre incorrecto por su rechazo al deseo encuentra una salida en la falta social que esconde como puede, no soltando por nada del mundo la vía de lo respetable.Pero no basta decirse honesto para llegar a serlo. En nosotros hay demonios que nos dominan.

Y durante ese tiempo la mujer discreta paga el pato, recibe el golpe, se seca por la ausencia de amor. Para algunos, es toda la vida así, terrible, esconder por todos los medios el más mínimo signo ostensible. Para otros, hay algunas travesuras, algunos encuentros furtivos, incluso un amor escondido y culpable, vivido en el secreto más grande.

Insisto en esta generación de 60 años, en ese lugar del deseo homosexual incorrecto que uno no puede no pagar y no puede hacer pagar. Hacer pagar esta falta al Otro, en el sentido de los bienes materiales y arriesgarse a que lo atrapen.

Estos hombres sorprendentemente están a menudo en contra de toda despenalización de la homosexualidad, contra el PACS y aún más contra el matrimonio para todos. En todo caso es lo que sostienen para no tomar ningún riesgo de ser desenmascarados.

La despenalización de la homosexualidad en 1982, en Francia, seguramente tuvo consecuencias en parte no percibidas por la sociedad y por los intereses que han poco a poco modificado profundamentesu estilo de vida.

Entre 1970 y 1980, en los EstadosUnidos, en Francia y más allá, los homosexuales salieron del gueto y exigieron el reconocimiento de su elección. Y además asumieron su orientación y no renunciaron más a poder vivirla. Esa fue la gran época de la bisexualidad, una forma de arreglárselas con la homosexualidad diferente a las generaciones precedentes.

Por ejemplo, se pudo amar una mujer y asumir sus deseos por los hombres o a la inversa, o los dos. Y aún si se ha querido mantener en la discreción por las razones ligadas a suprofesión y llevar una vida sin renegar de sus deseos. Se las arregló con la sonrisa. Las consecuencias fueron más livianas, era la época del compromiso más o menos discreto.

Hoy en este inicio del siglo XXI la libertad es aúnmás grande. Se da el tiempo de elegir, el derecho de oscilar, de ir de uno al otro sexo y no se esconde más.

¿Qué estudiante de nuestros días no ha salido del closet? ¿Cuál no ha declarado a sus padres y a su familia su elección de vida?

La noción de normalidad sexuada se aleja poco a poco. ¡Uno es como es! Lamentablemente, no es aun el caso en muchaspartes del mundo.

GRANDEZA Y DÉCADENCIA DE LAS AMISTADES PARTICULARES
por Deborah Gutermann-Jacquet

Homosocialidad, homosexualidad, pasiones electivas, amistades particularesy más – si afinidades, en suma – tales son las denominaciones variadas à partir de las que se puede abordar el lazo de hombre a hombre.

Detrás del olvido
Ese lazo sutil, que va de la amistad casta a la pasión carnal – entre hombres – fue progresivamente olvidado, antes de ser censurado por la imposición de una cultura heterosexual, balizando los contornos firmes de una masculinidad y de unafeminidadnormalizadas, concebidas en unaestrictarelación de oposición. El siglo XIX ha jugado en esta transformación un rol bisagra.Quería hacerle un homenaje a la grandeza del Imperio glorificando al guerrero pero ha visto imponer por la paz el triste modelo del esposo. La suerte de este último, desafortunadamente tan poco envidiable ni héroisable, alimentó involuntariamente el culto de figuras más transgresoras.

Nobles amantes, valerosos compañeros
Así, tan rígido y burgués como el siglo de Napoleón ha podido ser,valorizó el modelo heredado de la Grecia antigua, que veía en el érastes y el éromènos constituir una pareja ideal, ahí en donde la mujer no era más que un parche, una falta de gusto necesario para la reproducción. Los placeres estaban en otra parte, experimentados en una homosocialidad que tomó formas variadas: desde el compañerismo guerrero antiguo, a las canciones de gestomedieval que exaltaban la amistad apasionada y viril de los caballeros – sin llegar sin embargo hasta la unión carnal. Que no fuera mixto favorecía este uno junto al otro precioso, en donde lo eróticose subsumía en la cultura, las letras y el arte del bien decir. Un arte que se confundió en la época romántica, con el bien decirse, o contarse, al amigo.

