La serie, lo serio

Troumanos: invenciones y arreglos singulares

Trauma y duelo. Dos dimensiones del agujero[1]
Luz Mariela Coletti

La noción de trauma en el psicoanálisis lacaniano no es del orden contingente.

Se trata de un trou-matisme, un agujero, producto de la incidencia de lalangue sobre la carne, que deja por un lado un plus, un goce de más que no puede ser significado, y un menos de sentido, un agujero, una pérdida.

“Todos troumanos”, todo humano pasa por esa experiencia, necesaria.

¿Qué ocurre con esa pérdida inaugural? ¿La encontramos también en los síntomas o se tramita por otras vías?

Hay una pérdida estructural y hay pérdidas en la vida, que resuenan con aquella.

Lacan señala que el trou-matisme es un trou en lo Simbólico, pero el duelo es un agujero en lo Real, del cual tampoco hay representación posible.

Clínicamente encontramos duelos traumáticos. ¿Como se deslindan, son labores diferentes?

Freud ubicó que el duelo era un problema relativo a la pérdida del objeto y al Otro.

Se trata especialmente de perder lo que el sujeto es para ese Otro. Lacan agrega que duelamos aquel de quien éramos su falta. Duelo y deseo se articulan.

El objeto no es un elemento ubicable en el traumatismo de lalangue.

Decimos “trabajo de duelo”, el cual se liga a la sustitución y al consentimiento, pero no trabajo del trauma, hablamos de respuesta, tejido de una trama, una cicatriz, un síntoma.

El síntoma es una posibilidad de respuesta al trou, pero a la pérdida no le corresponde necesariamente un síntoma sino un trabajo de duelo.

El duelo puede encontrar cierta resolución, un final. Pero no todo duelo concluye, ni tampoco concluye todo en cada duelo. Algo resta sin reabsorberse.

¿Acaso no sucede algo similar con el trauma?

Lacan en el Seminario 6 indica: “El duelo, que es una pérdida verdadera, intolerable, provoca un agujero en lo real. La relación que está en juego es la inversa a la Verwerfung (donde lo simbólico es rechazado y retorna desde lo real) [...] es precisamente ese agujero el que indica el significante faltante (el falo). Por ese hecho, como en la psicosis, a ese lugar vienen a pulular todas las imágenes que conciernen al fenómeno del duelo. El duelo está así emparentado con la psicosis.”[2]

Podríamos afirmar que en el duelo, como en el trauma, algo “no cesa de no escribirse”.

Además de necesarios, son imposibles. El trauma y el duelo insisten en no dejarse olvidar.

En el instante del traumatismo, choque que deja sin respuesta al sujeto, se produce una pérdida que tampoco puede significarse.

Algo del duelo quedará sin sentido y habrá que dar un consentimiento (admitir tal pérdida) y efectuar un trabajo, tanto de bordeado y zurcido, para que advenga el olvido y escribir un nuevo trazo en las orillas mismas de lo imposible de decir.

Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre