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Curso del miércoles 19 de marzo de 2008

JAM retorna en este Curso sobre su intuición en el Curso precedente, referente a la palabra líquida, para seguidamente interrogarse sobre el discurso del analista que enseña y su responsabilidad. Así, el discurso del analista que enseña tiene la función de interpretación del psicoanálisis mismo. El psicoanálisis puede ser interpretado porque es del orden del hecho. JAM aborda los dos momentos de la experiencia psicoanalítica formalizados por Lacan, el del inicio y el del final. Atribuye al pase el valor de la interpretación mayor que Lacan le otorgó al psicoanálisis. Leemos, al final de este Curso temas sobre el relato del pase con el que Lacan nos tentó sin dar las coordenadas, y del que el rasgo más sobresaliente es el de la alusión. Un relato que traduce el rodeo de lo que, a conveniencia del sentido, aparece como vacío. (De TLN)

Tienen que saber que mientras hablamos del psicoanálisis, hay una pluma que garabatea en el papel el estatuto de lo que será el psicoanálisis en el futuro. En efecto, el Estado francés al igual que los otros Estados europeos, se preocupa por nuestro ejercicio que hoy conoce una extensión, una influencia que ya no permite que los poderes públicos descuiden la reglamentación. Desde hace aproximadamente cinco años está en el orden del día. En varias oportunidades nos hemos hecho escuchar sobre ese tema. Dicho proceso parece encontrar un fin cercano y dada la postura, el compromiso que asumí, me hallo constreñido a responder y a participar en ello. Lo anterior sustrae un precio de mi tiempo y de mi preocupación que ustedes, desafortunadamente, tienen que padecer. Dado que se trata de negociaciones no publicitadas, no puedo, pese al deseo que podría tener, hacerles partícipes; pero va de suyo que el peso que ustedes representan, ustedes a quienes aquí me dirijo y en otro sitio, cuenta en la balanza. Espero que impida que esta práctica, la nuestra, sea confinada a un lugar que algunos desean, un lugar lujoso y privado, que continuará estando presente en las instituciones públicas y que no renegará de la influencia que actualmente tiene en el público.

Pero al final todo ello demanda tiempo y me demanda, a mí en particular, una movilización que me quita un cierto tiempo que no siempre puedo elegir.

Una vez dicho esto, me remito a la semana pasada cuando veo que asumí el riesgo de expresarme a partir de una intuición, o más bien, a expresar esta intuición incluso crudamente, con tan poca elucubración de saber como posible.

El saber se elucubra. Es una designación que le debemos a Lacan y que está hecha para poner a distancia el saber, para indicar la distancia que hay entre el saber y el hecho. De este modo, sin duda, eso comporta cierta desvalorización del saber, a lo que Lacan fue conducido. Por tanto, correlativamente, se le da un cierto valor a la suspensión de la elucubración de saber, o al menos, a no introducirlo sino paso a paso, tratando de dosificarla, de manera tal que modifique lo menos posible lo que se ofrece como hechos.

Esta intuición que les confié fue la del psicoanálisis líquido.

Una semana después, me parece que me dejé llevar, al aportarles eso en un impulso que no está lejos de aquel que conduce a la asociación libre.

Acá, evocando al psicoanálisis como líquido, quería decir – lo advierto ahora – considerar con desdén qué dirán, e incluso, qué harán con eso.

Esto me permite percatarme que la preocupación de qué dirán de eso, qué harán con eso, ¡y bien! generalmente me refrena. Esto puede ser dicho bajo un cierto ángulo de la siguiente manera: es el espíritu de responsabilidad que me constriñe.

¿Es eso lo que conviene?

¿Qué es ser responsable de lo que se dice? Es, para decirlo del modo más simple, ser capaz de responder por lo que se dice. Es decir, ser capaz de afrontar la pregunta del otro acerca de lo que funda vuestro dicho, acerca de lo que lo autoriza y acerca de las consecuencias que ese dicho arrastra. En efecto, cuando se trata de los poderes públicos estamos obligados, se nos exige ser responsables, responder respecto a la práctica del psicoanálisis de aquello que autorizaría a algunos y no a otros a entregarse a ello. Y ciertamente se nos exige saber exponerlo en términos que sean aceptables para este otro, que en efecto tiene el poder, un poder de hecho, y también un poder, sin duda legal para solicitarlo.

Pero en fin, aquí, confinado a esta sala, no es en ese otro en quien debo pensar. No es ese otro quien está presente. Es un enclave. El otro del que se trata, son ustedes, ustedes a quienes me dirijo como psicoanalistas, lo que sin duda es una simplificación de la diversidad de aquellos que están presentes y que, tal vez, sin duda, no son todos psicoanalistas, pero que finalmente representan a esa instancia.

¡Y bien! La semana pasada me parece que, al menos al principio, me liberé de la censura que la responsabilidad puede hacer pesar frente al cuerpo de los psicoanalistas.

Cuando se habla del modo llamado de la asociación libre, se suspende precisamente la responsabilidad.

En el enclave psicoanalítico el analizante es invitado a ser irresponsable. Digamos que es como si obedeciese a la siguiente fórmula: Lo digo y no lo repito más, lo digo y continúo diciéndolo.

Es, en la experiencia analítica, lo que abre a que el otro, el analista, repita vuestro dicho, es decir, lo cite y se lo devuelva. Repetir, citar el dicho del analizante, es en cierto modo el grado cero de la interpretación.

Es por cierto aquello de lo que en algún momento se puede hacer una comedia. ¿Cómo jugar al analista? Ustedes repiten lo que vuestro interlocutor dijo con un punto de interrogación (risas), ustedes no muestran vuestras cartas y entonces el desdichado concatena. Es una manera de jugar al analista, no se las aconsejo (risas), puede ser muy mal tomado fuera de la situación analítica.

La cita, que produce lo mismo, introduce también una diferencia. Es constitutiva del enunciado – hablando con propiedad, sólo hay enunciado a partir de la cita. La cita, diría, cristaliza la palabra líquida, la solidifica en una unidad significante y cuando es atrapada en el intercambio de palabras, relanza lo que se llama la enunciación, es decir la palabra líquida.

¿Entonces, el psicoanalista, un psicoanalista, tiene derecho a la irresponsabilidad cuando enseña?

Es seguro que la pregunta pesa sobre aquellos que están en esta posición y los conduce con frecuencia, nos conduce con frecuencia a protegernos tras los enunciados de psicoanalistas que nos han precedido: conduce fácilmente a encontrar refugio precisamente en la cita. Pero citar no es enseñar, no es enseñar en el sentido al que un Lacan llevó este término.

A la pregunta que evoco acerca de la eventual irresponsabilidad del psicoanalista que enseña, Lacan dio una respuesta – no una, sino una entre otras – que pesco en la página 815 de los Escritos 2, es una cita aproximativa: El discurso de aquel que enseña, dice Lacan, cuando se dirige a los psicoanalistas, no tiene derecho de ser irresponsable. La palabra tiene su peso. Puedo decir que desde que comencé a aproximarme a esta posición, esta frase, esta palabra estuvo presente para mí.