Mezcla de géneros
El Romanticismomezclacon desordenen el matrimoniolos valores burgueses, el ideal antiguo, elideal cristiano y los residuos del libertinaje. Sale de ahí una cierta confusión, donde las amistades masculinas son pregonadas en las letras, autorizadas en la universidad, luego renegadas a la edad adulta del hombre.Sin embargo el buen gusto se mantiene, lo que no serámás el caso en los modelos de fin de siglo, del cual Proust da fe haciendo asistir al lector à la grandeza, luego a la decadencia y a la caída del barón de Charlus. Un Charlustan noble, virando al ridículo en Sodoma y Gomorra, para encarnar finalmente en El Tiempo recobrado la figura degradada del vicio. Aquí surge tal vez ese cambio de tendencia de la mirada sobre los amores masculinos: delideala la valorización ambivalente, hasta la fascinaciónobscena.

Los amigos del corazón
Estamos lejos de Hölderlin que en 1799 ponía en la boca de su Hiperiónestas palabras, dirigidas a su compañero de armas Alabanda: « Conocí junto a él una inexpresable felicidad de sus abrazos en donde yo perdía el corazón, me despertaba a menudo invulnerable, su fuego me había despertado y templado como el acero ». Hölderlin hace referencia al batallón sagrado de Epaminondas, esta armada que se volvióinvencible por los pares de amantes que la componían y se protegíanmutuamente, rivalizando en valentía en un clima de emulaciónapasionada. El equívoco de la relación amical /amorosa de Hiperióny Alabanda es señalado en varias oportunidades, sobre todo cuando el primero exclama: « Es nuestro compromiso, bromeo, no es nada sorprendente que nos creamos en Arcadia! ». Todo el cambiode la época se siente en el bromeo. Unafórmula de prevención que marca la transformación de la comunión carnal en comunión de lasalmas. Así, el compañero de armas enamorado deviene, en este primer siglo XIX, el amigo del corazón. Un amigo del corazón que Hölderlin mismo tenía en la persona de Neuffer y que los estudiantes universitarios de su época han tenido también para colmar la soledad de su pupilaje.
La intimidad de los dormitorios, que dejaron sus huellas en las páginas de los diarios íntimos y las correspondencias desenfrenadas, permitirá continuar el estudio de ese lazo electivo y sus transformaciones en la edad del hombre.

LACAN
Si me lo permiten, finalizaré con una observación que introduce el lugar donde nosotros, los analistas, debemos situarnos con relación al deseo.

La cosa no marchará, en efecto, si no sabemos forjarnos cierta concepción coherente de nuestra función respecto de las normas sociales.

Si hay una experiencia que debería enseñarnos cuán problemáticas son estas normas sociales, cuánto hay que interrogarlas, qué lejos de su función de adaptación se encuentra su determinación, es la del analista.

En esta experiencia del sujeto lógico que nos es propia, se nos revela una dimensión que siempre está latente, aunque también siempre presente, en toda relación intersubjetiva. Esta dimensión, la del deseo, tiene una relación de interacción, de intercambio, con todo lo que a partir de allí se cristaliza en la estructura social. Si sabemos tenerla en cuenta, debemos arribar, poco más o menos, a la siguiente concepción.

Lo que designo mediante el término cultura –que aprecio poco, incluso nada- es cierta historia del sujeto en su relación con el lógos. Con certeza, esa instancia – la relación con el lógos- permaneció enmascarada a lo largo del tiempo, y en la época en que vivimos es difícil dejar de ver qué brecha representa, a qué distancia se sitúa, con respecto a cierta inercia social. Por esta razón el freudismo existe en nuestra época.

Algo delo que denominamos cultura pasa por la sociedad. De manera provisoria, podemos definir la relación entre ambas como una relación de entropía, en la medida en que lo que de la cultura pasa por la sociedad siempre incluye alguna función de desagregación.
Lo que en la sociedadse presenta como cultura – y que a diversos títulos entró entonces en cierto número de condiciones estables, latentes también, que determinan los circuitos de los intercambios en el interior del rebaño –instaura en ella un movimiento, una dialéctica, quedeja abierta la misma brecha que aquella en cuyo interior situamos lafunción del deseo. En este sentido, podemos plantear que lo que, en el nivel delsujeto lógico, se produce como perversión, refleja la protesta contra lo que el sujeto padece en el nivel de la identificación, en la medida en que esta relación que instaura y ordena las normas de la estabilización social de las diferentes funciones.

