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La serie, lo serio
El Trauma, el psicoanalista y su acto
Una lectura orientada por lo ilegible[1]
Patricia Pena
El trauma, la alucinación, la experiencia de goce perverso, y algunos momentos de angustia en la neurosis están en el borde y en el corazón del sistema del lenguaje, y dan cuenta de la categoría de lo real.[2]
El acontecimiento es un hecho de discurso que nos conduce al momento lógico en que el sujeto se enfrenta a lo real. Leer el trauma es imprescindible pues vela y devela a la vez, el trauma estructural.
Reducir el trauma a un axioma: “no hay relación sexual”, asegura que habrá al menos uno, aunque no sepamos cuándo, ni cómo, ni con quién se produjo o producirá el traumatismo.[3]
Acudimos a un analista por padecimientos o situaciones traumáticas, procurando alivio o respuesta a aquello que nos perturba. Leer, al igual que bien decir, están al inicio del lado del analista: un movimiento se pone en marcha y el leer se transfiere al analizante.
Una lectura que aísla los significantes fundamentales, los ciñe, en un recorrido necesario para apuntar a lo singular de cada uno.
Leer un síntoma, es leer el fuera de sentido, llevando la lectura al límite, apuntando a la materialidad de la escritura.[4]
Situar lo que para cada uno hace que un acontecimiento adquiera valor de trauma, no es sin un analista posibilitando elucidar los velos construidos como defensa ante lo real, y los modos de gozar.
Recorrer en el análisis las lecturas del inconsciente hasta recortar “su ilegible”, haciendo la experiencia de responsabilizarse de ese goce opaco repetitivo.
Que la lectura de lo ilegible esté en el horizonte ubica al analista como “sorprendedor de lo real”[5]: la mejor posición para interpretar destacando la nimiedad del detalle, aun ante la consulta de quien vivió la irrupción de una experiencia traumática. Instalar el fuera de sentido desde el principio crea las condiciones para no fascinarse por el relato, y para intervenir apuntando al vacío desde la primera entrevista, en un intento de ubicar que lo que retorna una y otra vez, en sueños o situaciones cotidianas, -difícil de tolerar o recordar-, es imposible de compartir, pues no es un hecho, sino precisamente aquello que no había llegado a ocurrir.[6]
Una lectura, un analista como una presencia, capaz de preservar, interviniendo por algún sesgo, una cierta opacidad que presentifique de alguna manera, el sinsentido. Si, al fin y al cabo, dice Pizarnik: “Todos estamos heridos”.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
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