¿Cómo llegué a esta posición? No llegué institucionalmente. La institución – la institución en la que consentí ser inscrito, y aún consiento a ello – me prescribía enseñar acerca del psicoanálisis. Me encontré enseñando a psicoanalistas, porque los psicoanalistas venían. Recuerdo muy bien mi sorpresa en aquel momento al notar la presencia de uno, de dos, de tres, de un número mayor, que venían a entender el desciframiento de Freud y de Lacan, desciframiento al que yo mismo estaba dedicado.

Esto hizo para mi más importante, presente, apremiante la noción de una responsabilidad, cuya naturaleza Lacan precisa cuando dice – son los términos que empleó en ese entonces – que el sujeto del deseo debe saberse efecto de palabra, es decir debe saber que es el deseo del Otro, y que el discurso del analista que enseña debe ser responsable de este efecto de palabra. Hay un contraste entre el fuerte acento orientado hacia la palabra irresponsable y la complejidad de aquello a lo que reenvía.

Ya me tocó comentar y tratar de cernir el punto preciso hacia el que esta responsabilidad conduce. Hoy lo veo así. Es que normalmente, cuando uno enseña, ocupa el lugar del Otro con mayúscula – por función.

Uno está supuesto saber y, desde cierto punto de vista, por función, uno no falla.

Uno termina de hecho acostumbrándose a la inverosímil docilidad de aquellos que escuchan, docilidad que sólo se rompe muy raras veces. Es la nostalgia que ocupa aquellos tiempos, del mayo 68, cuando esta docilidad se invirtió en ataque hasta que descubrimos que el ataque no era sino la simetría de la docilidad. Sólo había ataque porque la palabra de los profesores, en aquel tiempo, tenía un peso verdaderamente notable; hoy en día ya no merece eso, no merece la insurrección.

Esencialmente se les pide que enseñen como debe ser.

Está presente en el espacio donde se enseña el psicoanálisis. Hubo un tiempo en el que la pregunta candente era qué podía fundar el psicoanálisis, cuál podía ser su valor de verdad, su mérito. Mientras que hoy en día se le pide más bien que responda a la pregunta ¿cómo hacer? pregunta de la que otrora yo me reía, como la pregunta americana del How to? ¿Cómo se hace?,– simplemente a constatar en el hecho de que los estantes de las librerías estaban ocupados por las obras cuyos títulos, en todas las disciplinas, eran manuales de How to…? Los que enseñan el psicoanálisis dan testimonio de ello. La demanda que les es dirigida hoy es de ese orden. Se enuncia bajo la forma de una demanda de clínica, pero la clínica de la que se trata, la que se demanda es una clínica del saber–hacer. No voy a comenzar a burlarme de esa demanda. Es inútil. Es un elemento con el que hay que jugar, con el que hay que saber hacer, y que puede tomarse bajo un ángulo que no es despreciativo: es a aquello a lo que de hecho me esfuerzo, sin duda. Es una demanda de saber–hacer que es intolerante o impaciente con las elucubraciones de saber y que requiere que se vaya a la cosa misma de la experiencia.

Por tanto aquel que enseña ocupa hipotéticamente el lugar del Otro. No puede hacer que a través de su discurso no vehicule un deseo y que a través de ese deseo determine el lugar del sujeto que escucha.

Puede decirse que esta responsabilidad también es válida para el analista cuando enseña la regla de la asociación libre, entre comillas, a su paciente: determina así su lugar. Y a lo largo de la experiencia analítica tiene la responsabilidad de determinar el lugar desde el cual el analizante va, si puedo decirlo, a satisfacerlo.

Lo que Lacan propone es que todo discurso puede ser irresponsable de este efecto de palabra que determina el lugar y, podría decirse, el valor del sujeto, – salvo el psicoanalista que enseña. El psicoanalista que enseña tiene que tomar en cuenta, debe saber y debe manejar el efecto de palabra, el efecto de valor subjetivo que su discurso conlleva.

Es una exigencia elevada, difícil de satisfacer, y decía que puedo darme cuenta cómo dicha exigencia, es el término que me vino, me dominó.

Tal vez podría intentar una mínima elucubración diciendo al respecto – desde la óptica para la cual coloco esta cita de Lacan – que el discurso del analista que enseña tiene función de interpretación.

¿Qué interpreta? Y bien, interpreta al psicoanálisis mismo.

He allí una frase que es del orden de aquello en lo que hay que pensar.

Si el psicoanálisis es susceptible de ser interpretado, es para nosotros hoy en día algo del orden del hecho – cuando ya se viene practicando desde hace un siglo.

Hay psicoanálisis: hay la historia del psicoanálisis, hay instituciones psicoanalíticas y psicoanalistas, hay personas que piensan en entrar en análisis, que entran en análisis – es del orden del hecho. Y esto aún deja abierto el espacio en el que se trata de interpretar al psicoanálisis como hecho. Sabemos que se puede interpretar por ejemplo, en el registro de la sociología – lo intentamos –, en el registro de la psicología colectiva; la cuestión es la interpretación psicoanalítica del psicoanálisis, que no forzosamente desconoce los otros determinantes del psicoanálisis.

Digo: El psicoanálisis es del orden del hecho ¿Acaso se puede describir ese hecho?

Se haría necesario un método que se pareciera, no se, a aquel que otrora se llamó la Nueva Novela: intentar cernir al máximo el mundo circundante como constituido por objetos colocados unos al lado de otros, dando las coordenadas de la manera más precisa, jugando a limpiar la descripción de toda significación adventicia, como si enunciáramos el procedimiento de un experimento. ¿Cómo describiríamos al psicoanálisis a la manera de la Nueva Novela? Diría que se trata de abrir la puerta, de acoger, de instalar sobre un soporte, un asiento, un mueble, a un individuo – suponiendo que Aristóteles sea congruente con la Nueva Novela (risas) –, y, este individuo, plegarlo a que se reduzca a ser aquel que hable para otro que escucha y que habla de tanto en tanto. Sin duda, a nivel del hecho seríamos conducidos a distinguir dos modos de palabra, la palabra líquida, la palabra pura pérdida, y la interpretación, que es más bien la palabra sólida, la palabra breve, densa. Por supuesto tendríamos que describir el hecho que hay uno que dirige, recibe al individuo, recibe el pago, pero finalmente, bueno dejo esta descripción fáctica a vuestro estilo, a vuestra imaginación, apunto a un cierto grado cero, que no intento producir.

Y, más allá de esto, todo el resto es del orden de la interpretación del psicoanálisis. Lo que tiene lugar en lo que se conviene en llamar una situación, un dispositivo o una experiencia, todo ello es la interpretación del psicoanálisis. La obra de Freud, la enseñanza de Lacan, es del orden de la interpretación del psicoanálisis.

Es notable al referimos tanto a uno como al otro, es un hecho masivo, evidente, que tanto para uno como para el otro esta interpretación se transforma con el tiempo.

Y si acercamos uno al otro, una vez comprometidos con este tema, ya no se detienen. Freud no se detuvo en concatenar los artículos, los libros, las conferencias, en un continuo movimiento. Y Lacan lo acentúa, obligándose a interpretar el psicoanálisis semanalmente durante treinta años, sin dejar su bulto, sin jamás decir Ya llegamos, diciéndolo sólo para enseguida abrir la vía de los complementos, de las correcciones, de las transformaciones. Es muy singular, si pensamos en ello, si uno se separa de la costumbre.