Aquí no podemos dejar dever lo que hace que toda estructura semejante a la perversión se aproxime a lo que Freud, en su artículo « Neurosis y Psicosis », enuncia en los siguientes términos. Dice:

El yo tendrá la posibilidad de evitar la rotura hacia cualquiera de los lados deformándose a sí mismo, consintiendo menoscabos a su unicidad y eventualmente segmentándose y partiéndose.

Freud nos da luego uno de esos panoramas que siempre hacen que sus textos se vuelvan especialmente esclarecedores, por contraste con los textos más comunes de la literatura con que tenemos que vérnoslas en el psicoanálisis.

Las Inkonsequenzen, VerschrobenheitenundNarrheiten der Menschen, aparecerían así bajo una luz semejante a la de sus perversiones sexuales ; en efecto : aceptándolas, ellos se ahorran represiones.

De la manera más clara y precisa, apunta a todo lo que en el contexto social se presenta como paradoja, inconsecuencia, forma confusional y forma de locura. El Narres el loco, en la trama de la vida social máscomún y más habitual.

En síntesis, podríamos decir que algo se instaura como un circuito que gira entre, por un lado, el conformismo, o en las formas socialmente adecuadas, de la llamada actividad cultural –aquí la expresión se torna excelente para definir todo lo que de la cultura se intercambia y se aliena en la sociedad –y ,por otro lado la perversión , en la medida en que en el nivel del sujeto lógico representa, mediante una serie de gradaciones, la protesta que, con respecto a la normalización, se eleva en la dimensión del deseo, dado que el deseo es relación del sujeto con su ser.

Aquí se inscribe esa famosa sublimación acerca de la cual tal vez comencemos a hablar el año próximo. A decir verdad, nada justifica mejor todo lo que estoy intentando proponerles que la noción que Freud aportó bajo el nombre de sublimación.

En efecto, ¿Qué es la sublimación? ¿Qué puede ser si, con Freud, la definimos como una actividad sexual en la medida en que es desexualizada? ¿Cómo podemos incluso concebirla, cuando aquí no se trata ni de fuente, ni de dirección de la tendencia, ni de objeto, sino de naturaleza misma de lo que en este caso se denomina la energía involucrada?

Creo que nos bastara leer el artículo del International Journal of Psychoanalysisdonde Glover, con los recaudos críticos que lo caracterizan, aborda la noción de sublimación, para captar hasta qué punto es problemática.Sigue siéndolo, a no ser que se defina la sublimación como la horma misma en que se vierte el deseo. Lo que en Freud les indica esto, es justamente que esa horma puede vaciarse de la pulsión sexual –o, con más exactitud, que la pulsión misma, lejos de confundirse con la sustanciade la relación sexual, es esa horma misma. Dicho deotra manera, la pulsión puede fundamentalmente reducirse al puro juego del significante. Y así también podemos definir la sublimación.

La sublimación, como escribí en algún lugar, es lo que permite que el deseo y la letra equivalgan. Aquí –en un punto tan paradójico como la perversión, entendida en su forma más general como lo que, en el ser humano, resiste a toda normalización –podemos ver producirse ese discurso, esa aparente elaboración sin contenido que denominamos sublimación y que, tanto en su naturaleza como en sus productos, se distingue de la valoración social que ulteriormente se le dará. Las dificultades que presenta el adherir al término sublimación la noción de valor social son particularmente bien puestas de relieve en el artículo de Gloverque les comento.

La sublimación se sitúa como tal en el nivel del sujeto lógico, donde se instaura y se despliega todo lo que en sentido estricto es trabajo creador dentro del orden del lógos. De allí vienen más o menos a insertarse en la sociedad, vienenmás o menos a encontrar su lugar en el nivel social, las actividades culturales, con todas las incidencias y todos los riesgos que conllevan, y hasta la remodelación de los conformismos antes instaurados, e incluso su estallido.

