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Trauma

La serie, lo serio

Huellas del Trauma

El sujeto después del trauma [1]
Claudia Lázaro

“El niño llega a casa después de la escuela gritando, a todos y a nadie: ¡tengo hambre! ¡tengo hambre! El abuelo materno sentado en su sillón lo mira fijamente a los ojos y le dice con un tono muy serio: Tú no sabes qué es el hambre. El niño quedó con el cuerpo petrificado y con un efecto de vergüenza de su propia voz [...] silencioso mira al abuelo desde lejos. Sí, en verdad yo no sabía qué era el hambre. El significante toca el cuerpo y su consistencia con un efecto de pérdida y de pesadez. El objeto voz quedó marcado y silenciado. Una suerte de ¡Quédate callado!, reducido a los pensamientos. Fin de la despreocupación. Por lo tanto, había que pensar antes de hablar, mirar bien lo que pasa y elegir las palabras. No se puede hablar a tontas y a locas.”[2]

En el texto se ve que el trauma -banal en el caso desde el punto de vista de los sucesos (un abuelo que rectifica con dureza un decir del niño)- tiene consecuencias imborrables para el sujeto. El AE testimonia de las marcas en el cuerpo de ese acontecimiento. La juntura cuerpo y alma, cuerpo y pensamiento queda trastocada para siempre.

Se verifica el hallazgo freudiano de que el trauma perdura como un “eterno presente” en el sujeto, bajo la forma del síntoma[3]. Se trata de ese tiempo primero, el de la fijación del goce. Eterno presente porque sigue vigente (habitará el síntoma y el fantasma) y porque “nunca encuentra su traducción simbólica última”[4]. Permanecerá como residuo esa fijación pero luego del análisis habrá cambiado de signo, hacia la satisfacción.

Si es un tiempo uno, donde el goce está sin conexiones, sin cadena: ¿cómo es que tenemos entonces este recuerdo?.¿Es construcción del análisis? ¿Podemos llamar a este tiempo el del trauma?¿ sería mejor decir que es el borde del agujero (“para ver dónde está el agujero, es preciso ver el borde de lo Real”[5])? ¿Cuál era el estado del sujeto en el tiempo anterior? El suceso tiene el aire de un comienzo de la historia. Se trataba de un sujeto en estado feliz, sin Inconsciente. Antes del trauma, el sujeto sería fuera del tiempo, luego del trauma, hay el antes y el después.

A partir de entonces, se configura -o mejor, se inventa- un síntoma: “escuchar antes que hablar, pensar muy bien lo que se dice, callarse”[6]. Dicho síntoma se sostiene en un fantasma que se elucidó en el análisis: “si hablo, muero, mejor escucho al otro en silencio y miro”[7].

Es un presente que continúa aún hoy, ahora modificado por el traumatismo del análisis: bajo la forma del sinthome que reserva en su corazón un núcleo del goce del oir -ya advertido, ya exprimido-, sin el huir, un escuchar al otro que el sujeto regula de un modo que le produce satisfacción. Hace pues otro uso de ese goce del oír.

Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre

NOTAS

  1. Cartel: “Trauma”. Cartelizantes: Kuky Mildiner, Marisa Morao, Paula Kalfus, Patricia Moraga, Alejandra Glaze y Claudia Lázaro. Más Uno: Elena Levi Yeyati.
  2. Reinoso, A, Testimonio del pase, “Ouïr”, Bitácora Lacaniana Nº 8, pp.39-55, Ed NEL, 2019.
  3. Freud, S., Lecciones introductorias al psicoanálisis, lección XVIII, “La fijación al trauma. Lo inconsciente”, Obras Completas. Buenos Aires: Ed. XXI, 2013.
  4. Laurent, E., Usos de las neurociencias para el psicoanálisis em www.wapol.org
  5. Lacan, J, Seminario Libro 21, Les non dupes errent o Les noms du père, clase del 19 de febrero de 1974, inédito.
  6. Reinoso, A., op. cit.p. 39-55.
  7. Reinoso, A., idem.