Es clásico en Freud distinguir por ejemplo la época de la primera tópica y de la segunda, en la que las coordenadas de la interpretación del psicoanálisis son modificadas. Igualmente para Lacan, su enseñanza se presta a ser dividida en períodos. Fui, creo, el primero, en todo caso el más tenaz, en hacerlo: el primer Lacan, el Lacan clásico, la última enseñanza, el que viene después de todas las anteriores. Es validado, al menos, por el hecho de que sus lectores lo retoman.

Esto abre por supuesto la pregunta de saber cuál es la interpretación contemporánea que puede hacerse del psicoanálisis, ya que todo muestra que la interpretación del psicoanálisis está en función del tiempo que pasa. Para ser más preciso se podría incluso decir que la interpretación del psicoanálisis está en función de los efectos y de las consecuencias de la práctica del psicoanálisis sobre el psicoanálisis.

Entonces, autoricémonos a hacer un retorno sobre la historia del psicoanálisis, precisamente sobre lo que apareció en el curso del siglo XX como un corte, luego de veinte años de práctica del psicoanálisis, alrededor del año 1920. Todo el mundo está de acuerdo, por haber ubicado en esa fecha un giro llamado de la técnica psicoanalítica, un giro hacia lo que dio en llamarse el psicoanálisis de las resistencias.

Lacan relaciona ese giro con lo que los analistas debieron constatar en esa fecha, de lo que llama una amortización de los resultados del análisis. Los reenvío a los Escritos 1, página 320, página que figura en el escrito cuyo título es Variantes de la cura tipo en el que Lacan trata de inscribir en su lugar en el curso histórico del psicoanálisis, la tentativa que viene de inaugurar con su Discurso de Roma, un año antes, en 1953. Rehace por tanto la historia en función de la tentativa que él inaugura. Y recuerda, con humor, que Freud recomienda, antes de los años ´20, que se apuren en hacer el inventario del inconsciente antes que se cierre. Freud tenía la intuición que la operación que él seguía no dejaría el objeto de investigación inerte, pero que, en caso que el psicoanálisis lo requiriera, su objeto, llamado el inconsciente, se haría inasible. Se puede decir, al menos por aproximación, que los analistas practicantes, alrededor del año 1920, experimentaban como un momento de cierre del inconsciente, que ya no era como antes. No data de hoy ese sentimiento que se limitó al inconsciente de tal manera que no nos permite interpretar al psicoanálisis como se hacía anteriormente. Es lo que la comunidad analítica percibió alrededor de esa fecha.

Hasta ese momento, la palabra–amo, si así puedo decirlo, la práctica mayor, era el desciframiento de las formaciones del inconsciente. Analizar era descifrar: los sueños, los actos fallidos, los lapsus, Lacan añadió los desórdenes de la rememoración, los caprichos de la asociación, y el dicho etc. – hay que añadir el síntoma.

De lo que se percataron en ese entonces los analistas fue la distancia entre los éxitos del desciframiento y el fracaso de la verdad.

El desciframiento no tiene ipso facto, como consecuencia, la curación del enfermo puesto que es aún en tanto tal que el analizante figuraba en la cura analítica: el hecho que hablemos comúnmente de analizante más que de enfermo es el resultado de una reinterpretación del psicoanálisis por parte de Lacan y el hecho que hablemos de experiencia analítica más que de cura también es una reinterpretación. En aquel momento, los analistas percibieron en el dolor que el desciframiento no era en si mismo lo que transformaba, e intentaron dar cuenta de esta separación con el concepto de resistencia. El paciente, pensaron, resiste en reconocer el sentido de sus síntomas. Y por ese hecho, trataron, definieron al psicoanálisis, interpretaron al psicoanálisis más allá del desciframiento del inconsciente como el análisis de las resistencias. En el inicio de su tentativa, Lacan, en el punto al que había llegado, consideraba que el análisis de las resistencias, en el que se habían involucrado todos los analistas salvo Freud, traducía, según él, y lo cito, un movimiento de renuncia al uso de la palabra. Entre paréntesis, vale sin duda, la pena interrogarse acerca de la relación que hay entre esta supuesta renuncia al uso de la palabra y la desvalorización explícita que sufre el uso de la palabra al final de la enseñanza de Lacan: lo que aisló como renuncia, ¿es lo que retorna, en su propia trayectoria al final, como una desvalorización del uso de la palabra?

Luego, el análisis de las resistencias promueve a un primer plano dos categorías, la del yo que tomó prestada de la segunda tópica, y que sería el agente de la resistencia – entre paréntesis, en tanto que Freud en su segunda tópica da un lugar a la resistencia del ello y a la del superyó –, y la categoría de la defensa. Ambas categorías confluyen en el concepto de los mecanismos de defensa del yo producido por Anna Freud, que se convertirá en la doctrina mayor de la comunidad analítica hasta la emergencia de la categoría de la constratransferencia.

¿Mecanismos de defensa del yo contra qué? Contra la pulsión. Y allí todavía podríamos colocar entre paréntesis que el correlato hallado en la enseñanza de Lacan a esta promoción de la defensa contra la pulsión, es de hecho su promoción cada vez más insistente de la categoría del goce. Como si Lacan, en la segunda mitad del siglo XX hubiese, a su manera, vuelto a hacer el camino que había recorrido la comunidad analítica en la primera mitad. Es una hipótesis que evoqué en el momento en el que daba aquí el curso sobre la experiencia de lo real en el psicoanálisis.Entonces, la enseñanza de Lacan se inauguró a partir de la crítica del análisis de las resistencias, es decir con una fe renovada en los poderes de la palabra y en su eficacia sobre la pulsión. Lo llamó una nueva alianza con el descubrimiento de Freud. Nueva alianza renovada por el apoyo encontrado en la lingüística, pero digamos nueva alianza que encontraba si puedo decir, la fe de los orígenes, y que daba a su Discurso de Roma su lado que entusiasmaba en cuanto ponía al desnudo el resorte eficaz del psicoanálisis.Esto suponía el borramiento del yo, reenviado a la imagen narcisista y a las contradicciones, a los desórdenes de las identificaciones imaginarias.También suponía que lo que Lacan llamó en aquel momento el punto–sujeto de la interpretación sustituía al yo. El punto–sujeto de la interpretación es su primera definición de sujeto: lo que llamó el sujeto es lo que es dócil a la interpretación; lo que llamó el sujeto es una variable a lo que una interpretación puede dar su valor. Esto pone por tanto fuera de su campo lo inerte en relación a la acción de la palabra – considerando que esta inercia es secundaria. Y por tanto es una interpretación, de alguna manera transparente, del psicoanálisis.

