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La serie, lo serio
Huellas del Trauma
El troumatismo, la histeria, lo femenino [1]
Débora Sznaider
Todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo Real. Allí donde no hay relación sexual eso produce traumatismo (tromatisme).Uno inventa, uno inventa lo que puede.[2]
El nacimiento del Psicoanálisis está marcado por el encuentro de Freud con las histéricas. Luego de escucharlas Freud reduce la sexualidad a un trauma declinando así su teoría previa en torno a la seducción, que leeremos como fantasma. Será Lacan quien termina de señalar el desplazamiento, de lo traumático como exceso al traumatismo. Introduciendo así el peso del inconsciente Freudiano, estructurado a partir de una perdida central, un agujero y su dimensión de Real. En palabras sobre la histeria Lacan dira: “El afecto ya no engendra síntoma cuando la histérica ha comenzado a contar algo a propósito de lo cual ella misma se ha espantado”. Dejándonos abierto así el agujero que la traumatiza y de lo cual brotan sus síntomas.
Partiendo de Freud y su encuentro con las mujeres, nos topamos con la roca de la castración y el repudio a la femineidad, que pone en jaque todo final posible de un análisis, el famoso falocentrismo. Heredamos también de él la intriga que lo aspiraba, lo femenino en tanto continente negro. Será Lacan quien nos enseña a leer allí una alteridad radical. Desde la perspectiva del inconsciente no hay diferencia sexual. La opacidad de lo femenino, no es un asunto solo de mujeres.
Es en la clínica con algunas mujeres que podemos aprehender acerca de ese “soplar palabras” en tanto modo de hacer con el agujero y quizás de pasar por allí para desembrollarse. [3].Irene Kuperwajs testimonia de ello y nos ilustra dos modos de orientarnos en torno a un posible heteroerotismo.[4] . “Esas experiencias de un goce que se impone como otro para ellas mismas”. Son varias las formas que adquiere para Irene el silencio y su trabajo entre “centro y ausencia”. El centro simbolizado por el silencio que sostiene al padre, luego la extracción del objeto voz y ese silencio/ausencia, que ella define como “huella imborrable” que la orienta a su alteridad radical y marca la elección de goce.
MH Brousse se pregunta si ¿El goce lado no todo, puede encontrar en el vacío que es a la vez un vacío de materia, el de materia del fantasma y un lleno de energía, el goce otro que habita en ciertos momentos el cuerpo hablante?[5] Nuestra pasante nos testimonia acerca de algunas respuestas posibles. Llegando al final, un sueño en el que se rasca una nuez, ella nos dirá que se trata de un vació ligado a lo femenino y a lo indecible. Irene se pregunta por el estatuto imaginario de ese vacío en torno al objeto oral en el final. La analista/trauma la invita a no esperar mucho de ese vacío y de ese modo quizás, lo termina de vaciar, llenándolo de energía. Nuestra pasante se despide diciéndonos: “Con estas huellas del inconsciente aún, y en corps, hoy sigo escribiendo mi silencio, con la Escuela Una”.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
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