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La serie, lo serio
El Trauma, el psicoanalista y su acto
Un lenguaje transferencial[1]
María Daniela Detta
Si el cartel permite constatar lo que pudo haber sido aprehendido de la relación con el saber analítico y el control permite maniobrar de otra forma, encuentro en estos dos dispositivos espacios cruciales para la formación del analista.
Recuerdo algunos controles donde el relato de lo que llevaba difería del cliché clásico, el sujeto acostado en el diván asocia, el discurso corre, hay sueños, asociaciones y el analista en atención flotante interpreta. Más bien controlaba casos donde la palabra del paciente no transcurría, la palabra era la cosa misma, no había metáfora ni metonimia. Lo limitado del mundo simbólico se hacía presente y la ausencia de relación con su decir daba cuenta de un real.
Como ocurre en un análisis, el control se dirige a lo que no cesa, tanto del sujeto presentado como a los decires del practicante. Me apoyo en la frase de Lacan: “Si el controlado pudiese ser colocado por el controlador en una posición subjetiva diferente de la que implica el término siniestro de supervisión, el mejor fruto que sacaría sería aprender a mantenerse el mismo en la posición de subjetividad segunda en que la situación pone de entrada al controlador”[2], como orientación para obtener un buen uso de la experiencia, un control que incluya la presentación de los relatos del sujeto más la enunciación del analista.
Luego de mi enunciación vino el impacto, el acontecimiento novedoso producido por la interpretación del controlador: “agarrar lo que hay del sujeto”, interpretación que permite al analista prevalecer la transferencia. En la Nota Italiana[3] Lacan apunta al descubrimiento sobre el saber en lo real, pero sostiene que para el saber en juego en el psicoanálisis la palabra precisa es inventar. Si saber la verdad no alcanza, el control me permitió construir una lengua transferencial con el sujeto, armando un mundo con lo que hay, con el hay del goce, y con el hay del objeto a.
El agujero en el saber es por estructura y todos somos iguales ante la lengua por ser un asunto en común, pero es el analista lacaniano quien da oportunidad a lo más singular de cada sujeto, ya sea desde la abundancia del parloteo o desde lo limitado del mundo simbólico.
Concluyendo puedo sostener que un control permite un saldo que posibilita un cambio en la posición del analista permitiendo operar no con la división subjetiva del analista ni ocupando el lugar del saber, sino con el semblante del objeto a.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
NOTAS