Borramiento del yo, sustitución del yo por el sujeto, y en tercer lugar eso suponía la supremacía del deseo. El deseo, al mismo tiempo que se desvía en relación a la demanda, es susceptible a la interpretación, inclusive idéntico a la interpretación. Es la famosa frase de Lacan: El deseo es su interpretación. Y la supremacía del deseo es en particular la supremacía del deseo sobre la pulsión. Digamos que la tesis esencial por la cual Lacan supera las dificultades que habían dado nacimiento al análisis de las resistencias, es la tesis: el deseo estructura las pulsiones. Lo que quiere decir: el resorte es, en todos los casos, un resorte de palabra.

Esta dominancia de la palabra, él la traduce en la constante promoción de lo simbólico, hasta reemplazar, si puedo decirlo, los mecanismos de defensa de la vieja Anna Freud por los mecanismos significantes de la metáfora y de la metonimia, puesto que emplea al respecto la palabra de mecanismo, que en el marco del discurso analítico, no puede dejar de evocar el término annafreudiano.

Ahora la resistencia. ¿Por qué alrededor de los años ´20 habían interpretado el psicoanálisis en términos de resistencia? Fue porque creían poder constatar que la palabra líquida, si puedo decirlo, no tenía efecto, no tenía el suficiente efecto más allá de un cierto punto, sólo tenía efectos limitados.

Y en el fondo la resistencia era el nombre de este límite. De forma tal que, de acuerdo a ciertos aspectos, la resistencia podría ser lo que Lacan redescubrió bajo las formas del goce.Durante mucho tiempo, durante más de diez años, doce–trece años, Lacan dejó en cierto suspenso su doctrina del fin de análisis. Quedó en sus Seminarios, en sus escritos como un horizonte, como si hubiese cierta dificultad en precisar el final del análisis si se lo piensa, por decirlo de manera muy simple, a partir de la palabra.

En el momento en el que propuso, en el que interpretó al psicoanálisis por el pase es cuando pensó en superar este obstáculo.

El pase es sin duda la interpretación mayor que Lacan dio del psicoanálisis. Interpretó el psicoanálisis en el sentido que debía tener un final, y que este final permitía pasar – para decirlo siempre de manera muy simple y con la menor elucubración de saber posible – del registro de la palabra al registro del goce, que este final traducía ese pasaje.

En el texto en el que lo propuso – ya que lo propuso en un escrito antes de dar un curso sobreese tema – titulado Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela, expuesto el 9 de octubre de 1967 cuando recién había comenzado su enseñanza en 1953, es decir 14 años después. Hay que hacer notar que se centró en efecto en el inicio y en el final del análisis, lo que es bien conocido, salvo que hay que añadir que de alguna manera reservó su doctrina sobre curso del análisis. El tercer término es el curso del análisis, lo que hay entre el inicio y el final.¿Qué es entonces lo notable? El hecho que se articula el inicio y el final en términos totalmente diferentes. Por decirlo de manera muy simple, articula el inicio en términos de significantes y articula el final en términos de goce – dice esencialmente fantasma pero sabemos que trabajará el concepto de fantasma orientado para poner en evidencia el goce y allí es retenido, producido o escondido. Hay entonces una distancia terminológica entre el inicio y el final, y es esta distancia la que incluso lo motivará, en sus Seminarios, a buscar la articulación de estos dos momentos. ¿En cuanto al inicio, de qué se trata? Se trata esencialmente de la instalación de la transferencia, que en ese momento es interpretada por el sujeto supuesto saber.

Interpretar el inicio del psicoanálisis por el sujeto supuesto saber, comporta la reducción del inconsciente a significantes supuestos; eso supone que se interpreta el inconsciente en términos de significantes; y como son significantes que son sólo supuestos, se interpreta el inconsciente en términos de significaciones de saber.Para Lacan la situación inicial es una situación que llama convenida, es decir articulada a un convenio, lo que viene al lugar del término que rechaza, pero que repercute de cierta manera, el del contrato; eso marca en el fondo un cierto acuerdo.

En esta interpretación, lo que es sobretodo extraordinario es que al reducir al analizante a un significante y al analista a un otro: S –––> Sq, esta significación de saber: s, no la coloca ligada al analista (JAM coloca s primero bajo Sq), sino la coloca como ligada al analizante (JAM borra el s bajo Sq y la coloca bajo S). Pero hay que comprender que es como el efecto de retroacción de la conexión con el analista, que es la articulación del significante analizante al significante analista que se supone da nacimiento a la significación del saber inconsciente. Esta asignación del saber inconsciente del lado del analizante permite en el fondo subrayar que el analista mismo (JAM subraya Sq) no sabe nada acerca de los significantes supuestos del inconsciente del analizante (JAM circunda s), pone el acento sobre su ignorancia, y así justifica la recomendación freudiana de abordar cada nuevo caso como si no se hubiese adquirido nada de los desciframientos de los otros casos. En todo caso, simplemente el inicio está aquí articulado en términos de significante y significado. Y si hay un deseo que está implicado, el único aislable es un deseo de saber.

Mientras que si nos reportamos al final del análisis, lo notable es que entonces aparece un nuevo término, el del objeto pequeño a: (a), que es colocado en función con el término del complejo de castración, escrito menos phi (–φ), como dos soluciones que pueden contribuir a la cuestión del ser del psicoanalizante. El objeto, la castración, el ser, son todos términos ausentes en la elaboración inicial. Digamos incluso que, correlativamente, aparece que en el registro del inicio no nos encontrábamos en el orden del deser, el deseo de saber no tiene más asidero que en el deser. (JAM escribe deser (désêtre, en francés) bajo el esquema del inicio), y aquí, al contrario, estamos supuestos a tener acceso al ser (JAM escribe ser (être en francés) bajo el esquema del final).

Tenemos acá un clivaje, los términos están planteados, pero el pasaje sigue siendo problemático, y es lo que animó la investigación de Lacan en sus siguientes Seminarios.

Simplemente se dice que la salida del análisis implica que el partenaire analista debe desvanecerse, que en esta relación sólo se elucubró un saber vano de un ser que se disimula, y que no se descubre, en los ejemplos que Lacan mismo mostró, que lo que podemos llamar una fijación de goce (JAM escribe en la pizarra: fijación de g. (fixation de j en francés)), que es totalmente distinto a lo que había sido aislado como la significación de saber inconsciente. Esta fijación de goce, de la que Lacan da dos ejemplos a partir de su práctica, lo tacha de ingenuidad. Este término es bueno para oponerlo a la sofisticación de las relaciones del significante y del significado: la búsqueda laberíntica inaugurada por el sujeto supuesto saber desemboca en una solución ingenua, que él formula en una frase.

Sus sucesivos esfuerzos fueron inventar una lógica que conduciría del saber supuesto al descubrimiento del goce fijado.

Este goce fijado lo abordó por el fantasma, luego por un concepto ampliado del síntoma.

Luego evidentemente, existe una diferencia entre abordarlo por el fantasma o abordarlo por el síntoma o sinthome. La diferencia es la que revela en su escrito sobre Joyce el Síntoma, a saber que el goce propio del síntoma es opaco, es decir que excluye el sentido. No es posible decirlo mejor, la fijación de goce esencial del sujeto, cuando la llamamos síntoma, está fuera de sentido (JAM escribe en la pizarra: Σ: fuera de sentido (hors sens, en francés), es decir, está fuera de ser asida en la matriz planteada inicialmente.