Para situar en su plano propio, en su plano vivificante, lo que está en juego en el deseo, al menos de manera provisoria podríamos señalar el circuito cerrado que constituirían esos cuatro términos del grafo: d, (S/×a), S(A/), y (S/×D).
El problema en que aquídesembocamos es el mismo en que los dejé el año pasado, con mi informe sobre "La dirección de la cura…" en el Congreso de Royaumont.

El deseo del sujeto, en calidad de deseo de deseo, se abre al corte, se abre al ser puro, manifestado en A/ bajo la forma de falta. A fin de cuentas, ¿con qué deseo va a confrontarse el sujeto en el análisis sino con el deseo del analista? Justo por esa razón, es tan necesario que mantengamos ante nosotros esa dimensión sobre la función del deseo.

El análisis no es una simple reconstrucción delpasado; el análisis tampoco es una reducción a normas preformadas; el análisis no es un épos; el análisis no es un éthos. Si debiese compararlo con algo, sería con algo que fuese a su vez, el lugar del encuentro acerca del cual se trata en el relato.

El problema del análisis reside en la situación paradójica en que se encuentra el deseo del Otro que el sujeto ha de reencontrar, nuestro deseo, que está bien presente en lo que el sujeto supone que le demandamos. En efecto, el deseo del Otro, que es para nosotros eldeseo del sujeto, no es algo que debamos guiar hacia nuestro deseo, sino hacia otro.Maduramos el deseo del sujeto para otro, no para nosotros. Nos hallamos en la posición paradójica de ser los intermediarios del deseo, o sus parteros, quienes velan por su advenimiento.

¿Cómo mantener semejante posición? Con certeza solo es posible mantenerla mediante la conservación de un artificio que es el de la regla analítica en su conjunto.¿Pero cuál es el resorte último de ese artificio? Como siempre, esa es la verdad más trivial y, a la vez, más escondida.

Sin duda, el análisis es una situación en la cual el analista se ofrece como soporte de todas las demandas y no responde ninguna, pero ¿acaso el resorte de nuestra presencia se encuentra apenas en esa no respuesta, que está muy lejos de ser una no respuesta absoluta? ¿No hay que dar acaso un lugar esencial a un elemento que es inmanente a la situación y que se reproduceal final de cada sesión? Me refiero a ese vacío al cual debe limitarse nuestro deseo, ese lugar que dejamos al deseo para que este se sitúe – en síntesis, el corte.

El corte es sin duda el modo más eficaz de la interpretaciónanalítica. Quieren hacer de ese corte algo mecánico, someterlo a un tiempo prefabricado. Pues bien, nosotros no sólo lo situamos en un lugar muy diferente, en efecto, sino que agregamos que es uno de los métodos más eficaces de nuestra intervención. Tengamos a bien insistir alrespecto y esmerarnos en ello.
Dicho esto, no olvidemos la presencia, en ese corte de lo que hemos aprendido a reconocer bajo la forma del objeto fálico – latente, en toda relación de demanda, como significante del deseo.

Para terminar esta lección y hacer no sé qué advertencia que será como un anticipo que les anuncie lo que inaugurará nuestras lecciones del año próximo, me gustaría concluir por medio de una frase que les propondré a modode enigma. Veremos si, en el desciframiento de los retruécanos, ustedes son mejores de lo que constaté a lo largo de experiencias realizadas sobre unalegión de quienes vienen a verme.

En una revista aparecida en Bruselas hacia 1953-1954 bajo el título de Phantômas, un poeta, DésiréViardot, propuso este pequeño enigma cerrado, y veremos si un grito de la asistencia nos muestra de inmediato la clave : La mujer tiene en la piel un grano de fantasía.

Ese grano de fantasíaes con certeza lo que a fin de cuentas está en juego en lo que modula y modela las relaciones del sujeto con aquel –sea quien fuere- a quien demanda. Y es indudable que no por nada hemos divisado en los hechos, bajo la forma de la Madre universal, al sujeto que contiene todo.

Eso hace que en ocasiones podamos confundirnos acerca de la relación del sujeto con el Todo, creyendo que los arquetipos analíticos nos la brindarán, mientras que la cuestión es muy diferente, a saber, la brecha que abre a esa cosa radicalmente nueva que introduce todo corte de la palabra.

Aquí, no solo de la mujer hemos esperar ese grano de fantasía – o ese grano de poesía- sino también del análisis mismo.

1de JULIO DE 1959

 

Traducción Marcela Errecondo