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La serie, lo serio
El Trauma, el psicoanalista y su acto
Extimidad del trauma: Estigma-Enigma [1]
Catalina Bordón
“El trauma se presenta siempre implacable, sin sentido, ineludible, porque concierne a lo más íntimo del sujeto, aun cuando aparente ser exterior”.[2]
Ese interior/exterior, no complementario, podemos representarlo en la figura del toro, ya que la misma incluye un agujero y representa un afuera en el interior.
Hay un afuera en el interior, esta es todo la teoría del trauma en Freud, esa herida sexual, ligada al mal encuentro con lo sexual, enlazado al exceso sexual que es la causa del síntoma como defensa.
Los relatos de la historia que se construyen en un análisis, pueden ser acontecimientos (marcas que separan un antes y un después) vividos traumáticamente que quedaron fijados en el sujeto como Estigmas entendiendo a los mismos como pleno de sentidos, en tanto designan “las heridas, las marcas, las improntas, las cicatrices, las huellas”[3]. Es decir esas Fixiones, resultado de la conjunción entre ficción y fijación.[4]
El psicoanálisis se detuvo mucho tiempo allí, en una lectura de la modalidad freudiana de ir como un investigador hasta llegar por la vía del tiempo cronológico al sentido último. Pero cómo hacer pasar el Estigma al Enigma para dejar la puerta abierta a la interpretación?.
Que el capítulo de la historia de un sujeto se vuelva enigma, es hacer entrar en esta partida al analista en el lugar mismo del trauma. . Él puede ocupar ese lugar insensato, porque el analista mismo pudo “reducir el sentido del síntoma a su núcleo más próximo a una contingencia fuera de sentido”[5]. Ese fuera de sentido del que participa el inconsciente, en tanto significantes no vinculados al significado. Ese fuera de sentido que da la forma lógica del síntoma y que está vinculado al traumatismo de la lengua y a la efracción de goce[6].
Pero bien, como nos dice M Bassols, un enigma descifrable es por donde tiene que pasar el síntoma en los comienzos de un análisis y “puede seguir siendo un enigma en especial cuando se trata de un enigma por excelencia, el del goce en su relación con lo sexual”[7].
Entonces, es en la diacronía, en las vueltas de la historia, que debemos situar la fórmula sincrónica del trauma: No hay relación sexual[8], que conlleva el trou del agujero del troumatisme.[9]
El testimonio del pase de Débora Ravinovich[10] da cuenta de esto. Hay un acontecimiento en su historia que produce un síntoma. Ese acontecimiento, devendrá trouma sólo por las intervenciones del Analista.
Ese testimonio nos muestra que de ese traumatismo, surgen dos categorías lógicas.:- El no cesa de no escribirse (una niña que supo que la relación sexual no existe a partir de un llamado) y lo que no cesa de escribirse, que está en el centro de su síntoma (el no sé), como respuesta que recubre el llamado-traumático.
Por lo tanto es entre el estigma y el enigma, por donde podemos situar todas las ficciones, relatos o mitos que un sujeto puede armar, para armarse. El recorrido de un análisis permite desarmar ese entramado para así vaciar al síntoma del sentido fantasmático que le presta, y abordar, en el final, ese significante nuevo, quedando ”la pura huella de un fuera -de -sentido que terminó por apagar los falsos centelleos de la creencia en el síntoma”.[11]
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
NOTAS