Para Lacan, recurrir al sentido para resolver el goce implica un aplanamiento, ofrecer al análisis solamente un final plano, felicitando, por ejemplo a Joyce por haber podido escapar a él.

El análisis se sirve de la metáfora paterna para resolver la cuestión del goce, se sirve de la metáfora paterna y digamos de sus chirimbolos conceptuales habituales para taponar el enigma del goce y hacerlo virar hacia el sentido, pero esto no es – y es con eso con lo que Lacan se compromete al final de su enseñanza –, es sólo un engaño. Recurrir a la metáfora paterna es sólo un engaño frente al enigma del goce que excluye el sentido.

Es allí donde Lacan, sobre el final del análisis, sólo pudo decir que esto – bueno, no lo dijo, sigo la vía que él indica – que el final del análisis es una construcción del analizante.

Es el sentido de su pregunta: ¿Qué empuja a alguien a hystorizarse de si mismo sobre todo después de un análisis?

¿Qué empuja a un analizante a narrar su análisis, a hacer de ello un relato que tenga sentido, sobre todo luego de un análisis? Eso quiere decir que el análisis debería haberle enseñado lo que del goce excluye el sentido ¿Por qué entonces urdir un relato que por el sentido, daría cuenta de la fijación de goce?

Entonces, él lo indica. Indica, en sus últimas reflexiones el clivaje que hay entre la verdad mentirosa, que es elaborada en la dimensión inicial (JAM muestra el esquema del inicio), y lo que se obtiene al final y que de manera auténtica, no es coherente con el sistema. Esto deja abierto un orden de relato que puede ser concebido a condición de preservar su propia incompletud.

El relato del pase, de la manera en que Lacan lo refleja sin dar las coordenadas, es un relato que debe comportar esencialmente el carácter de la alusión, de lo que no está dicho en pleno, ni en directo, sino un relato que traduce el rodeo de lo que a merced del sentido, aparece como vacío.

Debo detenerme aquí, primero porque es la hora (risas), y sobre todo porque no conviene dar las claves de la alusión.

Hasta la próxima semana.

Fin de la Duodécima Sesión del Curso JAM 2007-2008 – 19.03.08

• Curso del miércoles 12 de marzo de 2008

En este Curso, JAM nos entrega sus reflexiones en relación con el psicoanálisis, a partir de una posición que caracteriza como siendo del orden de una “posición de inmanencia”.Ustedes leerán cómo JAM trata de dar cuenta, a partir de una intuición, bajo la forma de la metáfora líquida, del pasaje en la enseñanza de Lacan de la concepción estructural de las formaciones del inconciente hacia los efectos de lalengua sobre el cuerpo, a título de acontecimiento de cuerpo. De este modo, será conducido a proponer en lugar del desciframiento, el corte del redondel de cuerda surgido de la clínica de los nudos.Es el corte el que debe mantenerse a “nivel del acontecimiento de goce”. JAM va a situar, de manera totalmente inédita, el lugar del control analítico, y finalmente reubicará la sesión corta, en la era del “psicoanálisis líquido”. Esta no está ordenada al sentido del deseo, sino que “esta ordenada a los acontecimientos de cuerpo”(From TLN)

El psicoanálisis líquido
Voy a dedicarme hoy a unas reflexiones sobre el psicoanálisis, aquellas que me surgieron, podemos decir, en tanto que practicante, un practicante a quien su práctica, su práctica efectiva, suscita interrogantes. De alguna manera son reflexiones realistas.

Digo reflexiones sobre el psicoanálisis, sería mejor sin duda decir en el psicoanálisis. Pues estas reflexiones no me surgen de una posición exterior, trascendente, sino de una posición que es de inclusión en el psicoanálisis, incluso, si puedo decir este término, de inmanencia. Un psicoanalista reside en el psicoanálisis, está contenido en él. Y puedo decir el término que me surgió, de una posición de inmanencia, puesto que no diré hoy más que lo que me surgió por vía de la asociación libre. Quiero decir que estoy inmerso allí. Es una imagen sin duda. Estar inmerso en el psicoanálisis, sumergido en el psicoanálisis como en un líquido. Como esta imagen me surgió, encontré allí la ocasión de decirme que en efecto, el psicoanálisis se ha vuelto hoy, líquido, lo que puede hacer pensar, por asociación libre, que está también li–quid–ado (risas), pero precisamente me detengo allí, digo líquido. Y veo numerosos testimonios de ello

Es un término, un adjetivo, que fue utilizado por el sociólogo Zygmunt Bauman, si no me equivoco, para calificar la sociedad de hoy, la civilización de hoy, La calificó de líquida. Imagino que es en rezón de lo que se manifiesta como una movilidad de los ideales, como transformaciones tecnológicas cada vez más aceleradas, como una volatilización de los límites, de las fronteras, lo que es un modo de designar la emergencia y los efectos de lo que llamamos la mundialización – con lo cual se designa ante todo, en definitiva, un fenómeno de comunicación, que tiende a la unificación de la información, y que quizás se nos presenta primeramente por su fase, su aspecto de desestructuración.!Y bien! hay también una desestructuración del psicoanálisis, de un psicoanálisis que había encontrado con Lacan el resorte del estructuralismo y del que podemos decir, si nos fiamos en la imagen, que tiende a devenir un psicoanálisis líquido. En todo caso, es lo que me surgió siguiendo como hilo: cómo el psicoanálisis devino líquido y cómo lo practicamos hoy bajo una forma que no es más, digamos muy simplemente, el psicoanálisis sólido, de la época de la estructura..Es lo que hace también que los recursos que encontramos en la historia del psicoanálisis, en los casos princeps de Freud, en sus construcciones teóricas, en las épocas de la enseñanza de Lacan, están de algún modo hoy tomados en una cierta nostalgia.

Es lo que refiero al estado actual del psicoanálisis que sería un estado líquido.Bueno, solo hago una imagen de ello, pero en fin es así como me surge, por lo tanto voy a hilar la metáfora para intentar ser auténtico. Hilar la metáfora, es adoptar, concerniendo al psicoanálisis y concerniendo las curas analítica, la experiencia analítica de aquellos que se dedican a él, que se ligan a él, la imagen del fluido, de lo que no es sólido, lo que fluye, escapa, como inasible.

Hay que decir por otra parte que las modulaciones, los temperamentos, que fueron aportados a la noción del final de análisis en tanto que el pase contribuyen a esta fluidificación. Lamentamos que el final de análisis no tenga, en los que podemos decir hoy, las aristas que tenía aún hace tiempo. De allí, en ocasiones, la incertidumbre que toma el camino que Lacan había balizado y que aquí, como en otros lugares, un cierto número había emprendido, siguiéndolo, como dando una seguridad, que hoy parece sacudida.

