|
|
La serie, lo serio
Huellas del Trauma
1. 2. 3[1]
Romina Marino
Pensamos al trauma como algo universal, es decir, si alguien sufre un hecho desafortunado que deja secuelas, eso entra en la categoría de lo traumático. Se lee ahí: para todos igual.
Nada de esto ocurre en Psicoanálisis “Cada persona es un traumatismo”[2]. No tiene que ser negativo, puede acontecer del detalle más insignificante. Lo traumático será la marca que deje en cada quien, y operará como brújula en su programa de goce. Sabremos del trauma en la respuesta que cada sujeto da al encuentro-inédito y descolocado- con la langue y el Otro. ¿Pero cómo operan los tiempos del trauma? ¿Cuántos contaríamos?
Desde que el sujeto llega al mundo queda preso del lenguaje: “Si no estamos demasiado aplastados por el malentendido, hacemos la experiencia de que no saldremos más del lenguaje”[3]. Y acá no hay escapatoria, vivimos en el discurso proveniente del Otro. ”Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia”[4].
Para el Psicoanálisis lo traumático no opera con los hechos sino con la realidad psíquica del sujeto. Hay un momento absolutamente inaugural, que es el trauma estructural acontecido en todo ser, más allá de toda estructura. Nacemos y ¡voilà! estamos traumatizados por el lenguaje.
Quien acude a un analista lo hace con su padecer a cuestas. Y sobre esto pondremos toda la artillería: sobre lo que traumatizó y desbarató su homeostasis.
Si el primer traumatismo es producto del lenguaje ¿qué adviene luego? Lo singular y contingente, aún desconocido por el sujeto. De esto dan cuenta los AE en sus testimonios, siendo su trauma y el recorrido del mismo, un producto netamente clínico.
Así, lo que deja el trauma -inconsciente-es un agujero en lo real, y es el propio fantasma, quien recubre la falta, haciendo las veces de velo, mientras que el síntoma da una pista de lo desconocido del hecho traumático singular. “El trauma perdura como un eterno presente en el sujeto bajo la forma del síntoma”[5], dice Freud, mientras que Lacan señala que no hay vida humana sin trauma
Tenemos pues, un segundo traumatismo dado por la contingencia, y será la respuesta del sujeto la que diga piedra libre al juego de las escondidas. Escondite del trauma, del goce, de todo lo que se pone bajo el mando de la repetición, y que se (re)inventa en un análisis.
Freud advierte que el trauma se hace presente solo si otra situación lo despierta, remitiéndolo a una marca anterior. Acá sumaría un tercer tiempo: si contamos bien, tenemos lo traumatizado por el lenguaje, más lo traumatizado por la contingencia, y de esa suma: un análisis que nos permite construir un modo de habitar lo traumático de la vida.
NOTAS