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Trauma

La serie, lo serio

Huellas del Trauma

La extensión del trauma [1]
José Luis Tuñón

Este es el año en el que la pandemia puso en suspenso toda la arquitectura del semblante, y desplegó una virtualización inédita del lazo social como respuesta al aislamiento de los cuerpos. Fue entonces que volvimos a revisar nuestra posición respecto del trauma.

Y al hacerlo refrendamos posiciones axiomáticas, ya que partimos de que todo ser hablante se constituye en el apremio del goce sin el auxilio de un programa previo. Pero a esa condición debemos dejarla en suspenso, ya que nada puede decirse de ella -en términos universales- sin convertirla en ideología.

El modo en que cada uno responde a esa falla original se tensa entre las rutinas fantasmáticas que la velan y los acontecimientos que podrían afectarla. Entre esos dos tiempos hay una ignorancia radical imposible de aliviar, pero también el trazo del síntoma que imprimen los modos de goce.

El acontecimiento Freud le dio su forma abriendo el inconsciente para alojarla. Y podría decirse que el trauma y el analista nacieron juntos.

Desde ese mismo origen las organizaciones sociales, y sus fantasmas, procuraron reabsorberla, expandiéndose al paso universal de la ciencia. Lacan anotó allí a la familia burguesa, las masas artificiales y el campo de concentración[2]. Y habría que agregar la medicalización de la vida. Anudó en un mismo espacio topológico el horizonte de la extensión con la intensión. Y señaló sus puntos de empalme: la transferencia para la extensión y la producción de un nuevo analista para el final.

Habida cuenta del destino común entre trauma y analista, no parece acertado tratar de reintroducir de prepo lo que la civilización expulsa Al menos no reivindicando el valor universal de “la no relación sexual”. Es mejor asumir la latencia del trauma y esperar la ocasión de hacer valer la afinidad original con él.

Mientras tanto podemos ir atendiendo los efectos del cambio de signo en los fantasmas sociales, ya que si la tradición velaba el goce con la ignorancia o la desmentida, los recientes procuran anticipar la urgencia del trauma para volcarlo a la “agenda” del mercado.

Hay que aceptar que el analista queda del lado del trauma aunque, en lo social, aparezca del lado de la pantalla. Y seguir así al sujeto contemporáneo en la evolución de los síntomas – nuevos o viejos– de los que se vale para arreglarse con la falla. Se podría alojar mejor lo que cae del delirio de prevención y su clínica rudimentaria del estrés.

Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre

NOTAS

  1. Dupla: A. Antuña- J. Damiano (responsables)
  2. Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967”, Otros Escritos, p.274,, Bs. As.: Paidós, 2012