Un fluido es también lo que califica un cuerpo que se deforma bajo la acción de fuerzas mínimas. Y esto no puede no evocarnos aquello a lo que Lacan recurrió en su última y muy última enseñanza, el nudo, que prometió, ampliamente en vano, como la referencia del psicoanálisis. Algunos trataron, tratan de desarrollar este esbozo, pero no creo ser excesivo diciendo que estas tentativas no obtienen la aquiescencia de la comunidad informal de aquellos que practican. Esta referencia no es quizá más que una metáfora, y el psicoanálisis nodal ganaría quizá siendo resituado a partir de lo que llamaba el psicoanálisis líquido.El psicoanálisis nodal, si es aquel que Lacan propone al final de su camino, estudia digamos deformaciones – porqué no–, estudia deformaciones que responden, en efecto, a la acción de una fuerza mínima, de una fuerza que está totalmente concentrada en, no veo otra manera de decirlo, en la acción de tirar, tirar de las cuerdas.¿Cómo llegamos a esto, cuando pasamos por donde pasó Lacan, a centrase en esta acción de tirar de las cuerdas y proponer esta acción como referencia para el psicoanálisis? Les digo verdaderamente como reflexiono en todo esto, en su carácter incoativo, emergente, apenas puesto en forma. ¿Cómo es que llegamos a centrarnos, a partir del psicoanálisis, en la acción de tirar de las cuerdas?Tiramos de las cuerdas para obtener, sobre ciertas figuras, cambios de aspectos, inmediatamente constatables, es decir visualmente – es a lo que tienden las demostraciones y las mostraciones de Lacan en el pizarrón.Estos cambios de aspecto introducen en general un problema que podemos extraer, que es siempre el mismo, y que es este: esos aspectos nodales diferentes, ¿responden o no al mismo nudo? Y Lacan concluye su enseñanza interrogando, de manera apasionada, esta reducción posible.

Entonces, en relación con estos aspectos diferentes, ¿qué es el mismo nudo? ¿Por qué su práctica y su reflexión por el psicoanálisis lo condujeron a ello?

El mismo nudo. Lo que hace a su mismidad, sería el hecho de que puede ser identificable por su estructura matemática. Esta estructura matemática por otra parte, Lacan la guardó a distancia, no entró en ella verdaderamente, pero la guardó, me parece, como referencia, y lleva con ella la noción de este nudo fuera de todo aspecto.Dicho de otro modo, exploró de manera repetitiva, el clivaje entre estructura y aspectos.

Se empeñó en mostrar en qué sentido una multiplicidad de aspectos: x x x x x, podía ser referida a la unidad, a la unicidad de un mismo objeto: N. Entonces, esta multiplicidad de aspectos, es una multiplicidad cuyos elementos, tomados visualmente, pasan los unos en los otros: x–x–x–x–x, sin solución de continuidad.

Tiramos, tironeamos, y eso se presenta de otra manera. Podemos preguntarnos si es siempre el mismo cuando les presentan estados diversos de lo que se ha manipulado.

En la línea de la imagen, que me conduce aquí, diría que esta multiplicidad testimonia de un modo líquido, mientras que la estructura nodal, ella, se desprendería del modo sólido..Por este hecho, este extraño nudo, que Lacan aportó en el psicoanálisis, podría en el contexto donde lo inscribo, ser definido de este modo. Podríamos decir que el nudo permite pensar lo que subsiste de la estructura que responde al estado líquido del psicoanálisis, que el nudo nos presenta una articulación – diría para emplear un tèrmino estructuralista – entre lo que hay de líquido y lo que hay de estructura subsistente.

Tratemos de encarnar la intuición que me conduce a hablar del psicoanálisis líquido. ¿Qué es lo que tiene que hacer el líquido aquí?¿Donde se inscribe exactamente,

Hablamos de dinero en efectivo (liquide). Se le supone al psicoanálisis lacaniano tener una preferencia por el dinero en efectivo (liquide). (risas) Cuando el consumidor de psicoanálisis viene y propone pagar con cheque, siempre hay un pequeño índice de transferencia negativa (risas). Lo he constatado. Y a medida que la transferencia se torna positiva, el paciente propone comprar sus cheques (risas), lo que quiere decir que no hay que encasillarlos inmediatamente. En el fondo queda el testimonio de una resistencia al efectivo (liquidité). Entonces, el dinero en efectivo (líquide) es llamado así porque pasa de mano en mano, sin dejar huellas, sin inscribirse en las escrituras, y escapando a las estructuras que de otro modo lo capturan.

Pero no es en ese sentido que hablamos de psicoanálisis líquido. Es más bien la palabra misma la que merece esta adjetivación, es la palabra que es líquida.

Freud abrió la puerta simplemente diciendo que invita al paciente a decir lo que quiera. Pero, ¿la palabra voluntad está aquí en su lugar? Puesto que se trata más bien de sustraer la palabra a la voluntad, de tener la voluntad de sustraer la palabra a la voluntad, y de decir lo que se les pasa por la cabeza, sin tener en cuenta lo conveniente, sin tener en cuenta la verdad como exactitud, sin la aprobación que ustedes podrían dar a lo que dicen, etc.

Es lo que recogemos con el vocablo de la asociación libre y que, de hecho, si consideramos aquello de lo que se trata en el límite, es una invitación a usar la palabra sin la imposición de comunicar, es una asociación libre de la comunicación, liberada de la comunicación.

Este modo, este modo tan especial de la palabra, en efecto pone en evidencia lo que llamo su aspecto líquido.Entonces, tomó mucho tiempo en afirmarse esta liquidez de la palabra. Y esto pone al tiempo en el análisis mismo. La palabra esta más constreñida al comienzo de la experiencia, cuando esta experiencia se prolonga más allá de los límites medios que Freud le imponía, cuando la experiencia dura, podemos decir que este aspecto líquido de la palabra se afirma cada vez más.

Sin duda – es una hipótesis –, es este aspecto líquido el que condujo a Lacan, luego de veinte años de enseñanza, a aportar la noción de lalengua en su diferencia con el lenguajeLa palabra lenguaje llama a la palabra estructura. Lacan no profirió este término de lenguaje más que apoyándose en el discurso, que consideraba como científico, de la lingüística sausuriana y jakobsiana. Y hizo derivar de él, al comienzo, la palabra, la palabra apareciendo de este modo como palabra de estructura, si puedo decirlo, palabra esencialmente referible a la estructura, que distingue el significante y el significado y que remite la significación a la sustitución y a la combinación de elementos significantes. Es el punto de Arquímedes a partir del cual Lacan tomó la obra de Freud y la reordenó.Es en este punto de Arquímedes, el suyo, que se empeñó introduciendo otra perspectiva, haciendo resaltar el estatuto de lalengua, de la que puedo decir hoy que responde más bien al estado líquido de la palabra.

La báscula, que introduce Lacan, de un modo que me parece, de todos modos, sorprendente, en su última y muy última enseñanza, esta báscula se produce al final del Seminario XX titulado Aún. El concepto de lalengua está destinado a destruir al psicoanálisis sólido. Es ya un concepto que anuncia que la palabra es del orden de la secreción, que es un fluido lingüístico. Es lo que anuncia ya que el significante no es más que el producto del discurso científico sobre lalengua, y pondría científico entre comillas puesto que ya no estamos en el momento donde podemos decir que la lingüística de Saussure es la ciencia del lenguaje – la lingüística de Saussure fue un modo de atrapar la palabra líquida.

