|
|
La serie, lo serio
El Trauma, el psicoanalista y su acto
El trauma bajo transferencia[1]
Paula Rodriguez Acquarone
La elección del rasgo (lo indecible del trauma y presencia real del analista) remite a una pregunta por el lazo entre el trauma y el lugar del analista. Intentaré puntuar el recorrido en el cartel.
Comienzo por la relación entre el trauma y lo indecible.
Freud llama traumática a una situación de desvalimiento vivenciada. De ahí extrae la noción de angustia señal. Las formaciones de compromiso –sueño, síntoma- que en Freud intentan prevenir el estallido de angustia no son sin resto, no todo es susceptible de ser alcanzado por las representaciones. Existe lo reprimido primordial que no pasará al inconsciente, ya que este sólo conoce los elementos del significante. La cifra del inconsciente en Lacan esconde lo que hay detrás de la falta de representación, un real que gobierna nuestras actividades. El encuentro con lo real es siempre fallido y se presenta como trauma.[2] [3]
Podemos localizar ese agujero singular del encuentro con lo imposible de decir en la experiencia analítica, una clínica bajo transferencia. Se trata de cómo fue interpretado ese instante de perplejidad, de desvalimiento, la insondable decisión del ser que responde en un relámpago a ese plus de excitación no tramitable por el aparato psíquico. ¿cómo se hace presente ese agujero en la transferencia?. Es también lo que de la transferencia escapa a su vertiente significante, -suposición de saber, y que el analista encarna corporalmente. Eso que concierne a un modo de goce que organiza la memoria y condiciona la repetición, ese pasaje del goce al inconsciente que no es sin restos,[4] concierne a la transferencia y al lugar del analista en su lazo con lo indecible que resta. Hay algo en la transferencia imposible de representar.
¿Qué estatuto tiene el analista que encarna con su cuerpo vivo ese partenaire en la experiencia del análisis?. Ese analista que con su presencia encarna la parte no simbolizada del goce.[5]
En el testimonio de Graciela Brodsky[6], el analista, como el trauma, se presenta en la experiencia analítica con lo que tiene de inasimilable. Es el encuentro accidental en un segundo tiempo con el significante fiesta, encarnado en el cuerpo vivo del analista más allá del saber supuesto, lo que permite ubicar el tiempo 1 del trauma. Aquel recuerdo indeleble, que construye una historia, un síntoma, un modo de lazo al Otro, localizado bajo transferencia, testimonia sobre un camino que va del saber medio de goce a lo imposible de saber que orientará un deseo advertido, un saber hacer con lo indecible que resta.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
NOTAS