Lo que Lacan llamó el lenguaje, en el surco dejado por Saussure, era una estructura que terminó por descubrir que estaba a distancia de lalengua. Es sin duda porque prefirió el nudo al lenguaje (JAM subraya el esquema del pizarrón), pues en el nudo, el nudo–estructura es adecuado al nudo–aspecto.

Por el contrario, y es lo que Lacan planteó en el umbral de su última enseñanza, no solo hay lalengua, sino también hay una distancia, una distancia necesaria, entre lalengua y el lenguaje..Es el valor que hay que dar a este esbozo de cronología que él podía presentar diciendo que –lo cito– el lenguaje, primeramente, no existe. No se pone a existir, comento yo, sino una vez que hemos tratado de saber algo sólido en lo que concierne a lo que es lalengua: entonces, elaboramos la estructura del lenguaje, que no es –lo cito– más que una elucubración de saber sobre lalengua.Me parece que esta distancia es verdaderamente la distancia mayor a partir de la cual pivotean no solo la teoría sino la práctica del psicoanálisis.

Es incluso a partir de lo cual la teoría del psicoanálisis se descarga de su herencia y que Lacan trata de proveerle un sustituto con su psicoanálisis nodal.

Es a partir de allí que entramos en la práctica contemporánea del psicoanálisis, al mismo tiempo, sin duda, que podemos hablar más generalmente, de una civilización donde el Otro no existe, donde la evidencia de la inexistencia del Otro se hace cada vez más presente – lo que pudo traducirse en los términos de la sociedad líquida. Y esto recae, repercute, muy directamente sobre la práctica del análisis, si me atrevo a decirlo, su nivel de apercepción de la palabra del analizante.¿A qué nivel se sitúa el inconciente?¿A nivel del lenguaje o a nivel de lalengua?¿A nivel del lenguaje como estructurado o a nivel de lalengua que ya esboza, implica más bien su desestructuraación, su fluidificación?

Lacan dio una respuesta que comenzó por ser ambigua, que comenzó a mezclar las cosas, hasta bascular del lado de lalengua, es decir de lo que yo llamaba la palabra líquida.

Primeramente el inconciente está a nivel del lenguaje.El Inconciente está a nivel del lenguaje en tanto que estructura, es decir, el inconciente se estructura como un lenguaje, y en particular se estructura en la oposición del significante y del significado. Es a este nivel que Lacan pudo reformular las grandes estructuras clínicas que dio la psiquiatría clásica y los primeros tiempos de la elaboración freudiana. Es a ese nivel que debemos lo que en la clínica continúa orientándonos como estructura.Pero allí es donde hay que poner de relieve lo que Freud mismo decía del inconciente, que no es más que una hipótesis. Y es lo que Lacan retoma: el inconciente no es más que hipotético como estructura, no es más que hipotético en relación con lalengua. Es lo que hace al psicoanálisis ser no newtoniano: está obligado a forjar hipótesis. Estamos obligados en el psicoanálisis a forjar una hipótesis sobre la coherencia, la conjunción y la conjugación de lo que, a propósito del nudo, yo llamaría aspectos.¿Cómo decirlo de la manera más simple y mas cercana a la práctica?

El inconciente es una construcción. Cualquier control está allí para atestiguar de ello. En su práctica, un analista no tiene que vérselas con el inconciente más que como una construcción, intenta la edificación, que trata de verificar, que corrige sin que pueda sacar a esta construcción del registro de la hipótesis. Y cuando este analista entrega su trabajo a un colega en el marco del control, entrega una hipótesis, que se presta a discusiones, a correcciones. Es decir que el inconciente es una construcción, del lado de la práctica del analista. No sé cómo ser más realista que esto: es así como esto ocurre, no lo obtenemos más que como esto.

Entonces, en segundo lugar, el inconciente a nivel de lalenguaPara tratar siempre de ser realista, o auténtico, diría que esto, es el lado del analizante. En el sentido en que, cito a Lacan, el inconciente es un saber hacer con lalengua. Esto califica, si puedo decirlo, la práctica del analizante. Y esto la califica precisamente en tanto que escapa a lo que él enuncia. No le escapa como un mensaje a descifrar, en cuyo caso, queda incluido en el enunciado. Si tomamos en serio que esto le escapa, hay que decir que esto califica, y es lo que dice Lacan, califica afectos, lo que el llama afectos, lo que llamará también más tarde acontecimientos de cuerpo, extiendo ese término hasta allí –, afectos que restan enigmáticos, y que hay que referir a la presencia de lalengua.Hay allí una distancia entre lo que el sujeto es capaz de enunciar y esos afectos cerrados sobre su enigma. Es al menos así como entiendo lo que Lacan pudo formular en los términos siguientes: Los efectos de lalengua –lo cito– van mucho más allá de todo lo que el ser que habla es susceptible de enunciar.Hay que decir que esa frase, abre a un campo no balizado por la estructura del lenguaje. No dice que lo que el sujeto es susceptible de enunciar nos permite alcanzar todos los efectos de lalengua, sino por el contrario que lo que enuncia no nos permite alcanzar todos esos efectos. Lo que se enuncia, agregaría: incluso para ser descifrado por el analista, lo que se enuncia incluso para ser descifrado por el analista no nos permite alcanzar todos los efectos de lalengua.

Y por lo tanto, incluso si se imputa aquí a la palabra el resorte de esos afectos, esos afectos son de todos modos rechazados fuera del reino del enunciado.Me parece que Lacan dará a esos afectos su pleno desarrollo, dará su esencia, su Wesen, en el sentido en que Heidegger emplea el término: el traductor del curso recientemente aparecido subraya que en Heidegger Wesen quiere decir plena esencia, irradiación de la esencia –, y bien, a estos efectos Lacan dará su plena esencia implicando, mas tarde, acontecimientos de cuerpo.

Hace tiempo acentué esta expresión, que luego tuvo mucho éxito, y que Lacan, después de todo, no lanzó más que una vez, pero me parece indicando una dirección esencial. Me veo conducido aquí, a lo más cercano de aquello en que estoy inmerso, a hacer la diferencia de las formaciones del inconciente y los acontecimientos de cuerpo.

El inconciente, cuando lo limitamos, como concepto, a lo que el ser hablante es susceptible de enunciar, cuando decimos que el inconciente se refiere a lo que el sujeto enuncia –digamos para ir rápido–, en esas condiciones el inconciente, permite aislar las formaciones del inconciente. Bajo esta dirección Lacan reunió lo que Freud descubrió en sus primeras obras: La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con el inconciente, donde la función del desciframiento del significante está en evidencia, al menos después que Lacan nos enseñó a leerlo según la estructura saussuriana.Pero el inconciente cuando lo ampliamos a los efectos enigmáticos, incluye los acontecimientos de cuerpo, donde nada demuestra que tengan la misma estructura que lo que llamamos las formaciones del inconciente.

Las formaciones del inconciente es una categoría del psicoanálisis sólido, si puedo decirlo.

El grafo de Lacan está hecho para dar cuenta de las formaciones del inconciente – con el fundamento de que existe el Otro mayúscula, es decir con el fundamente de que la hipótesis es una tesis. El Otro mayúscula, es decir el lugar de las estructuras. Las pongo en plural pues ellas pueden extenderse a todo lo que el Otro llama la sociedad o la historia o la civilización, pero podemos también decir de la estructura, en singular, si referimos todas estas estructuras a la estructura del lenguaje. Las formaciones del inconciente es también una categoría que supone que existe la Ley – con mayúsculas–, en relación con la cual el deseo se presenta como autónomo, entendiendo que puede demostrarse que la ley misma encuentra sus orígenes en el deseo.¿Cómo opera el desciframiento de las formaciones del inconciente?

Y bien cuando tenemos que ver con los acontecimientos de cuerpo, se trata –¿qué voy a decir?– de entidades, que tienen sentido de goce.

A pesar de la correlación de las fórmulas, el sentido de goce es totalmente diferente del sentido de deseo.Cuando se trata de sentido de deseo, hay comunicación – y podemos captar cómo el significante que falta a la palabra del analizante puede ser aportado por la del analista bajo las especies de la interpretación. Hay comunicación cuando hay sentido de deseo, mientras que, cuando hay sentido de goce, hay satisfacción. No comunicación sino satisfacción.

La distinción aquí de la comunicación y de la satisfacción recubre la distinción del lenguaje y de lalengua.

Entonces, esto tuvo una traducción teórica a la cual quedamos evidentemente ligados. La traducción teórica de las formaciones del inconciente y del sentido de deseo, es lo que practicamos, ciertamente, como psicoanálisis del sujeto, ligados al lenguaje, a su estructura, al inconciente como estructura de lenguaje. En este orden, el fin de análisis, es la resolución del enigma del deseo, es la emergencia de lo que quiere decir el deseo, recubierto y al mismo tiempo oculto en las formaciones del inconciente. El psicoanálisis del sujeto, como lo llamo aquí, está ciertamente en evidencia al comienzo del análisis y por hipótesis en su fin.Pero está el curso del análisis, donde tenemos que ver con el nivel de lalangua y de los afectos singulares que engendra en el cuerpo. El final que dibuja, no es un final que es del orden de la solución, sino más bien del orden de una nueva satisfacción. En el curso del análisis, lo que impone su presencia, es la conexión del sujeto y del cuerpo, en tanto que el cuerpo es el lugar del goce.Entonces, evidentemente, los dos se articulan. Los dos se articulan si queremos admitir con Lacan, en su último texto escrito, que el espejismo de la verdad – lo cito – no tiene otro término que la satisfacción que marca el final de análisis. Es un corto circuito, que promete que el comienzo, que se ordena al psicoanálisis del sujeto, encuentra como en diagonal su final en el psicoanálisis del parlêtre, si puedo decirlo, que la cuestión sobre el sentido de deseo y la verdad encuentra su respuesta en la satisfacción, lo que supone que las ondas de la verdad se han apagado, que el espejismo se volatilizó. Digo diagonal porque es bajo las especies de una diagonal como Lacan escribe el final de análisis en uno de sus Seminarios.Y bien, sería necesario sin duda introducir aquí una tripartición de la experiencia analítica, que comienza por la verdad y el deseo, en la vertiente de la estructura, que concluye en la satisfacción, y entre las dos, está lo que pasa, y eventualmente lo que produce acontecimiento.Cuando Lacan dice del síntoma que es un acontecimiento de cuerpo, lo dice exactamente en la frase siguiente que está en su escrito “Joyce, el Síntoma”: Dejemos el síntoma en lo que es: un acontecimiento de cuerpo. Relegar el síntoma al acontecimiento de cuerpo, a mi juicio, quiere decir que no es una formación del inconciente, y se sostiene no en el sujeto del significante, sino en el cuerpo concebido como un tener cuerpo investido de libido – y es por lo cual Lacan puede decir que vacía.En este sentido, y creo ser aquí tan realista como puedo serlo en tanto que practicante inmerso, propongo entender como acontecimiento de cuerpo un acontecimiento de goce.

¿Hay acontecimientos de deseo? Sin duda hay acontecimiento de deseo, y es lo que llamamos revelaciones, porque son siempre acontecimientos de verdad, donde estamos acostumbrados a distinguir un antes y un después de la emergencia.

Acontecimiento de cuerpo. ¿Hay que entender que está fijado de una vez y para siempre? Hay algo de eso sin duda. El síntoma es una fijación de goce. Pero abre también la cuestión de saber lo que, en psicoanálisis, puede ser desplazado del goce. Es decir, ¿cuales son los acontecimientos de goce que ocupan lo que llamaba el curso del análisis y donde la palabra líquida se demuestra capaz de desplazar el goce?No podemos desconocer sin duda la distancia que separa la clínica estructura y la clínica acontecimiento.Incluso es en esa distancia que encuentra su lugar la práctica, que evocaba hace un momento, del control. Es porque hay un hiato entre la clínica estructura y la clínica acontecimiento que hay lugar para el control. Por que no podemos deducir el acontecimiento a partir de la estructura.

Y es precisamente esta deducción imposible que ubica el lugar de la interpretación.

En el psicoanálisis del sujeto, la interpretación juega en relación con la verdad, pero en el análisis más largo, no es el caso. Como lo dice Lacan: no es porque el sentido de su interpretación tenga efectos que los analistas están en lo verdadero. Digamos que la interpretación se juzga por el acontecimiento de goce que es capaz de engendrar a término.El psicoanálisis juega en relación con lo que produce como goce.

Entonces, ¿es necesariamente soportado, este psicoanálisis, por la idea de que lo que trabaja para el goce es un saber? Lacan lo martilló, como él decía, que es un saber inconciente que trabaja para el goce. Pero ¿hay que mantener este concepto de saber? Hay que mantener el concepto de saber por el cual se mantienen las nociones de cifrado y de desciframiento? ¿Es allí donde se impone el ejercicio del psicoanálisis líquido?

Me parece por el contrario que si la estructura que es adecuada al psicoanálisis líquido es el nudo, como lo indicaba Lacan, entonces hay que relativizar incluso desechar el descifrado en provecho del corte – el corte del redondel de cuerda. Si, para entregar esos aspectos, el psicoanálisis nodal de Lacan pone en escena la acción de tirar, implica también otra acción, que evoqué el año pasado, una acción quirúrgica: cortar.Y bien, podría suceder que será, no el descifrado, sino el corte lo que hace acontecimiento, que sea el corte lo que pueda mantenerse a nivel del acontecimiento de cuerpo.

En cuyo caso, podría ocurrir que lo que llamamos la sesión corte, que Lacan ya había evocado al comienzo de su enseñanza, en otro contexto, podría ocurrir que la sesión corta sea la sesión de la era del psicoanálisis líquido, aquel que no está ordenado por las formaciones del inconciente, sino por los acontecimientos de cuerpo.

De allí, como la experiencia más auténtica lo revela, la contingencia, aquella que califica al amor, es también la suerte del psicoanálista en su interpretación

Hasta la semana próxima.


(Lo que JAM escribió en el pizarrón)

Fin de la Undécima Sesión del Curso JAM 2007-2008 - 12.03.08